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Capellán castrense



Un capellán castrense es un sacerdote destinado a ejercer las funciones de su ministerio en un regimiento o batallón.

Desde los siglos más remotos se ven capellanes entre las tropas pues los ejércitos antiguos tenían sacerdotes para hacer los sacrificios y para sacar de ellos los pronósticos. Hallamos en el concilio de Escines, (era el Palacio de los Reyes de Austrasia) celebrado en tiempo de Childerico III y en el de Carlomán, Alcaide del Palacio, año de 743, que cuando los ejércitos estaban en campaña el Príncipe llevaba consigo uno o dos obispos con sus capellanes y algunos de sus sacerdotes y que cada jefe debía tener uno para la tropa de su mando. Dice Carloman, en el segundo Canon:

Los Capellanes tienen una capilla que les da el Rey. Instruyen los soldados, celebran la Santa Misa y hacen los demás ejercicios espirituales en el regimiento, como un Cura Párroco en su parroquia. Por una Ordenanza de 15 de diciembre de 1681, les estaba prohibido en Francia, bajo la pena de ser castigados como factores y cómplices del crimen de rapto, el celebrar matrimonio entre los soldados de su regimiento y las hijas o mujeres domiciliadas en las ciudades o plazas donde están de guarnición y en las cercanías por ningún motivo, ni pretexto.[1]

Tan antigua es la institución de capellán mayor de los ejércitos como la del procapellán de la Real capilla. San Martín fue el primer capellán del rey suevo y católico Teodorico. No enumeraremos los grandes privilegios que han concedido los sumos pontífices: nos contentaremos solo con referir los contenidos en la bula concedida por el Papa Clemente XIII, en 10 de marzo de 1762 a petición de Carlos III.

Según ella el capellán mayor tiene facultad y puede subdelegarla a los capellanes del ejército dependientes de él:



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