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Batalla de Concepción



1882

1883

El combate de Concepción —como se conoce en la historiografía peruana— o combate de La Concepción —como se conoce en la historiografía chilena— corresponde a la campaña terrestre de la Guerra del Pacífico en la fase de la Campaña de la Sierra.

Se desarrolló entre el domingo 9 y el lunes 10 de julio de 1882, entre tropas chilenas y peruanas, estas últimas apoyadas por milicianos, en la localidad de Concepción,[n 1]​ capital de la provincia homónima en el Departamento de Junín, a 22 km de la ciudad de Huancayo, en los Andes centrales de Perú.

Durante la campaña de la Breña o de la Sierra, se enfrentaron las fuerzas de ocupación al mando de Patricio Lynch contra la resistencia comandada por el coronel Andrés Avelino Cáceres, que había adoptado la estrategia de organizar un ejército en la sierra peruana. Por otro lado, los campesinos organizaron guerrillas que hostilizaban al ejército chileno de ocupación cuando este se aproximaba a sus poblados.

Para enfrentar tanto a las fuerzas de Cáceres como a las guerrillas, Lynch envió expediciones que se dividían en los distintos pueblos de las serranías. La primera expedición fue enviada bajo el comando de Ambrosio Letelier, la cual, si bien es cierto, cumplió su cometido de mantener cierto control en la sierra, cometió varios abusos contra la población civil y se apropió indebidamente de grandes sumas de dinero por lo que fue llamado a Lima y enjuiciado.[7]​ Una segunda expedición, bajo el comando del coronel Estanislao del Canto Arteaga, salió nuevamente hacia las montañas con el fin de destruir las fuerzas de Cáceres.

Esta campaña fue dificultosa para los soldados chilenos porque lejos de la costa se enfrentaron a enfermedades que hacían estragos entre sus filas, como el tifus, además de no contar con abastecimiento de ningún tipo, por lo que confiscaron alimentos, agua y ganado de las poblaciones por las que pasaban, lo que contribuyó a la formación de guerrillas y la incorporación de los campesinos de la zona al ejército de Cáceres, gracias a la acción del arzobispo Manuel Teodoro del Valle del Convento de Santa Rosa de Ocopa.

El 8 de febrero, llegó a Comas el contador de la hacienda Márancocha, Ambrosio Salazar, natural de Quichuay, quien fue enviado allí por Cáceres a organizar una guerrilla; sin embargo fue rechazado por los campesinos.

En la mañana del 2 de marzo, apareció en Comas una expedición chilena formada por un piquete de caballería al mando del teniente Ildefonso Álamos que tenía como misión la requisa de provisiones para la manutención de las fuerzas chilenas de ocupación que en ese momento se encontraban acantonadas en gran número en el poblado de Concepción. Tras indicar que a su regreso deberían tener listas las provisiones para su tropa, bajo amenaza de tomarlas por la fuerza, continuó su marcha hacia la hacienda Runatullo. Ante esta nueva situación, el alcalde de Comas solicitó a Salazar que retomara su encomienda. Ambrosio Salazar entrenó y armó a los pobladores en dos columnas de 30 rifles y 50 hombres con rejones y otras armas, y también mandó preparar galgas,[n 2]​ con los cuales logró la victoria en la emboscada de Sierralumi sorprendiendo a Álamos y recuperando el botín que había obtenido junto a algunas armas de los muertos. Salazar envió entonces un pedido al general Cáceres para que lo apoyara con fuerzas militares. A principios de marzo de 1882, la tensión entre los pobladores de la sierra central y las fuerzas chilenas había aumentando considerablemente, así lo señaló el corresponsal del diario chileno El Coquimbo refiriéndose a los sucesos de Sierralumi:

El 30 de marzo de ese mismo año, Salazar fue nombrado por Cáceres comandante militar de la plaza de Comas. Los guerrilleros comasinos tuvieron que confrontar la ausencia de armamento puesto que los campesinos solo contaban con rejones[n 3]​ al ser considerados sin cultura militar para portar armas. Disgustados por no recibir armamento, los campesinos arrestaron a Ambrosio Salazar a inicios de julio de 1882; poco después llegaron a la zona dos columnas caceristas que reorganizaron la guerrilla con las órdenes de atacar Concepción. Lo mismo ocurrió en otras comunidades campesinas de la sierra central donde también se organizaron columnas guerrilleras.

Salazar comandaba la columna «Cazadores de Comas» y la guerrilla de Andamarca, que los acompañaba armada con rejones y capitaneada por Hipólito Avellaneda.[2]

Las guerrillas campesinas siguieron activas hasta inicios del siglo XX, tomando las armas en 1882 y 1888.[9]​ A finales del siglo XX, conformaron las «rondas campesinas».

