Astérix en los juegos olímpicos es el duodécimo tomo de la serie en español de historietas Astérix creadas por Albert Uderzo (dibujos) y René Goscinny (guion).
Un día, a fines de la primavera, Edadepiédrix está recogiendo champiñones cerca del campamento romano de Aquarium cuando oye fuertes gritos de alegría que vienen del recinto romano. Claudius Mulus ha sido seleccionado para representarlos en los Juegos Olímpicos.
Edadepiédrix informa de esta noticia en la aldea y pronto se enteran de que los juegos olímpicos consisten en una tregua sagrada mantenida mientras se desarrollan diversas pruebas atléticas en la ciudad griega de Olimpia. Los juegos se realizan cada cuatro años, en el mes de hecatombeon y duran cinco días.
Claudius Mulus se encuentra entrenando en el bosque cuando se cruza con Astérix y Obélix, que lo vencen en todas las pruebas. Regresa al campamento muy desmoralizado y le informa a su centurión, Tulius Borricus, que no quiere participar en los juegos porque ha sido vencido por dos galos en el bosque.
Tulius Borricus va a la aldea de los galos y se entrevista con el jefe Abraracúrcix al que le solicita que sus galos dejen entrenar tranquilo a su campeón Mulus. El jefe galo le contesta que lo pensará y le contestará. Abraracúrcix, en reunión con los aldeanos, decide que lo mejor sería que ellos también participaran en los juegos, ya que con la poción mágica podrían ganar cualquier prueba. Abraracúrcix va al campamento romano y le cuenta al centurión Borricus lo decidido, pero este le responde que los juegos están reservados solo para los griegos y los romanos.
Abraracúrcix regresa apesadumbrado a la aldea con la noticia, pero Astérix encuentra la solución: ellos, desde la conquista de la Galia por Julio César, también son romanos. En la aldea todos desean ser los representantes; pero hay un problema, las pruebas de clasificación terminan siempre en empate, pues la poción mágica les da idéntica fuerza a cada uno. Finalmente deciden que sus representantes en los juegos sean Astérix, por ser el más inteligente y el que tuvo la idea, y Obélix por tener la fuerza permanentemente. Además, todos los varones de la aldea los acompañan a Grecia.
Inmediatamente comienzan los preparativos en la aldea: Abraracúrcix se encarga del viaje y de contratar una buena galera; Panorámix de la preparación técnica de los atletas; Asurancetúrix del ceremonial. Luego de un placentero viaje, en que tienen que hacer de galeotes y un encuentro con piratas, llegan finalmente a El Pireo, el puerto de Atenas. En Atenas, mientras recorren los monumentos, se encuentran con sus “compatriotas” romanos de Aquarium. En los salones de baile sobresale Edadepiédrix que dice haber rejuvenecido diez años, ya que ahora se siente como un joven de 83.
Por fin llegan a la ciudad de los juegos, Olimpia, la ciudad sagrada con su templo a Zeus y la estatua hecha por Fidias, una de las maravillas del mundo. Garmonparnas, el magistrado olímpico, les advierte de que en los juegos está prohibido que los competidores tomen cualquier sustancia capaz de proporcionarles fuerzas suplementarias bajo pena de descalificación. Los galos deciden que competirán sin la poción mágica representados por Astérix.
En las competencias triunfaban sólo atletas griegos. Sopaconondas, presidente del senado olímpico, expuso a los senadores el problema que tendrían en el futuro si sólo triunfaban sus atletas, el turismo disminuiría, porque los romanos no querrían continuar asistiendo. Sopaconondas les propuso, como solución, hacer una carrera sólo para romanos, así al menos tendrían un ganador.
Panorámix y Astérix habían tenido la idea de inducir a los romanos a que bebieran la poción mágica con lo que serían descalificados, lo que efectivamente ocurre. Todos los romanos llegan juntos a la meta y Astérix a la zaga. Los galos reclaman que hubo trampa en la carrera porque los romanos habían usado una poción, los jueces les hacen mostrar la lengua y todos la tienen azul, signo de que habían tomado una bebida prohibida, menos la de Astérix por lo que es proclamado campeón y recibe la palma de oro.
Los galos regresan a su aldea en la misma nave que los había llevado hasta Grecia y en la fiesta de recepción cuando le pidieron a Astérix que mostrara la palma de oro, este les dijo que se la había regalado a alguien que la necesitaba más que él. Julio César, en Roma, muy contento con el triunfo de Claudius Mulus en las olimpíadas lo asciende a centurión y a Tulius Borricus a tribuno.
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