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Bandidos rurales



Bandidos rurales es el duodécimo álbum de estudio del cantautor argentino León Gieco. Fue publicado en el año 2001 por el sello EMI y producido por León Gieco y Luis Gurevich.[1]​ El disco cuenta con la colaboración de grandes invitados y contiene canciones que se convertirían en clásicos de Gieco como “Bandidos Rurales”, un relato (cantado) de algunos de los más famosos bandidos de finales del siglo XIX y principios del XX en Argentina (cuenta con la colaboración de Ricardo Iorio en voces), “Las Madres del Amor” (participan Charly García tocando el órgano, Nito Mestre, Chizzo Nápoli, Gustavo Santaolalla en coros, y Ricardo Mollo en guitarra, entre otros), la potente “Ídolo de los quemados” (con Sixto Palavecino en el violín), “La guitarra” (que tiene en coros a Víctor Heredia) y “De igual a igual".

En este disco, León Gieco vuelve sobre sus temas preferidos: la defensa de los más débiles, el rescate de la memoria y el sincretismo de culturas. Una placa repleta de colaboraciones “famosas”. Bandidos rurales es un disco con un mensaje corrosivo que se inicia exaltando a legendarios bandoleros románticos, e historias que se remontan a comienzos de siglo. Western´rock, historias de vida, polvo, campo, caballos y guitarras son los ingredientes principales de este disco en donde León vuelve a intentar un gran abrazo que permite que en los créditos figuren músicos tan disímiles como Sixto Palavecino, Charly García, Víctor Heredia y Ricardo Mollo, entre otros. Y la temática trata sobre el rescate de los olvidados y perseguidos por el poder, la bandera de los derechos humanos, con palabras venenosas hacia los “malos de la película” siempre para la mirada progresista nacional. Aunque muchas veces bordee el cliché, la consigna se hace legítima en la voz creíble de Gieco. El tema que da título y abre el álbum, “Bandidos rurales”, reúne varias de esas características: es la historia de dos delincuentes famosos de principios de siglo, Vairoleto y Mate Cosido. La canción es un extenso blues con sonidos pampeanos (cortesía del violín toba sampleado de Anastasio Peñaloza y Don Custodio).

El álbum es un estandarte en favor de los derechos humanos y una declaración de principios del músico santafesino. En esta placa León homenajea a las Madres de Plaza de Mayo ("Las Madres del Amor" e "Ídolo de los quemados"), así como a los desposeídos que reclaman sus tierras ("Ídolo de los quemados", "Ruta del coya", en honor del poeta tilcareño Choquevilca) y a los discriminados por su nacionalidad o color de piel ("De igual a igual"). Y para darle nombre y una estética propia al disco, Gieco eligió "Bandidos rurales", una canción sobre personajes populares de las pampas. Seres hoy convertidos en leyenda, como es el caso de Mate Cosido y Vairoleto, son pintados como "bandidos rurales difícil de atraparles, igual que alambrar estrellas en tierra de nadie..." en la composición que da título al álbum y lo abre, casi como una declaración de principios. Tras la canción que hace referencia a los "bandidos populares de leyenda y corazón / queridos por anarcos, pobres y pupilas de burdel", Gieco homenajea a la "ciudad del sino" en la que la "sociedad está esperando un milagro" en "Buenos Aires (de tus amores)", y también habla de su llegada al mundo y a la música en "Sin querer". "Ídolo de los quemados", por su parte, es la canción en la que el santafesino fija su posición acerca de las cuestiones que marcaron y marcan a fuego a los habitantes de la Argentina, como la brecha socio-económica entre las capitales y los suburbios, la corrupción del poder, la falta de espacio, tanto físico como cultural, para los extranjeros limítrofes y los indígenas locales. Pero Gieco pasa factura desde un modesto sitial. "No me trates como un Dios / soy sólo un bolso que hace shows", dice desde la misma letra en la que advierte las limitaciones de su profesión y su condición de par con protagonistas y receptores de sus canciones: "Soy un guerrero más de este rock que está quebrado / Estoy para el mangazo, soy el ídolo de los quemados".

Siguen en Bandidos rurales la hermandad rioplatense en "Uruguay, Uruguay", "Ruta del coya", "Las Madres del amor" y "Canción para luchar", composición en la que Gieco explicita su elección de una "canción para decir las cosas que pocos dicen". "La guitarra", tema basado en un poema de Atahualpa Yupanqui, sigue en la abultada lista de temas y da paso a "De igual a igual", todo un alegato contra la discriminación hacia los seres que son "bolita en Italia", "colombo en Nueva York" y "sudaca en España", al tiempo que reclama igualdad de posibilidades respecto de quienes alguna vez llegaron a la Argentina en busca de una tierra más prolífica que la que dejaron atrás. "Europa no recuerda de los barcos que mandó / Gente herida por la guerra esta tierra la salvó", dice la letra de Gieco, que remata con un estribillo aún más contundente: "Si me pedís que vuelva otra vez donde nací / yo pido que tu empresa se vaya de mi país / Y así será de igual a igual". Cierran el disco "La memoria" -una canción que recuerda que los genocidas están sueltos, los inmorales gastos militares, el padre Mujica, Rodolfo Walsh, los padres palotinos y Angeleli, que hubo muertos en la AMIA y la Embajada de Israel, y cuestiona a la Justicia y a las Iglesias-, y una "sonrisa" hacia los "Viejos amores".

Es innumerable la cantidad de invitados presentes en esta placa de Gieco. Si bien esta es una modalidad habitual en su trayectoria, a lo largo de la cual entabló amistad con infinidad de artistas, el músico ya parece el personaje "Rodolfo" de su canción "Ojo con los Orozco", dado que "Tocó con todos / Por poco no tocó con Colón". Charly García, Ricardo Iorio (Almafuerte), Nito Mestre, Chizzo Nápoli (La Renga), Ricardo Mollo (Divididos), Andrés Giménez (A.N.I.M.A.L.), Víctor Heredia, Sixto Palavecino y Carlos Núñez son sólo algunos de los artistas que se sumaron a la placa con la que Gieco vuelve como solista después de cuatro años, justamente tras Orozco.



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