Campaña de Pasto cumple los años el 18 de mayo.
Campaña de Pasto nació el día 18 de mayo de 819.
La edad actual es 1205 años. Campaña de Pasto cumplió 1205 años el 18 de mayo de este año.
Campaña de Pasto es del signo de Tauro.
La llamada campaña de Pasto fue una serie de operaciones militares libradas entre 1822 y 1824, por parte de la República de Colombia recién independiente contra los bastiones monárquicos de San Juan de Pasto y Patía.
San Juan de Pasto es una ciudad del actual departamento de Nariño, en el sur de Colombia, ubicada en una región relativamente aislada y secundaria del virreinato. La población de la villa y sus alrededores era de 12.000 personas, mientras que dispersas por una región alta y fría llamada Los Pastos vivían en numerosas aldeas otras 15.000. Esta última región estaba ubicada al este y sur de la ciudad, cruzando el río Guáitara. El territorio del moderno departamento tenía una población de 26.773 habitantes en esa época, con una mayoría de indígenas (58,2%) seguida de una importante minoría de blancos (37,6%). Eran ínfimos los porcentajes de mestizos y mulatos (3,4%) y esclavos negros (0,6%).
La etnografía del país se asemejaba más a la peruana que a la neogranadina, con una ausencia casi total de mestizaje y una estratificación social en dos castas bien diferenciadas: una élite de blancos y un campesinado indígena.
Era un «territorio de frontera» que se debatía entre una filiación racial, cultural, económica e histórica con Quito y Perú, y una relación político-administrativa con la Nueva Granada. Considerada la «puerta del sur»
y ubicada en la frontera entre los virreinatos peruano y neogranadino, controlaba las zonas andinas y costeras del sur neogranadino y las vías de comunicación terrestre entre Popayán, Quito y Lima. Su clima y topografía hostiles permitían a los pastusos hacer sangrar a toda expedición enviada a cruzar su territorio. Toda fuerza venida desde Popayán al norte, debía cruzar los profundos cañones del río Patía, donde probablemente las tropas enfermarían. Más al sur se debía seguir por profundos desfiladeros donde los patianos podían emboscar al invasor. Luego había que cruzar los torrenciales ríos Juanambú y Guáitara, cuyas orillas eran barrancos profundos, empinados y rocosos, donde un atacante muy numeroso podía ser detenido por pocos pero bien atrincherados defensores. Primeramente, para los pastusos la Corona era todo lo que conocían y representaba tradición y estabilidad frente a la incertidumbre del proyecto republicano.Ilustración permearan en su sociedad. Cuando estas últimas llegaron, fue a través de la imposición violenta de ejércitos invasores. En cambio, los sacerdotes siempre fueron influyente y mayoritariamente monárquicos. El escaso número de peninsulares y que el hecho de que el comercio pastuso se limitara a Popayán, Quito y la costa del Pacífico llevó a que jamás hubiera una rivalidad entre europeos y criollos.
A esto se sumaba su topografía, que garantizó que siempre tuvieran pocas relaciones con Bogotá en comparación con las que tenían con Quito o Popayán. En consecuencia, deseaban mantener la autonomía de su cabildo, algo que la metrópolis siempre había promovido. Este aislamiento geográfico provocó una ausencia de instituciones educativas, impidiendo que las ideas de laLa doctora en Historia, Rosa Isabel Zarama Rincón, diferencia la vivencia pastusa de la guerra de independencia en tres etapas: la primera, 1809-1814, trata la resistencia a los ejércitos que intentaban imponer la autoridad de las juntas de Quito, Popayán y Cundinamarca; la segunda, 1814-1820/1821, se consigue cierta recuperación económica porque las acciones bélicas ocurren fuera de la provincia y mayor autonomía como premio de la Corona por su lealtad; la tercera, 1821-1824, en que sus «ejércitos regionales» se enfrentan a sus contrapartes venidas de Bogotá y Popayán.
