No es este el único autorretrato que Tiziano realizara, pero sí el más famoso. Giorgio Vasari consignó otro (hoy perdido), realizado en 1550. Así mismo consta documentalmente un autorretrato en el que el artista estaba representado sujetando un retrato de Felipe II. Por desgracia este cuadro desapareció en el incendio del Palacio del Pardo. En la actualidad solo se conservan dos: uno en Berlín y el del Prado que nos ocupa.
Uno de los aspectos que más llama la atención de este autorretrato es la opción de representarse de perfil, lo que hacía necesario para su realización la utilización de varios espejos. A buen seguro que la pose elegida fue deliberada, probablemente en aras de asociar la figura a tipología de la numismática romana clásica. Es como si el artista, consciente de encontrarse en sus últimos años de vida, quisiera haber dejado una imagen suya para la posteridad. El pintor se representa con un pincel en la mano, y con una doble cadena de oro, que lo acredita como caballero de la Orden de la Espuela de Oro. El traje elegido, de color negro, establece un interesante contraste cromático con el blanco del cuello.
El cuadro fue adaptado a un marco oval en algún momento del siglo XVIII. Poco después volvió a adoptar su formato de origen, haciéndose necesarios algunos repintes en los extremos doblados.
Esta obra fue propiedad de Rubens, y en la subasta de sus bienes tras su muerte, fue adquirida por Felipe IV. Forma parte de la colección del Museo del Prado desde 1821.
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