El arte mozárabe (del árabe musta 'rab 'arabizado') se refiere al arte desarrollado por los cristianos hispánicos que vivieron en territorio musulmán en el período que abarca desde la invasión musulmana (711) hasta finales del siglo XI conservando su religión y una cierta autonomía eclesiástica y judicial.
Las comunidades de mozárabes mantuvieron para la práctica de sus ritos religiosos algunos de los templos visigodos anteriores a la ocupación musulmana y raramente construyeron otros nuevos, pues, si bien existía una determinada tolerancia religiosa, estaban muy limitadas las autorizaciones para erección de nuevas iglesias. En todo caso, estas se levantaron en el medio rural o en los suburbios urbanos, y siempre de modesta factura.
Cuando las condiciones de vida en la al-Ándalus musulmana se fueron haciendo menos soportables y, por el contrario, los reinos cristianos del norte de la península iniciaban una expansión necesitada de contingentes humanos que colonizasen las tierras conquistadas, algunos de aquellos mozárabes optaron por emigrar hacia los territorios que se les ofrecían. A su cultura hispanogoda se le fueron superponiendo elementos de la musulmana y es de suponer que aportasen a los recientes reinos cristianos elementos innovadores en todos los ámbitos. Lo que no resulta razonable es que se les atribuya toda la iniciativa artística llevada a cabo en los reinos del norte durante el siglo X.
Concluida la primera fase del proceso artístico que se engloba generalmente en el amplio concepto de «Arte románico» y que se corresponde con el arte hispano-visigodo, se inicia en España otra corriente estilística, heredera en muchos aspectos de la anterior, que se conoce como «arte asturiano» y que se identifica con las realizaciones artísticas que fueron produciéndose durante el siglo IX en los llamados «núcleos de resistencia», en concreto en los territorios que conformaron el reino de Asturias. Pero la actividad artística, en general, y arquitectónica, en especial, no se redujo a esa zona ni a ese siglo, sino que abarcó todo el norte peninsular y tuvo continuidad durante el siglo siguiente.
El desplazamiento de la frontera cristiano-musulmana a la cuenca del Duero impulsó la construcción de nuevos templos (obras en las que se concentraba toda la capacidad artística disponible) a demanda de las necesidades de repoblación. Los pujantes reinos septentrionales estaban en condiciones de abordar aquella tarea, como así lo venían haciendo, sin depender de las hipotéticas contribuciones de los incorporados mozárabes, por lo que no cabe pensar que todas las edificaciones religiosas y todas las realizaciones artísticas se debieran a estos inmigrados mayoritariamente rurales que, por otra parte, llegaban en precariedad de medios y de recursos. No parece que estuvieran en condiciones de llevar a cabo grandes logros artísticos quienes apenas habían dejado alguna muestra de ello en su lugar de procedencia.
Tras la publicación en 1897 de la documentada obra en cuatro tomos Historia de los mozárabes de España de Francisco Javier Simonet, el catedrático e investigador Manuel Gómez-Moreno publicó veintidós años después (1919) una monografía sobre Las iglesias mozárabes. Es aquí donde se atribuye el carácter mozárabe a las iglesias construidas en los territorios cristianos desde finales del siglo IX hasta principios del XI, y donde se instituye el término «mozárabe» para designar esta forma de arquitectura y todo el arte con ella relacionado. La denominación tuvo éxito y es la que se ha utilizado comúnmente, aunque sin mucho rigor. El carácter mozárabe de los templos que Gómez Moreno trató en su libro ha sido muy cuestionado por la historiografía moderna, e incluso por la no tan moderna, pues ya José Camón Aznar en su Arquitectura española del siglo X se manifestó en contra de tal interpretación, y después de él lo han hecho Isidro Bango Torviso y otros muchos, hasta el punto de que la tendencia actual se orienta hacia el abandono de la denominación de «arte mozárabe» y su sustitución por la de «arte de repoblación» para referirse a aquel periodo.
El principal exponente es la literatura religiosa: misales mozárabes, antifonarios y libros de oraciones creados en los scriptorium de los monasterios. Ejemplos de calidad y originalidad de las miniaturas y manuscritos iluminados son los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana, el Beato de Facundus o el Beato de Tábara. O antifonarios como el Antifonario mozárabe de la Catedral de León.
Toledo y Córdoba fueron los centros mozárabes más importantes. Era de Córdoba el abad Esperaindeo, el cual hizo un Apologética contra Mahoma. Y es muy importante para el estudio de la historia de la filosofía el Apologético contra pérfidos de Sansón de Córdoba (864).
Las principales características que definen la arquitectura mozárabe son las siguientes:
La arquitectura mozárabe interpretada estrictamente en su definición, es decir la que llevaron a término los mozárabes en la España musulmana, quedaría reducida a dos ejemplos:
No obstante, a nivel popular, incluso en enciclopedias y libros de texto, la denominación que ha seguido imperando es la de «arte mozárabe», entre cuyos monumentos más importantes que podemos citar en España se encuentran los siguientes:
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