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Arquidiócesis de Catania



La arquidiócesis de Catania (en latín: Archidioecesis Catanensis) es una sede metropolitana de la Iglesia católica perteneciente a la región eclesiástica Sicilia. En 2013 contaba con 737.000 bautizados sobre unos 746.999 habitantes. El arzobispo que ocupa la sede es Salvador Gristina.[1]

La arquidiócesis comprende los siguientes municipios de la ciudad metropolitana de Catania : Adrano, Belpasso, Biancavilla, Bronte, Camporotondo, Catania, Gravina di Catania, Maletto, Maniace, Mascalucia, Misterbianco, Motta Sant'Anastasia, Nicolosi, Paternò, Pedara, Ragalna, San Giovanni La Punta, San Gregorio di Catania, San Pietro Clarenza, Sant'Agata li Battiati, Santa Maria di Licodia, Trecastagni, Tremestieri Etneo, Viagrande, Zafferana Etnea y Bongiardo, una fracción de Santa Venerina.

El territorio se extiende alrededor de unos 1.332 km² y se divide en 157 parroquias. La sede episcopal es la ciudad de Catania, donde se encuentra la catedral de Santa Ágata.[1]

Entre los santuarios diocesanos de mayor relieve, por su historia y devoción, se encuentran el de Santa Ágata al Carcere en Catania; los santuarios marianos de la Madonna de la Sciara en Mompileri in Mascalucia, el de la Madonna de la Limosna en Biancavilla y el de la Madonna de Ognina en Catania; y el de los Santos Alfio, Filadelfo y Cirino en Trecastagni.

La provincia eclesiástica de la arquidiócesis de Catania comprende solo dos sufragáneas: la diócesis de Acireale y la diócesis de Caltagirone.

Es posible atestiguar la presencia de una comunidad cristiana en Catania, a mediados del siglo III, durante la persecución del emperador Decio, atestiguada por el martirio de santa Águeda. Igualmente, a inicios del siglo IV, durante la persecución de Diocleciano, se presenta el caso martirial san Euplio, diácono, cuyo ministerio demuestra la presencia de una jerarquía establecida.[2]

Según la tradición, surgida durante la dominación bizantina, la diócesis de Catania habría sido erigida por san Berillo, originario de Antioquía, enviado expresamente por el apóstol Pedro a evangelizar la ciudad en el año 42.[3]​ La historiografía reciente ha demostrado inconsistente e infundada tal hipótesis; sin embargo, nada lleva a excluir completamente la historicidad de la figura de Berillo, en un periodo, quizá, diverso de aquel atestiguado por la tradición, es decir en una época incierta entre los siglos III y IV.[2]

Los primeros obispos históricamente documentados pertenecen al siglo VI. El primero de ellos es Fortunato, quien fue enviado en 515 por el papa Hormisdas a Constantinopla, junto a Enodio de Pavía, como legados papales en la tentativa de recomponer el cisma acaciano. Elpidio y León son mencionados en las epístolas de los papas Pelagio I (556-561) y Gregorio Magno (590-604), respectivamente. Otros obispos cataneses tomaron parte en los concilios ecuménicos del primer milenio (Teodoro en el de Nicea en 787 y Eutimio en el de Constantinopla de 869-870). Otros en cambio, participaron en los sínodos convocados en Roma por los papas (Giorgio en 679 y Giuliano en 680). De un gran número de obispos cataneses ha sido descubierto el sigilo episcopal, que datan entre los siglos VI y IX, entre estos: Magno, Giovanni, Constantino I, Constantino II y Antonio.[4]

Como atestiguan las cartas de los Papas, desde el siglo VI a principios del VII, Sicilia no tenía sedes metropolitanas y, aunque estaba sometida políticamente al imperio bizantino, dependía, desde punto de vista eclesiástico, del patriarcado de Roma. Hacia la primera mitad del siglo VIII, por causa de la polémica iconoclasta, Sicilia fue sustraída por el emperador León III Isáurico a la jurisdicción de Roma y sometida al patriarcado de Constantinopla (hacia el 732). En este contexto Catania asumió a un rol de prestigio, siendo elevada a sede metropolitana, pero sin sufragáneas. El primero metropolitano fue, tal vez, Eutimio.[5]

En 827 los árabes desembarcaron en Marsala y en pocas décadas conquistaron toda la isla; la caída de Taormina en 902 llevó poco después a la conquista de Catania. Durante la ocupación árabe de Sicilia pocas son las informaciones sobre la vida de las comunidades cristianas y de las estructuras eclesiásticas. Es importante la noticia de que en el sínodo constantinopolitano de febrero de 997 estaba presente el metropolitano catanese León, sin embargo no se sabe con certeza si trataba de un título.[5]

