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Belisario Torres



¿Qué día cumple años Belisario Torres?

Belisario Torres cumple los años el 4 de septiembre.


¿Qué día nació Belisario Torres?

Belisario Torres nació el día 4 de septiembre de 1863.


¿Cuántos años tiene Belisario Torres?

La edad actual es 160 años. Belisario Torres cumplirá 161 años el 4 de septiembre de este año.


¿De qué signo es Belisario Torres?

Belisario Torres es del signo de Virgo.


Belisario Viterbo Torres Otoya n. (Samborondón, 4 de septiembre de 1863 - f. Quito, 21 de enero de 1912), fue un militar, político, revolucionario liberal y periodista ecuatoriano.

Su nombre original fue Belisario Viterbo Gómez Otoya. Al parecer, hijo de Abelardo (su otro nombre, posiblemente, Bernabé) Gómez Castrillón (n. Guayaquil, 1837 — f. Guayaquil, c. 17 de agosto de 1891), Teniente de Fragata de la Armada Nacional, y de María del Rosario Otoya y Vera (n. Provincia de Los Ríos, 1840 - m. Guayaquil, 1900).

Es probable que la madre se haya hecho cargo del niño Belisario Gómez en los primeros años, más al contraer nuevo compromiso con el agrimensor municipal Francisco José Landín, habría entregado el cuidado del menor a la familia paterna del mismo. De esta nueva relación de su madre, proceden sus hermanos Coronel Camilo e Ingeniero Francisco Landín Otoya. Sin duda, mantuvo la relación con su madre, pues ambas familias se frecuentaron por varios años. Igualmente, miembros de la familia Martínez-Torres la presencia de los Landín en sus reuniones sociales.

Así, pasó a ser adoptado por su tía paterna, Petra Gómez Castrillón (n. Guayaquil, 1829 — m. Guayaquil,1880), casada con el coronel Antonino Torres. Hacia la edad de siete años, aparece ya como Torres en los censos municipales de 1871, viviendo junto a otra menor, Ignacia Neira Hermida, nacida en Cuenca, Ecuador (esta niña fue adoptada, sin cambiar sus nombres por los esposos Cornejo-Gómez); más, curiosamente, viviendo junto a ellos y luego en la casa de la familia Torres-Lascano, a unas cuantas casas de ahí, en el mismo barrio tradicional de Las Peñas.

Todos sus estudios los realizó en su ciudad natal, y al culminarlos se dedicó al comercio al tiempo que hacía sus primeras intervenciones en el campo de la política.

Casó con Mercedes Lascano García. Siendo hijos de este enlace:

Sus nietos fueron los Torres-Bueno, Martínez-Torres, Torres-Vera, Granja-Torres,Camino-Torres y Torres-Aguilar.

Antes de su matrimonio, tuvo una hija natural a quien llamó Dolores Torres, origen de los Cruz Torres.

El 1 de febrero de 1888, junto a Manuel Martínez Barreiro fundó el «Diario de Avisos» de Guayaquil, por medio del cual defendió ardorosamente los ideales liberales. El mismo era editado en la Imprenta Comercial, talleres propios ubicados en la calle Orellana número cuatro. Su formato fue mediano, a cuatro planas, con tres columnas.

A través del Diario, puso al servicio de muchos su espíritu filantrópico. En 1891, Manuel de J. Calle llegará indigente a Guayaquil, y Torres lo pone bajo su protección, incluyéndolo en la nómina del Diario de Avisos, en donde llegaría a ganar hasta 40 sucres al mes, cifra importante para entonces.

Manuel de J. Calle, ya convertido en el más famoso periodista del país, publicó un artículo de remembranzas de la época dorada del vespertino:

Cosa parecida hace en 1893, cuando lleva a su amigo José Abel Castillo a que dirija la contabilidad y la administración del mencionado Diario, más al año lo hace comisionista de la empresa editora de la obra «El Ecuador en Chicago». Siendo el Diario de Avisos el periódico liberal por excelencia, el 18 de abril de 1895, el entonces presidente Luis Cordero Crespo aplicó el ya famoso “7 y 20” como sanción al Diario: 7 días de prisión para Belisario Torres, por su calidad de propietario del medio de comunicación, y a Juan Felipe Carbo, como redactor del mismo, y 20 pesos de multa.

