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Adicción a la compra



La adicción a la compra se define como la deficiencia del control de impulsos que se manifiesta en el afán por efectuar continuamente compras nuevas, en su inmensa mayoría de productos innecesarios o superfluos. Se trata de un concepto muy cercano a la “compra compulsiva” y la “onomiomania”, aunque los anteriores términos suelen tener un enfoque más clínico, relacionado con un trastorno psicológico individual de control de impulsos.[1]​ El término adicción a la compra suele tener actualmente un enfoque más psicosocial o se encuadra dentro de las adicciones sin droga, como la adicción al juego, internet, videojuegos, etc.

La adicción a la compra ha recibido especial atención a partir de la década de 1980, cuando se hizo patente un espectacular aumento del número de personas que la padecía.

Existen tres tipos de manifestaciones conductuales de la adicción a la compra, con distinta repercusión en la vida de las personas. Se pueden presentar, conjunta o independientemente y de forma más o menos intensa cada una de ellas. No obstante, hay que indicar que se trata de manifestaciones muy interrelacionadas, y que, normalmente, se dan las tres en las personas que padecen de forma grave este trastorno.[2]

Es un tema debatido el porcentaje de personas que tienen problemas de adicción a la compra, ya que la línea que señala los comportamientos patológicos de los que, aunque sean excesivos, son socialmente aceptados es difícil de delimitar. No obstante, se puede señalar lo siguiente:

Se ha estudiado la relación de la adicción a la compra con otros trastornos, especialmente con los depresivos, la ansiedad. También se ha relacionado esta adicción con la baja autoestima y con determinados rasgos de personalidad como la impulsividad, el materialismo y el hedonismo.

En los primeros estudios sobre la adicción a la compra, se señaló la mayor incidencia de estos problemas entre las mujeres, hasta el punto de que se veía como un problema “propio de mujeres”. Se pensaba que podía ser una manifestación, casi, específicamente femenina, de problemas depresivos o de trastornos obsesivo compulsivos; o se consideraba, desde el punto de vista psicoanalítico, que la adicción era un fenómeno similar a la cleptomanía, relacionándolo con la represión sexual para justificar su mayor incidencia en las mujeres. Las sucesivas investigaciones que se llevaron a cabo durante el siglo pasado, confirmaron esta diferenciación de género, aunque no hubiera acuerdo sobre su magnitud. (Reisch y Scherhorn 1996, Schlosser 1994). Para explicar la mayor incidencia de la adicción al consumo entre las mujeres, se han formulado recientemente otras hipótesis. Así, se ha argumentado que las personas desarrollan más fácilmente adicciones excesivas hacia conductas que les son habituales, y que existe una influencia social que hace que una parte importante de las compras, sobre todo las domésticas, sea realizada mayoritariamente por las mujeres. En la medida en que la compra constituye para muchas mujeres como obligación o como distracción una de sus actividades más habituales, es fácil que se convierta en la principal válvula de escape frente a otros problemas, y acabe convirtiéndose en adicción.[12]​ Otra posible causa es que los comportamientos incontrolados de compra más llamativos son los referidos a las compras de prendas de vestir, calzado, cosméticos y otro tipo de productos que tienen que ver con el cuidado de la apariencia física, estadísticamente más frecuentes en las mujeres. En cambio, otro tipo de excesos en las compras, más frecuentes en los hombres, como los artículos de electrónica, automóviles, complementos para vehículos etc, suelen pasar más desapercibidas, a pesar de que se refieren a productos de elevado coste económico. Esta apreciación ha sido corroborada por estudios relevantes sobre los diferentes productos que adquieren los adictos a la compra, según sean estos hombres o mujeres Tres investigaciones distintas (Flaber, O´Guin y Krych en 1987, Scherhorn 1990, y McElroy en 1994) coinciden en que las mujeres gastan más en ropa, calzado, perfumes, joyas y cosméticos en general y los hombres tienden a despilfarrar en artículos deportivos, accesorios para el automóvil y productos electrónicos.[13]​ El estudio europeo, realizado en el año 1999”,[6]​ constató que, efectivamente las mujeres se sentían mucho más atraídas por actividades como ir de tiendas, ver escaparates, acompañar a otras personas a hacer sus compras, ir a grandes almacenes o utilizar la compra para afrontar situaciones de tristeza, abatimiento o depresión. Sin embargo, la cuestión decisiva, es que en el estudio no aparecen diferencias significativas entre hombres y mujeres respecto a la impulsividad en la compra ni en cuanto al autocontrol o el desajuste en el gasto. Esta constatación de que las mujeres sienten más atracción por la compra, pero no por ello son más gastadoras, ha quedado corroborado por otros estudios, que han señalado, por ejemplo, que el setenta y cinco por ciento de los hombres que se prueba una ropa la compran, mientras que, en el caso de las mujeres solo lo hacen el veinticinco por ciento. Underhill[14]​ señala que “las mujeres sienten una mayor simpatía hacia lo que nosotros conocemos como shopping, es decir, pasear por tiendas a ritmo calmado, examinando artículos, comparando productos y precios, interactuando con el personal de ventas, escogiendo cosas y finalmente haciendo la compra...”. Entre los hombres la etapa de “precompra” suele ser mucho más reducida, sin que esto signifique que sean más controlados en las compras.

