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Calendarios



El calendario es una cuenta sistematizada del transcurso del tiempo, utilizado para la organización cronológica de actividades, se trata de un conjunto de reglas o normas que tratan de hacer coincidir el año civil con el año trópico y calidad.

Antiguamente, muchos estaban basados en ciclos lunares, perdurando su uso en el calendario musulmán, en la fecha de varias fiestas religiosas cristianas y en el uso de la semana (correspondiente a las cuatro pláticas y la mejores fases lunares, aproximadamente).

El calendario sideral se fundamenta en el movimiento terrestre respecto de otros astros diferentes al Sol.

El calendario más Antiguo fue encontrado en un monumento mesolítico de Aberdeenshire, Escocia por arqueólogos británicos. Se cree que data de alrededor del año ocho mil a.C., y mide el tiempo a partir de las fases del Sol y de la Luna.[1]

El calendario egipcio surge a principios del tercer milenio antes de Cristo y es el primer calendario solar conocido de la Historia.

El primer año de la era romana, denominado el Año de Rómulo, tenía diez o doce meses, según la bibliografía que se cite. Censorino, Plutarco y otros manifestaban que al principio el año tenía doce meses, pero debe darse más crédito a Gracano, Fulvio (Nobilior), Varro, Ovidio en varios pasajes de sus Fasti (i.27, 43, iii.99, 119, 151), Gelio (Noct. Att. iii.16), Macrobio (Saturn. i.12), Solino (Polyh. i), Servio (ad Georg. i.43), y otros, que mantenían que el primer año romano tenía solo diez meses.

El principio del año romano no era enero, como es en la actualidad, sino en marzo, y llegaba hasta diciembre. Esto está confirmado por el hecho del encendido del fuego sagrado en el templo de Vesta, en el primer día del año, el primero de marzo. Los diez meses del calendario se llamaban Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quintilis, Sextilis, Septembris, Octobris, Novembris, Decembris. La duración de los meses era de treinta y un días para cuatro de ellos (Martius, Maius, Quinctilis y Octobris) y treinta días para los demás, de tal manera que la duración de los meses quedaba en orden sucesivo: 31, 30; 31, 30; 31, 30, 30; 31, 30, 30; con la duración total del año de 304 días.

Más tarde se instauró el año de Numa, con doce meses y 355 días, creado alrededor del 700 a. C. por el segundo rey de Roma, Numa Pompilio. Censorino (c20) cuenta que al año de Rómulo se le adhirieron cincuenta y un días: “se les quitó un día a cada uno de los meses huecos antes nombrados, que entonces sumados hacían 57 días, de los cuales se formaron dos meses, Ianuarius con 29, y Februarius con 28 días. Así todos los meses eran de este modo plenos, y contenían un número impar de días, salvo Februarius, que era el único hueco, y por eso considerado más desafortunado que el resto". El año quedaba entonces de la siguiente manera: Martius, 31 días; Aprilis, 29 días; Maius, 31 días; Iunius, 29 días; Quinctilis, 31 días; Sextilis, 29 días; Septembris, 29 días; Octobris, 31 días; Novembris, 29 días; Decembris, 29 días; Ianuarius, 29 días; y Februarius, 28 días.

Aun de esta manera el año quedaba corto en once días con respecto al año solar (estacionario), por lo que Numa Pompilio ordenó que se le añadiera un mes de 22 días cada segundo y sexto años y de 23 días cada cuatro y octavo, haciendo un ciclo de ocho años. El mes intercalar se llamó Mercedonius (Plutarco, Numa, 19; Caes. 59). El año romano estaba basado en los ciclos lunares y, según Livio, la relación con los años solares se daba cada 19 años. Este ciclo fue introducido en el 432 a. C. y, aunque este conocimiento carecía de uso popular, era utilizado por los pontífices para los cultos de los dioses.