El Diario de Avisos encontró su fin en el Incendio Grande que devoró casi la totalidad de Guayaquil en 1896.

En 1894, todavía como uno de los dueños del «Diario de Avisos», de tiraje vespertino, nombró como Director a Luis Felipe Carbo y Amador, prestándole el apoyo del medio para la publicación de la obra «El Ecuador en Chicago»: La Obra resultó muy hermosa. Impresa en papel couché de lujo con gran cantidad de vistas y fotografías, constituye el mejor y quizás único recuerdo que se tiene del Guayaquil anterior al incendio Grande de 1896. Carbo se entendió en la distribución y venta a nivel nacional pues siempre había sido un excelente comerciante. Los ejemplares se agotaron casi enseguida y hoy constituyen rarezas bibliográficas. «El Ecuador en Chicago» es un clásico en la bibliografía nacional. En 1909 el Presbítero Juan Bautista Ceriola en su obra «Compendio de la Historia del periodismo en el Ecuador» al referirse a dicha obra dijo que era «la mejor Monografía de la República por sus interesantes datos históricos, estadísticos, geográficos y por la profusión de sus grabados». En su redacción intervinieron Tamayo, Carbo y Campos.

Posteriormente, intervino de manera significativa en todos los movimientos y acciones que culminaron el 5 de junio de 1895 con el triunfo de la Revolución Liberal, luego de lo cual concurrió, bajo las órdenes del propio general Eloy Alfaro, a la campaña del interior. Asistió a los triunfos de Socavón, Chimbo y Gatazo, y finalmente entró con los vencedores en Quito. Sobre la Batalla de Gatazo tenemos un documento de primera mano en el relato que el mismo coronel Torres realizó pormenorizadamente; informe que fuera mandado a publicar en el Registro Oficial N°. 351 de 1895. El parte está firmado el 18 de agosto y dice:

En 1896, ante la marcha de las fuerzas conservadoras desde la ciudad de Cuenca, al mando del coronel Vega, el general Alfaro lo nombra Comandante de Armas del Azuay. Subió desde la costa con el Batallón Segundo de Línea, vence en la batalla de Tanquís y llega el día 5 de julio a dicha ciudad: Inmediatamente, empieza a organizar las defensas de la urbe, pues Vega, pacificada la ciudad había marchado hacia Riobamba. Se cuenta que Torres exigió a veinticinco ciudadanos, de los más acaudalados, su contingente económico para solventar los gastos de la campaña.

Enterado Vega de la revancha liberal sobre Cuenca, deja a media lucha Riobamba y regresa al Azuay, dejando extrañados a los liberales por este error, pues, de haber tomado a Riobamba, era seguro que caía Quito y se habría terminado el dominio liberal. Este error táctico fue aprovechado por Eloy Alfaro, quien toma el camino hacia Riobamba, a donde llegó escoltado por Rafael Arellano, Emilio María Terán, Leonidas Plaza y Julio Andrade. Al poco tiempo, llegan refuerzos desde Guayaquil a las órdenes del General Francisco Morales. En Boliche encontraron a los enemigos y triunfaron los liberales. Alfaro podía decir que dominaba en la Provincia del Chimborazo; pero no por ello las guerrillas conservadoras dirigidas por Folleco, Donoso y otros, entre los que se contaba el joven Gabriel García del Alcázar, hijo de Gabriel García Moreno, dejaron de hostilizarlo.

Vega llega a Cuenca y se entabla cruento combate entre liberales y guerrilleros: Ganaron los conservadores con graves bajas y entraron en Cuenca. Era el 5 de julio de 1896. Por el lado liberal se lamentó la pérdida del doctor Luis Malo Valdivieso y cayeron prisioneros los coroneles José Félix Valdivieso, José Peralta, Belisario Torres y León Vallés Franco.

Mientras tanto, la guerra contra los conservadores continuaba. El 11 de agosto “los azules” atacaron Píllaro, igual cosa sucedió el mismo día, en Latacunga donde Melchor Costales triunfó en dura lid. Leonidas Plaza contraatacó el 15 y ocupó Píllaro que había sido evacuada por Folleco. Pedro Concha Torres le secundó y en brillante acción de armas derrotó a los conservadores en Daldal y completó la labor de Plaza terminando las guerrillas en el centro de la República. Los cabecillas fueron a guardar prisión en el Panóptico de Quito, construido por orden de García Moreno para «todo malandrín que agite la República con asonadas y escándalos».