En junio de 1882, Cáceres tenía su base de operaciones en Izcuchaca. Allí, observando el despliegue chileno sobre el valle del río Mantaro, planeó encajonarlos en el valle, cortando la posible retirada hacia Lima, confrontándolos en cada pueblo. Cáceres dividió sus fuerzas en tres columnas: una al mando del coronel Máximo Tafur, otra al mando del coronel Juan Gastó y la última al mando del mismo Cáceres.

La columna de Tafur debía pasar por Chongos y Chupaca y atacar la guarnición chilena de La Oroya. La de Gastó debía avanzar por las alturas de los cerros del valle hasta Comas, junto con las columnas «Pucará n.º 4» al mando de Andrés Freyre y «Libres de Ayacucho» al mando de Francisco Carbajal,[2]​ donde se reuniría con los guerrilleros de Ambrosio Salazar para atacar al destacamento chileno de Concepción.[10]​ El general Cáceres debía combatir la posición chilena de Marcavalle y Pucará. Las columnas de Gastó y Cáceres deberían atacar las posiciones enemigas el 9 de julio y la columna de Tafur, una semana antes.

El poblado de Concepción era el extremo de la línea de avanzada del coronel Del Canto, donde al principio se habían acuartelado unos 99 soldados chilenos al mando del capitán Alberto Nebel Ovalle, con el objetivo de mantener una línea a partir de La Oroya, pasando luego por Huancayo, Tarma, y finalmente Concepción para controlar las acciones de Cáceres.[11]

El grueso del ejército chileno estaba en la ciudad de Huancayo, donde el coronel Del Canto recibió instrucciones de reforzar Concepción y encomendó, el miércoles 5 de julio, a la 4.ª Compañía del Batallón 6.º de Línea «Chacabuco» de 77 soldados al mando del capitán Ignacio Carrera Pinto, quien fue ascendido a este grado aunque no alcanzó a saberlo, y los subtenientes Arturo Pérez Canto y Luis Cruz Martínez relevar al capitán Nebel quien tenía once soldados enfermos de tifus y viruela. También acordó el repliegue de las fuerzas chilenas y el abandono de las plazas por falta de alimentos y medicamentos, teniendo además cientos de enfermos en las plazas ocupadas que necesitaban asistencia hospitalaria.[11]

El teniente coronel Marcial Pinto Agüero sostuvo que la situación del 6.º de Línea «Chacabuco» en Concepción era precaria. Del Canto prefirió primero evacuar a los enfermos al hospital de Jauja, escoltados por sus dos compañías, lo que dejaría sin apoyo a la compañía que comandaba el teniente Carrera Pinto en Concepción, quienes deberían esperar dos días para que fueran recogidos por Del Canto para escoltarlos hasta Tarma.

Al llegar la 4.ª compañía a su destino, se encontraron con el capitán Nebel y se procedió a evacuar a los enfermos. Resguardaban la plaza la recién llegada compañía de Carrera Pinto y 9 soldados de la compañía del capitán Nebel. Los acompañaban dos enfermos graves y dos cantineras, una de ellas embarazada.

Carrera Pinto distribuyó las guardias, hizo construir parapetos en los cuatro costados de la plaza y encomendó especial vigilancia hacia el cerro El León por el cual podría venir un ataque. Carrera Pinto observó que en el poblado solo se encontraban italianos y otros extranjeros en un hotel cercano mientras la población local mantenía una notoria distancia.

Varios retrasos relacionados con el transporte de enfermos en Huancayo, Jauja y Tarma impidieron a Del Canto iniciar el desalojo de las plazas. Carrera Pinto supuso que una grave dificultad habría retrasado a Del Canto.

El sábado 8 de julio, las fuerzas de Juan Gastó y Ambrosio Salazar partieron de Comas y llegaron en la noche a San Antonio de Ocopa, donde acamparon. Allí, el arzobispo Manuel Teodoro del Valle les informó sobre los movimientos de las fuerzas chilenas en Concepción. El domingo 9 de julio marcharon a Santa Rosa de Ocopa, pasando por Alayo, Quichuay y Lastay. Allí, Salazar decidió atacar Concepción solo con las fuerzas a su mando: la columna Cazadores de Comas y la guerrilla de Andamarca. El coronel Gastó decidió apoyarlo en el ataque. Ese mismo día se sumaron las guerrillas de Quichuay y de Vilca al mando de los hermanos Salazar, y la guerrilla de San Jerónimo al mando de Melchor Gonzáles.[2]

Después de abandonar Huancayo, la división chilena de Estanislao del Canto fue atacada por las fuerzas peruanas de Andrés Avelino Cáceres, lo que retrasó su regreso a Concepción. Además, a las 13:30 del mismo domingo, Del Canto había recibido una nota de Carrera Pinto que no indicaba problemas en Concepción.

