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Capitulación del cónclave



Una capitulación de cónclave era un documento que reflejaba por escrito el acuerdo alcanzado por los miembros del Colegio Cardenalicio al comienzo de un cónclave estableciendo las relaciones entre el próximo papa y los cardenales. Todos los cardenales juraban observar el acuerdo para el caso de que resultaran elegidos.[1]​ En tanto que intentos de condicionar la actuación del futuro papa, las capitulaciones formaron parte de una estrategia del Sacro Colegio para limitar la supremacía papal y «hacer de la Iglesia una oligarquía en vez de una monarquía».[2]

El Colegio Cardenalicio había hecho intentos informales para influir en las acciones de los nuevos papas antes de la redacción formal de las capitulaciones.[3]​ La primera capitulación fue redactado en el cónclave de 1352, dónde fue elegido Inocencio VI,[4][5]​ y la mayoría de los cónclaves de los siguientes 300 años produjeron documentos similares.[6]

En 1353, Inocencio VI declaró en su primera constitución apostólica, Sollicitudo, que la capitulación era inválida. El nombre de éste documento hacía una referencia a la constitución apostólica Contingit hecha por Gregorio X,[5]​ que prohibía que los cónclaves papales se ocuparon de otras cuestiones que no tuvieran relación con la elección del Papa. Esta tendencia se mantuvo para la mayoría de las siguientes capitulaciones, que en general fueron ignoradas.[6]​ Por esta razón, el historiador papal Federico Baumgartner llama a las capitulaciones «un ejercicio en inutilidad».[7]​ Otro historiador papal, Van Dyke, conjetura que para la elección de Sixto IV (en 1471), «todos los Papas desde hace cuarenta años habían firmado y rápidamente roto la capitulación del cónclave».[8]​ Por su parte, Jugie considera que el «recurso regular de la capitulación» era «por encima de todo, una confesión de debilidad».[4]

Aunque la de 1471 no fue la última capitulación, la del cónclave de 1513 (que eligió a León X), fue un momento decisivo para la supremacía papal y los intentos de control por medio de tratados formales, ya que por última vez, el Sacro Colegio intentó limitar su tamaño a través de capitulaciones. Aunque cada cardenal se mantuvo poderoso, el Colegio Cardenalicio nunca volvió a tener su antiguo poder como el "senado" de la Iglesia.[9]

Luego del cónclave de 1676, el Papa Inocencio XI hizo jurar al Sacro Colegio la capitulación que había sido redactado por el cónclave anterior antes de aceptar su elección.[10]

En 1996, el Papa Juan Pablo II en su constitución apostólica Universi Dominici Gregis, prohibió la práctica de la ya extinta capitulación junto con el veto papal, otra práctica conclavista que ya había sido eliminada de facto.[11]



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