Cuenca se mantenía en manos “azules” y era el último obstáculo para la completa pacificación de la República. Las acciones empezaron el 23 de agosto de 1896, no sin luchar a sangre y fuego porque se combatió con denuedo y tesón en ambos bandos, realizándose proezas de heroísmo al grito de «¡Viva la Patria!» «¡Viva Dios!» «¡Viva Alfaro!» y «¡Viva Vega¡». La victoria fue de Alfaro. Los prisioneros fueron liberados, y con ellos, el Coronel Torres

En 1899, se encuentra ocupando el cargo de director del Muelle de Guayaquil, cargo del que quiso renunciar. Sobre el particular, se detalla lo siguiente:

Para 1903, pasa por apuros económicos, según, lo relatan Díaz Cueva y Fernando Jurado Noboa: En febrero de 1903 tuvo un aprieto y por una deuda de 300 sucres fue llevado preso, en esa época este tipo de actos eran públicos como para amedrentar socialmente: al pasar cogido del alguacil por el bulevar, en casa de los Morla, estaba sentado en su oficina de Carros Urbanos Emilio Estrada. Al verlo así, le pregunta la causa y oída la respuesta del Coronel, le replica al alguacil: «Suelte a ese hombre y entre por la plata». Pocas horas después recibe una carta del Coronel Torres, en que le dice: «La gratitud no es la compensación de un favor recibido, sino simplemente el sentimiento que nos hace recordar que somos deudores de ese favor».

Durante la segunda administración de Alfaro, fue nombrado Ministro de Hacienda mediante Decreto Ejecutivo del 21 de marzo de 1908, manteniéndose en el cargo hasta el mes de julio del mismo año. Para tal finalidad debió trasladarse a Quito con su familia, para lo cual arrendó un inmueble en el casco céntrico de la ciudad, que era la segunda casa entre las calles Salvador y Paredes. Diagonal a la casa residían las hermanas Bueno Chiriboga, hijas del hogar formado por César Bueno Landázuri y Mercedes Chiriboga Dávalos, con quienes la familia entabló cordial amistad. Belisario prestó atención a la menor de las hermanas, de nombre Inés, de catorce años, con el fin de prometerla a su hijo Antonino Torres.

Mediante Decreto N°. 612 publicado en el R.O. 1013 de 21 de julio de 1909, El presidente de la República lo nombra Interventor Fiscal de las cuentas del Ferrocarril del Sur.

Luego del pronunciamiento que a finales de diciembre de 1911 desconoció al gobierno de Carlos Freile Zaldumbide por parte del General Pedro J. Montero, marchó a la campaña del interior al mando de la primera división del ejército revolucionario para enfrentar, en calidad de Jefe de Operaciones, a las fuerzas del gobierno comandadas por el general Leonidas Plaza. Acompañado de una sección de la Cruz Roja, acampa inicialmente en Huigra, más casi inmediatamente avanza al norte de la población a poca distancia del Pueblo, acampando en una hondonada de paso obligatorio para quienquiera que quisiera salir o entrar a la ciudad. Sin embargo, algunos, por las características geográficas del sector, han considerado que se trató de un error táctico que fuera posteriormente determinante para la derrota sufrida.

El día 8 de enero empezaron las comunicaciones entre los jefes liberales para tranzar esta difícil situación y lograr la paz y unidad del Partido Liberal. Las filas del ejército oficial estaban al mando del General Julio Andrade Rodríguez, quien, a pesar de los acercamientos existentes, tenía órdenes de no interrumpir las operaciones. Conforme a las reglas de la guerra, por su parte, el Coronel Belisario Torres se mantuvo en tregua, más aún cuando él mismo había sido encomendado por el mismísimo general Eloy Alfaro para hacer la entrega de los argumentos de los ejércitos del Litoral.

