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Batalla de Ibarra (1812)



Guerras de Independencia Hispanoamericana

La Batalla de Ibarra de 1812, conocida también como de San Antonio de Ibarra, fue una encuentro bélico ocurrido en las inmediaciones de la ciudad de Ibarra entre el 27 de noviembre y el 1 de diciembre de 1812. El evento, que se enmarca dentro de las Guerras de Independencia Hispanoamericana, enfrentó a las tropas del Estado de Quito y el Imperio español. La derrota quiteña ocurrida tras este evento supuso la desaparición de la fugaz nación que había nacido en el territorio de la Real Audiencia de Quito después de instalada la Segunda Junta Autónoma de Gobierno, que se había declarado independiente de España el 11 de octubre de 1811.[2]

Tras una travesía de cuatro meses desde España, el 9 de septiembre de 1810 entró en Quito el joven coronel Carlos de Montúfar, en su calidad de Comisionado Regio, quien fue recibido con honores por el Conde Ruiz de Castilla pero con algo de recelo por el resto de autoridades españolas, que veían descontentas el hecho por tratarse del hijo de Juan Pío Montúfar, II Marqués de Selva Alegre, y quien había presidido la Suprema Junta de Gobierno (tachada de independentista) en 1809 con su respectiva persecución por disidencia.[3]

Tan pronto arribó, el joven Montúfar decidió convocar una nueva junta; esta se denominaría Junta de Gobierno, y era un triunvirado formado por Ruiz de Castilla, el obispo José de Cuero y Caicedo y el propio Carlos Montúfar. Entre el 22 y el 25 de septiembre se realizaron diferentes reuniones en la Sala Capitular del Convento de San Agustín, en la misma se eligieron los miembros y representantes de la ciudad a la Junta Superior de Gobierno.[4]​ Para esta elección se tomó en cuenta a los tres estamentos, como en Francia: el clero, la nobleza y el pueblo llano; debiéndose componer entonces de un Diputado por cada cabildo de la Real Audiencia, dos del clero, dos de la nobleza y uno de cada barrio importante de la ciudad de Quito, escogidos estos últimos por el método de electores.[5]

Para el 9 de octubre de 1810, la Junta de Gobierno que fue originalmente leal a la corona hispana, volvió a declarar que no obedecería al virrey de la Nueva Granada, reivindicando los valores de la Junta del 10 de agosto de 1809; y dos días después el Conde Ruiz de Castilla, representante de la corona, fue obligado a renunciar a la Junta, que se declaró independiente ese mismo día.

El general Toribio Montes había llegado de España en calidad de Presidente de la Real Audiencia de Quito y Comandante General de las huestes realistas en reemplazo de Joaquín Molina, quien había perdido la confianza del Virrey de Perú, José Fernando de Abascal. Montes, un sagaz veterano de guerra, recibe el apoyo incondicional de sus superiores y procede a formar un ejército para recuperar los territorios de Quito, consistente en: tropas frescas reclutadas en Panamá, Lima y Guayaquil; además se le asignó la cantidad de cien mil pesos, extraídos de la Caja del Tesoro de Lima.[6]

Montes contaba con un ejército disciplinado, que luego de sortear una serie de obstáculos menores en la sierra centro, ingresa a la ciudad de Quito el 8 de noviembre de 1812, donde tiene lugar la llamada Batalla de El Panecillo contra las tropas de Carlos de Montúfar.[7][8]​ Al mismo tiempo, el gobierno quiteño presidido por Cuero y Caicedo convoca con carácter de urgente a todos los ciudadanos idóneos, comprendidos entre 16 y 50 años de edad, para la movilización y defensa de la nación en la ciudad de Ibarra, ya que habían perdido Quito en manos realistas; ordena además la ejecución de espías y traidores, e invoca a los bandos internos a la reconciliación y la paz amenazada por un enemigo común.[6]

Toribio Montes por su parte dispuso que el brigadier Juan Sámano, se dirigiese hacia el norte y persiga a las tropas quiteñas hasta el aniquilamiento y destrucción total de los insurrectos. El escuadrón quiteño organizó la resistencia en las inmediaciones de la ciudad de Ibarra, ocupando las alturas de Loma de Soles, Bellavista Alta, Loma de los Callipicos y de Los Óvalos; sin descuidar otras posibles líneas de operación enemigas en dirección a Zuleta y el centro urbano de la ciudad.[6]

