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Arqueología del paisaje



La arqueología del paisaje o arqueología espacial es un paradigma arqueológico (esto es, un conjunto de conceptos teóricos, metodologías y procedimientos analíticos) que se centra en analizar, a través de la cultura material, la dimensión espacial de los grupos humanos. Esto es, en explorar cómo los seres humanos se han ido relacionando con el espacio geográfico a lo largo del tiempo, apropiándose de él, transformándolo con su trabajo y dotándolo de diferentes significados culturales.

La Arqueología del paisaje engloba un conjunto variado de aproximaciones al registro arqueológico, que tienen en común el priorizar la dimensión espacial de la acción humana. El paisaje puede cubrir tres roles en este tipo de trabajos:

El origen último de la mayor parte de las propuestas y conceptos que han dado lugar a las diferentes formas de Arqueología del Paisaje está en la geografía.[1]​ A finales del siglo XIX, geógrafos como Ratzel, Hettner,, Slütter o Vidal de la Blache reivindicaron, aunque desde postulados diferentes y hasta opuestos, el papel central de la interacción entre los grupos humanos y sus entornos, dando origen a las primeras escuelas de la Geografía Regional.

Dos desarrollos asentados sobre algunas de estas ideas van a tener, a partir de mediados del siglo XX, incidencia directa en el campo de la antropología primero, y de la arqueología después. Por un lado, la incorporación de las propuestas de Vidal de la Blache al armazón teórico de la escuela francesa de Annales. Por otro lado, el desarrollo de la llamada Geografía Cultural, siendo especialmente destacable la figura de Carl O. Sauer (Escuela de Berkeley) en Estados Unidos.

La primera de esas trayectorias se va a desarrollar principalmente en el ámbito de la Europa mediterránea, especialmente en Francia. Se trata de una arqueología de los paisajes orientada sobre todo al reconocimiento de las formas de los espacios agrarios antiguos y a la reconstrucción de los procesos sociales que propiciaron su formación. Esta tradición arqueológica se basa en el reconocimiento y documentación detalladas de las formas actualmente visibles en el paisaje, dando un amplio peso al uso de fuentes de información como la fotografía aérea (cuyo desarrollo en arqueología se vincula en gran medida con este tipo de aproximaciones). Complementando a menudo esta información con el recurso a fuentes documentales (como catastros históricos), se han desarrollado multitud de trabajos que han permitido reconstruir las formas de los espacios agrarios pasados (sobre todo de épocas históricas, como la romana o la medieval, para las que existe documentación escrita relevante), y los procesos productivos y sociales que dieron lugar a ellos.
Por su parte, sobre los planteamientos de la segunda de las trayectorias, la de la Geografía Cultural, se van a desarrollar las primeras propuestas relativas a la relevancia de la dimensión espacial para la comprensión del registro arqueológico dentro de ámbitos principalmente anglosajones. A partir de mediados de los años 60 del siglo XX, con el desarrollo de la New Archaeology, es cuando realmente empezarán a difundirse con amplitud y éxito las primeras escuelas de la arqueología espacial, muy relacionadas con corrientes como la ecología cultural.

La arqueología procesual de los años 70 puso un gran peso en el desarrollo metodológico. La adopción de metodologías (como el análisis locacional o el site catchment analysis) y técnicas tomadas más o menos directamente de la geografía supuso un notable cambio en la investigación arqueológica.[2]​ Conceptos como espacio, entorno o medio ambiente se convierten en centrales en arqueología desde este momento, y el uso de técnicas analíticas hoy bien extendidas y conocidas (isócronas, polígonos de Thiessen, análisis del vecino más próximo...) es una característica aportación de este momento. Todos estos desarrollos, auto-definidos como Arqueología Espacial, se orientan al análisis de las relaciones entre los grupos humanos y sus entornos en clave ampliamente adaptativa y económica.
A partir de los 80, y en relación con el desarrollo del conjunto de aproximaciones conocidas como post-procesuales, el concepto de espacio, tal y como venía siendo empleado, es criticado por su carácter determinista, moderno y racional, no necesariamente aplicable a formaciones sociales diferentes del occidente contemporáneo. En su lugar, autores procedentes esencialmente del ámbito británico recuperan el concepto de paisaje, definido no como un entorno exterior y ajeno a los grupos humanos, sino como una construcción social y cultural, como algo que es construido, manejado, apropiado y ordenado material y conceptualmente.[3]​ En línea con las tendencias que surgieron también en otras disciplinas sociales y humanas, como la geografía, y que pretendían una superación del paradigma neopositivista, sobre las ideas de adaptación o explotación del espacio se incorporan ahora otras como las de percepción o experiencia.

