Un actor (en femenino, actriz) es una persona que interpreta una acción, ya sea mediante improvisación o basándose en textos (obra de un autor o creados a través de improvisaciones individuales y colectivas).
El actor construye su trabajo usando la voz, la mímica y otros recursos corporales y emocionales con el fin de transmitir al espectador el conjunto de ideas y acciones propuestas. Puede asimismo usar recursos técnicos u objetos como manipular títeres, o interpretar sobre la imagen o la voz de los demás. Combinando su ocupación con el director y el resto de los profesionales participantes en la obra, y apoyado en estímulos visuales o sonoros, actúa en lugares donde se representan espectáculos públicos a través de las representaciones.
En la Antigua Grecia, el primer actor al que luego se reconocerá como tal fue un mítico personaje llamado Tespis, al que se atribuye ser el primero en dialogar con el coro al presentarse durante las fiestas en honor de Dioniso, en el siglo V a. C. en Atenas. Traído de Icaria por el tirano Pisístrato, el actor (que en la época se denominaba hipocritès o sea simulador), equipado con máscara y vistiendo una túnica, interpretó al dios Dioniso en un coro, sobre su carroza que más tarde se conocería como el "carro de Tespis", creando un argumento dentro de una presentación litúrgica artístico-politeísta. Aquella posición de protagonista del coro se ha considerado el comienzo de la tragedia griega. También se le atribuye el diseño de segundo actor, que más tarde Esquilo llamaría «deuteragonista», al interpretar dos personajes a través de dos máscaras (una en la parte frontal del cuerpo y la otra en la espalda).
Entre los griegos los actores llegaron a obtener los cargos más distinguidos de la república. Aristodemo fue embajador, Archias general, Eschino y Aristónico senadores, etc. Más tarde, cuando la forma de gobierno cambió a monarquía, los reyes siguieron otorgando honores y recompensas a los actores más populares.
Los romanos los estimaban y los enriquecían. El dramaturgo Esopo dejó a su hijo cerca de dos millones; y el actor Roscio tenía anualmente seis mil quinientos escudos. Lúculo dio muy a menudo a todos los actores vestidos de púrpura, etc. Por otro lado, el Senado romano expidió alguna vez ciertos decretos contra los actores por sus malas costumbres. En otras circunstancias se condenaron a los actores como supuestos confidentes de generales o personajes proscritos.
La declamación tenía tal aprecio en Roma que los jóvenes de las familias más distinguidas se mezclaban con los actores recitando y declamando con ellos delante de todo el pueblo. Cicerón, siendo Cónsul romano confesaba que pudo hablar en público por los referidos Esopo y Roscio (que obtuvo el anillo de oro y fue elevado al rango de caballero romano).
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