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Batalla de Salzbach



La batalla de Salzbach —o batalla de Sasbach— se enmarca dentro de la guerra franco-holandesa y tuvo lugar el 27 de julio de 1675. Enfrentó a un ejército francés de 20 000 hombres al mando de Enrique de la Tour de Auvergne-Bouillon Mariscal de Turena y un ejército imperial al mando de Raimondo Montecuccoli de 25 000 hombres. La batalla terminó con la victoria del ejército francés pero la victoria se vio empañada por la muerte del Mariscal Turena.

La Guerra contra Holanda había sido preparada meticulosamente por Luis XIV. El rey francés había conseguido aislar a las Provincias Unidas y la alianza de Inglaterra y Suecia.

La guerra comienza en 1672 y las tropas francesas cruzan el Rin por el vado de Tolhuis el 12 de junio tomando el día 20 Utrecht.[1]​ Pero el mismo día, los holandeses abren los diques del Muiden y sumergen una gran parte de la provincia de Holanda, logrando la salvación de Ámsterdam.[1]​ Tras unas conversaciones de paz en las que Luis XIV exigió demasiado, Guillermo de Orange, futuro Guillermo III de Inglaterra, resulta elegido para estatuder haciéndose con el poder en Holanda y convirtiéndose en el alma de la resistencia holandesa y en el más encarnizado enemigo del rey sol.

En los siguientes meses Michiel de Ruyter vence a las fuerzas anglo-francesas en la batalla de Solebay y los franceses son obligados a retirarse por la rotura de más diques por parte holandesa.[2]

En 1673, Guillermo consigue que se le unan España, el Sacro Imperio Romano, Dinamarca y varios príncipes alemanes como el elector de Brandemburgo y el elector palatino. Al año siguiente Carlos II de Inglaterra pide la paz empujado por la opinión pública inglesa. De esa forma ahora es Francia la aislada frente a una coalición de una parte de Europa con el único apoyo de Suecia y Baviera. A pesar de todo logra tomar Maastricht pero se desplaza el escenario de operaciones y Luis XIV envía soldados al Franco Condado mientras Luis II de Condé se ve reducido a la defensiva en los Países Bajos y el Mariscal Turena en Alsacia.[2]

Turena a pesar de verse reducido a la defensiva logra la victoria en la batalla de Sinsheim (6 de junio de 1674) donde vence a Lorrains de Caprara, en la batalla de Entzheim (4 de octubre de 1674) vence a Alejandro de Bournonville, duque de Bournonville y en la batalla de Turckheim (5 de enero de 1675) donde vence al duque de Bournonville y a Federico Guillermo I de Brandeburgo.

Después de la victoria de Turckheim Turena marchó a París durante tres meses y en mayo se incorporó al ejército, que había pasado esos meses en Alsacia, para la nueva campaña en la que tenía que enfrentarse con 20 000 hombres al ejército imperial comandado por Montecuccoli que contaba con 25.000 hombres.[3]

Después de intentar tomar el puente de Altenheim mediante el engaño, Montecuccoli trasladó su campamento al norte, al pie de las montañas de la Selva Negra. El Mariscal Turena, al observar este movimiento trasladó su campamento al norte entre Estrasburgo y el ejército imperial. A pesar de ser junio, el tiempo era húmedo y el Rin y sus afluentes corrían muy caudalosos.[4]

En busca de avituallamiento, Montecuccoli marchó hacia el noroeste y acampó en Schertzheim, un pueblo a menos de diez millas al norte de Estrasburgo y a una milla y media del Rin.[4]

Turena reaccionó acampando cerca de Freistett, un pueblo entre Estrasburgo y Schertzheim, tres millas más cerca de Estrasburgo y más cerca del Rin.[4]

Después de conocer por un espía que las tropas imperiales esperaban un convoy con provisiones que bajaría por el Rin Turena se decidió a interceptarlo. Para tal efecto colocó baterías de artillería en varias islas que existían en el Rin mientras que en el canal principal ancló barcos llenos de soldados. Por estos medios Turena impidió que Montecuculi consiguiera provisiones y munición pero el costo fue muy importante porque las islas estaban en terreno muy pantanoso y malsano y los soldados más jóvenes se quejaban.[4]

Sin embargo no todo era malo para Montecuccoli. En la tierra que estaba a su espalda podía conseguir forraje y tenía comunicación con Offenburg desde donde podría poner en peligro el puente de Altenheim y cortar las comunicaciones de Turena.