Esta metodología es propia y original en el planteamiento teórico, siendo en los procedimientos analíticos de carácter multidisciplinar, con recurso a rutinas y procesos diversos, muchos de ellos compartidos también por otras formas de arqueología: Etnografía, Geografía Humana y Locacional, Sistemas de Información Geográfica (GIS), Teledetección, Geoarqueología, Geomorfología, Ecología, Arqueología Espacial, Geoestadística y Estadística Multivariante e Inferencial.
En un inicio resultó muy exitosa y empleada en Arqueología del Paisaje la diferenciación operativa del espacio en tres niveles propuesta por David Clarke[4]​ correspondientes no tanto a tres escalas geográficas como a tres ámbitos de análisis de diferentes dimensiones de la acción social:

Algunos procedimientos y técnicas de trabajo hoy típicos de muchas formas de arqueología tienen su origen en las primeras generaciones de la Arqueología Espacial:

Dentro de la actual Arqueología del Paisaje tiene cabida una cierta variedad de aproximaciones, que ponen el énfasis en conceptos relativamente dispares, pero que tienen en común el situar en el espacio geográfico el contexto de trabajo más adecuado para una comprensión más global y completa del registro arqueológico. Como Arqueología del Paisaje se definen trabajos que van desde el análisis de patrones de asentamiento hasta aproximaciones estrictamente fenomenológicas, pasando por las diferentes formas de la ecología cultural, el análisis regional, los estudios paleoambientales o la arqueología agraria. Pese a que parece existir un cierto consenso en considerar que la forma más característica de Arqueología del Paisaje es aquella derivada de las propuestas post-procesuales y centrada en torno al análisis de las dimensiones simbólicas del espacio,[5]​ lo cierto es que existe una amplia variedad de perspectivas relativas al paisaje en arqueología.
En los últimos años, las trayectorias de desarrollo más destacables que se perciben son tres. Por un lado, el importante desarrollo de las llamadas tecnologías geoespaciales (sistemas de información geográfica, teledetección, etc) ha venido a revolucionar todos los ámbitos de investigación en los que el espacio geográfico es un elemento clave. La arqueología no ha quedado al margen, y cada vez resulta más frecuente encontrar ejemplos y desarrollos nuevos relacionados con la aplicación de técnicas y herramientas procedentes de este ámbito.[6]​ Sus aplicaciones son muy variadas, y aunque muchas de ellas tienen más que ver con el ámbito de la gestión patrimonial (detección de elementos arqueológicos, documentación detallada, diagnosis de estados de conservación, análisis y predicción de impactos...), no está siendo menor su importancia en los procesos de análisis e investigación. De hecho, algunos autores comienzan a hablar del desarrollo de una arqueología digital del paisaje.[7]
En segundo lugar, los desarrollos relacionados con el análisis y la reconstrucción paleoambiental han supuesto recientemente otro importante salto cualitativo. Esto es así no solo por el desarrollo de nuevas técnicas analíticas, sino principalmente por el planteamiento de perspectivas novedosas relacionadas con el estudio de la interacción entre grupos humanos y ambiente, como son todo el conjunto de problemáticas vinculadas a los conceptos de huella ecológica y de cambio global.[8]​ La Arqueología del Paisaje ha venido aportando un conocimiento importante para valorar, en perspectivas de larga duración, el alcance de problemas plenamente actuales como el del cambio climático o la preservación de la biodiversidad.
Finalmente, y en relación con lo anterior, el paisaje, a través de la categoría de los Paisajes Culturales,[9]​ se ha convertido en un referente para la gestión y ordenación de los usos del territorio, como queda claramente de manifiesto en el hecho de que haya comenzado a ser una figura reconocida normativamente o incluso jurídicamente (por ejemplo, en la Convención Europea del Paisaje). El paisaje, como concepto integrador, precisa para su caracterización del concurso de diferentes disciplinas (la geografía, la sociología, la antropología, la historia, la historia de la arte, el ambientalismo). La arqueología ha venido a jugar en este punto el papel fundamental de reconocer su sentido histórico, su cualidad de producto social largamente producido y recreado.




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