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Andrés Ferrer de Valdecebro



Andrés Ferrer de Valdecebro, también conocido por su anagrama Sanedrio Rifer de Brocaldino (Albarracín, 1620 - Alcalá de Henares, 1680), escritor dominico y ornitólogo español del Barroco.

De noble familia, profesó como dominico en el Convento de Santo Tomás de Madrid. Viajó a Nueva España y enseñó Teología en el Real Colegio de San Luis de Francia de Puebla de los Ángeles. Como rector de este colegio defendió sus privilegios y lo reformó para mejorar sus resultados y rentas. Destacó como predicador y catequista de los indios vecinos a Puebla. Vuelto a Madrid en 1675, lo nombraron profesor de Teología Moral en el colegio dominico de Santo Tomás donde había entrado años antes como novicio. Fue predicador real, confesor de los infantes y calificador del Santo Oficio. Su obra Govierno general, moral, y político (1696), más que un tratado ornitológico, es una especie de bestiario moral que incluye no sólo aves, sino criaturas mitológicas, incluso el unicornio; se inspira en la literatura emblemática, pero, siendo igual de erudito, excluye el enigma porque se dirigía fundamentalmente a los predicadores que querían elevar la condición moral del pueblo; sin embargo, se acompaña de dieciocho xilografías que representan a los animales descritos y moralizados, realizadas por Diego de Obregón. Sigue la estructura siguiente: imagen del animal grabada en xilografía, descripción, hábitat y características de cada animal, seguido de una sucesión de simbolismos y moralejas extraídas de todo lo anterior. También compuso una biografía de San Vicente Ferrer y El porqué de todas las cosas, un intento de explicar alegóricamente el mundo y extraerle su sentido moral dentro del más cerrado pesimismo barroco, inspirándose en las cuestiones aristotélicas que intentó responder Marco Antonio Zimara, su principal fuente. El libro está concebido como un catecismo, en forma de preguntas y respuestas relativas a los hombres y las mujeres, a las diferentes partes del cuerpo, a los monstruos o al sueño, entre otros asuntos.

Ferrer de Valdecebro fue autor de dos tratados dedicados a los animales terrestres y a los volátiles respectivamente . En el primero de ellos, Gobierno general moral y político hallado en las fieras y animales silvestres sacado de sus naturales propiedades y virtudes (1658) , se explaya sobre el significado simbólico del león (que, nuevamente, encabeza la obra, dado su condición de rey de los animales), el elefante, el rinoceronte, el unicornio, el tigre, la onza, el leopardo, la hiena, el lobo, el lince, el oso, el jabalí, el ciervo, el toro, el camello, el caballo, el can y el cinocéfalo. Por lo que se refiere a las aves , podemos encontrar referencias al águila (para variar, la reina de las aves), el buitre, la cigüeña, la garza, el cisne, el fénix, el pelícano, el halcón, el búho, el papagayo, el ansarón, el avestruz, el pavo real, el cuervo, la paloma, el gallo, y una serie de aves consideradas monstruosas por el autor y venidas de diferentes partes del Orbe, a saber, como la arpía y el pegaso. Su bestiario, tanto para los animales terrestres como para los volátiles, está vinculado al Viejo Mundo, llamando la atención la significativa excepción del papagayo, símbolo de la nueva naturaleza americana , y con los añadidos de rigor de distintos animales fabulosos.

Como señala su principal estudioso, Roig Condomina,[1]​ el mayor interés de la obra se va a situar en la gran capacidad del autor para extraer una serie de conclusiones didáctico moralizantes a partir de la conducta y de la morfología de unos animales que, aunque desconocidos para él en algunos casos, considera reales por su verosimilitud. Perteneciente a la orden de Predicadores, dedicó toda su vida al arte de los sermones, publicando además gran cantidad de obras repletas de consejos prácticos e índices que facilitaran el ministerio de la predicación. Se encuentra plenamente inmerso en la idea contrarreformista, de procedencia medieval, que considera a la naturaleza como un medio divino para mostrarnos todas sus verdades, por lo que su contemplación debe trascender lo sensible para poder acceder al conocimiento de Dios. Valdecebro se sirve de una tradición de la cultura animalística clásica (historiadores y filósofos de la Antigüedad), bíblica, simbólica (mitos paganos y jeroglíficos) y moralizante (textos medievales y coetáneos) para fundirlas en una orientación hacia lo que debe ser la moral de un buen cristiano, mostrando, a partir de las costumbres de los animales, qué virtudes han de cultivarse y qué vicios han de prevenirse. De hecho, en el prólogo del tomo dedicado a los cuadrúpedos, el autor menciona cómo

Muchos han escrito de animales, dando a conocer lo que el autor grande de naturaleza Dios depositó en sus instintos irracionales, para admiración de sus obras, fue empero haciendo pie en solo la propiedad o virtud especial de la fiera, o bruto, sin adelantar el paso, para hacer senda a más elevado conocimiento…no destinó el cielo a los animales para el servicio material del hombre solo, que la templanza del toro no sirve para la cultura de los campos. Ni la continencia del camello para cargar más peso sobre sus espaldas. De donde es preciso, que sus perfecciones a más elevado ministerio sirvan”.

Sobre las fuentes consultadas cabría destacar una buena representación del mundo clásico, de los autores medievales, y de la producción simbólica y emblemática del momento, y un olvido prácticamente total de la historia natural de los siglos XVI y XVII, si exceptuamos la referencia a Escalígero. El autor adjudica a cada animal una serie de virtudes y vicios concretos, como el ánimo del león, la templanza y la grandeza del elefante, la velocidad del unicornio, la voracidad del tigre, la liberalidad de la onza, la avaricia del leopardo, la discordia de la hiena, la vista del lince, la ira del oso, la ignorancia y la gula del jabalí, la fidelidad del perro o la sabiduría del cinocéfalo. Al león, por ejemplo, nos lo presenta como el rey de las fieras, “generoso en el ánimo, noble en el corazón, bizarro en su aliento. Fió el desempeño de sus obras naturaleza, uniendo conformes la clemencia y ferocidad, la venganza y piedad, la fortaleza y humanidad, en irracional tan fiero y en bruto tan voraz”. Nos cuenta que vive en África y en Asia, nos hace una descripción física, y nos salpica su relato de elementos legendarios y moralizantes, concluyendo con la afirmación de que es el príncipe de las demás criaturas, lo que le sirve de pretexto para moralizar sobre las virtudes que debe cumplimentar el gobernante.[2]



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