Turena se dio cuenta de que no podía permanecer mucho tiempo así porque sufriría por falta de provisiones, debía tomar un paso decisivo.

Decidió subir por el río Rench y cortar las comunicaciones de Montecuccoli, la cuestión era donde cruzar ese río. Por fortuna un pastor le mostró un vado poco conocido en los bosques del valle del Rench, en un lugar desolado.[4]

Era principios de julio cuando Turena mando una brigada abrirse paso por el vado, porque no había camino y el terreno era muy pantanoso y tuvieron que cruzar por arroyos que les llegaba a la cintura. Cruzaron a la medianoche y comenzaron a hacer un puente que tardaron tres días en tener terminado.

Turena dejó una pequeña fuerza atrincherada en su campamento de Freistett, dejó también dos batallones irlandeses para proteger un valle, un poco más arriba. Luego cruzó el Rench con el resto de las fuerzas.

Mientras esto sucedía Montecuccoli había decidido un ataque nocturno contra Turena para el 23 de julio. Su plan consistía en atacar con la fuerza principal a su mando el campamento, que Caprara atacase a la retaguardia francesa y Carlos de Lorena atacaría el flanco derecho francés. El ataque debía ser simultáneo y la señal sería un cañonazo.

Tanto Caprara como Montecuccoli volvieron al campamento sin haber entablado combate pero Lorena si luchó.[4]

Turena, que conocía el ataque nocturno, tenía la intención de cortar la retirada a Montecucolli. Poco después de media noche estaba en marcha y con una espesa niebla avanzó sin ser detectado por el ejército imperial hasta que una avanzadilla compuesta por caballería entró en contacto con las tropas de Lorena. Al principio Carlos de Lorena llevó las de ganar pero al levantar la niebla, Turena envió un poco más de caballería y cuatro batallones de infantería que rechazaron al ejército imperial. Lorena, al enterarse que Turena era quien se encontraba frente a él con todo su ejército, prudentemente se retiró dejando más de 100 hombres muertos. Turena decidió no seguir a Carlos de Lorena porque creía que no sería prudente con la niebla pero cuando se despejó tomó la misma dirección. A las nueve llega a Gamshurst, una aldea cerca del río Acher al este de Schertzheim y Freistett.[4]

En la mañana del 25 de julio se produjo una escaramuza cerca de Gamshurst, entre las tropas de infantería de Turena y 2.000 hombres al mando de Carlos de Lorena, con el apoyo de alguna caballería y la escaramuza terminó con la retirada de Lorena. Ese mismo día Montecuculi estuvo a punto de quedar encerrado y tuvo que marchar por la noche de Schertzen y marchó a Biihl, a cinco millas al norte de Achern y cerca de seis de Baden. Turena marchó con su ejército a un pequeño pueblo situado a cerca de dos millas y media de Gamshurst.

Montecuccoli ansioso de unirse con Caprara y Carlos de Lorena bordeó la Selva Negra, por el camino de Bühl a Sasbach, una pequeña ciudad cinco kilómetros al sur de Bühl. Turena se situó entonces en Achern a una milla al suroeste de Sasbach. Montecuccoli estaba muy seguro en sus posiciones. Envió algunos infantes para ocupar una iglesia rodeada por un foso que servía para bloquear el valle muy estrecho que conduce a la ciudad.[4]

En la mañana del día 27 Turena observó las posiciones imperiales y llegó a la conclusión de que teniendo que pasar un desfiladero y con la iglesia la posición era inconquistable. Después pasó a un terreno alto a reconocer el ala derecha enemiga y la encontró cubierta por arroyos, bosques y trincheras. Después reconoció el flanco izquierdo donde observó que Montecuccoli no había tomado precauciones. Se dio cuenta de que existía un desfiladero un poco más allá del enemigo a la izquierda por donde podía deslizar algunos hombres en la cabecera del valle.[4]

Ese mismo día 27 Turena escribió una carta al Luis XIV describiendo su posición y su plan de ataque. Luego montó a caballo y cabalgo hasta una colina que dominaba el escenario de la acción. Con anterioridad Turena había sido por lo general reservado en cuanto a sus esperanzas de éxito, nunca se declaró seguro de ello pero aquella tarde le dijo a sus generales “Ya está hecho, no se me pueden escapar, ahora voy a cosechar los frutos de esta campaña fatigosa” Mientras que sus propios hombres marcharon hacia el desfiladero que conduce al valle en el que Montecuccoli estaba acampado, Turena desmontó y se sentó debajo de un árbol para comer y descansar.