Debido a que las últimas guerrillas monárquicas continuaron su resistencia hasta su derrota definitiva, la historiadora agregó una cuarta etapa, 1824-1826. Desde 1809, los pastusos y patianos estaban en guerra con los revolucionarios con Quito y a partir de 1811 con los rebeldes neogranadinos. Un año después fueron decisivos en el sometimiento de los quiteños. El 27 de agosto de 1812 los patriotas abandonaron Popayán por rumores que decían que 3.000 pastusos avanzaban sobre ellos. No era cierto, estos últimos se conformaban con defender sus hogares de los quiteños. Posteriormente, en 1813, las guerrillas pastusas y patianas estaban bien organizadas gracias a los auxilios materiales enviados desde Quito, se componían en tres cuartos de fusileros y el resto de caballería y artillería a las órdenes de Sámano. Alrededor de 2.000 efectivos organizados en 2 batallones con 600 milicianos pastusos divididos en 6 compañías, 150 jinetes patianos en 2 compañías, 150 voluntarios quiteños y 200 soldados de línea como granaderos, dragones y artilleros o milicias disciplinadas de españoles y pardos Lima, Guayaquil, Piura y Cuenca.
En 1814 terminaron derrotando al precursor Antonio Nariño a las órdenes del mariscal Melchor Aymerich en las afueras de Pasto, capturándolo y extraditándolo a España. Posteriormente, en 1816 las tropas pastusas también fueron determinantes en la Reconquista, ayudando al general Juan de Sámano a recuperar Popayán. Después la derrota realista en la batalla de Boyacá, Pasto se convirtió en un baluarte que puso freno a la expansión meridional de la revolución libertadora gracias a las acciones tomadas por el brigadier Sebastián de La Calzada: «Tengo ya bastante adelantada mi división: su fuerza total ascenderá a 2.000 hombres poco más o menos: 1.300 con fusiles, 150 de caballería, y las demás gentes sin armas» (carta de La Calzada a Sámano, Pasto, 28 de diciembre de 1819). Aunque el oficial se ofrecía a recuperar Bogotá, la verdad es que esos 2.000 soldados eran la mitad de lo que originalmente fue su división, el resto eran pastusos que habían desertado y regresado a sus hogares al ver a sus jefes pelearse entre sí. Además, muchos carecían de fusiles, municiones y uniformes.
Sin embargo, tuvieron que abandonar Popayán el 5 de octubre de 1819 por la proliferación de guerrillas patriotas que surgieron después de conocerse del triunfo de Boyacá, levantadas por oficiales que habían permanecido ocultos en la selva durante los tres años de reconquista. Recuperó Popayán el 24 de enero de 1820 gracias a un núcleo de regulares enviados de Quito al que se sumaron las milicias reunidas por Obando, Simón Muñoz y otros caudillos locales, el brigadier pudo reunir en Popayán 3.000 soldados. Sin embargo, su propio comandante los describe como «de escasa disciplina y entrenamiento, y precariamente armados». Por ello no pudo mantenerla, y el 6 de junio la ciudad volvía a manos patriotas. Derrotado, el brigadier volvió a Venezuela y fue reemplazado por el coronel Basilio García.
La Gran Colombia, hasta junio de 1822, movilizó 7.500 hombres para combatir a los realistas de Pasto, muriendo 3.500 de ellos.
Para las operaciones sobre Pasto y Quito, entre 1821 y 1822, los patriotas produjeron más de 14.000 uniformes, 6.500 frazadas, 13.500 camisas, 24.600 alpargatas, 3.000 morrales, 127.000 cartuchos con balas y 82.000 sin balas, 40.000 balas de fusil, 15.000 piedras de chispa, 4.000 fornituras y se apartaron 200.000 pesos del tesoro público. Tradicionalmente se cree que eran alrededor de 2.000 combatientes durante las rebeliones monárquicas,Juan de la Cruz Mourgeon y Achet, Pasto, 18 de enero de 1822).
principalmente pastusos y en menor medida patianos. Eran muy respetados como combatientes: «…puestos en disciplina y subordinación mil hombres pastusos estoy por decir que equivalen a tres mil de cualquier otra parte» (carta del obispo de Popayán, Salvador Jiménez de Enciso y Cobos Padilla, al capitán general de Quito,En agosto de 1821, tras vencer en la batalla de Carabobo y considerando que los realistas venezolanos estaban acabados, Simón Bolívar empezó a centrar su interés en liberar los territorios de la Audiencia de Quito y acabar con los monárquicos en el Virreinato del Perú. Su plan inicial era auxiliar a Antonio José de Sucre, quien estaba dirigiendo desde mayo las tropas de la Provincia Libre de Guayaquil contra la guarnición realista de Quito, mediante el envío de 4.000 soldados y 3.000 fusiles por mar desde el puerto de Buenaventura hasta Guayaquil, concentrar 10.000 a 12.000 plazas y acabar con toda resistencia. Sin embargo, se encontró con una flotilla realista bloqueando Buenaventura. José de San Martín no pudo enviarle la flota de Lord Cochrane porque no estaba en condiciones para un viaje tan largo y la necesitaba en Perú.
