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Alfabetismo



El término alfabetización, según la RAE, proviene del verbo alfabetizar; se trata de la acción de "enseñar a leer y escribir".[1]​ Para Richard L. Venezky «es la habilidad mínima de leer y escribir una lengua específica, como también una forma de entender el uso de la lectura y la escritura en la vida diaria».[2]​ Convencionalmente se define también como «conjunto de competencias de lectura, escritura y cálculo».[3]​ Se reduce a menudo a la habilidad de leer y escribir, o a veces, solo a la de leer, e incluso únicamente al proceso de la enseñanza de tal habilidad.

Algunos, sin embargo, consideran que el uso de la noción de habilidad, en lo referente actualmente a la lectura y la escritura, ya no se considera como tal. Esta crítica se puede observar en los modelos de James Paul Gee (autónomo e ideológico) sobre la alfabetización. Saber lo básico de leer y escribir no habilita para leer y escribir cualquier tipo de texto, todo depende del contexto sociocultural.[4]

Según las investigaciones científicas de los últimos años, desde un enfoque sociohistórico y cultural, el proceso de enseñanza-aprendizaje de la lectura y escritura se da dentro de un contexto cultural específico. Esto significa que se alfabetiza de manera diferente de acuerdo con los contextos socioculturales: diferentes comunidades humanas usan y promueven la lengua escrita de maneras diferentes.[5]​ Esta acción de enseñar puede ser gestionada desde la política pública como área de potencial en cuanto a democratizar el derecho a la educación y al acceso a la información [6]

Se ha extendido un uso del término alfabetización ampliado para denominar al aprendizaje básico de cualquier cosa, uso que lleva a términos como alfabetización visual, alfabetización informática o alfabetización matemática, que no tienen que ver necesariamente con el uso del alfabeto.[7]​ Constituyen un campo de definiciones más amplias de alfabetización.[8][9]

Dentro del campo de la educación puede ser entendida como un proceso de apropiación de las formas de utilizar la lengua escrita en diferentes sociedades.[10]

A lo largo de la historia, la escuela, institución encargada de la función de alfabetizar, ha utilizado diferentes métodos de alfabetización que han sido descriptos y analizados por Berta Braslavski en "La querella de los métodos en la lectura". [11]

El Día Internacional de la Alfabetización se celebra el 8 de septiembre.

La redefinición del concepto planteada arriba explicita la labor de profesores e instituciones educativas, y evita dar a entender que alfabetizarse académicamente es un asunto que concierne solo a los alumnos. Asimismo, advierte sobre la imposibilidad de lograr alfabetizar en un único curso o a través de ejercicios que parcelan y disuelven las prácticas auténticas de lectura y escritura. También resalta que lo que está en juego es enseñar prácticas típicas de ciertas comunidades, motivadas situacionalmente, lo cual difiere de entrenar habilidades, destrezas o competencias discretas, independientes y separables de sus contextos de uso.

Se destacan entonces en la nueva definición propuesta las acciones que deben implementarse a nivel institucional y didáctico, desde todas las cátedras, para favorecer el aprendizaje de las literacidades académicas (es decir, la participación de los alumnos en sus culturas escritas), a través de una enseñanza que las preserve como tales.

Las personas participan del conocimiento lecto-escriturario cuando pueden:

El aprendizaje de la lectura y la escritura supone la adquisición de habilidades lingüísticas, cognitivas y semióticas necesarias para el ingreso al mundo de los conocimientos (la ciencia, el arte y los lenguajes simbólicos y matemáticos) que la humanidad ha producido a lo largo de su historia.[12]​ Además, para participar en ese mundo con mayor autonomía y capacidad de interpretación. Así, además de adquirir conocimientos mediante la lectura y la escritura, los alfabetizados usan formas elaboradas y complejas de sistematizar la información en los géneros discursivos secundarios.

Berta Braslavsky ha hecho un estudio sobre los métodos de alfabetización y analizó las características de los mismos según trabajan con unidades analíticas globales o con unidades menores de la lengua, sintéticas.[11]​ En la historia de los métodos, la bibliografía comienza mencionando estos dos enfoques.

