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Agamia



La agamia (del griego ἀ a, ‘no’; y γάμος gamos, ‘consorte’) es un modelo relacional consistente en la no formación de parejas.

En sentido débil, existe agamia allí donde no existe pareja, y es ágama la persona que no tiene establecida pareja alguna.

En sentido fuerte, la agamia implica la deconstrucción del sistema gámico, cuya expresión mayoritaria en Occidente es el modelo monógamo, y de la ideología amorosa cuya función es la reproducción de dicho sistema.

En función de este significado, se trata, por lo tanto, de una alternativa radical a la monogamia y, por extensión, a cualquier modelo gámico.

La agamia consiste en no formar parejas. Ese es el primer paso liberador. De tiempo, de preocupaciones, de manipulación, de competencia. Dejar de formar parejas es quitarnos toda la losa relacional. Es uno de esos gestos de dignidad que, tengan las consecuencias que tengan, se disfrutan por sí mismos. Ya está bien de esta angustia, y esta lucha, y este fraude. Ya está bien. Ya ha habido suficientes oportunidades. Adiós.[1]Agamia. Programa para la emancipación relacional colectiva. Día uno. P. 171.

Al margen de tentativas aisladas de utilización del término con otros significados (Bachofen),[2]​ la agamia aparece por primera vez como rechazo expreso al gamos el 1 de enero de 2014 en el blog contra el amor.[3]

La agamia tiene ocho pilares teóricos que sirven, además, como líneas de desarrollo del modelo:

Estas y otras líneas de reflexión han ido desarrollándose, ampliándose y transformándose desde su propuesta inicial.

El 1 de enero de 2019 aparece el primer manifiesto colectivo o código de conducta relacional ágama[4]

La agamia entiende el amor como el sistema ideológico cuya finalidad es el establecimiento de gamos. La crítica al amor no es una crítica al afecto, sino a un modo de organizar la expresión de afecto en función de su idoneidad para formar y conservar parejas.

Al multiforme y contradictorio discurso cultural del amor subyacería una finalidad coherente que sería el fortalecimiento de los mecanismos que abocan a los individuos a establecer parejas. Esa coherencia se manifestaría en la omnipresencia de algunos de sus rasgos, como la exaltación emocional, la defensa de los vínculos próximos por encima de la responsabilidad social, y la atribución al sexo de una significación mística que lo convierte en el pegamento de la pareja.

La agamia cuestiona la Crítica al Amor Romántico por su carácter reformista con respecto al gamos, entendiendo que, más que proponer un sistema de relaciones justo, dicha crítica se conforma con establecer unas nuevas bases amorosas que respondan al hecho consumado del cambio social que ha sustituido la monogamia indisoluble por la monogamia en serie. Así, la Crítica al Amor Romántico no sería una verdadera crítica, sino una operación de rescate del amor mediante el sacrificio de algunas de sus propiedades más desfasadas y tradicionalmente patriarcales, a las que se atribuiría, bajo la etiqueta de Amor Romántico, el constituir un sistema plenamente distinguible y autónomo del verdadero buen amor.

El amor es amor porque nos irracionaliza mediante la exaltación, nos orienta hacia la apropiación de una vida sexual, y relativiza nuestra moral hasta hacerla ilocalizable. Rechazar al amor consiste, primero, en quitarle su prestigio. No lo matizamos, ni lo escindimos en buen y mal amor, sino que lo señalamos en su conjunto y le cambiamos el signo. Esto es más fácil de hacer aún, pero resulta muy extraño, porque parece que cambiando el signo del amor cambiamos el signo de todo lo bueno que conocemos. Casi que invertimos el signo moral y que, como lo bueno deberá pasar a ser malo, entonces será lo malo lo que tenga que ser considerado bueno desde ahora. Pero no hay nada de eso.[1]Agamia. Programa para la emancipación relacional colectiva. Día uno. P. 189

La agamia tiene en común con los modelos relacionales no monógamos su cuestionamiento de la normatividad relacional y de la monogamia hegemónica (en ese sentido es una “no monogamia”, puesto que no es monogamia).

Al mismo tiempo, se distingue de ellos en el rechazo radical al gamos y a la ideología del amor (no se definiría entonces en oposición a la monogamia, sino a todos los modelos gámicos, monógamos o no).

Se distingue del poliamor, ya sea o no jerárquico, en el no establecimiento de parejas. Las relaciones evolucionan sin la exigencia de establecerse de uno u otro lado del gamos, sean cuales sean sus prácticas, grados de intimidad, niveles de confianza, estabilidad, etc.

Se distingue de la anarquía relacional (AR) en el rechazo explícito al gamos, que la AR tolera, y a la ideología amorosa, que la AR abraza en la forma de crítica al amor romántico. Allí donde la AR entiende que debe prevalecer el respeto por la diversidad relacional, la agamia señala la renovación de un sistema relacional patriarcal y clasista que debe ser claramente rechazado.



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