El 31 de enero de 1822 Bolívar llegó a Popayán, donde se le sumó la división del general Pedro León Torres. El 23 de febrero el ejército patriota cruzaba el río Mayo, sin embargo, en lugar de seguir el peligroso camino que llevaba a Pasto, los comandantes revolucionarios decidieron desviarse siguiendo el río Juanambú y evitarlo. El 2 de abril llegaban a Cerro Gordo con sus fuerzas muy reducidas por el actuar de guerrilleros realistas enemigos, la necesidad de dejar guarniciones a lo largo del camino y bajas producto de enfermedades o deserciones. Le quedan mil veteranos y otros mil pastusos reclutados a la fuerza. Dos días después, Bolívar decidía cambiar el rumbo y dirigirse hacia Pasto.
El 7 de abril, el gobernador español Basilio García emboscaba a los patriotas en Bomboná. Ambos bandos sufrieron fortísimas bajas y Bolívar debió retirarse a Cariaco y nueve días después vuelve al norte del Mayo. Antes de Bomboná, Bolívar creía que los realistas de la zona tenían 4.000 hombres «bien descansados y mantenidos, con buenas posiciones» (carta de Bolívar a Santander, Cali, 7 de enero de 1822). Sin embargo, el escritor español Salvador de Madariaga le critica: «Obando dijo que los españoles contaban lo menos con tres mil infantes bien armados y 1.000 jinetes. Bolívar lo cuenta, y o él u Obando exageran de un modo extravagante. Hasta el informe oficial de la batalla de Bomboná, escrito desde luego para presentarla del modo más favorable a Bolívar, no da a García más 2.000 hombres; y otros cálculos más fehacientes estiman la fuerza realista en 1.200».
El 20 de abril los monárquicos eran vencidos en El Peñol, García se retira a Pasto y Bolívar, con refuerzos, vuelve a cruzar el río con 2.500 hombres. Poco después, se producía la victoria de Pichincha, el 24 de mayo. Comprendiendo que con la caída de Quito toda resistencia era inútil, García y la élite criolla pastusa intentó negociar, encabezada por el jefe militar José María Obando que decide capitular a cambio de no perder sus propiedades ni empleos, una amnistía, respetar la ciudad y no alterar la situación social ni el orden preestablecido.
Al momento de capitular, García le dijo a Bolívar: «Excelentísimo señor: Esta espada y este bastón que me han dado el Rey de la Nación Española para defender sus derechos, tengo el honor de entregarlos al más ilustre Jefe Americano». La respuesta fue: «Señor Coronel: esa espada y ese bastón que le ha dado a usted el Rey de la Nación Española, para defender su causa, consérvelos usted porque se ha hecho digno de ellos; pero al regreso a España diga usted al Rey de la Nación Española que los descendientes de los conquistadores de Granada han humillado al León de Castilla, defendido por los vencedores, de los vencedores de Austerlitz».
El 8 de junio Bolívar entraba triunfante en la ciudad. Quedaba abierta la ruta terrestre entre Bogotá y Quito (de ahí el valor estratégico de Pasto), llegaba el momento de concentrarse en el Perú. Sin embargo, la masa popular indígena y campesina se negó a aceptarlo.
El 16 de junio Bolívar entraba en Quito y se reunía con el general Sucre. Sin embargo, en septiembre estallaba una rebelión liderada por el teniente coronel Benito Remigio Boves, sobrino del célebre José Tomás Boves. El 22 de octubre recuperaban San Juan de Pasto y seis días después, tomaban Túquerres y derrotaban al coronel Antonio Obando, capturando 700 fusiles con los que pudieron aumentar sus fuerzas a 1.500 hombres.