El 9 de julio se celebraba el día de San Feliciano en Concepción, por lo que los pobladores realizaron la procesión acostumbrada al santo del pueblo[cita requerida]. Los oficiales chilenos fueron invitados por los italianos a un almuerzo en el hotel Huilfo. El capitán Ignacio Carrera Pinto desconfió de ambos sucesos pues esperaba un ataque en esos días, mantuvo a la tropa acuartelada y acondicionó defensas en la plaza. Once de sus soldados estaban enfermos de tifus. Asistió al almuerzo que finalizó violentamente y el estampido de un disparo activó su plan defensivo en la plaza.

Eran las 14:30 cuando las fuerzas peruanas aparecieron por la cima de los cerros Piedra Parada y El León de Concepción. Los habitantes de Concepción empezaron a salir del pueblo a resguardarse porque el combate podía extenderse a todo el poblado.

Carrera Pinto no podía abandonar Concepción, la superioridad numérica de los peruanos le era desfavorable, y tendría que defenderse hasta la llegada de Del Canto. Carrera Pinto ordenó dividir a sus tropas en cuatro secciones para defender las entradas a la plaza: en la esquina del norte, Pérez Canto, en la del noroeste, Cruz Martínez; en la del sudeste, Montt Salamanca; y en el sudoeste el mismo Carrera Pinto, dividiendo las tropas proporcionalmente en cada posición. Envió a un cabo y dos soldados hacia Huancayo para avisar de su situación. Los jinetes fueron muertos cuando llegaban al barrio de Alapa.

Las fuerzas peruanas empezaron a bajar de las alturas en dirección a la plaza. Los guerrilleros de Salazar por el sur desde el cerro El León y los soldados de Gastó por el norte desde el cerro Piedra Parada, cercando el pueblo, asaltando la plaza y atacando las posiciones chilenas. Las fuerzas chilenas mezclaron ataques a la bayoneta con fuego de sus fusiles,[6]​ los que generaban bajas en las guerrillas que no contaban con armas de fuego sino con rejones.

Gastó se instaló en la casa Valladares como puesto de comando para dirigir sus fuerzas y centro de socorro a los heridos. El ataque peruano continuaba, incluyendo francotiradores en los techos y ventanas, hasta que los chilenos retrocedieron hacia el centro de la plaza donde, por ser una posición muy expuesta, se replegaron ordenadamente al cuartel que tapiaron con muebles. Allí los soldados ocuparon posiciones defensivas, incluidos los heridos.

Eran las 19:00 cuando llegaron las guerrillas de Mito y de Orcotuna al mando de Aurelio Gutiérres y de Teodosio López, respectivamente. En la oscuridad de la noche, las fuerzas chilenas intentaron salir hacia Huancayo, pero no lo lograron y volvieron al cuartel.

Según la versión originalmente planteada por el historiador chileno Francisco Machuca,[12]​ el coronel Gastó envió un emisario solicitando la rendición de la guarnición, lo que sin embargo no es mencionado en los partes oficiales tanto peruanos como chilenos que refieren que ni bien se avistaron ambas fuerzas empezó el combate, dicha nota según Machuca obraba entre las reliquias de guerra conservadas por el mayor Arturo Olid y cuyo contenido era el siguiente:[13]

Carrera Pinto respondió en la misma nota de la siguiente forma:

A través del capitán Revilla, el coronel Gastó informó a Salazar que se retiraba por instrucciones superiores y además porque el teniente coronel Francisco Carvajal había sido herido, dejándole a Salazar la toma del cuartel. Se sumaron al ataque de Salazar once pobladores de Concepción con sus respectivos rifles, como el doctor Santiago Manrique Tello. Carrera Pinto ordenó una carga para forzar la salida. Fue herido en el brazo izquierdo al regresar al convento con el resto de la tropa chilena.

Salazar ordenó a Pablo Bellido y Cipriano Camacachi[2]​ rociar con combustible los techos del convento para obligar a salir a los chilenos, quienes respondían desde las ventanas del edificio. La cantinera que estaba en parto tuvo un niño. El cuartel en llamas fue abandonado por las fuerzas chilenas a las 12 de la noche, ocupando el local contiguo a la iglesia. En esa acción, fue muerto Ignacio Carrera Pinto. Así el mando recayó en el subteniente Julio Montt Salamanca. Durante la noche, los ataques fueron a intervalos. Los guerrilleros de Salazar ocuparon los techos y las paredes atacando a los chilenos en su última posición, quedando apenas 9 al mando del subteniente Luis Cruz Martínez y las cantineras.

