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Carlos II el Malo



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Carlos II el Malo cumple los años el 10 de octubre.


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Carlos II el Malo nació el día 10 de octubre de 1332.


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Carlos II de Navarra (Évreux, 10 de octubre de 1332-Pamplona, 1 de enero de 1387)[1]​ conocido también como Carlos II de Évreux o Carlos el Malo (le Mauvais), fue conde de Évreux desde el 23 de septiembre de 1343 hasta 1378 —momento en que el condado le es incautado por el rey de Francia, Carlos V— y rey de Navarra desde el 6 de octubre de 1349 hasta su muerte.

Nacido del matrimonio entre Felipe III y Juana II, era por vía materna nieto del rey de Francia, Luis X el Obstinado (1314-6). La exclusión de Juana –única descendiente directa de Luis X– de la sucesión real a causa de la ley sálica[2]​ le cerró las puertas del trono de Francia, que será ocupado por sus tíos Felipe V el Largo (1316-1322) y Carlos IV (1322-1328), mientras que su tardío nacimiento (1332) le impidió reclamar una corona que a la muerte de Carlos IV (1328) pasará a Felipe de Valois, primo del monarca. No obstante, los primeros Valois reinarán en una etapa marcada por crisis económicas, políticas y sociales, agravadas por el estallido de la Guerra de los Cien Años en la que la superioridad táctica inglesa conducirá a graves derrotas[a]​ que desacreditaron enormemente a la nueva dinastía. Carlos aprovechó el descontento popular para reclamar sus derechos al trono, ambición a la que no renunciará en vida, alimentando de manera constante la inestabilidad de la monarquía.

La política de alianzas navarra varió considerablemente durante su reinado: aliado en un principio con el delfín Carlos —futuro Carlos V— se asoció luego con los ingleses y con Étienne Marcel, para acabar combatiendo a los jacques.

En 1361 fracasó en su intento de obtener el ducado de Borgoña, confiado a Felipe II de Borgoña, hijo menor de Juan II de Francia. Resentido, aprovechó la muerte del rey en 1364 para reclutar tropas con las que impedir la coronación del delfín Carlos. No obstante, tras la derrota navarra en Cocherel[3]​ volvió a centrarse en los asuntos españoles. Conspiró con Juan de Gante, pero al ser descubierto inició una etapa marcada por el aislamiento político y diplomático que continuó hasta su muerte.

Carlos de Navarra nació el 10 de octubre de 1332. En ese momento Felipe VI llevaba ya cuatro años en el trono de Francia y era demasiado tarde para disputarle la corona. A la muerte de su madre Juana II en 1349, Carlos se convertía en rey de Navarra, y en 1350 era coronado en Pamplona. Navarra era un reino de 200 000 habitantes, que basaba su riqueza en la producción de metales (cobre, plomo)[4]​. Instruido en el arte de gobernar por los señores navarros de Pamplona, su dominio del castellano le permitió demostrar su talento oratorio en las disputas verbales de las Cortes cuyo creciente poder permitió a Navarra adelantar a Francia en términos de representación parlamentaria. Habituado a estas instituciones, se convertirá en uno de los más importantes valedores de la reforma de la monarquía francesa. Tras la muerte de Felipe VI (1350) delegó los asuntos de gobierno en su hermano Luis y se consagró plenamente a las intrigas cortesanas en defensa de los intereses navarros.

La guerra de los Cien Años conoció un periodo de paz tras la peste de 1349. La primera parte de la guerra respondió en gran medida a los intereses ingleses merced a las victorias de Eduardo III en L'Écluse y Crécy y a la posterior toma de Calais. En este contexto el poder de los Valois era ampliamente cuestionado: Eduardo III y Carlos, ambos descendientes de Felipe IV por vía materna, podían reclamar la corona que la madre de Carlos –Juana II de Navarra– había debido heredar tras la muerte de su padre Luis X. Como se ha dicho anteriormente, tras la desaparición de la rama masculina de los capetos (1328) Felipe VI, el primer Valois, accedió al trono en vez de Juana II, la heredera directa, que recibió en compensación el reino de Navarra; cuando Juana dio a luz a Carlos (1332) se rechazó concederle el título real de príncipe haciendo valer la ley sálica. A la muerte de Felipe VI, Juan II convocó a las Cortes para que le coronaran rápidamente y evitar así una nueva lucha dinástica. Una semana después de la coronación, una escuadra comandada por Carlos de la Cerda interceptó a Eduardo III –sospechoso de querer ir a Reims para ser coronado rey de Francia– en Winchelsea. La batalla naval desembocó en una pírrica victoria inglesa, cuyas pérdidas le impidieron oponerse a la coronación de Juan II.[5]

Tras la coronación de Juan II (1350) ya nadie pudo reivindicar el reino de Francia. A partir de ese momento Carlos dedicará todo su empeño en recuperar los territorios de Brie y Champaña, que le correspondían por derecho.

