Los albergues de carretera eran un conjunto de hoteles pequeños situados en la red de carreteras españolas, diseñados por los arquitectos Martín Domínguez Esteban y Carlos Arniches Moltó.
Para entender la razón de los Albergues de Carretera hay que tener en consideración la creación en 1926 del Circuito Nacional de Firmes Especiales y la fundación en 1928 del Patronato Nacional de Turismo (PNT) que se hace cargo de la Comisaría Regia de Turismo y de la Compañía Nacional de Industrias de Turismo, creando una estructura que tendrá que resolver el problema de alojamiento del turismo en las carreteras españolas. Ya un año antes, el marqués de la Vega-Inclán planteó la necesidad de construir «pequeños hoteles o paradores de cierto confort [...] para pequeñas poblaciones, para carreteras y para montaña», después de decir que «... el automovilismo, en evidente progresión, hará frecuente el tránsito por nuestras carreteras, y no bastará que los 7.000 km que construye el Circuito Nacional, al que pertenezco, estén más o menos terminados».
Así comienza la idea de la construcción de éstos pequeños alojamientos, que en un principio iban a ser 17, repartidos de la siguiente manera:
Tras el estudio de las ubicaciones, se terminó decidiendo el levantamiento de los Albergues de Antequera (MA), Almazán (SO), Aranda de Duero (BU), Bailén (J), La Bañeza (LE), Benicarló (CS), Lorca (que finalmente estaría en Puerto Lumbreras) (MU), Manzanares (CR), Medinaceli (SO), Quintanar de la Orden (TO), Puebla de Sanabria (ZA) y Triste (HU).
El Patronato convocó un concurso en 1928 para los nuevos Albergues de Carretera, cuya construcción estaría ligada al Plan Nacional de Firmes Especiales del Ministerio de Fomento para la mejora de la red nacional de carreteras. Estos nuevos albergues estarían instalados en áreas de descanso situadas en puntos clave de la red de carreteras, siempre con buenas líneas informativas y propagandísticas, completadas por información turística.
El albergue es un tipo de hotel pequeño, basado en los albergues alemanes y suizos, que se sitúa en un lugar con importancia turística construido en armonía con el emplazamiento y el carácter regional.
Las bases propuestas por el Patronato serían: economía de medios, sencillez de materiales y construcción, debía ser válido el proyecto para todas las ubicaciones (o con pequeñas variaciones para adaptarlos a cada terreno), tendrían que contar con un salón, un comedor, un mínimo de cuatro habitaciones (dos dobles y dos individuales), baño, garajes, taller con surtidor de gasolina, y que por su aspecto y elementos fuesen rápidamente identificables por los viajeros.
El proyecto seleccionado fue el presentado por los jóvenes arquitectos Carlos Arniches y Martín Domínguez miembros del Movimiento Moderno gracias entre otros motivos, al trato con la realidad nacional, además de alcanzar distinción con su arquitectura por la carga de contenido y sencillez con que contaba su proyecto, con un cuerpo central casi de planta cuadrada (era ligeramente alargado en sentido paralelo a la calzada) y un coste aproximado de 500.000 pts.
La construcción debería ser rápida para que estuvieran en funcionamiento en cuanto las carreteras principales se dieran por concluidas, especialmente el de Manzanares y Bailén de cara a la exposición universal de Sevilla de 1929. Estas recomendaciones fueron incluidas en la base del concurso como condiciones, en donde el PNT las analizaría junto a los principales itinerarios turísticos por carretera en cada provincia según la distancia recorrida y el tiempo dedicado con 40 km/h de media. El número mínimo de albergues por carretera serían uno o dos por itinerario con un máximo de dos noches de estancia, coincidiendo con las horas de las comidas.
Basándose en la guía de carreteras del Real Automóvil Club de España, recogida en la Guía Michelín de 1927, y en la guía hotelera de 1928, decidieron los albergues que se debían construir. Así, el 20 de noviembre de 1928, el PNT comunicó a la Sociedad Central de Arquitectos el «Concurso de anteproyectos de albergues en carreteras» con las bases antes mencionadas adjuntadas.