El general Julio Andrade fue designado por el general Plaza como Jefe del Estado Mayor de las huestes oficiales para dar caza al enemigo apostado en las afueras de Huigra, hacia la localidad de Pasán. Llegado Andrade a Alausí, población de la cual tomó posesión inmediata, recibió comunicación del coronel Torres, cuya misiva fechada el 8 de enero de 1912, dice:

Los parlamentarios enviados por el coronel Torres habrían propuesto francamente la propuesta de este, que era fusionar ambos cuerpos del Ejército y proclamar al comandante Julio Andrade en calidad de Jefe Supremo, pues tal era el parecer de Eloy Alfaro expresado al Comandante Montero en Guayaquil.

Andrade dio contestación a la misma, y lo que supondría una tregua conforme a las normas de la Guerra reconocidas internacionalmente en la época, no fueron respetadas por los gobiernistas, cuyo única consigna era aplastar a Alfaro y sus allegados. Mientras Belisario Torres esperaba noticias que posibilitaran una "reconciliación" del Liberalismo, se le dio a Andrade la consigna que esto no le impidiera seguir con los movimientos del ejército. Jorge Pérez Concha relata que, «Belisario Torres... había recibido informaciones enviadas desde Guayaquil por el señor General Don Flavio E. Alfaro, como Director Supremo de la Guerra, según las que, entre las fuerzas constitucionales, estaban los batallones Ayacucho y Pichincha, dispuestos a incorporarse en las filas revolucionarias», lo que habría dado un exceso de confianza al coronel. De ahí que fuera el adelanto de las tropas gobiernistas sin respeto a las reglas bélicas, las que habrían determinado una situación desventajosa para Torres y no, como anotó posteriormente el señor general Ulpiano Páez, que hubiera tomado posiciones: «las más adecuadas para que el Ejército del Interior lo envolviera y copara, porque para embotellar a esas fuerzas, ni de adrede podría presentárseles mejor oportunidad».

El Gobierno de Quito rechazó cualquier fórmula de arreglo destinado a lograr la paz entre las facciones y dispuso la marcha sobre Huigra para reprimir y confundir a los rebeldes. A pesar de que en Quito conocía de la inferioridad numérica de las tropas de Torres, en número y elementos militares, acumularon más tropas para la lucha. El día 11 de enero, en las alturas de Pasán, resultado de los movimientos que se habrían practicado desde el día 6 sobre los flancos de las tropas del Litoral, se entabló combate con las tropas del coronel atrincherado en la hondonada.

Desde las 10 de la mañana hubo tres combates combinados sobre Huigra y se derrota a las fuerzas alfaristas en Peñancay y Tambo; en Yalacay y Tilango, y en Guabalcón y Turmos así como en la línea férrea. Se luchó palmo a palmo desde la quebrada de Yalancay hasta la Plaza de Huigra.

Finalmente, se tomaron armas, municiones y 300 prisioneros, entre ellos, al Jefe de la División, don Belisario Torres. Vencieron las fuerzas de la Sierra, en palabras de Carlos A. Rolando, «porque acometieron con ciencia y eran más numerosos».

Acabada la lucha, a la que se llamó La jornada de Yalancay, las tropas de Quito entraron a Huigra el 11 de enero de 1909.

Fueron tomados prisioneros junto al coronel Belisario Torres, entre los principales, los siguientes: coronel Apolinario Campi, los tenientes coroneles y sargentos mayores Camilo Landín, R. Vera, J. Vicente Alvarado, Carlos Chichonís, Carlos Martínez, J.J. Arellano y Guillermo López.

Como ya se tenía conocimiento de la actitud plenamente hostil que en todos los pueblos de tránsito se manifestaba, el Gobierno y la Policía dictaron aparentes medidas para evitar que en la capital se ofendiese a los detenidos de alguna forma, más, como sabemos, esto no fue más que un ardid formal para encubrir la conducta bárbara que el odio enfermizo de los detentadores del Poder en Quito tenían hacia el "Viejo Luchador". Sólo en Guamote, la población se mostró respetuosa de la condición de los prisioneros, en las demás, los vecinos se arremolinaban alrededor de los vagones del tren para apedrearlos. La furia fue in crescendo, hasta que en Latacunga, el mismo gobernador de la ciudad pretendió entregar a los detenidos a las masas para que fueran despedazados; a lo que se opuso firmemente el Capitán Martínez, jefe de la escolta, quien logró llevarlos hasta la ciudad de Quito.

