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A Good Woman



A good woman es una película de Estados Unidos dirigida por Mike Barker en 2005, y protagonizada por Scarlett Johansson, Tom Wilkinson, Helen Hunt.

El abanico de Lady Windermere, de Oscar Wilde, ha servido de inspiración a Mike Barker (Matar a un rey) para rodar esta ingeniosa comedia romántica que mantiene muchos de los guiones originales del escritor irlandés. La afilada ironía de los personajes y los ataques personales disfrazados de cordialidad constituyen uno de los principales atractivos de una película que refleja el desarrollo de una relación entre dos singulares personajes femeninos de la alta sociedad interpretados por Helen Hunt (Mejor imposible) y Scarlett Johansson (La joven de la perla).

La Riviera italiana de los años treinta. Un joven matrimonio americano que veranea en Amalfi ve peligrar su reputación cuando empiezan a surgir rumores que acusan al joven marido, Robert Windermere, de proporcionar dinero a Mrs. Erlynne, una mujer madura de mala reputación. Mientras tanto, su recién estrenada esposa, Meg, se siente acosada por Lord Darlington, un adinerado playboy. Todo se precipita con la aparición de Erlynne en el pueblo: Meg, abochornada, decide plantar a sus invitados en la fiesta de su cumpleaños y huir con su admirador. Sin embargo, poco después se demuestra que su marido jamás le ha sido infiel.

Ambientada en 1930, la película comienza en Nueva York, donde la femme fatale Mrs. Erlynne se da cuenta de que no es bienvenida por los hombres de alto rango que ha seducido o por las esposas de la sociedad a las cuales han traicionado. Vendiendo sus joyas, compra un pasaje en un ferri amarrado para ir a Amalfi, Italia, donde ya había puesto su vista en el recién casado Robert Windermere. Cuando su coche es frecuentemente visto aparcado fuera de su casa de campo, los chismorreos de la zona apuntan a que ellos dos están teniendo una aventura.

Meg, la tímida mujer de Robert, se mantiene ajena a todas las historias sobre los dos que circulan por toda la ciudad, pero cuando descubre el registro de cheques de su marido con numerosos resguardos indicando pagos para Erlynne, comienza a sospechar lo peor. Lo que ella no sabe es que Erlynne en realidad es su madre, quien ha estado chantajeando con pagos a Robert a cambio de mantener a salvo el secreto. Ella se consoló con el consejo "Las mujeres feas van a llorar mientras que las mujeres guapas van de compras".

En represalia por lo que cree que es la transgresión de su marido, Meg vistió un vestido revelador para la celebración de su vigésimo primer cumpleaños, aconsejada por Erlynne, que vestía el mismo vestido, en compañía de Lord Augustus, un hombre rico y divorciado dos veces que había propuesto matrimonio a Erlynne. Las complicaciones siguen cuando Lord Darlington profesa su amor por Meg y la invita a dejar a su marido, a lo cual ella acepta.

Erlynne, habiendo encontrado nota de despedida de Meg a Robert , interceptó en el yate de Darlington , donde los dos estaban atrapados cuando Augusto, Darlington, Robert y amigos llegan para una noche de copas. Robert queda sorprendido al ver el abanico que él había regalado a Meg por su cumpleaños en el barco; mientras Meg se escapa apresuradamente, y Erlynne se revela y dice que ella lo había cogido por error en la fiesta; y Augustus, pensando que su prometida estaba planeando una cita romántica con Darlington, termina con el compromiso.

Robert paga a Erlynne para que se marche de Amalfi inmediatamente y le ruega no revelar su identidad a Meg. De mala gana, ella cumple con sus deseos, a pesar de que devuelve el cheque antes de que ella parta. A bordo del avión esperando para empezar su nueva vida, descubre que Augustus, quien le regaló el abanico que Meg la dejó cuando ella le confesó todo lo que realmente había pasado. Erlynne aceptó su renovada oferta de matrimonio y los dos partieron a lugares desconocidos.

En su revisión en New York Times, Stephen Holden marcó la película como una "adaptación sin pies ni cabeza a las pantallas de Hollywood" y añadió, "Hay una atroz diferencia entre los actores británicos de la película (dirigidos por Tom Wilkinson y Stephen Campbell Moore), quienes se sienten cómodos entregando aforismos de Wilde... y los renombrados americanos, Helen Hunt y Scarlett Johansson (que tienen) una pequeña conexión con el lenguaje inglés que se habla en el elevado estilo de Wilde".

Derek Elley de Variety afirmó, " En la mayoría de los aspectos, la película está tan lejos de la obra de Wilde que es prácticamente un trabajo separado. Bañado en pasteles, ocres, negros y dorados, y que fácilmente se mueve en torno a una variedad de lugares, es como otra porción de nostalgia de los años 30 en la onda de Enchanted April o Where Angels Fear to Tread. Aunque conservando su ingenio sin lugar a dudas, las Wilde-ismos son finalmente más una distracción, importados de otro mundo y otro género".

En el San Francisco Chronicle Mick LaSalla opinó, " No hay nada que no me guste de esta película . . . Sin embargo, hay algo mal en A Good Woman: El rayo nunca cae. Nunca está bastante vivo. . . el proceso de literalizar la acción, una consecuencia inevitable de trasladar una obra de teatro a la pantalla, la hace menos exagerada y más sobría que la ideal. Pero nada puede disminuir el ingenio y el placer de los epigramas de Wilde".

Kenneth Turan de Los Angeles Times escribió: "La película está bien intencionada y es ligeramente divertida, pero en el intento de modernizar la historia ha perdido algunas cosas que hacen que la versión original sea memorable y no ganó mucho a cambio. . . A pesar de su talentoso elenco, el resultado carece de la "marca" Wilde; es flexible y de cultura media. A pesar de trasponer esta historia a la fotogénica Italia se dirigió a hacer un número necesario de vistas escénicas, sino que también creó un gran número de problemas para el resto de la historia, empezando por el hecho de que las preocupaciones de Wilde sobre el carácter restrictivo de la sociedad no jugaron tan bien fuera de los rígidos límites de la Inglaterra victoriana. Además lo se sacrificó en esta producción más naturalista fue la brillantez del artificio de Wilde. La nitidez y la crepitante energía de su concepción, francamente, se ajusta mal a los intermitentes, y no particularmente exitosos intentos de hacer más redondos los personajes de la película.

A Good Woman no va a arruinar el día a nadie, pero no va a hacer que nadie esté bien tampoco, ni conseguir nada parecido para el gran dramaturgo irlandés como la admiración que su trabajo merece.



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