En 1929 se adjudicaba el premio, por fallo y elegido entre 60 propuestas, a los arquitectos Carlos Arniches y a Martín Domínguez, los cuales habían presentado dos soluciones en donde la primera constaba de ocho habitaciones y la segunda de doce. Ambas propuestas destacaban por sencillez y por el uso de elementos modernos con materiales fáciles de obtener, solamente se diferenciaban en la combinación de los distintos recursos.
Constaban de un acceso principal en el centro con una marquesina apoyada en un pilar triangular; una pequeña sala de estar, con una chimenea de ladrillo visto; un comedor en rotonda con grandes ventanales abiertos a una terraza para contemplar el panorama, cocina, vivienda del administrador, comedor de mecánicos, aseo, cabina telefónica, almacén, y cuatro cocheras con un taller con suministrador de gasolina al que se accedía desde el exterior.
La planta superior contaba con ocho habitaciones para viajeros, dos baños completos, habitaciones para mecánicos y dos aseos con ducha.
La propuesta A mostraba una planta cuadrada y la B estaba compuesta de dos piezas longitudinales paralelas con abundantes cocheras para resaltar el eje en la planta y en el alzado. Sin embargo, en ambas soluciones los materiales eran mixtos, de ladrillo y elementos metálicos, a pesar de la apariencia no había ningún elemento de hormigón armado.
La marquesina de la entrada, con su aspecto rotundo en su pilar triangular que servía de identificador a modo de hito y su ligero techo, era de estructura de viguetas de hierro con bovedillas. Estos edificios no poseían estructura pues estaban resueltos con muros de carga perpendiculares a la carretera sin elementos de hierro que descargaran el peso del edificio.
Su aspecto exterior era "...camino de equilibrio de lo nuevo con la tradición por el cual se desarrollaba una parte de la arquitectura anterior a 1936" según palabras de Antonio Bonet, afirmando Pérez Rojas que los Albergues de Carretera proyectados por Arniches y Domínguez "ramifican con unas cotas de gran calidad las interpretaciones actualizadas de la arquitectura blanca con arcadas, porches y agradables jardines y terrazas, alternando o combinando desnudas superficies y bloques geométricos con cabeceras o salones curvos de amplios voladizos..."
El aspecto exterior de los edificios era blanco con carpintería de hierro verde y persianas-toldo practicables fabricadas en Estados Unidos. La cubierta de teja árabe con un lucernario en la cumbrera para iluminar con luz natural la escalera y el distribuidor de habitaciones de viajeros. Las jambas de las ventanas y huecos eran redondeadas, semicilindricas allí donde coincidían dos huecos paralelos, en principio estarían decoradas con colores, aunque no se llegó a implantar en la realidad tal decoración en las jambas de los huecos.
En su interior, las paredes estaban pintadas de verde y decoradas directamente con mapas-murales de rutas turísticas y de la red de albergues y paradores, evitando los marcos y cuadros. En el encuentro de la pared con el techo había una moldura de madera oscura, armonizada con el mobiliario también de madera y mismo tono, diseñado por Martín Domínguez, como las cómodas butacas del salón, las sillas del comedor inspiradas en los sillones fraileros del Siglo de Oro, las sillas tipo "frac" del vestíbulo, o el escritorio plegable de la entrada colgado de un recubrimiento decorativo a modo de zócalo de madera que incorporaba la rejilla de un radiador. La idea que da la concepción de estos albergues recuerda al viaje en tren que tan en boga estaba en la época con los coches-cama Compagnie Internationale des Wagons-Lits. Uno de los elementos más característicos del interior de los albergues de carretera era la zona de la chimenea. Construida con una especie de ladrillo visto decorativo en suelo y paredes hacían de este pequeño espacio un lugar donde "subirse" para adentrarse en el hogar y calentarse, como si se tratara de una zona refugio dentro del edificio donde calentarse al abrigo de la chimenea y los libros de los estantes que tenía.
Todos los elementos interiores tales como los sofás de obra enfrentados, el sofá corrido en la exedra del comedor y las habitaciones tanto por sus dimensiones como por su mobiliario y disposición, con una ventana cuadrada, un lavabo encastrado en un pequeño mueble y una útil repisa plegable colgada de la pared para que la maleta quedase a la altura de medio tronco haciendo más cómoda la búsqueda de prendas constituían una sensación de dinamismo en la parada. La experiencia del viaje en tren expreso se había sacado a la carretera.