Carlos encontrará a sus más leales partidarios en el seno de su propia familia: era el líder de los poderosos Évreux, propietarios de ricos territorios en Normandía y en el valle del Sena. Su tía materna, la reina Juana de Évreux, viuda del último capeto directo –Carlos IV– será uno de sus principales apoyos y durante toda su vida hará de diplomática apaciguando a Juan II y Carlos V, irritados por los repetidos complots de su sobrino. Su hermano Felipe, un hombre colérico e impulsivo, será el responsable de las negociaciones con los ingleses, mientras que su otro hermano, Luis, estará al mando de la administración navarra. Sus padres llevaron una activa política matrimonial casando a sus hermanas con poderosos partidos: Blanca contraerá matrimonio con el rey de Francia Felipe VI, María con el rey de Aragón, e Inés con el conde de Foix, Gastón Febo.

Supo reunir en torno a él a todos los descontentos con el reinado de los primeros Valois. Contaba con el apoyo de sus parientes y aliados: los condes de Boulogne –el conde, el cardenal, sus dos hermanos, y su pariente de Auvernia, que en 1350 serán expulsados de la administración de Borgoña por el matrimonio de su hermana con Juan II–[6]​ los barones de Champaña leales a Juana II, madre de Carlos y última condesa de Champaña[7]​, y los partidarios de Roberto de Artois, desterrado por Felipe VI. Contaba además con el apoyo de la poderosa Universidad de París y con el de los comerciantes de la parte nororiental del reino, para los que el comercio a través del Canal de la Mancha era de vital importancia.[8]

Cabe destacar que una notable parte de la nobleza normanda se inclinaba por apoyar a los ingleses. Económicamente, Normandía dependía tanto de los intercambios marítimos a través de la Mancha como de los realizados por el Sena. De hecho, únicamente hacía aproximadamente 150 años que el ducado había pasado a pertenecer a Francia y muchos de los nobles del territorio tenían tierras a ambos lados del Canal.[9]​ Por tanto, el ser partidario de uno u otro soberano acarreaba la confiscación de una parte de las tierras. En consecuencia, la nobleza normanda se unió en clanes solidarios cuyo poder les permitió obtener y mantener las cartas que concedían al ducado considerable autonomía. Raúl de Brienne es un indicio de esta autonomía: llevó a cabo una política exterior independiente y lideró las tropas reales en Escocia (1335) en calidad de capitán general contratado, no teniendo que responder ante el rey. La nobleza normanda estaba dividida en dos desde hacía mucho tiempo, pues los condes de Tancarville y Harcourt libraban una guerra sin cuartel desde hacía varias generaciones.[10]​ Los reyes de Francia apoyaron durante mucho tiempo a los condes de Tancarville, a los que nombraron chambelanes de Hacienda. Este cargo impartía justicia de manera independiente, por lo que equivalía prácticamente a ser duque de Normandía.

No obstante, Felipe VI tendrá que tratar con los Harcourt, pues una posible declaración de lealtad por parte de los señores normandos a Eduardo III constituiría una notable amenaza para los Valois. El monarca incluso nombró a Godofredo de Harcourt capitán soberano en Normandía.[11]​ Por esa época el vizconde Juan II de Melun desposó a Juana, única heredera del condado de Tancarville –con los que Juan II estableció estrechos vínculos durante su ducado.[12]​ En este contexto los Melun-Tancarville pasaron a constituir la columna vertebral del partido realista, mientras que Harcourt se convertirá en el defensor histórico de las libertades normandas y uno de los hombres más importantes del partido reformador. El ambiente político comportará un acercamiento entre este último y Carlos de Navarra, líder de los reformistas.[11]

El 19 de noviembre de 1350 Juan II ordenó eliminar a Raúl de Brienne, que acababa de volver de su cautiverio en Inglaterra. Desconocemos las causas de la orden del monarca, pero parece ser que le condenaron por alta traición. Raúl era un caballero cuyos dominios estaban repartidos en varios reinos –Francia, Inglaterra e Irlanda.[13]​ Al igual que todos los señores con posesiones en la costa occidental –excepto aquellos con territorios a orillas del Sena, que podía comerciar cómodamente con París– le interesaba apoyar a Inglaterra por motivos económicos, pues el transporte marítimo era superior al terrestre, por lo que el Canal de la Mancha era una importante zona de intercambios.[14]​ Raúl obtuvo su libertad después de reconocer a Eduardo III como rey de Francia, de lo que Juan II era consciente por la intercepción de correos destinados al soberano británico.[15]​ El rey no deseaba que esto se conociera dado que podía volver a reavivar la polémica relativa a los derechos de Eduardo sobre la corona de Francia.[15]​ En un solo día Raúl es detenido, sentenciado y decapitado, procediéndose a la incautación de sus bienes.[15]​ El desconocimiento de las razones que llevaron a esta rápida condena alimentaron los rumores: se decía que el condestable había sido sentenciado por mantener una relación con Bona de Luxemburgo, lo que permitió desacreditar a los próximos Valois mediante la insinuación de dudas sobre su herencia y legitimidad.[16]​ En ese momento numerosos partidarios de Raúl se pasaron al campo navarro:[17]​ en particular los señores normandos y la nobleza del noroeste –Picardía, Artois, Vermandois, Beauvaisis y Flandes, donde la economía dependía de la importación de lana inglesa– que podían aliarse con los ingleses, se sintieron amenazados y se unieron a Carlos de Navarra o a los hermanos Picquigny, leales aliados del condestable.[7]​ A raíz de la muerte de Raúl, Carlos escribió al duque de Lancaster: «todos los nobles de Normandia han pasado, conmigo, a estar muertos en vida».[7]