Conociendo que en la estación de Chimbacalle se había aglomerado mucha gente del pueblo para esperar la llegada de los prisioneros y que cada vez más afluía gente a ese lugar, el Ejecutivo ordenó que el tren que los transpotaba se detuviera a más de dos leguas de distancia de la llanura de Turubamba con el objeto de hacerlos llegar a altas horas de la noche, esperando que, por lo avanzado de la hora, se despejase la muchedumbre. El tren se mantuvo en Turubamba desde el viernes 19 de enero hasta las tres de la mañana del día 20, hora en que llegó a Chimbacalle.

Como no todos los manifestantes se habían retirado de la estación, se dio la orden que mucho antes de llegar a Chimbacalle se sacara a los prisioneros de los vagones para que entraran caminando por sendas desiertas a la Capital. Atravesando dehesas por el camino que une la Parroquia de Chimbacalle con La Magadalena, precisamente el cual es conocido como "El Arco de la Magdalena", que pasa al lado del Cementerio de San Diego. Llegados a ese suburbio, los prisioneros fueron conducidos a la Escuela de Artes y Oficios, presumiblemente para evitar que recorriesen las calles de la población, pues una de sus puertas daba al frente del Panóptico.

A pesar de tantas medidas de seguridad, cuando los prisioneros salieron por dicha puerta, una gran muchedumbre los esperaba; muchedumbre llegada de todos los puntos de la ciudad donde estaban apostados. La Policía había enviado fuertes escoltas a San Roque para que se posesionaran de las bocacalles que conducen al mítico centro de detenciones. Como se dijo: «Ni las medidas extremas de seguridad ni la acuciosidad de los elementos policiales impidieron que la gleba los arrinconara y empezara a arrollarlos. Se oyeron disparos de revólveres y cayó herido de gravedad el Coronel Belisario V. Torres».

El historiador Jorge Pérez Concha, quien contó con fuentes de primera mano de estos sucesos, relata en su obra laureada «Alfaro, su Vida y su Obra» acerca de quienes fueron los autores de los disparos:

En la versión contada por Alfredo Pareja Diez Canseco a través de «La Hoguera Bárbara», Torres exclamó al recibir la bala:

La herida lo atravesaba desde la espalda hacia el abdomen. Fue dejado en el calabozo para que se desangre hasta morir. A altas horas de la noche, se acercó el Ministro de Guerra, General Francisco Navarro, quien se aproximó al cuerpo moribundo del coronel Torres y lo conminó a firmar un documento por el cual liberaba de toda responsabilidad al gobierno de Carlos Freile Zaldumbide. Torres pudo responder: «Yo no firmo sin saber el contenido». Luego se lo leyeron: Difamaciones y mentiras. El escrito afirmaba que el tiro vino desde la multitud a cierta distancia de la Escuela de Artes y Oficios, que había disparado una mujer, entre otros desaciertos. Se negó a firmar. Ya moribundo, quisieron montar un sainete de humanidad y lo trasladaron al Hospital Militar, donde murió a las tres de la madrugada del día 21. Asegurándose que la víctima antes de morir afirmó que el balazo le había sido dado por un alto empleado de la Penitenciaría. Pérez Concha señala que esta información fue recibida de los familiares del Coronel Torres, en especial del Coronel Landín, testigo del hecho.

Como la integridad del coronel Torres se mantuvo incólume hasta el final, buscaron dirigir la opinión pública a través de los medios de comunicación. En aquella época, "El Comercio", diario principal de la capital, era mantenido por el Gobierno; así que no faltó la oportuna noticia que "acomodara" los acontecimientos:

Y no podía ser de otra forma, pues desde sus páginas se venía fraguando el asesinato de Alfaro y todos sus lugartenientes. Este crimen sería la diana para la Masacre de los Héroes Liberales, uno de los grandes crímenes de Estado del siglo XX d. C..

Durante la Presidencia de Alfredo Baquerizo Moreno, el Congreso de la República del Ecuador autorizó al Poder ejecutivo para que conceda la pensión de Montepío Militar a la viuda e hijos del coronel Belisario Torres. En registro Oficial # 953 de 23 de noviembre de 1919 encontramos lo siguiente al respecto:



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