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Campo de concentración



Un campo de concentración o campo de internamiento es un centro de detención o confinamiento donde se encierra a personas por su pertenencia a un colectivo genérico en lugar de por sus actos individuales, sin juicio previo y sin garantías judiciales, aunque puede existir una cobertura legal integrada en un sistema de represión política. Se suelen emplear campos de concentración para encerrar a opositores políticos, grupos étnicos o religiosos específicos, personas de una determinada orientación sexual, prisioneros de guerra, civiles habitantes de una región en conflicto u otros colectivos.[1]

A diferencia de un campo de prisioneros, que se emplea como centro de detención de militares enemigos en un conflicto, un campo de concentración se usa mayoritariamente para la detención de personas no combatientes, aunque en algunos períodos históricos también se emplearon para encerrar a prisioneros de guerra. Son centros de detención conocidos públicamente, usualmente de gran extensión.

Se considera como variante el campo de trabajo, un campo de concentración donde los reclusos son sometidos a trabajos forzados, frecuentemente en condiciones deplorables.

Debido al maltrato de la población civil durante la Segunda Guerra Mundial, se redactó la Cuarta Convención de Ginebra en 1949, legislando específicamente sobre el trato que deben dar las partes beligerantes en un conflicto a la población civil.

Aunque a lo largo de la historia los gobiernos han empleado la deportación de población civil como medio de control de territorios, no es hasta el siglo XVIII cuando se documentan los primeros casos de grupos de civiles no combatientes encerrados en campos. El historiador polaco Władysław Konopczyński ha sugerido que los primeros campos de concentración se crearon en el siglo XVIII durante la Confederación de Bar, cuando los rusos organizaron tres campos de concentración en Polonia-Lituania para los prisioneros rebeldes de Polonia, internados en espera de deportación a Siberia.[2]

El origen moderno del término procede de los campos de reconcentración que construyeron las autoridades españolas en la isla de Cuba durante la Guerra de los Diez Años (1869-1878), imitados posteriormente por los Estados Unidos durante la guerra filipino-estadounidense (1899-1902). La expresión inglesa «concentration camp» se popularizó a raíz de su uso por las autoridades británicas durante la segunda guerra de los Bóer en Sudáfrica, (1899-1902). Así, el objetivo declarado de un campo de concentración es precisamente concentrar a la población de un determinado grupo étnico o región geográfica, con el fin de separar a los combatientes enemigos del apoyo de la población civil, evitando también que pueda rebelarse.

Durante el siglo XX el internamiento de civiles por parte de los distintos estados se hizo cada vez más frecuente; alcanzó su clímax antes y durante la Segunda Guerra Mundial con los Campos de concentración nazis (1933-1945). Se crearon campos de trabajo y de exterminio con el fin de mantener presos y exterminar a judíos, comunistas, anarquistas, socialistas, disidentes políticos, prisioneros de guerra, homosexuales y similares, gitanos, eslavos, testigos de Jehová, criminales comunes, republicanos españoles emigrados, personas con discapacidades y demás colectivos calificados como «inferiores» o «traidores» para el ideario nazi.

El término «campo de concentración» ganó muchas de las connotaciones del campo de exterminio, y es confundido como sinónimo. También ha sido reemplazado por eufemismos como «campo de internamiento» o «de reubicación», con independencia de las circunstancias de cada lugar.

Los más sangrientos fueron Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Belzec y Dachau -entre otros 39 campos centros de concentración- donde morían 1000 personas por día.

Más de 400.000 presos políticos fueron utilizados como mano de obra esclava por la dictadura de Francisco Franco. Según el historiador Javier Rodrigo, «buena parte de las políticas de construcción de la posguerra están hechas con mano de obra forzosa de prisioneros de guerra. Estos prisioneros provienen de campos de concentración que nacen con la lógica de superponer una política de violencia represiva, de transformación y de reeducación, a esta lógica del aniquilamiento y la eliminación directa».[4]

Campos para japoneses: Los campos de concentración para japoneses en Estados Unidos alojaron a unas 120 000 personas, en su mayor parte de etnia japonesa, más de la mitad de las cuales eran ciudadanos estadounidenses y japoneses provenientes de Latinoamérica, principalmente de Brasil y Perú, quienes fueron deportados bajo presión del gobierno estadounidense, en establecimientos diseñados a ese efecto en el interior del país, durante 1942 y 1948.