En 45 a. C. Julio César encargó al astrónomo alejandrino Sosígenes la elaboración de su calendario. Este fijó la duración del año en 365 días y seis horas, cálculo asombrosamente exacto dados los rudimentarios instrumentos de la época, ya que su margen de error fue solo de 11 minutos y 9 segundos al año, es decir, menos de un segundo por día, pero con el fin de evitar complicaciones, se tomó de 365 días de duración, añadiendo diez días al año de 355 días. Censorino escribió el siguiente texto al respecto: “La confusión fue al final llevada tan lejos que C. César, el Pontifex Maximus, en su tercer consulado, con Lépido como colega, insertó entre noviembre y diciembre dos meses intercalares de 67 días, habiendo ya recibido el mes de febrero una intercalación de 23 días, e hizo así que el año completo consistiera en 445 días. Al mismo tiempo proveyó contra una repetición de errores similares al renunciar al mes intercalar, y al adaptar el año al curso solar. Para ello, a los 355 días del año previamente existente, añadió diez días, que distribuyó entre los siete meses que tenían 29 días, de tal forma que Enero, Sextilis y Diciembre recibieron dos cada uno, y los otros solo uno; y estos días adicionales los colocó al final de cada mes, sin duda con el deseo de no mover los diversos festivales de aquellas posiciones en cada uno de los meses que durante tanto tiempo habían ocupado. Así, en el presente calendario, aunque hay siete meses de 31 días, los cuatro meses que originalmente poseían ese número aun son distinguibles al tener sus nonas en el quinto día del mes. Por último, en consideración por el cuarto de día que él consideraba que completaba el año, estableció la regla de que, al final de cada cuatro años, un único día debía ser intercalado donde el mes había sido anteriormente insertado, esto es, inmediatamente después de los Terminalia; ese día es ahora llamado el Bisextum.". Bissextum viene de bis-sexto. El 24 de febrero era llamado por los romanos "ante diem sextum Kalendas Martias"; en los años bisiestos, el día 25 era llamado "ante diem bis sextum Kalendas Martias", a diferencia de los años normales, cuando se le nombraba "ante diem quintum Kalendas Martias", dando origen al término bisiesto ("bis sextum", dos veces sexto).

Julio César añadió un día a julio, mes de su nacimiento. Augusto hizo lo mismo con agosto. Ambos días fueron retirados de febrero, que pasó a tener 28.[cita requerida] Ante la disminución de este mes con respecto a los otros, el día añadido de los años bisiestos se le concedió a él.

Julio César estableció que el año comenzara el 1 de enero, día en el que los funcionarios del emperador asumían su cargo.[2]​ Debido a los esfuerzos por conquistar Hispania, los romanos adelantaron el comienzo del año de las calendas de marzo a las calendas de enero, para que los cónsules que elegían anualmente disfrutasen de un mayor número de meses para preparar el combate.[3]

La imperfección del Calendario Juliano dio pie para que en el año 1582 el Papa Gregorio XIII encargara a Luis Lilio y al jesuita alemán Christopher Clavius la reforma por la cual se creó el Calendario Gregoriano.

Esta reforma tuvo dos aspectos principales. Por una parte, dado que el equinoccio de primavera se había adelantado 10 días, se suprimieron estos para ajustar el ciclo de las estaciones. Este ajuste se llevó a cabo el jueves 4 de octubre de 1582, por lo que el siguiente día se consideró viernes 15 de octubre. Además para conseguir que este resultado pudiera mantenerse en el futuro, se acordó que los años bisiestos cuyas dos últimas cifras fueran ceros no serían bisiestos, excepto si sus dos primeras son divisibles por cuatro. Así pues de los años 1600, 1700, 1800, 1900 y 2000, que en el calendario juliano son bisiestos, en el gregoriano lo son solo el 1600 y el 2000, de modo que cada cuatro siglos quedan suprimidos tres días.

Este calendario fue gradualmente adoptado por varios países y es en la actualidad el calendario cívico más utilizado en el mundo.

Las aproximaciones del calendario gregoriano tienen un desfase de 1 día cada 3,300 años respecto al año tropical. Sin embargo, debido a la precesión de los equinoccios el error respecto al equinoccio de primavera es de 1 día cada 7,700 años.

