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Cancionero sin nombre



Cancionero sin nombre es el primer poemario del escritor chileno Nicanor Parra, publicado originalmente en 1937 en la Editorial Nascimento.[1]

En 1938 esta obra obtuvo el Premio Municipal de Santiago. Ese mismo año, la poeta Gabriela Mistral visitó Chillán, ciudad adonde había regresado el autor el año anterior, y se refirió a éste como «el futuro poeta de Chile». En dicha ceremonia, Parra le dedicó su poema «Canto a la escuela»,[2]​ que se publicó al año siguiente en la antología 8 nuevos poetas chilenos.

Este libro está dedicado a los poetas Omar Cerda, Carlos Pedraza, Jorge Millas, Jorge Cáceres, Victoriano Vicario, Luis Oyarzún y Carlos Guzmán.[3]

El libro está conformado por los siguientes poemas:[4]

En este libro Parra utiliza la métrica del romance, que conoció gracias a la educación tradicional campesina de su infancia.[5]​ Los poemas tienen un desarrollo narrativo y la voz tiende a ser activa, como si se tratase de un personaje. Es recurrente también el uso de la personificaciones y metáforas referidas a la naturaleza (específicamente el campo chileno) y la religión (santos, ángeles, sacerdotes).[2]​ La atmósfera de los poemas es onírica y de escasa densidad dramática. En ellos se puede apreciar una clara influencia de Romancero gitano (1928) de Federico García Lorca, si bien aquí Parra hace uso del humor, el «desparpajo» y el juego.[6]

Este poemario le valió a Parra la obtención en 1938 del Premio Municipal de Santiago, así como excelentes comentarios de la poeta Gabriela Mistral, quien unos años más tarde ganaría el Premio Nobel de Literatura.[2]​ Como resultado de este premio municipal, Parra fue incluido en la antología 8 nuevos poetas chilenos (1939), publicada por la Sociedad de Escritores de Chile,[7]​ con un breve prefacio de Tomás Lago. Esta antología se publicó en respuesta crítica a los incipientes surrealistas del Grupo La Mandrágora.[8]

Este libro fue escrito por un Nicanor Parra de veintitrés años, literariamente inmaduro y que todavía no había tenido la oportunidad de viajar a las grandes ciudades que ampliarían sus herramientas creativas.[6]​ El propio autor decidió marginarla del resto de su obra, excluyéndola de su primera antología personal, Obra gruesa (1969), e impidiendo que volviese a ser reeditada después de 1937. Casi setenta años más tarde, en 2006, volvió a aparecer en Obras completas & algo + (1935-1972), dentro de una sección aparte titulada «Los trapos al sol», que evidencia su condición de obra marginal.[9]​ Pese a lo anterior, Parra al menos destaca los desafiantes dos primeros versos de la obra: «Déjeme pasar, señora / que voy a comerme un ángel».[8]



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