Un movimiento del ala izquierda imperial sirvió a Turena para comprender que la batalla había empezado. La lucha empezó en serio y un abundante fuego de fusilería sacudió la derecha francesa, en el extremo superior del valle, donde los imperiales se habían encontrado repentinamente encerrados cuando los cañones franceses abrieron fuego causando grandes bajas a las tropas imperiales.

Turena que como dijimos estaba descansado debajo de un árbol, al empezar la batalla, montó en caballo para ver la acción y el progreso de la batalla de cerca.

Preocupado por mantener a su joven sobrino, el duque de Elboeuf fuera del peligro le dijo al muchacho: “Quédate donde estás, que se sabe que me acompañan siempre a caballo y me reconocerán”.[4]​ El Marqués de Saint Hilaire y a otro oficial preguntaron a Turena sobre las disposiciones que debía tomar la columna de ataque, Turena subió a una altura que se encontraba cercana. Montecuculi observó una capa roja y ordenó a los artilleros que se hiciera fuego en aquella posición. Saint Hilarie se encontraba pidiendo al Mariscal si aprobaba la posición de las tropas cuando Turena se inclinó en el pomo de su silla. El caballo comenzó a andar y cuando se detuvo Turena cayó de la silla de montar en los brazos de sus asistentes. Dos veces abrió los ojos y entonces los cerró para siempre. La misma bala arrancó el brazo a Saint Hilaire.[4]​ Se hicieron grandes esfuerzos por ocultar la muerte del Mariscal sin embargo las lágrimas que el duque de Elboeuf vertía en un manto que cubría algo en el suelo y los soldados comprendieron la catástrofe. Para Montecuccoli, que había escapado de la muerte por los pelos y cuyo caballo había muerto por un cañonazo, la muerte significó rescatar de la grave derrota una esperanza. Pero cuando conoció la noticia exclamó:” Un hombre se ha perdido que era un honor para la humanidad.[4]​” Montecuccoli que conoció pronto la muerte del Mariscal no aprovechó la consternación en que se hallaba el ejército francés pero sabiendo de la importancia de la baja del Mariscal no quiso arriesgar más tropas.

El ejército francés, enfrascado en la batalla cuando falleció su Mariscal, se mantuvo en la misma situación en la que se encontra en aquel fatídico momento. El centro y el flanco izquierdo del ejército francés se encontraba enfrascado en la batalla mientras que el ala derecha aún no había llegado al lugar asignado.[5]

La inesperada muerte de su general hizo que apareciese la desunión entre los dos Tenientes Generales que servían bajo sus órdenes que eran el Marqués de Lorge y el Marqués de Vaubrum y esta desunión motivó que la derecha parase su marcha y no se alinease junto al centro y al flanco izquierdo.[5]

El ejército de Montecuccoli creyendo encontrarse en una posición ventajosa para recibirlos no avanzó para sacar ventaja de la desunión de los Tenientes Generales porque pensaba que era arriesgado atacarlos situados como estaban en un cerro y con un arroyo que cruzaba el frente francés.

Con esa inactividad imperial no es de extrañar que las tropas de Montecuccoli encerradas empezaran a retroceder de manera desordenada y suerte tuvo Montecuculi de no perder en aquel día todas sus tropas.[4]

La gran oportunidad de una victoria francesa tanto tiempo esperada por el Mariscal se escapó con su muerte. Al día siguiente tuvo lugar una nueva batalla, la batalla de Altenheim, donde los imperiales perdieron 5.000 hombres y los franceses 3.000 pero el ejército francés tuvo que cruzar el Rin y abandonar Alsacia.[4]​ Luix XIV no tuvo más remedio que desplazar a Luis II de Condé desde Luxemburgo para hacerse cargo de las tropas del fallecido Turena. Luis XIV decidió enterrar a Turena en Saint-Denis donde recibían sepultura los reyes de Francia.




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