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Caracol terrestre



El caracol común de jardín o burgajo (Helix aspersa) es una especie de molusco gasterópodo pulmonado de la familia Helicidae, de vida terrestre. Es una de las varias especies del género Helix, muy similares. No debe confundirse con Helix pomatia, el caracol romano, otra de las especies más abundantes.

Existe controversia sobre el nombre científico de esta especie; otros nombres usados para denominarla son Cryptomphalus aspersus, Cornu aspersum y Cantareus aspersus.[1]

Es originario de Europa, pero vive en muchas otras zonas. Su cuerpo es de hasta 8 cm de largo. Es de hábitos crepusculares y nocturnos, aunque en lugares húmedos en penumbra y en días de lluvia también es activo de día. En época de sequía se esconde dentro de la concha y se encierra elaborando un "tapón" a base de moco seco llamado epifragma.

Como la mayoría de las babosas y caracoles, posee órganos masculinos y femeninos, por lo que cualquier pareja de individuos puede procrear. Es hermafrodita, ovíparo y posee una concha calcárea enrollada en espiral. Famoso por su proverbial lentitud, se mueve a una velocidad máxima de 0,05 km/h,[2][3]​ a pesar de lo cual es uno de los caracoles más rápidos.

Tanto en Europa como en las regiones en las que se ha introducido accidentalmente, este caracol es una plaga de los cultivos que puede provocar graves pérdidas económicas; el uso excesivo de plaguicidas para su control tiene efectos perjudiciales sobre el medio ambiente y sobre la salud humana, por la contaminación de aguas y suelos y por la presencia de trazas en vegetales de consumo humano. Ante esta problemática económica, sanitaria y ambiental, la Universidad de Santiago de Compostela viene liderando desde el año 2009 el Proyecto Europeo FP7:[4]​ control de plagas, que pretende diseñar nuevas estrategias para el control integrado de plagas de caracoles terrestres en Europa (Arion lusitanicus, Deroceras reticulatum, Lehmannia marginata, Milax gagates, Criptophalus aspersus, Theba pisana), con proyección a Latinoamérica y Egipto. Participan como socios de la USC, investigadores de Noruega, Francia, Inglaterra, Escocia, Holanda, Suiza, Egipto, Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Argentina, Chile y Costa Rica. Según la USC, el 90% de caracoles terrestres que son plagas de cultivos en Latinoamérica son especies introducidas, mayormente de Europa, que proliferan sin control debido a la ausencia de predadores.

Dado que el comercio internacional puede facilitar la dispersión del caracol Helix aspersa a través de embarques de productos agrícolas, muchos países han adoptado rigurosas medidas sanitarias para evitar la introducción de la especie y proteger sus cultivos. Por ejemplo, Canadá y Estados Unidos incluyen a la especie en sus listas de plagas[5]​ de interés cuarentenario. De hecho, el caracol de jardín es la especie más interceptada por el USDA en puertos fronterizos. En el mismo sentido, el Organismo Internacional Regional de Sanidad Agropecuaria OIRSA[6]​ ha publicado un documento técnico[7]​ dirigido a las autoridades aduaneras de los países miembros (México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá), en donde llama la atención sobre los daños que ocasionan caracoles y babosas de tierra en jardines, huertos, viveros, invernaderos, cafetales, plantaciones de cacao, y áreas dedicadas a producción hortícola, instando a las autoridades aduaneras a ejercer un estricto control para evitar su dispersión.

Además de su impacto como plaga agrícola, el caracol de jardín, al igual que otras especies animales criadas por el hombre (cerdos, conejos, truchas, tilapias), tiene un alto potencial de convertirse en una especie invasora cuando es liberado de forma intencional o accidental en ambientes naturales, hecho que está documentado en vastas zonas del planeta.

Una completa revisión bibliográfica al respecto se encuentra en la tesis de grado The Invasive Potential of the Brown Garden Snail (Cantareus aspersus),[8]​ publicada por la Universidad de Copenhague. Los investigadores identificaron la presencia de Helix aspersa en cincuenta y tres países alrededor del mundo, de los cuales treinta y dos la reportan como introducida y seis como invasora (Brasil, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Australia, Ecuador y Sudáfrica). A esta lista debe agregarse Colombia, que mediante Resolución 848 de 2008,[9]​ expedida por el Ministerio de Ambiente, declaró al caracol de jardín como especie invasora en su territorio nacional.

A nivel de Latinoamérica, en el marco de la Estrategia Regional de Biodiversidad para los Países del Trópico Andino, se publicó en el año 2001 un documento técnico[10]​ que registra a la especie H. aspersa como plaga de Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.

El Instituto HORUS para la Conservación y el Desarrollo del Medio Ambiente, prestigiosa ONG que trabaja en asocio con The Nature Conservancy, maneja la base de datos de especies invasoras de Brasil, la cual incluye una ficha[11]​ para el caracol de jardín. El Instituto Humboldt, centro de investigación adscrito al Ministerio de Ambiente de Colombia, tiene una ficha[12]​ similar para esta especie, resaltando su estatus de invasora y plaga agrícola. Por este motivo, la cría comercial de Helix aspersa en Colombia ha sido cuestionada en libros,[13]​ prensa escrita[14][15][16]​ y revistas especializadas.[17]

Este gasterópodo es muy apreciado en gastronomía mediterránea; en especial en Francia, llamado petit gris, y en Cataluña, conocido como bover. En la ciudad de Lérida cada año se celebra el Aplec del Caragol, una fiesta popular dedicada a esta variedad de caracol con más de doscientos mil visitantes y unas doce toneladas de caracoles ingeridos. La particularidad gastronómica que diferencia esta variedad de caracol es el sabor y la textura de su baba, también utilizada en productos de cosmética. Para su consumo, se recolecta o se cría en granjas especiales. La cría de caracoles se llama helicicultura.



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