En el salón de estar existía un mural con las rutas turísticas de mayor interés. Los elementos que se volvieron más trascendentes en este tipo de arquitectura fueron la chimenea de ladrillo visto en la sala de estar, las marquesinas triangulares sobre la entrada y el comedor en exedra de sofá corrido, abierto por tres grandes ventanales y dos parejas de puertas acristaladas a la pérgola del jardín. Los albergues se concibieron como establecimientos autosuficientes, de modo que disponían en su parte posterior de un huerto y un corral.
Pudieron conseguir edificios de fácil y rápida ejecución para adaptarse a los distintos emplazamientos. Además era la primera vez que en España se planteaba la inclusión de la naturaleza en el edificio como un elemento compositivo con la relación del interior con el exterior desde la terraza hasta la transición mediante un jardín con el campo. El comfort era una de las consideraciones principales, por lo que Martín Domínguez se encargó de proyectar el mobiliario para integrarle el Movimiento Moderno español como es el caso de los sillones que se situaban delante de la chimenea en la sala de estar.
Carlos Arniches y Martín Domínguez basaron el proyecto en un artículo que publicaron en su sección del periódico El Sol en 1927, titulado «Refugio automovilista». En este artículo daban un tipo de alojamiento ideal encontrado en un punto estratégico de la carretera principal española para que los automovilistas descansaran y pudieran recargar la gasolina. La única diferencia que tenía con la solución ganadora del concurso para el PNT era que las cubiertas eran aterrazadas y el conjunto con un estilo más moderno por su tendencia a la modernidad.
Los albergues que se construyeron fueron Manzanares, Quintanar de la Orden, Benicarló, Aranda de Duero, Almazán, Medinaceli, Triste (embalse de La Peña), Puerto Lumbreras, La Bañeza, Bailén, Antequera y Puebla de Sanabria.
La mayoría de los albergues construidos por Carlos Arniches y Martín Domínguez siguen en pie, aunque tan solo uno con la disposición original dada por ellos.
Aunque se planteó por parte del gobierno de la República la posibilidad de cerrar los Paradores por considerarlos algo superfluo, no se impuso esa tesis inaugurando Manuel Azaña el Parador de Mérida ya construido en 1933 y siguiendo las construcciones iniciadas, aunque al financiarse estas gracias al seguro hotelero, el dinero recaudado por este fue pasando a otros fines llegando a pararse las obras de construcción de Albergues por falta de partidas presupuestarias.
Terminada la Guerra Civil, el Patronato Nacional de Turismo se transforma en la Dirección General de Turismo dependiendo del Ministerio de la Gobernación. Los Albergues que no fueron terminados antes del inicio de la contienda por las dificultades que atravesaba el país se retomaron para su finalización por la citada Dirección General.
Así, tenemos al de Antequera, en Málaga, que había quedado en un estado muy avanzado de construcción, al de Puerto Lumbreras en Murcia o Puebla de Sanabria en Zamora, este último con variaciones sobre el proyecto original. Al mismo tiempo los que estaban deteriorados por usos propios de una guerra tales como hospital o cuartel fueron restaurados. Una vez finalizados estos, los Albergues que se construirían a partir de ese momento no estarían sujetos al proyecto original de Arniches y Domínquez sino a proyectos específicos según el lugar donde fuesen construidos trabajando cada proyecto de manera independiente, todo al mismo tiempo que se ampliaban los anteriores.
Así, a la vez que se van añadiendo volúmenes a los ya existentes (generalmente en torno a un patio central) para aumentar su capacidad ya que nacieron pequeños, surgen los Albergues de Ribadeo en Lugo, Villafranca del Bierzo en León, Tordesillas en Valladolid, Santa María de Huerta en Soria, Villacastín en Segovia, Albacete a las afueras de dicha ciudad, Fuentes de Oñoro como primer edificio entrando a España del conjunto de la aduana y el nuevo edificio de Bailén, dedicando el antiguo a vivienda del administrador del Albergue.