La combinación de ambos da lugar a los llamados métodos analítico-sintéticos. En el libro de Braslavsky se desarrollan ampliamente los orígenes, la evolución y los fundamentos psicológicos de cada uno.

Con los avances del constructivismo, de la psicología cognitiva y los estudios socio históricos culturales el campo de la alfabetización ha tenidos un desarrollo importante en teorías, en revisión de métodos y en propuestas de enseñanza que ponen el foco en los niños y sus posibilidades y en los contextos culturales donde han aprendido el lenguaje oral natural. En este sentido podemos destacar los aportes de Emilia Ferreiro y Ana Teberosky quienes inician en la década del ‘80 toda una línea de propuestas apoyadas en principios piagetianos que enfrentan a los prejuicios conductistas o reduccionistas[13]​:

Esta tendencia conocida como “lenguaje total” o “lenguaje integral” trabaja sobre el sentido o la comprensión, dejando de lado aspectos analíticos.

La teoría socio histórico cultural, cuyos desarrollos se inician en investigaciones soviéticas, se apoya en el desarrollo natural y cultural y en la relación funcional con los signos. Los representantes teóricos son: Vigotsky, Tolchinski, Luria, Bajtin, cuyos planteos proponen un giro al concepto de desarrollo piagetiano al ubicar el trabajo en la Zona de desarrollo próximo y depositar la confianza en una enseñanza transaccional que reconoce el papel de las prácticas de lenguaje en la construcción del conocimiento y la relación entre la historia de desarrollo del niño y la historia cultural del objeto de conocimiento.[14]

Entre sus postulados, podemos señalar:[15]

Investigaciones y estudios en la línea socio histórico cultural y en  los estudios narratológicos y etnográficos influyeron con sus avances teóricos en la elaboración de textos etnográficos. En Argentina una de las representantes conocidas por sus investigaciones y propuestas teórico metodológicas materializadas en libros es Ana M. Borzone.[16]

En continuidad con esta línea, últimamente han surgido estudios de investigación que articulan la semiótica con los procesos alfabetizadores proponiendo metodologías que recuperan los sentidos de la vida cotidiana para ofrecer a los niños un pasaje en continuidad desde los diálogos familiares y vecinales a los comunitarios y escolares. [17]

La alfabetización visual (y audiovisual) consiste en un proceso de enseñanza y aprendizaje para interpretar las imágenes, es decir, para decodificarlas reflexivamente. El tema de la imagen, no es nuevo. Se supone que los primeros trazos humanos apoyaban las recitaciones verbales[18]​ Hoy, ante el desarrollo exponencial de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), se hace imprescindible:

Pero no debemos confundir la alfabetización visual con el lenguaje, pues interpretar imágenes no es combinar signos. La interpretación se realiza de manera individual por el sujeto que lo contempla.

A pesar del aumento sustancial de niños matriculados en la escuela primaria alrededor del mundo, para la mayoría el aprendizaje académico no proporciona las habilidades básicas necesarias para tener éxito en el siglo XXI. El importante retraso en logros académicos es un indicativo de que el simple hecho de hacer que la educación formal esté disponible no satisface las necesidades de los niños de desarrollar la alfabetización. Existe una amplia gama de intervenciones extracurriculares que tienen el objeto de satisfacer esta necesidad a través de canales fuera del sistema educativo formal, como en hogares o en la comunidad.

Una revisión de 13 estudios demostró que muchas intervenciones son utilizadas de manera amplia en países de ingresos bajos y medios. Estas incluyen el suministro de bibliotecas, publicaciones en idioma local, instrucción de alfabetización fuera de las escuelas, la distribución de lectores electrónicos (“e-readers”), TV y radio educativa, entre otras. Sin embargo, no hay evidencia rigurosa acerca de la eficacia de las mismas. Por otra parte, se determinó que las intervenciones para la formación de los padres, y de tutoría niño a niño, no son eficaces, mientras que la televisión educativa parece mejorar la alfabetización dada la visualización frecuente.[21]



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