Ante el levantamiento, Bolívar envía a Sucre a ponerle fin con el batallón Rifles y los escuadrones Granaderos, Guías, Cazadores Montados y Dragones. El 24 de noviembre Boves vencía en la Cuchilla de Taindalá, pero el 22 de diciembre Sucre se vengaba en ese mismo lugar al vencer a 2.000 rebeldes. Al día siguiente se rendía el coronel. Los coroneles Hermógenes Maza y José María Córdova se encarnizan con los enemigos sobrevivientes, tanto que Sucre debe contener al batallón Rifles y la caballería con los refuerzos del batallón Bogotá.
Finalmente, entre el 23 y 25 de diciembre, Sucre entra con el Batallón Rifles a Pasto. Este hecho es conocido como Navidad Negra . En un episodio poco conocido en la historia colombiana se produce una masacre a sangre fría contra la población civil de la ciudad. Más de 400 civiles entre hombres no combatientes, ancianos, mujeres y niños son asesinados vilmente y la ciudad es entregada al saqueo, violaciones y destrucción por parte de las tropas patriotas. Se ordena además la ejecución de 14 habitantes ilustres de Pasto, arrojándolos en parejas y amarrados a los precipicios del Río Guáitara. Los castigos continuaron, 1.000 pastusos fueron reclutados a la fuerza y 300 exiliados a Quito y Guayaquil, muchos jamás volvieron; se fusilaron a cabecillas y prisioneros realistas y se confiscaron gran cantidad de bienes. La violencia sólo hizo continuar la guerra por otros dos años. Inicialmente el general Bartolomé Salom estaba a cargo de la urbe, pero volvió a Quito por orden de Bolívar. Una guarnición quedó ocupando la ciudad al mando del coronel Juan José Flores.
Inevitablemente, un nuevo levantamiento estalló en Pasto bajo el mando civil del teniente coronel Estanislao Merchán Cano y militar del coronel Agustín Agualongo. Concentraron una tropa de 800 rebeldes con machetes, garrotes y lanzas y 200 con fusiles y asaltaron Pasto el 10 de junio. De los defensores (550 a 600 infantes y 50 jinetes) 150 acabaron muertos, 50 heridos y 300 prisioneros. Flores huyó a Juanambú, Merchán Cano se convirtió en el último gobernador monárquico de la ciudad y Agualongo fue nombrado comandante general. Pronto alcanzaron los 1.200 alzados, pero apenas 800 tenían fusiles.
Basados en los numerosos rumores de la época, los rebeldes creían que con su exitoso alzamiento Quito, Cartago y quizás Lima se pronunciarían por el monarca, y que Bolívar volvería a Panamá temeroso de las conspiraciones que había en Guayaquil y Cuenca. Decidieron aprovechar su victoria y avanzar sobre Ibarra para luego recuperar Popayán.
Determinados a tomar Ibarra y si podían Quito, sabían que el grueso de la tropa patriota estaba en Perú. Entre tanto, el Libertador estaba decidido a acabar con lo una distracción que le impedía enviar refuerzos a Perú. Bolívar salió de Guayaquil para Quito, donde concentró 400 veteranos y 1.600 fusiles para armar los futuros reclutas que debían acabar con el obstáculo para la campaña a Perú. También ordenó al general Salom, quien estaba en Puntal con 500 soldados, observarlos. Su intención era atraer a los pastusos fuera de su territorio montañoso a las llanuras bajas donde su escasa pero buena caballería pudiera aplastarlos. Agualongo avanzó triunfante sobre Ibarra con 1.500 infantes y 100 jinetes mientras Salom abandonaba la villa (12 de junio). La hueste siguió creciendo hasta los 2.000 efectivos, aunque el Libertador los estimó en «3.000 almas contra nosotros, pero un alma de acero que no plega por nada» (carta de Bolívar a Santander, Quito, 21 de julio de 1823).