Llegaron a la categoría de Parador de Turismo los Albergues de Ribadeo, Villafranca del Bierzo, Santa María de Huerta, Albacete, Benicarló, Puebla de Sanabria, Tordesillas, Puerto Lumbreras y Bailén, este último con una categoría de cuatro estrellas en sus primeros tiempos (normalmente los Albergues de Arniches y Domínguez contaban en su placa tan solo con una o dos estrellas). Medinaceli "bajó" a categoría de Hostería Nacional poco después de la inauguración del Albergue de Santa María de Huerta en 1966 debido a su proximidad.
Dos particularidades a reseñar son: El Parador de Puerto de Pajares fue incluido en el citado proyecto inicial de Albergues de Carretera de 1928, pero las inclemencias invernales hicieron desistir de tal ubicación hasta la construcción, ya como Parador en los años 50 del actual recio y elegante edificio del Puerto de Pajares. Otra particularidad es la existencia de un único Albergue en un edificio histórico como es la casa del Marqués de Campo Alanje en Villacastín (Segovia), aunque muy modificada para dotarla de mayor capacidad.
El parque móvil automovilístico español aumentó considerablemente en la década de 1950, cuando ya ver un coche por una carretera general era muy común, y se disparó en la década de 1960. Estos aumentos trajeron consigo la necesidad de ampliar el número de plazas tanto de cubiertos como de camas, dando lugar a las ampliaciones anteriormente citadas. Todo esto unido a los diferentes tipos de edificaciones construidas a partir de 1940, de mayor tamaño aunque con la misma limitación a una estancia máxima de dos noches, hizo que se planteara la posibilidad de cambiar de categoría a ciertos establecimientos.
El nuevo edificio del albergue de Bailén se inauguró con cuatro estrellas, teniendo piscina, jardines, un gran comedor, un gran salón con bar, terraza y unas habitaciones amplias tanto en el dormitorio como en su cuarto de baño. Este aspecto unido a la gran expansión que tuvo la Red de Paradores en la década de 1960 y la mejora de las carreteras hizo planear la idea de pasar Albergues de Carretera a Paradores de Turismo. Desaparecía por tanto la limitación de las 48h de estancia máxima y, teniendo en cuenta la calidad de las instalaciones, los Albergues quedaban a la altura de los más modernos Paradores de nueva planta que se estaban construyendo entonces, especialmente en la zona más mediterránea de España.
El turismo crecía como la espuma y las necesidades también, de forma que permanecieron abiertos los pequeños y entrañables albergues levantados por el Patronato Nacional de Turismo de Aranda de Duero, Quintanar de la Orden, La Bañeza, Antequera, Manzanares y Medinaceli, este como Hostería Nacional. Pasaron a Parador los Albergues de Bailén, Santa María de Huerta y Tordesillas, luego lo haría Villafranca del Bierzo tras su ampliación, Ribadeo y por último, tras el desdoblamiento de las carreteras radiales y la construcción de autovías en los años 80, fue Puebla de Sanabria el último en dar ese paso precisamente coincidiendo con su ampliación de 1981.
Al mismo tiempo, el tráfico rodado ya dirigido por la autopista de peaje A-6 de Villalba a Adanero quitó muchos visitantes al Albergue de Villacastín siendo clausurado en 1983, sin que hubiese dejado nunca su categoría de Albergue de Carretera a pesar de sus amplias y cómodas instalaciones. Antequera echó el cierre en 1983, poco antes de la apertura del nuevo edificio ya con categoría de Parador y tres estrellas en lugar de una. De los Albergues del P.N.T. el primero en cerrar (aparte de Almazán en 1936) fue Medinaceli a comienzos de los 70, seguido de Quintanar de la Orden, La Bañeza (que fue Parador-escuela durante su última etapa) y Aranda de Duero. Manzanares estuvo cuestionado, pero afortunadamente se hizo una inversión considerable y se convirtió en Parador de tres estrellas.
En el Congreso de los Diputados el gobierno de Felipe González aprobó la desaparición de la categoría "Albergue de Carretera" argumentando la escasa ocupación que algunos tenían dado el nuevo mapa de autovías que ya existía en España. Los no clausurados como hemos dicho quedaron como Paradores de Turismo.
En el archipiélago canario no existió ningún Albergue de Carretera, dadas las distancias existentes. Todos los establecimientos de nueva planta construidos a partir de 1940 (no había ninguno anteriormente) fueron creados como Paradores.
En el archipiélago balear nunca hasta el momento ha habido un establecimiento de la Red Estatal.
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