(*) El 30 de febrero es una fecha ficticia, aunque hubo años que tuvieron esta fecha.

Desde tiempos antiguos, la vida de las sociedades se ha organizado básicamente en torno a dos ciclos temporales. Uno es el año, cuya duración de aproximadamente 365 días, viene dada por la astronomía y el otro, más breve, es el ciclo de siete días o semana, en cuya duración, pese a ser algo bastante más arbitrario están de acuerdo las culturas más relevantes del mundo contemporáneo. Otros dos ciclos también utilizados en las culturas presentes hoy en día, aunque de menor importancia son el mes o lunación y la estación o trimestre.

Debido a que el número días del año varía entre 365 y 366, y a que ninguna de estas dos cantidades es múltiplo de siete (7), la disposición de los días en el calendario varía año tras año. Técnicamente, nuestro calendario gregoriano es un ciclo, ordenado de una manera particular, de 14 calendarios diferentes.

Este hecho, junto con la arbitraria duración de los meses (de 28 a 31 días) ha hecho que desde el siglo XIX se alzaran diversas voces proponiendo su reforma. Dejando de lado aquellas que pretendían variar la duración de las semanas, estas reformas pueden clasificarse atendiendo a su respuesta a tres cuestiones:

A. Qué hacer con el día sobrante (o dos días, en caso de año bisiesto):

Esta solución topó con la oposición de las distintas religiones que verían interrumpido de esta manera el milenario ciclo de las semanas, haciendo fracasar las propuestas de reforma de mediados del siglo XX.

B. Cómo agrupar las 52 semanas de que consta el "cuerpo" del año

Sería conveniente que la subdivisión del año en meses y trimestres cumpliera tres características: Que cada mes contuviera un número entero de semanas, que cada estación o cuarto de año contuviera un número entero de meses y que cada mes tenga el mismo número de días o casi el mismo. Sin embargo, no es posible construir un calendario con estas tres características simultáneamente, y hay que renunciar a alguna de ellas:

C. La semana comienza por domingo o por lunes

Aunque esta cuestión es de mucho menor relevancia que las anteriores, no está exenta de controversia. En la mayoría de países europeos y en la ISO8061 se considera como primer día el lunes. Para Estados Unidos y para las religiones cristiana y judía, el primer día es el domingo.

En esta tabla se resumen muchas de las propuestas de reforma del calendario:

Otras propuestas de reforma no afectan a la estructura del año sino al cómputo de los mismos, como por ejemplo el Calendario Holoceno.

En español, las fechas se han expresado tradicionalmente de muy diversas maneras, entre ellas:

En la escritura, el día y el año se pueden escribir completamente con letras, aunque no es habitual. El primer día del mes puede escribirse con el ordinal "primero" o con el cardinal "uno".[4]​ En todos estos casos, la fecha se puede leer como "(el) doce de junio (o del seis) de dos mil seis", "el décimo segundo (día) del mes de junio de dos mil seis" o "el décimo segundo día del mes de junio del año de Nuestro Señor dos mil seis".

Se puede sustituir el guion por una barra inclinada "/". También se puede indicar el día de la semana, poniendo la primera letra de este seguida de la fecha con las posibilidades anteriores. Ejemplo: J-7/4/2011. Para indicar el miércoles se utiliza la letra "X" (diferenciándose así de la "M" del martes) seguida de la fecha con las posibilidades anteriores, como X-14/11/2012, aunque, si podemos utilizar más de una letra, también puede abreviarse como "Mi" o "Mié".

Salvo que la mayúscula venga exigida por la puntuación (a comienzo de texto o después de punto), los nombres de los días de la semana, de los meses y de las estaciones del año se escriben en español con minúscula inicial.[5]

Los periodos de tiempo que equivalen a varios años se denominan:

En los años no se suele utilizar el punto "." o la coma "," como separador de millares (P.ej. 2011).



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