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Batalla de las Islas Egadas



La batalla de las Islas Egadas fue un enfrentamiento militar naval que tuvo lugar el 10 de marzo de 241 a. C. que disputaron los cartagineses dirigidos por Hannón el Grande y los romanos encabezados por Cayo Lutacio Cátulo. El choque acabó con la victoria de los segundos y fue el culminante de la primera guerra púnica.

Los años que precedieron a la batalla fueron de relativa calma. Roma carecía de flota —los barcos que poseía al inicio de la guerra habían sido destruidos en la batalla de Drépano y en la tormenta que siguió—. Cartago, no obstante, tomó una pequeña ventaja de esta situación. Las hostilidades entre las fuerzas romanas y cartaginesas se estancaron gradualmente, comenzando con operaciones a pequeña escala en Sicilia. El general cartaginés Amílcar Barca se hizo lento al momento de completar su ventaja en la isla y, probablemente debido a esto, en 242 a. C. Roma decidió construir una nueva flota y recuperar su supremacía naval.

A pesar de haber tomado esta resolución, después de veinte años de guerra las finanzas de la República se encontraban en pésimo estado, las arcas monetarias estaban vacías. Un movimiento popular se formó rápidamente para contrarrestar esta dificultad, en una típica forma romana: los ciudadanos ricos, solos o en grupos, decidieron mostrar su patriotismo y financiaron la construcción de un barco por cada uno. El resultado fue una flota de aproximadamente doscientos quinquerremes, construidos y equipados sin gastos públicos.

La nueva flota fue completada en 242 a. C. y confiada al cónsul Cayo Lutacio Cátulo. Las derrotas navales sufridas en el pasado sirvieron en esta ocasión como invaluables muestras de experiencia. Las naves romanas eran ahora más resistentes a las adversas condiciones climáticas, habiendo abandonado el corvus. Cátulo sólo tuvo que esforzarse en instruir a las tripulaciones en maniobras y ejercicios antes de dejar aguas seguras. El resultado fue una flota en la cima de sus capacidades militares.

En Cartago, mientras tanto, las noticias de las actividades enemigas no fueron recibidas en vano. Una nueva flota cartaginesa fue construida, de 250 naves alrededor, y soltada al Mediterráneo bajo el mando de Hannón el Grande (el general derrotado en Agrigento y en el cabo Ecnomo).

El primer movimiento de Cátulo fue sitiar la ciudad siciliana de Lilibea (hoy Marsala) una vez más, bloqueando su puerto y conexión con Cartago. Se intentó con esto, aparentemente, cortar las líneas de comunicación y suministro de Amílcar Barca. Para el resto del año, Cátulo esperó por la respuesta cartaginesa.

La armada cartaginesa arribó a aliviar el bloqueo el año siguiente 241 a. C. Hannón se detuvo cerca de las islas Egadas para esperar favorables vientos que lo llevaran a Marsala. Sin embargo, la flota cartaginesa fue descubierta por exploradores romanos y Cátulo se vio obligado a abandonar el sitio para enfrentarse con sus enemigos.

En la mañana del 10 de marzo, el viento sopló a favor de los cartagineses y Hannón inmediatamente izó las velas. Cátulo midió el riesgo que habría de correr entre atacar con el viento en su proa y el riesgo en dejar llegar a Hannón a Sicilia para encontrarse con Amílcar Barca. A pesar de las condiciones desfavorables, el cónsul decidió interceptar a los cartagineses y ordenar formación de batalla. Mandó quitar los mástiles, velas y cualquier equipo innecesario para hacer más livianas las naves en aquellas duras condiciones. Cátulo no podía unirse a la batalla debido a las lesiones ocasionadas en un reciente combate, entonces en la actual batalla la flota pasó a manos de su segundo, el pretor Quinto Valerio Faltón.

En el siguiente combate, los romanos obtuvieron una gran movilidad y agilidad en el agua, debido a los equipos de que se habían privado; los cartagineses, por su parte, estaban cargados con provisiones y equipos muy pesados lo que le restaba movilidad. Las tripulaciones cartaginesas estaban también reclutadas en forma apresurada y muy poco entrenadas. La armada romana ganó pronto una buena posición, usando su capacidad de movilidad para embestir los barcos cartagineses. Cerca de la mitad de la flota cartaginesa fue destruida o capturada. El resto sólo fue salvado por un abrupto cambio en la dirección del viento, que aprovecharon para escapar de los romanos.

Luego de su decisiva victoria sobre la armada cartaginesa, Cátulo renovó el sitio y conquistó Lilibea, esparciendo a Amílcar y a su ejército en Sicilia, entre las pocas fortalezas que aún controlaba Cartago. Sin recursos para construir una nueva flota o para reforzar las tropas terrestres, Cartago admitió su derrota y firmó un tratado de paz con Roma, dando conclusión así a la primera guerra púnica.

Para celebrar su victoria, Lutacio Cátulo construyó un templo en honor a Juturna en el campo de Marte.



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