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Apolíneo y dionisíaco



Lo apolíneo y lo dionisíaco es una dicotomía filosófica y literaria, basada en ciertas características de la mitología de la Antigua Grecia. Es el concepto de una dualidad propuesta por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche sobre su interpretación de las figuras griegas de Apolo y Dioniso y su significado, proyectada sobre el mundo de las artes. No se trata, pues, de la significación que los griegos, en la Antigua Grecia, daban a la relación entre estas figuras; sino de una interpretación de la significación que estos daban a tal relación que Nietzsche elabora.

Se trata de una dualidad contrapuesta y al tiempo complementaria, de especial penetración en el mundo de la Literatura y las artes, y muy especialmente en el de las artes escénicas. Nietzsche la desarrolla en su libro El nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la música, en el que Apolo representa a través de la belleza lo elevado, lo racional; en tanto que Dioniso, dios de la vendimia, del vino, representaría lo terrenal, la sensualidad desatada. Dos figuras que se las supone antagónicas, pero dos conceptos inherentes a la vida e imprescindibles en toda creación dramática.

La dicotomía apolíneo y dionisíaco ha influido en pensadores y agentes de la cultura posteriores: Sigmund Freud, Carl Jung, Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Thomas Mann, Hermann Hesse entre otros; estando, implícitamente, presente en gran parte de la obra del propio Nietzsche.

En la mitología griega, Apolo y Dioniso eran hijos de Zeus. Apolo es el dios del Sol, la claridad, la música y la poesía, era descrito como el dios de la divina distancia, que amenazaba o protegía desde lo alto de los cielos, siendo identificado con la luz de la verdad; en tanto que Dioniso es el dios del vino y de la fauna, se le asocia el éxtasis y la intoxicación. Ambos eran deidades muy adoradas en la Grecia Clásica.

Tomando como base los caracteres de estos dioses griegos, en la interpretación de Nietzsche: Apolo, extraído de las esculturas que lo representan, sería la belleza, la perfección de formas, y más allá, representaría la cordura, el sueño y la poesía. Dioniso, representado por los griegos en su "carro recubierto de flores y guirnaldas, con su yugo tirado por la pantera y el tigre", sus bacanales, con sus participantes danzando movidos por el vino, representaría la embriaguez, el desenfreno de los sentidos, el éxtasis. La escultura (por extensión el resto de artes plásticas) y la poesía estarían impregnadas de lo apolíneo y dadas a la contemplación íntima. Mientras que la música y la danza serían artes dionisíacas dadas a la exaltación colectiva.

En las artes dramáticas, en especial los dramas musicales y operísticos, y concretamente a la que va dedicado El nacimiento de la tragedia desde el espíritu de la música, la obra de Wagner, estaría presente esa dualidad antagónica, uniendo la belleza y estética apolínea a la exuberancia de los sentidos dionisíaca, la belleza de la ensoñación y la extravagancia de la embriaguez, la contemplación individual y la exaltación colectiva. También, la tragedia, y por extensión todo arte que contemple esta dualidad, representaría la tragedia real de la existencia humana (lo dionisíaco) presentada con la belleza apolínea, con el atractivo de las formas del Arte.




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