En esos momentos, Bolívar estaba en Babahoyo pero tomó el mando de una división de 1.500 a 1.800 soldados y vencía gracias a su superior caballería en la decisiva batalla de Ibarra, un 17 de junio, donde resultaron muertos 600 a 800 pastusos. Sin embargo, como los principales cabecillas rebeldes seguían vivos la guerra continuó. El Libertador dejó a cargo al general Salom de someter la región, deportando otro millar de locales como reclutas forzados, lo que endureció la resistencia. Durante el año que siguió, las guerrillas lograron cortar las comunicaciones terrestres entre el Libertador en Perú y el gobierno de Colombia, volviéndose clave Barbacoas y las rutas marítimas para enviar mensajes.
El 18 de agosto Agualongo tomaba Anganoy con 3.000 hombres según Obando (apenas 200 con fusiles), cinco días después asediaba Pasto y forzaba a Salom y Flores a huir a Catambuco. En la acción capturó al general Pedro Alcántara Herrán. Finalmente, una nueva expedición patriota quedó al mando de los generales Joseph Mires y José María Córdova. Tras las victorias de Alto de Cebollas (13 de septiembre), Juanambú (13 de octubre) y Tacines (23 de octubre). El 14 de diciembre Mires entraba en Pasto, poco después lo relevaba Córdova al mando de la comarca.
Agualongo intentó recuperar la ciudad el 3 y 6 de enero de 1824. El día 7 ocurría un combate en Catambuco, donde volvía a vencer a los patriotas. El 6 y 7 de febrero un nuevo intento de recuperar la ciudad fue infructuoso, Boves se fugaba con rumbo al Putumayo (no se vuelve a saber de él) y Agualongo quedaba cercado en el convento local, donde se le dio asilo. Los generales Flores y Salom quedaron a cargo de rodearlo, pero el caudillo realista supo evadirse y se retiró a Barbacoas, puerto de acceso al Pacífico y lugar donde se guardaban las riquezas mineras de la región. El 31 de mayo una avanzadilla fue rechazada rápidamente, al día siguiente, se produjo el asalto definitivo. El coronel Tomás Cipriano Mosquera dirigió la defensa patriota y resultó herido. La derrota fue total y Agualongo escapó a Patía, perseguido por Mosquera, quien se dedicaba masacrar a los habitantes de todas las aldeas por donde pasaba acusándolos de colaboracionistas.
El 24 de junio Agualongo llegaba al pueblo de El Castigo, donde había acordado reunirse con Obando. Éste le traicionó y lo arrestó junto al grueso de sus hombres. El 8 de julio era llevado a Popayán, donde acabaría fusilado el día 13. Sobre él se dice: «Fue ayer el ídolo de un pueblo aguerrido y exaltado y es hoy símbolo de esperanza de un pueblo defraudado».
Partidas guerrilleras monarquistas siguieron actuando entre mayo y octubre de 1825 al mando del sacerdote José Benavides en Juanambú, pero acabaron aniquiladas por Flores. Algunas otras siguieron activas hasta 1826. La región quedaba devastada, su agricultura, ganadería y manufacturas textiles arruinadas, más de 2.000 hombres habían sido movilizados a la fuerza por sus enemigos y muchos más estaban muertos, lo que significaría un fuerte desequilibro demográfico para las décadas siguientes.
El más beneficiado de la guerra fue Obando, durante los años siguientes supo desplazar a sus rivales, como el intendente Flores, y se hizo con el control de la región, volviéndose un importante caudillo regional en las décadas siguientes.26 de enero de 1829 felicitó a los pastusos por abandonar a Obando y anunció un indulto a los que dejaran las armas.
El sentimiento monárquico siguió fuerte en la región. En una fecha tan tardía como noviembre de 1828, Obando se alzó contra Bolívar: «el nuevo caudillo se puso en marcha en seguida hacia Pasto, donde reclutó hasta 3.000 indios proclamando a los indios que luchaba por el Rey y por la religión católica»; debe mencionarse que dicha cifra la da él mismo y también reconoce sólo poseer 800 fusiles y 2 cañones. Sin embargo, pronto los 3.000 pastusos se enteraron que Obando no defendía la causa monárquica y desertaron. Cuando le quedaban menos de 1.000 hombres prefirió someterse en Saraguro al Libertador. De hecho, en una alocución que Bolívar dio en Popayán elEscribe un comentario o lo que quieras sobre Campaña de Pasto (directo, no tienes que registrarte)
Comentarios
(de más nuevos a más antiguos)