La columna realista, alcanzó las inmediaciones de Atuntaqui alrededor del 12 de noviembre, donde decide acampar para el refrescamiento de tropas y caballos. Una patrulla de reconocimiento informó que los quiteños eran un ejército bien organizado que se había apostado en las alturas de la ciudad con fortificaciones de campo y trincheras en profundidad. Sámano convoca entonces a su Estado Mayor para una apreciación de situación, ésta decidió cambiar la estrategia hispana, enviando comisiones que propusieron una concertación sin consecuencias posteriores para los quiteños.[6]

El pacto propuesto por Sámano fue aceptado por los incautos quiteños, quienes cansados por una larga campaña para la que en realidad nunca estuvieron preparados, querían terminar todo esto lo más rápido posible, aun a costa de la postergación de sus aspiraciones libertarias. Ambos ejércitos marcharon juntos, y aunque el viaje debía terminar en Ibarra, donde firmarían los respectivos tratados, los jefes realistas estudiaron en detalle a las tropas quiteñas lideradas por Pedro de Montúfar y decidieron pernoctar en San Antonio, alegando que las tropas estaban cansadas, incumpliendo el ofrecimiento de concentrarse en Ibarra, conforme habían acordado previamente con Montúfar. Sin pérdida de tiempo y amparado en la oscuridad de la noche, Sámano procedió a fortificarse en aquel pueblo cercano a Ibarra, cerrando bocacalles e instalando cañones, en lugares sensibles. Inmediatamente envió postas para acelerar el arribo de refuerzos desde Quito, aunque estas finalmente nunca llegaron.[6]

Fernando Terán, párroco de San Antonio que era fiel a la causa quiteña, se dio cuenta de los ajetreos españoles y envió un mensaje a Pedro de Montúfar, informándole de la situación. En un inicio estas noticias no fueron escuchadas ni aceptadas en su verdadera dimensión; pero luego de la insistencia de los mensajeros con detalles inobjetables del engaño y traición del que habían sido víctimas, el ejército quiteño atacó a las 11:00 del 27 de noviembre desde los 4 puntos cardinales, conducidos por los generales Montúfar, Calderón, Gullón y Pólit.[6]

El coraje demostrado por los quiteños hizo que los españoles abandonen sus cañones y busquen refugio en la iglesia de la población, no sin antes caer varios de ellos abatidos por el fuego. Sámano había resuelto rendirse al rayar el alba del siguiente día; sin embargo, jugándose su última carta y antes de izar bandera blanca, corre el rumor de que estaba por llegar una división de tres batallones con tropas frescas, que se encontraban en las proximidades y listas a entrar en acción.[6]

La falsa noticia corrida por los españoles desmoralizó a las tropas quiteñas, a tal punto que se replegaron hacia Ibarra con su indecisa victoria a cuestas. Montúfar envió entonces una comunicación, proponiendo la capitulación para restablecer la armonía y la unión entre los pueblos español y quiteño, y que cuya causa común sería luchar a favor de Fernando VII y la expulsión de los franceses de España. El jefe español, estupefacto por estos acontecimientos inesperados, sale de su refugio y con engaños toma prisioneros a Calderón, Aguilar y Pólit, quienes son fusilados en el acto; mientras que el soldado francés Gullón, uno de los más valientes y heroicos defensores de las causas libertarias, fue herido en combate y después ahorcado.[6]

La ciudad de Ibarra resistió un par de días más, pero cayó el 1 de diciembre de 1812; entonces Toribio Montes dispuso el fusilamiento de más de 75 oficiales en la Plaza de Ajusticiamiento con el objeto que sus cuerpos reciban el escarnio de la gente de la ciudad. Desde ese día la plazoleta fue conocida como Plaza del Martirio.[7]

Varios personajes fueron tomados prisioneros tras la capitulación oficial, fechada el 1 de diciembre de 1812, como el presidente Cuero y Caicedo, el general Francisco Calderón (padre de Abdón Calderón) y Rosa Zárate, quien había dado aviso del avance realista, entre otros.[6][9][10]Carlos de Montúfar logró huir a su hacienda en el Valle de Los Chillos, donde tiempo después fue capturado y confinado a Panamá, logrando nuevamente escapar para enrolarse al ejército de Simón Bolívar con el grado de General, pero por causas del destino otra vez cae prisionero, para finalmente ser fusilado en Buga (actual Colombia).[6]

Finalmente, con las cabezas políticas y militares del Estado de Quito dispersas o muertas, el general Montes pudo restaurar por diez años más el dominio peninsular sobre la Real Audiencia de Quito.



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