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Cárcel de Las Heras



En jurisdicción del Servicio penitenciario federal (SPF), se encontraba la Penitenciaría Nacional (predio actualmente ocupado por el Parque Las Heras), imponente edificio demolido, de jurisdicción federal, en la Avenida Las Heras, Barrio de Palermo, Buenos Aires, Argentina.

Poseía un sistema celular de celdas distribuidas en dos pisos; anexo de cocina, lavadero y talleres; Capilla en la convergencia de los corredores, distribución que facilita la concurrencia de todos los internos a las homilías religiosas; Patios para agricultura.

En un cuerpo se encontraba el alojamiento del Gobernador, Salas y Juzgados del Crimen con Oficinas anexas, y, en otro cuerpo, la entrada principal de la Penitenciaria; Casa de la Administración; Galería de entrada a la prisión.

Su estructura y concepción era criminalista: diseño para la seguridad; sus pabellones situados en dos pisos centraban en un puesto de observación estratégico. El sistema era: aislamiento nocturno en celdas individuales, trabajo diurno en talleres, y en patios, con estricto silencio. En cada celda, se encontraban dos avisos: “Reglas para el Preso” (con penas disciplinarias), e “Instrucción para el Arreglo de la Celda ”.

Sus murallas, de siete metros de alto y cuatro metros de ancho en la base, contaban con torres y garitas de vigilancia ocupadas por guardias adiestrados. La construcción se ubicaba en un terreno sobre una barranca, con la protección de una reja de hierro que la circunvalaba totalmente, su entrada principal permitía acceder a la Casa de la Administración desde la que se desprendía una galería que llevaba al predio penal.[1]

Había dos categorías de reclusos: Penados y Encausados.

Un avance en el penal, fue la dirección de Antonio Ballvé, entre 1904 y 1909. A su pedido, José Ingenieros visita la prisión y estudia su sistema. De su trabajo, se operó en la clasificación y estudios de los presos a partir de sus características psíquicas;[2]​ se establecieron las calificaciones de conducta y los premios y castigos; se decidió eliminar el régimen de silencio.

El régimen en la penitenciaria fue estricto. Su funcionamiento era avanzado para el mundo entero. Con el tiempo las normas se flexibilizaron; comenzaron las visitas íntimas ("visitas de reunión conyugal"), se permitió usar su nombre a los internos, y los grilletes y trajes a rayas dejaron de existir con la dirección de Pettinato, en el gobierno de Juan Perón.

Sus patios eran huertas; tenía una fábrica para abastecer al penal y a otras distintas instituciones públicas (costumbre continuada en el SPF y que se denomina “padrinazgo”).

Desde 1909, comenzó el choque urbanístico arrasador. Pronto el edificio, con su aspecto de castillo y sus grandes muros estaban en un barrio rico, poblado y elegante.

Se presenta un "Plan de Traslado de la Penitenciaria", que además poseía estudios económicos y edilicios.

El 6 de septiembre de 1961, comienza la demolición manual de la casa habitación del Director, y en 1962, se demuele con trotyl los muros de 7 m de alto y 4 m de ancho en la base.

Se cerró el 5 de febrero de 1962 y en el predio se creó el actual Parque Las Heras.

Los alrededores de esta gran cárcel eran conocidos popularmente como la Tierra del Fuego por dos motivos: porque recordaba al penal extremo que existía en Ushuaia capital de Tierra del Fuego y porque en sus alrededores solían establecerse los ex-convictos y gente marginal.

El transcurso del tiempo disipó algunas ventajas del penal: el aumento de la población carcelaria tornó insuficientes las instalaciones.

Lejos de afirmar que en un régimen carcelario solo existe tal problema, la solución al mismo evita males permanentes de este régimen: promiscuidad, falta de higiene, malestar general, etc., otorgando por otro lado la posibilidad de emplear los medios más adecuados para lograr el fin de regeneración de los internos.

Tras ser casi totalmente arrasado el edificio de la Penitenciaría quedó en su lugar por más de 20 años un gran baldío conocido popularmente como "La Peni" (apócope de La Penitenciaría) en donde la gente en grandes cantidades practicaba informalmente el fútbol.

Dentro de sus muros fueron fusilados los militantes anarquistas Severino Di Giovanni (1 de febrero a las 5 a. m.) y Paulino Scarfo (2 de febrero), bajo la presidencia de facto del general José Félix Uriburu.[3]

Bajo otro régimen inconstitucional de facto, el del presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, tuvieron lugar otros dramáticos fusilamientos. El 11 de junio de 1956 fueron fusilados, a tiro de fusil Máuser 7,65 mm Mod. Arg. 1909, el suboficial Isauro Costa, el sargento carpintero Luis Pugnetti y el sargento músico Luciano Isaías Rojas.

Al día siguiente corrió la misma suerte el general de división Juan José Valle.



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