Los normandos conquistaron Sicilia a inicios del siglo XI y procedieron progresivamente a la restauración de las circunscripciones eclesiásticas de la isla. Catania fue reconquistada en 1071 y en 1091 se fundó la abadía benedectina de Santa Ágata. Al año siguiente, mediante bula del 9 de marzo, Urbano II instituyó nuevamente la diócesis de Catania, nombrando como primer obispo a Ansgerio, abad de Santa Ágata. Roger I dotó la iglesia catanese de muchos bienes y privilegios y invistió al obispo de las prerrogativas feudales, con amplios poderes sobre la ciudad, el territorio circunstante y el mar, con derecho a ejercitar justicia; muchos de estos derechos fueron abolidos por Federico II en el siglo XIII. La nueva catedral, edificada al lado de la abadía de santa Ágata, fue inaugurada en 1094. El 4 de febrero de 1183 el papa Lucio III asignó Catania a la provincia eclesiástica de la arquidiócesis de Monreale, decisión confirmada por Clemente III el 29 de octubre de 1188.[5]

Desde la fundación de la diócesis, toda ella estaba constituida por una sola parroquia con sede en la catedral, y el obispo era el único vicario; todos los sacerdotes con cura de almas eran considerados vicarios parroquiales, con facultades para administrar los sacramentos. Este unicum logró superar también los vientos reformadores del concilio de Trento y llegar hasta el siglo XX. Las primeras parroquias fueron canónicamente erigidas en 1919 en los pueblos y en 1944 en la ciudad de Catania. Esta situación particular de la diócesis, logró la salvación de los bienes de la iglesia, durante la desamortización de 1867, al demostrar que el arzobispo era justamente el único vicario y que los bienes pertenecían a su administración.[5]

En la segunda mitad del siglo XVI, los obispos operaron la actuación de los decretos del concilio tridentino. El obispo Caracciolo convocó el primer sínodo diocesano en 1565; otros sínodos reformadores fueron convocados en 1622 y en 1668. En 1572 el obispo Antonio Faraone instituyó en Catania el primer seminario siciliano.[5]

En la primera mitad del siglo XIX, el territorio de la diócesis, que había quedado intacto desde los tiempos normandos, fue desmembrada en favor de la erección de la diócesis de Caltagirone (1816), de las diócesis de Nicosia y de Plaza Armerina (1817), y de la diócesis de Acireale (1844). En compensación de la pérdida de sus muchos territorios, el 4 de septiembre de 1859, el papa Pío IX elevó Catania al rango de arquidiócesis inmediatamente sujeta a la Santa Sede, concediendo a los arzobispos el privilegio del palio. El primer arzobispo fue Giuseppe Benedetto Dusmet (1867-1894), último abad-obispo catanese, beatificado por el papa Juan Pablo II en 1988.[6]

En noviembre de 1994, la arquidiócesis recibió la visita pastoral del papa Juan Pablo II.[6]

El 2 de diciembre de 2000, Catania fue elevada al rango de sede metropolitana, con dos diócesis sufragáneas: Acireale y Caltagirone.[6]

La arquidiócesis, al finalizar el año 2013, sobre una población de 746.999 personas, contaba con unos 737.000 bautizados, correspondientes al 98,7% del total. Para la administración pastoral, el obispo cuenta con la ayuda de 235 sacerdotes diocesanos, 45 diáconos permanentes y 20 seminatistas. Además, en el territorio diocesano, trabajan unos 104 religiosos (de los cuales 93 son sacerdotes) y unas 420 religiosas.[1]

En el territorio arquidiocesano catanese se encuentran los siguientes institutos y sociedades masculinos: Orden de san Benito (Congregación casinese), Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas), Orden de los Carmelitas Descalzos, Orden de Predicadores (dominicos), Orden de los Hermanos Menores (franciscanos observantes), Orden de los Hermanos Menores Conventuales (franciscanos conventuales), Orden de los Hermanos Menores Capuchinos (capuchinos), Hermanos de las Escuelas Cristianas (hermanos de La Salle), Compañía de Jesús (jesuitas), Sociedad de San Pablo (paulinos), Congregación de la Pasión (pasionistas), Pequeña Misión para los Sordomudos, Pequeña Obra de la Divina Providencia (orionistas), Pontificio Instituto Misiones Extranjeras (misioneros del Pime), Sociedad de San Francisco de Sales (salesianos), Congregación de los Sagrados Estigmas (estigmatinos) y Congregación de la Misión (paúles).[9]

Trabajan también en la arquidiócesis los siguientes institutos y sociedades femeninos: Siervas Misioneras de Cristo Rey, Siervas Reparadoras del Sagrado Corazón de Jesús, Benedictinas de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento, Betlemitas Hijas del Sagrado Corazón, Monjas de la Orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo (carmelitas), Orden de las Carmelitas descalzas y Orden de las hermanas pobres de Santa Clara (clarisas).[9]



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