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Apache (personaje)



Apache fue el nombre utilizado en las dos primeras décadas del siglo XX en París, como resultado de una construcción de los medios de comunicación, para describir a los integrantes de ciertas bandas de delincuentes, aunque en la postguerra de la Primera Guerra Mundial pasó a utilizarse como expresión antiestadounidense. En los primeros años del siglo XX, el vocablo se difundió en el argot policial en Argentina para aplicarlo a algunos delincuentes que, procedentes de Francia y principalmente vinculados al proxenetismo, se asemejaban en su actividad y vestimenta a los "apaches" de aquel país, al mismo tiempo que la palabra también era usada por los letristas de tango de la época.

En 1902, dos periodistas en París, Arthur Dupin de Le Petit Journal y Víctor Morris comenzaron a llamar apaches a los pequeños delincuentes y matones jóvenes de la Rue de Lappe y a los proxenetas del Belleville, que diferían de los otros integrantes del bajo fondo por su disposición a exhibirse públicamente.

Los apaches se movían en grupo, con una vestimenta que les permitía distinguirse; el elemento más importante de la misma eran los zapatos que deben siempre estar brillantes, especialmente ante los ojos de su banda o de su amada.

El apache no vacilaba ante nada para apoderarse del par de botas amarillas, que es todavía más importante que su chaqueta de alpaca negra semiabierta sobre su camisa arrugada o un suéter a rayas y un pantalón ajustado en la cintura y los muslos, que se ensancha en las piernas y los tobillos, un cinturón de franela roja, y la gorra con visera encasquetada sobre un cuello afeitado y con el pelo liso y engrasado con rizos sobre las sienes. Para sustentarse practicaban, de acuerdo a su edad y experiencia, la estafa callejera del trile,[1]​ el proxenetismo o el cuento del tío. Algunos también eran particularmente violentos y podían llegar a cometer homicidios. Las mujeres tenían presencia y un papel activo en los delitos atribuidos a los apaches y se decía de las mismas que tenían actitudes liberales que contrastaban con la mentalidad de la época. Un ejemplo del papel de las mujeres en este universo mostrado en los medios fue el de Amelia Elias, inmortalizada por Simone Signoret en la película Casque d'or (1952) de Jacques Becker, una prostituta que fue el centro de la lucha entre dos rufianes, Leca y Manda, en 1902.

Le Petit Journal del 23 de enero de 1910 da esta explicación sobre el origen del término:

Mientras que muchos atribuyen la autoría de la denominación a los editores de los principales periódicos de la época que relataban los hechos de estos matones (Le Matin y Le Petit Journal), otros ven en ella una apropiación del nombre hecha por los propios delincuentes, todavía impregnados de historias de los últimos y verdaderos apaches, como Geronimo, que aún en 1880 saqueaban, incendiaban y asesinaban para luego escapar de un país a otro a fin de evitar la represión. Siempre en fuga, nunca encarcelado.

La puesta en marcha de procesos judiciales importantes suele producir una suerte de fascinación para un segmento de la población, pero probablemente también se debe mencionar el papel de la gran prensa en París que no duda en poner en primer plano las "hazañas" de estas bandas y mantener esta sensación de inseguridad, que alimenta el fenómeno.

La población de los suburbios, inicialmente aterrorizada por estas bandas, así como los dueños de cafés y de otros comercios, y los migrantes internos pobres que en París estaban prontos a ser asimilados a esos matones ante los ojos del pueblo, terminaron por liberarse de la presión de los periódicos y los esfuerzos de la policía. En 1920, se comenzó a abandonar a los apaches, probablemente también como resultado de las muchas pérdidas causadas por la Primera Guerra Mundial para este segmento de edad de la población. El término se utilizó, sin embargo, con el aumento del sentimiento antiestadounidense en 1923 para criticar la conducta de los estadounidenses en Francia, incluyendo peleas y expulsiones de clientes negros acusados de "prejuicios raciales" estadounidenses. Se llegó a afirmar, incluso, que Montmartre no es la colonia Apache.[2]

En los primeros años del siglo XX, el vocablo se difundió en el argot policial en Argentina para aplicarlo a algunos delincuentes que, procedentes de Francia y principalmentalmente vinculados al proxenetismo, se asemejaban en su actividad y vestimenta a los apaches de aquel país, al mismo tiempo que la palabra también era usada por los letristas de tango de la época.

Algunos tangos de la época que mencionaban en sus títulos a los referidos personajes son:



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