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Amenofis III



Nebmaatra Amenhotep,[1]Amenhotep III,[2]​ o Amenofis III,[3]​ fue un importante faraón de la dinastía XVIII de Egipto que gobernó de c. 1390/1 a 1353/2 a. C.[4]​ También es conocido como Imenhotep III, Amenofis III, Memnon, y otros nombres helenizados.[5]​ La transcripción de los jeroglíficos de sus títulos es Neb-Maat-Ra Amen-Hotep, su nombre de Trono y el de nacimiento.

Amenofis III fue el noveno faraón de la dinastía XVIII de Egipto. Sucedió a su padre, Thutmose IV. Junto con la reina Tiy tuvo a su hijo, Ajenatón (Akenatón), que le sucedió en el trono. Parece ser que Amenhotep fue coronado siendo todavía un niño, probablemente a una edad entre los seis y los doce años. Fue debidamente regido en su infancia por su madre, la reina Mutemuia, y por un consejo de regencia.

En esta época cobraron suma importancia sus suegros, Yuya y Tuyu, quienes posiblemente podían haber sido sus tíos maternos. Era tan grande el poder y la influencia que ejercía aquel matrimonio que incluso gozaron del honor de poder ser enterrados en el Valle de los Reyes.

Amenhotep murió el año 39º de su reinado y fue enterrado en la tumba WV22 del valle Occidental. Su momia (en pésimo estado de conservación), se encontró dentro de la tumba de su abuelo Amenhotep II ya que los sacerdotes de la Dinastía XX la trasladaron allí para protegerla de saqueos y actos de vandalismo. En septiembre de 2010, National Geographic publicó que la identidad de esta y otras momias fue posible gracias a un análisis de ADN practicado a la momia de Tutankamón. Gracias a ello, se identificó además a la Reina Tiy, a Ajenatón, a la madre de Tutankamón y a la esposa de este. La momia de Tiy se corroboró también con los restos de Yuya y Tuyu.

Siempre se ha hablado de la posibilidad de una corregencia entre Amenhotep III y Amenhotep IV, y se han dado plazos de unos dos, nueve o incluso doce años, si es que tal situación llegó a existir. Gracias a las cartas de Amarna, en especial a una recibida por Suppiluliuma I, el rey hitita, que felicita cortésmente a Ajenatón por su subida al trono, parece ser que la corregencia entre padre e hijo tuvo que ser de dos años como máximo.

La estabilidad lograda por las conquistas de sus antecesores trajo una época de prosperidad, debido a los tributos pagados por los pueblos vencidos. Egipto era, indiscutiblemente, la gran potencia de la zona. La paz favorecía el comercio, fuente adicional de riqueza.

Se apoyó en dos consejeros: el visir del Alto Egipto, Ramose y el arquitecto Amenhotep, hijo de Hapu, con la poderosa influencia de la primera Gran Esposa Real, Tiy. El problema interno lo creaban los sacerdotes de Amón, que debido a las donaciones de Thutmose III se habían vuelto tan poderosos que amenazaban al propio faraón. Tutmosis IV había intentado frenar al clero potenciando el culto al disco solar, Atón, que figura en su tumba. Amenhotep III continuó con esta huida diplomática, se alejó de Tebas construyendo un palacio en Malkata, en la ribera occidental y otro en El Fayum. Muertos sus consejeros y al subir como corregente su hijo, este empezó la verdadera guerra política contra los amonianos, apoyado por la reina Tiy.

De la infinidad de mujeres que tuvo el faraón, solo tres ascendieron al rango de esposa real: su posible prima Tiy, una mujer con gran energía y una auténtica gobernante en la sombra; la princesa real Giluhepa de Mitani, que fue el símbolo de la alianza entre ambos países; y la primogénita de Amenhotep III y Tiy, la dama Sitamón, con la que cometió incesto en los últimos años de reinado. Este caso es puntual, pero no es el único en la historia de Egipto. El viejo faraón se casaría con otras dos hijas suyas, a las que no ascendió al rango de gran esposa real. Otra esposa bien conocida, y que tampoco fue gran esposa real, sería otra princesa mitania, Taduhepa, sobrina de Giluhepa e identificada por algunos como la propia Nefertiti (a pesar de ser hija de Ay y hermana de Mutnedymet).

El periodo de su reinado coincidió con una época de paz, prosperidad y esplendor artístico. Realizó numerosas construcciones en el templo de Amón en Karnak, incluyendo al menos un pilono, una columnata a continuación de la nueva entrada y un templo dedicado a la diosa Maat.

También supervisó la construcción de un nuevo templo en Tebas, una monumental y bellísima edificación que aun puede admirarse. Se cree que en el undécimo año de su reinado empezó un gigantesco palacio en el lugar conocido hoy en día como Malkata, en la ribera occidental, como regalo a su esposa Tiy. Una cabeza de granito de Amenofis III de 2,5 metros de altura fue hallada en su Templo mortuorio de Amenhotep III en la zona de Kom el Hitan en el actual Luxor.[6]

Su templo mortuorio, situado en la orilla occidental del río Nilo, fue en su tiempo el mayor complejo religioso de Tebas. Desgraciadamente lo construyó en una zona que sufre continuas inundaciones; por eso, doscientos años más tarde, el templo ya estaba en ruinas. Los Colosos de Memnón, dos estatuas de 18 metros de altura, que estaban situadas a la entrada del complejo, son el único resto que aún sigue en pie de aquel fabuloso complejo, aunque en la actualidad está siendo reconstruido y ya podemos contemplar los dos colosos sedentes del segundo pilono, así como otros cuatro de pie.

Y no solo se contentó con adornar Tebas, sino que hizo ampliaciones en otras ciudades sagradas como Menfis, Heliópolis e incluso llegó a construir templos en Nubia, como el de Soleb, cosa hasta entonces inaudita y que después repetiría en varias ocasiones Ramsés II, el único rey que superaría a Amenhotep III en actividad constructora.

La gran actividad constructora de su reinado, sin parangón en la historia egipcia hasta entonces, fue también gracias a la incesante labor del hombre fuerte de su reinado, Amenhotep, hijo de Hapu, un anciano devoto de Amón que fue la gran presencia hasta aproximadamente el año 30. Fue tal la valía de este hombre que llegó a ser recompensado con un pequeño templo funerario cercano al de Amenhotep III: un privilegio solo digno de los reyes.

El realismo de la representación del faraón es un elemento de gran novedad, como se observa en la estatua de Amenhotep III en serpentinita que lo representa como un hombre decididamente gordo (véase imagen al lado). Se asistirá a un cambio radical en la representación artística con sus sucesor, que podría reflejar la concepción de Akenatón del dios Atón como un todo, que aunaría lo femenino y lo masculino, debido a ser generador de vida o bien sencillamente el propio faraón decidió representarse a sí mismo y a su familia de este modo.
Una estela de Amarna muestra a Amenhotep III y a la reina Tiyi, recibiendo ofrendas alimentarias en un banquete bajos los rayos de Atón.[7]





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