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Ántrax (forunculosis)



El ántrax es una infección cutánea por estafilococos formada por una agrupación de forúnculos con extensión de la infección al tejido subcutáneo. Las lesiones presentan supuración profunda, son de lenta curación y producen cicatrices. A veces se utiliza el término ántrax para referirse al carbunco.[1]​ Las dos enfermedades tienen en común las lesiones cutáneas como síntoma; sin embargo, al contrario que el ántrax de origen foruncular, las úlceras causadas por el carbunco suelen ser indoloras.[2]

El término «ántrax» proviene del latín 'anthrax', y este a su vez, del griego 'ἄνθραξ', que significa carbón. Hace referencia al hecho de que la infección produce heridas o úlceras de un color oscuro.

Un ántrax está compuesto de varios forúnculos agrupados en una masa indiferenciada, dando el aspecto de una única lesión eritematosa llena de pus y células muertas. Se observan con más frecuencia en la espalda y la nuca. Los ántrax suelen estar causados por la bacteria Staphylococcus aureus. La infección es contagiosa y se puede diseminar a otras áreas del cuerpo o a otras personas, por lo cual no es raro que se den en varios miembros de la misma familia al mismo tiempo.

Aunque el ántrax puede aparecer sin ninguna causa aparente, se han identificado la mala higiene, ciertas dolencias como la dermatitis o la diabetes y un sistema inmunitario debilitado como factores que aumentan el riesgo.[3]

Los ántrax suelen ser dolorosos al tacto. La piel alrededor adquiere un color lívido, a veces con una pústula amarillenta en el centro. Pueden crecer muy rápidamente, llegando al tamaño de una pelota de golf. A menudo supuran espontáneamente, excepto cuando la infección es muy profunda. Suelen ir acompañados de malestar general y fiebre.[3]

Una buena higiene corporal es necesaria para disminuir el riesgo de infecciones recurrentes. Es importante lavarse bien las manos después de tocar un ántrax y lavar con agua muy caliente cualquier prenda o ropa que se comparta con un enfermo, como toallas; esto disminuye el riesgo de infección por contagio.[3]

A veces el ántrax se cura por sí solo en unas dos semanas. La aplicación de compresas húmedas calientes sobre la úlcera facilita el drenaje. El ántrax también se puede drenar quirúrgicamente. En ocasiones se recetan antibióticos tópicos u orales;[3]​ en este caso se suele realizar un cultivo para determinar la cepa bacteriana responsable de la infección. Las bacterias S. aureus presentan a veces resistencia a antibióticos betalactámicos, lo cual puede dificultar el tratamiento.[4]

El ántrax puede ser peligroso si las bacterias llegan a introducirse en el torrente sanguíneo; en este caso existe el peligro de choque séptico y daño a otros órganos del cuerpo. Entre las complicaciones más serias se incluyen los abscesos cerebrales y de la médula espinal, osteomielitis y endocarditis.[3]



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