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Canto a lo Poeta



Se denomina Canto a lo Poeta a una antigua tradición musical y literaria de Chile, enmarcada dentro de la poesía popular, y que se encuentra plenamente vigente.

En el folclore chileno del Valle Central de Chile existía, hasta mediados del siglo XX, una rigurosa división de la poesía y música popular según el sexo del intérprete, ostentando cada rama sus propios argumentos, métrica, canto e instrumentos:[1]

Esta forma de versificación llegó en la Colonia y se difundió por toda América. En Chile encontramos en dicho período los versos de los sacerdotes López, Morán y Oteiza (dominicos), que ellos usaron para comentar situaciones de la vida cotidiana y de humor. También encontramos los versos del capitán Mujica. Sus versos fueron recopilados por el investigador José Toribio Medina.

Un sueño te contaré
que tuve anoche gustoso,
él es en todo jocoso,
no sé si te ofenderé.
Sabrás pues de que soñé
que estaba en un gran salón
en donde con prevención
había un titiritero
el cual por ganar dinero,
costeaba la diversión.

Sacó un mono hecho pedazos
de una figura infeliz,
con una sobrepelliz
compuesta de mil retazos;
tenía por embarazos
sotana, poncho y gabán,
en fin, era un charquicán
de inservible trapería,
y un letrero que decía:
este es el doctor Morán. (López)

Un recordado verso del capitán Mujica en que mostró su capacidad improvisadora frente a un complejo pie forzado:

La mujer que da en querer
Para todos tiene sal
Y es salero universal
El amor de una mujer
Mas si da en aborrecer
Aquello que más amó,
No tiene sal diré yo;
Por cuya razón se infiere:
Salero es con sal, si quiere,
Salero sin sal si no.

Fueron la forma común de versificación durante gran parte de la historia de Chile, usados para crítica política, amorosos y de humor.

La guerra del Pacífico y el gobierno de Balmaceda entregarán gran acopio de material para que los poetas narren en sus versos. Una excelente recopilación fue realizada por Juan Uribe Echevarría.

A fines del siglo XIX, gracias a la imprenta se hacen conocidos varios nombres de autores: Rafael Allende, Bernardino Guajardo.

Es a finales de ese siglo que nace la Lira Popular. Hojas impresas que contenían seis u ocho versos de diversos temas: humor, noticias, crítica social y religiosos. No existe una especialización temática. En cada pliego se presentan todos los estilos de un mismo autor que los firma. En este período encontramos publicando a Rosa Araneda, Daniel Meneses, Bautista Peralta, Hipólito Cordero, Nicasio García. La Universidad de Chile y la Biblioteca Nacional conservan más de mil ejemplares.

A mediados del siglo XX, Diego Muñoz e Inés Valenzuela realizaron durante varios años publicaciones de liras populares, principalmente en los diarios "Democracia" y "El Siglo" esta publicación periódica permitió contactar a los cantores dispersos en Chile, llegar a crear la primera agrupación de payadores y realizar un importante congreso en la Universidad de Chile (1954)

La forma poética por excelencia de este canto es la décima espinela,[2]​ consistente en cuatro estrofas octosílabas de diez versos cada una, que glosan una cuarteta inicial y que riman en la forma abbaaccddc, sumándose una estrofa de despedida, de modo que una construcción o Verso[3]​ completo consiste en una cuarteta y cinco estrofas. Sin embargo, es la costumbre que al ser declamado o cantado, este Verso se inicie con una estrofa de saludo improvisada que incluye la cuarteta a glosar, de manera que el Verso cantado consiste en seis décimas.[4]

De modo más esporádico se utilizan la sextina simple y el ovillejo, mientras que la cuarteta se utiliza solo en el contrapunto o paya.



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