A las 07:00 del lunes 10 de julio, llegaron las guerrillas de Apata y de Paccha al mando de Andrés Avelino Ponce y de Andrés Bedoya Seijas, respectivamente.[2]​ Los guerrilleros empezaron a abrir forados en el local que defendía Cruz Martínez. A las 10:00 ya no contaban con municiones, el fuego y el humo les obligaban a salir del recinto.

Dado que no hubo sobrevivientes chilenos,[3]​ no existen testigos de esa nacionalidad. Sin embargo, las fuentes chilenas, sobre la base de lo contado por dos testigos extranjeros[14]​ a Del Canto cuando llegó al pueblo, indican que el subteniente Cruz Martínez, mediante el grito «¡Los chilenos no se rinden..!», junto a cuatro soldados sobrevivientes cargaron a la bayoneta y fueron muertos al salir por las fuerzas de Salazar:

El soldado chileno Marcos Ibarra Díaz en su diario de campaña describe así lo que pudo haber sucedido al final de la batalla:

Otro testimonio sobre lo sucedido en el combate es el del italiano Carlos Rivetti:

Las fuentes peruanas, tanto primarias como secundarias, indican que depusieron las armas pero fueron muertos y descuartizados por las guerrillas de Ambrosio Salazar. El capitán Carrera Pinto, el subteniente Cruz Martínez y nueve soldados más fueron fusilados en la plaza de Concepción en represalia al saqueo e incendio de Huaripampa y la muerte de los familiares de los guerrilleros.

Tras el combate, el parte oficial de la batalla de Ambrosio Salazar indicó que «toda la guarnición chilena de Concepción, de capitán á tambor, [formada por] 79 [sic] hombres [había] sido totalmente exterminada, después de 17 horas de combate casi incesante».[3]​ Además, añadió que «fueron muertas también dos mujeres de los soldados, de tanto coraje, que en lo más recio del combate, animaban á los suyos en alta voz que continuasen peleando [y que había] sido encontrada muerta entre los montones de cadáveres una criatura recién nacida» y que otra, gemela de la anterior, había sido salvada viva por un vecino de Concepción,[3]​ aunque esto no se ha comprobado hasta la fecha. Asimismo, informó que las fuerzas peruanas habían tenido «más de 40 bajas, entre muertos y heridos»[3]​ que fueron auxiliados en el convento de Ocopa. Por otro lado, el comandante de la resistencia Andrés Avelino Cáceres, en sus Memorias, señaló que «no se salvó ni uno solo de los 76 [sic] hombres que componían el destacamento enemigo».[17]

En el parte elaborado por el comandante Pinto Agüero, inmediatamente después del combate, se menciona que «es de presumir» que los muertos y heridos peruanos «sean muy numerosos».[4]​ Por otro lado, el coronel del Canto señaló que al llegar a Concepción encontraron 280 muertos peruanos, entre ellos dos jefes y once oficiales.[5]

A las 18:00,[14]​ aparecieron las fuerzas al mando de Del Canto que, al ver a sus compañeros muertos, quemados, despedazados y profanados,[19]​ ordenó el fusilamiento de 18 de los 20 habitantes que habían quedado en Concepción y el saqueo e incendio del pueblo.[20][21]

Del Canto ordenó recuperar los corazones de cuatro oficiales —el capitán Ignacio Carrera Pinto, el teniente Julio Montt Salamanca, los subtenientes Arturo Pérez Canto y Luis Cruz Martínez— y enviarlos a Santiago en alcohol, los que se encuentran en la catedral de Santiago.

El mismo domingo 9 de julio de 1882, Cáceres atacó la división chilena Santiago en los poblados de Marcavalle y Pucará.

En 1912, sobre el terreno de la iglesia que se incendió, se levantó un obelisco que indicaba:

Contradiciendo el parte oficial de Ambrosio Salazar[3]​ y las memorias de Andrés Avelino Cáceres,[17]​ los historiadores peruanos Jorge Basadre Grohmann,[22]​ Emilio Luna Vega[23]​ y Carlos Milla Batres[24]​ han mencionado la presencia de sobrevivientes chilenos, aunque no los mismos; sin embargo, esto no se ha comprobado hasta la fecha.

El 9 de julio se ha conmemorado en Chile el Juramento a la Bandera a partir de 1939.[25]




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