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Agustín de Cazalla



Agustín de Cazalla (1510-1559),[2]​ el doctor Cazalla, fue un clérigo español, de tendencia humanista y erasmista, que fue acusado de crear un foco protestante en Valladolid.[3]

Era hijo de Pedro de Cazalla,[4]​ contador real, y Leonor de Vibero o Vivero, ambos de familias judeoconversas) y sobrino del obispo Juan de Cazalla y hermano de María de Cazalla (del grupo de los alumbrados detectado en Guadalajara en 1525). Estudió en la Universidad de Valladolid con Bartolomé de Carranza (también posteriormente procesado por la Inquisición) y en la Universidad de Alcalá, donde su tío Juan, antiguo capellán del cardenal Cisneros, mantenía fama de reputado humanista y erasmista. En Alcalá fue condiscípulo de Diego Laínez (uno de los fundadores de la Compañía de Jesús).

Fue canónigo en la catedral de Salamanca. Como capellán del emperador Carlos V, le acompañó por toda Europa. A su vuelta a Valladolid en 1552 se fue reuniendo en su torno lo que se denominó un "conventículo", cuyas opiniones religiosas fueron consideradas heréticas al ser descubierto, a pesar de la discreción con que actuaban, y de su limitación a círculos restringidos de la élite social de la ciudad (entre otros, el corregidor de Toro, Carlos de Seso -que había estado en contacto con Juan de Valdés en Italia-).

Cazalla fue sometido a un proceso atentamente controlado por el inquisidor general Fernando de Valdés, que fue comunicando sus detalles al rey Felipe II. Tras obtener la confesión del reo, fue condenado a morir en la hoguera, en un solemne auto de fe que se celebró en Valladolid el 20 de mayo de 1559.[3]​ Al abjurar de sus errores, se le concedió la gracia de ser estrangulado antes de quemarlo. Sus hermanos Francisco, Beatriz y Pedro también fueron procesados y condenados a la hoguera. Otros dos hermanos, Constanza y Juan, fueron condenados a sambenito y cárcel perpetua (en total, eran diez hermanos).[5]​ El cadáver de su madre fue desenterrado y arrojado a la hoguera. Su casa fue derruida y en su solar se colocó un padrón de ignominia, porque los hereges Luteranos se juntaban en ellas a hacer conventículos contra nra Stª fe católica.[6]

La figura de Cazalla pasó a ser objeto de todo tipo de vituperios, incluyendo la divulgación de detalles escabrosos de su actividad en el "conventículo", así como de la causa de su desvelación, todo ello de dudosa verosimilitud:

Dada la alternativa que se le ofrecía (ser quemado vivo), buena parte de la bibliografía, especialmente la de orientación crítica (Juan Antonio Llorente), considera dudosa la sinceridad de Cazalla en su retractación, aunque la expresó de forma vehemente (los presentes, como su confesor Antonio de la Carrera o el cronista Antonio de Illescas la dan por cierta), e intentó persuadir a hacer lo mismo a sus compañeros de suplicio y ejecución, la mayor parte de los cuales también se retractaron, excepto el bachiller Herrezuelo (abogado de Toro, casado con Leonor de Cisneros, que sí estaba entre las "reconciliadas" y fue ásperamente reconvenida por su marido por ello). Herrezuelo respondió a Agustín Cazalla del siguiente modo: Doctor, para agora quisiera yo el ánimo, que no para otro tiempo; y Nunca juzgué yo menos de este judigüelo. Viéndole hablar de tal modo, un alabardero le hizo callar hiriéndole con su arma. Fue quemado vivo.[8]

Como causa que le llevó a incurrir en herejía, Cazalla había propuesto esta:

Hay muy distintas versiones de las últimas palabras del doctor Cazalla, como una en la que se dirige a la princesa Juana de Austria (hermana de Felipe II, regente en su nombre) que presidía el auto de fe para decirle: Buena doctrina te di; bien te prediqué y para mí escogí lo peor, pensé que esta coroza fuera mitra de oro; mas por mis malas obras merezco bien la que tengo. Suplícote señora, te acuerdes de mis sobrinos, los hijos del contador Hernando Ortiz.[9]

Murió tras decir al verdugo: Ea, hermano, gritando Credo, credo y besando la cruz.[10]

Agustín Cazalla es considerado como un mártir en el ámbito religioso protestante, y especialmente como un precursor por los protestantes españoles.[3]

En Valladolid, el solar que ocupó su casa y el rótulo infamatorio se conservaron dos siglos, hasta 1776, cuando fue cambiado (presumiblemente por haberse deteriorado el original) por una lápida con forma de rectángulo rematado en su lado superior por un triángulo o semicírculo y la siguiente inscripción:

Tras volver a construirse en el solar que ocupó su casa, se denominó calle del rótulo de Cazalla, y en 1820, con la llegada del Régimen Liberal, que revalorizó su figura como opuesta a la Inquisición, calle del Doctor Cazalla, retirándose la lápida, que no se conserva.[11]

Aparece representado en la novela histórica El hereje de Miguel Delibes.



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