En las investigaciones realizadas, tanto en la muestra de la población general como en las de sujetos sometidos a tratamiento (D´Astous, Scherhon 1990),[15]​ se ha puesto de manifiesto que existe una correlación negativa entre edad y adicción a la compra, de forma que, a medida que avanza la edad de la población, hay una menor incidencia de adicción. Este dato fue confirmado en el referido Estudio Europeo. Hay que tener en cuenta que la edad de diagnóstico es muy posterior a la edad de comienzo de los problemas de adicción. Suele ser en torno a los 18 años cuando, en la mayoría de las personas, comienzan los síntomas de la adicción, pero el tratamiento, si se recibe, suele comenzar casi 12 años después, es decir, a partir de los 30 años. Hay un largo periodo de tiempo en la vida de las personas (normalmente entre los dieciocho y los treinta años) en el que el problema de adicción va creciendo y aumenta también, poco a poco, el nivel de agobio económico y la acumulación de créditos de quien lo padece. Como causa de esta mayor incidencia de la adicción a la compra entre las personas de menor edad, se señala que las personas más jóvenes han nacido y crecido en sociedades cada vez más consumistas, sufriendo una creciente presión de las técnicas y estrategias publicitarias y de marketing para la incitación a la compra y al gasto. En cambio, es infrecuente encontrar problemas graves de adicción a la compra a partir de los 65 años.

Dado que el hecho de que las personas compren más de lo necesario es habitual y aceptado en nuestra sociedad, los comportamientos más excesivos tardan tiempo en ser considerados como patológicos. Por lo general, la adicción a la compra se manifiesta entre los 20-30 años, pero no suele detectarse hasta que, años después, esta adicción ha llevado a quien la padece a una situación de quiebra económica, por la acumulación de deudas, y, sin embargo no es capaz de cambiar su comportamiento. En el afrontamiento del problema suelen presentarse dos fases. En la primera el propio entorno del sujeto, los servicios sanitarios de atención primaria, las organizaciones de consumidores u otras entidades, son las que detectan el problema y tratan de solucionarlo. Cuando, por la gravedad del caso, o por la existencia de otros trastornos asociados, no es posible solventarlo, intervienen profesionales especializados, habitualmente psicólogos o psiquiatras. El diagnóstico y valoración de la adicción a la compra, se realiza a partir de la valoración de los comportamientos constatados y sus consecuencias. También se utilizan cuestionarios o test específicos como el FACC-II (Cuestionario sobre factores psicológicos de adicción al consumo, hábitos personales de compra y sobreendeudamiento) . El análisis conductual permite recopilar datos, a partir de la entrevista a la persona que sufre la adicción y las personas de su entorno, así como a través de informes o documentos para determinar:

En cuanto al uso de cuestionarios o test específicos, resultan muy útiles para el diagnóstico y valoración de los problemas de adicción a la compra y para orientar adecuadamente la terapia. Uno de los más amplios y específicos es el citado FACC II , que realiza una valoración individual sobre diversos comportamientos, actitudes e ideas de las personas en relación con la adicción a la conducta de compra y actividades consumistas, tendencia a la compra compulsiva, consumodependencia, deficiencias en el autocontrol económico, tendencia al sobreendeudamiento y a desajustes económicos derivados de factores psicológicos. En la versión más habitualmente utilizada (FACC II B),[20]​ consta de 76 enunciados con cinco opciones de respuestas. Ofrece un informe simplificado en tres variables generales (adicción a los estímulos de consumo, adicción a la compra y descontrol del gasto/tendencia al sobreendeudamiento) y valora la puntuación relativa del sujeto respecto a la población general de referencia.

La inclusión de este problema dentro de los trastornos “obsesivo-compulsivo”, y su relación con la depresión, ha conducido a utilizar determinados fármacos antidepresivos para su tratamiento, evidenciándose, en algunos casos, buenos resultados. Dentro de los medicamentos antidepresivos, se ha prestado especial atención a aquellos que cuyo efecto se relaciona con un neurotransmisor cerebral, la serotonina. Esta sustancia parece estar relacionada con las deficiencias en el control de los impulsos, por lo que los medicamentos que, como la fluoxetina y la fluvoxamina, elevan su concentración cerebral serían una alternativa farmacológica para tratar la adicción a la compra. Aunque los resultados no pueden considerarse, en absoluto, concluyentes, en la década de 1990 se han desarrollado investigaciones que parecen apoyar la efectividad de estos tratamientos, al menos en algunos casos.[15][21]

En el tratamiento de la adicción a la compra, al contrario que en otras adicciones como el juego, el alcohol o el tabaco, no se puede pretender apartar a quién lo padece de la conducta a la que es adicto (la compra)sino que debe ser capaz de enfrentarse a los estímulos consumistas que le rodean (tiendas, escaparates, publicidad), manteniendo el autocontrol. Por ello, las técnicas psicológicas más empleadas son de tipo conductista, especialmente las de control de estímulos y prevención de respuesta.

En el tratamiento de la adicción al consumo, resulta muchas veces de gran utilidad que otras personas, generalmente amigos, familiares, o técnicos en consumo, intervengan para ayudar al adicto a controlar sus gastos y evitar los comportamientos impulsivos. A menudo, el adicto tiene que aceptar que, hasta que recupere el autocontrol, sus cuentas, sus tarjetas, y toda su economía sea supervisada por otra persona que se convierte en “tutor voluntario”. Es posible que tenga que aceptar también no ir solo a centros comerciales y otro tipo de limitaciones, incluso, de naturaleza jurídica.

Las técnicas de autorregistro se basan en que la propia persona apunte las actividades que realiza para, posteriormente, poder recordarlas y analizarlas. Puede ir desde una simple contabilidad personal de ingresos y gastos, en los casos más leves de simple descontrol económico, a un diario detallado de acontecimientos y estados de ánimo para los casos más graves de adicto al consumo. En este último caso sirve para obtener claves sobre la conducta que pasarían desapercibidos al propio sujeto y, además, es un medio terapéutico en sí mismo que ayuda a comprender y reflexionar sobre su comportamiento a la persona que lo realiza. La eficacia de esta técnica en la adicción al consumo y para el autocontrol del endeudamiento y el gasto impulsivo es tan clara que, de una u otra forma, suele incluirse en todos los programas de tratamiento.[22]

De forma similar a otras adicciones, se han llevado a cabo experiencias de terapia de grupos y grupos de autoayuda, siguiente un modelo similar al que se desarrolla en otras adicciones.[23]



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