Campos para inmigrantes irregulares: Los campos de concentración para niños inmigrantes en Estados Unidos son un conjunto de centros de detención para infantes que ha implementado el gobierno de Donald Trump como medida de contención a la migración ilegal en donde son separados los hijos de inmigrantes que son capturados a su llegada a Estados Unidos de América.[5]

Centros clandestinos de detención de la CIA: Los centros clandestinos de detención de la CIA (también llamados black sites) son centros de detención o prisiones secretas operadas por la CIA, generalmente ubicados fuera del territorio continental estadounidense y de su jurisdicción, con poca o ninguna vigilancia política o pública. Puede referirse a las instalaciones que son controladas por la CIA en la denominada «guerra contra el terrorismo» para detener a supuestos combatientes enemigos o terroristas. Según el informe del Parlamento europeo de febrero de 2007, el programa de rendición extraordinaria, que puso en marcha los Estados Unidos para apresar a sospechosos de terrorismo, utilizó vuelos de la CIA a través de territorio europeo.

Durante la Primera Guerra Mundial se crearon en el Imperio austrohúngaro, en Terezín y Talerhof los campos de concentración para los rusos y ucranianos del Imperio que simpatizaban con los Estados de la Triple Entente.

Durante y después de la guerra árabe-israelí de 1948, Israel creó cinco campos de concentración en los que encerró a miles de civiles palestinos y a soldados árabes de los ejércitos beligerantes. Las autoridades militares israelíes crearon cinco campos de concentración: Ijlil, cerca de Tel Aviv, Atlit, al sur de Haifa, y tres campos más pequeños ubicados en el centro del país. Los campos se construyeron con tiendas de campaña y en algunos casos, como el de Atlit, usaron instalaciones de la policía del Mandato británico de Palestina. Los civiles encerrados en los campos de concentración israelíes fueron sometidos a trabajos forzosos (entre otros, en canteras o en granjas y fábricas de judíos) y algunos denunciaron torturas y ejecuciones extrajudiciales. Algunos de los prisioneros serían posteriormente encerrados en cárceles israelíes hasta 1955 sin haber sido sometidos a ningún tipo de proceso judicial.[6][7][8]

Durante el ventenio fascista la Dirección General de Seguridad Pública del régimen de Mussolini, a través de los servicios de confinamiento creados al efecto, obligó al exilio interno y confinamiento de individuos considerados «subversivos» en diversas islas y áreas pobres y montañosas del país. En 1939 se abría la colonia penitenciaria de Pisticci, en la provincia de Matera, como centro destinado a trabajos forzados. Guido Leto, director de la policía política fascista y responsable del aparato represivo de los campos, calificó a Pisticci como «experimento social». Sin embargo, la historiografía reciente ha calificado el de Pisticci como «el primer campo de concentración italiano».

El historiador Carlo Spartaco Capogreco, en su investigación sobre «los campos del Duce», ha revelado cómo Italia se fue transformando desde 1936 en «un inmenso campo de internamiento para civiles italianos y extranjeros». Entre 1938 y 1940 los datos policiales hablan de al menos 4385 personas a recluir —de las que la séptima parte eran de nacionalidad italiana—, mientras que en abril de 1943 estas ascendían a más de 19 100 personas donde ya eran más de 12 000 los italianos pendientes de ser confinados en diversas regiones del centro y sur del país. Las autoridades militares fascistas aplicarían una estrategia similar, pero de forma «todavía más brutal», en Fiume, Eslovenia y Dalmacia.[9]

Durante la Segunda Guerra Bóer (1899-1902) librada entre el imperio británico y los colonos de origen neerlandés (llamados bóeres o afrikáneres) en la actual Sudáfrica (entonces una colonia del imperio británico), unos 116,572 hombres, mujeres y niños bóeres fueron desplazados a campos de concentración, más unos 120,000 africanos negros. Debido a las duras condiciones de los campos, aproximadamente el 25% de los bóeres (27,927 bóeres ,de los cuales 22,074 eran niños menores de 16 años) y el 12 % de los africanos presos murieron (14,155, aunque algunos lo elevan hasta los 20.000).



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