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Autoconocimiento



El conocimiento de sí mismo o el autoconocimiento, es el saber que una persona adquiere sobre ella misma, en términos psicológicos y espirituales, durante el curso de toda la vida, y sobre la base de sus propias experiencias y a la introspección.[1]

El conocimiento de sí mismo es un tipo particular de conocimiento en la medida que el sujeto que intenta conocer y el objeto a conocer están confundidos, o sea, se es «juez y parte» al mismo tiempo. Esta dificultad central hace imperativo que se exija objetividad.[2]

El conocimiento de sí mismo requiere honestidad y rectitud de pensamiento, espíritu crítico, y una cierta consideración en relación a la «mirada» exterior de los otros.[3]​ Debido a su naturaleza subjetiva, para que este conocimiento pueda cristalizar, se requiere cierta habilidad metacognitiva, así como cierto grado de lucidez personal que permita generar un pensamiento bien consistente.[4]

Si se tiene en cuenta la opinión de los grandes filósofos, pensadores, y escritores, que a través de los tiempos incursionaron en esta temática, surge que el conocimiento de sí podría tener ventajas bastante variables, e incluso en ciertos casos podría ser hasta contraproducente para aquel que acomete en esta línea de investigación.

Blaise Pascal por ejemplo opinaba lo siguiente :

Marguerite Yourcenar se refería al tema como una experiencia esencial :

Por su parte, Thomas Szasz afirmaba : « A menudo las personas dicen que aún no se han encontrado a sí mismas. Pero el sí mismo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea.[8]​ » Y el escritor y novelista Aldous Huxley nos dejó el siguiente pensamiento : « Sólo hay una pequeña parte del universo de la que sabrás con certeza que puede ser mejorada, y esa parte eres tú mismo.[9]​ » Y sobre este asunto, Lao-Tse señalaba : «El que domina a otros es fuerte; el que se domina a sí mismo es poderoso[10]​».

Pero no todos se expresaron positivamente sobre esta cuestión, como por ejemplo Anatole France quien afirmaba:

En cuanto a la célebre frase «Conócete a ti mismo»,[11]​ en realidad no es exactamente atribuible a Sócrates,[12]​ pues la misma estaba inscrita en el frontispicio (pronaos) del Templo de Apolo en Delfos. Pero indudablemente, el citado sabio griego de la Antigüedad, interpretó ese aforismo y lo potenció enormemente, atribuyéndole una marcada orientación ética y moral.[13][14]​ Sin duda posible, esta máxima figura entre las más destacadas y conocidas frases filosóficas.[15][16]

En relación con la relativa diversidad de los individuos y de sus respectivas filosofías de vida y objetivos de vida, el conocimiento de sí mismo puede responder a exigencias diversas, movilizando e interesando a algunas personas más que a otras, y a un cierto momento de sus respectivas existencias más que en otros momentos.

El «Conocimiento de sí mismo» puede tener las siguientes motivaciones principales :[17]

El asunto del conocimiento de sí mismo ante todo requiere una respuesta a la pregunta sobre qué es lo que debe considerarse el «yo».

Pero para responder a este interrogante, conviene explicitar mejor una serie de preguntas tales como las que se enumeran seguidamente :

Existen dificultades para contestar a estas preguntas, que en buena medida provienen de la imbricación e implicancias entre sí : por ejemplo, ¿cómo situarse personalmente en una respuesta que implica el orden cosmológico? ; ¿cómo percibir el lugar del ser humano en la sociedad y en la biósfera, sin haber explorado y aquilatado el propio universo interior?

Pero por otra parte, al abordar esta cuestión, demasiadas cosas reenvían al propio conocimiento y a los antecedentes vividos por el sujeto : "Me altero porque me pongo nervioso" … "Soy violento porque en mi niñez me ha faltado amor maternal" … "No comprendo muy bien qué podría contestar a este respecto, ya que lo que he aprendido hasta ahora es relativamente poco" … "Cuándo es que se pueden o deben detener las investigaciones sobre uno mismo" … "Cómo es que se deben integrar las observaciones aportadas por otros a las propias" … "Qué grado de incertidumbre o desorientación es que puede aceptarse" … "Qué importancia o significación se debe dar a lo que se haya podido elaborar sobre el conocimiento de sí mismo" …

Querer cambiar a otros sin antes haber pasado uno mismo por un cambio interior, plantea una problemática de primer orden : ¿Cómo es que será posible cambiar a otros, o al propio mundo, si no hemos pasado por la experiencia personal e íntima de al menos haber efectuado un cambio interior? La respuesta a este interrogante es bien simple : "No podemos". Por así decir, es primordial comenzar por el comienzo, y mirarse largo tiempo en el espejo con espíritu crítico (como si se tratara de otra persona). Abandonar caras ilusiones en relación a lo que somos o queremos ser es un buen principio, tal vez el único posible, hacia un cambio de mayor envergadura y alcance.[20]

Conócete a ti mismo (en griego: "Gnothi seauton" ; en latín: "Nosce te ipsum"), el lema que estaba inscrito en lugar destacado en el templo de Delfos, fue muy utilizado por Sócrates en las enseñanzas a sus discípulos,[14][33]​ iniciando así una tradición filosófica milenaria que solamente fue seriamente contestada 2500 años más tarde por Friedrich Nietzsche, que trastocó la fórmula inicial : « Cada cual es quien mejor puede conocerse a sí mismo » en « nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos ».[34]

De una forma o de otra, casi todos los filósofos occidentales siguieron esta línea socrática de pensamiento.[35]

Los filósofos socráticos fueron los primeros pensadores que rompieron con las formas míticas de pensamiento para empezar a edificar una reflexión racional. Es decir, fueron los primeros que iniciaron el llamado «paso del mito al logos »,[36]​ proceso propiciado por las especiales características de espíritu crítico y condiciones sociales que permitieron una especulación libre de ataduras a dogmas y textos sagrados. En este sentido, estos filósofos fueron tanto pensadores como cosmólogos y físicos y, más en general, «sabios».[35]

René Descartes por ejemplo, partió de esta idea en su análisis metafísico, con su famosa frase "Cogito ergo sum", o sea "Pienso, y por tanto sé que pienso, y por tanto tengo certeza de que pienso".[37][38][39][40][41]



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