Durante el reinado de Juan II los parientes del monarca detentaban el poder real, en detrimento del partido del navarro. El partido realista estaba estructurado en torno a los Melun-Tancarville: Juan II, vizconde de Melun, casado con Juana, única heredera del condado de Tancarville y líder de uno de los dos más importantes clanes normandos,[12]​ Benjamin Adam, que había recuperado el cargo de chambelán de Normandía, habitualmente otorgado a los Tancarville, y su hermano menor Guillermo, arzobispo de Sens.

En 1350 Juan el Bueno recuperó el apoyo de los herederos de Roberto III de Artois al ceder el condado de Eu a Juan de Artois, privado de los territorios paternos y encarcelado en Château-Gaillard con dos hermanos y su madre por la traición de Roberto. El rey había recuperado Eu tras la muerte del condestable Raul de Brienne.[15]​ El clan Artois entró plenamente en la estirpe Melun-Tancarville con el matrimonio entre Juan e Isabel de Melun, cuyo padre era Juan de Melun, unión apoyada por los Borbones. No obstante, el hombre más importante del partido realista era Carlos de la Cerda, valido del monarca. En 1352 se casó con Margarita de Blois, nacida del matrimonio entre Juana de Penthièvre y Carlos de Blois –el candidato al trono de Bretaña– apoyado por el monarca de Francia, lo que le valió la lealtad de nobles bretones como Bertrand du Guesclin. También contará con la ayuda de su propio clan: el vizconde Juan de Melun, su padrastro, y la condesa de Alençon, María de la Cerda,[b]​ su prima, viuda de los condes Carlos de Étampes y de Carlos II de Alençon.[18]​ También contó con importantes partidarios entre los militares, entre los que destaca el mariscal Arnaldo de Audrehem. Esta hábil política matrimonial posibilitó al partido realista atraer a numerosos nobles vinculados a los Évreux-Navarra, debilitando así al poderoso partido navarro, cuyo creciente poder representaba una seria amenaza para los intereses del monarca.[18]

Como recompensa a sus servicios en numerosas misiones diplomáticas y mandos militares o navales, Carlos de la Cerda obtuvo del rey el condado de Angulema (1350) y el nombramiento como condestable (1351). Destacará en una brillante campaña en Poitou en la que tomó Saint-Jean-d'Angély.

Juan II trató de congraciarse con Carlos de Navarra nombrándole, cuando solo contaba con 19 años, teniente general del Languedoc. Esta hábil maniobra le permitió tanto distanciarle de la corte –debía trasladarse a Toulouse– como evitar que el descontento se extendiera. Carlos cumplió adecuadamente en el cargo, pero no pudo reconquistar Montréal.[19]​ Tras solo cuatro meses retornó a París.

En 1352 Juan II decidió tranquilizar a Carlos con respecto a su importancia en el reino concediéndole la mano de su hija menor Juana, de ocho años. El monarca creía que, convertido en el «hijo del rey», Carlos abandonaría sus pretensiones a la corona y controlaría sus estallidos contra los Valois. El asunto se solucionó rápidamente: el rey acortó la minoría de edad del monarca navarro, quien, aunque era consciente de que contraer matrimonio con Juana no le reportaría mucho políticamente, iba a recibir una enorme dote de 100 000 escudos, costeados en moneda real.[19]

Carlos vio en este matrimonio una oportunidad de hacer sombra al valido real, el condestable Carlos de la Cerda, al que el rey había concedido el condado de Angulema, prometido a los Évreux a cambio de Champaña y Brie en virtud de la renuncia de Juana de Navarra a la corona de Francia.[20]​ Tras darle muchas vueltas Carlos accedió en enero de 1353; no obstante, en virtud de un acuerdo entre Juana de Navarra y el rey de Francia, esta había cedido el condado de Angulema a cambio de las castellanías de Beaumont, Asnières-sur-Oise y Pontoise. Estas castellanías nunca serían entregadas y el condado de Angulema permaneció en manos de Carlos de la Cerda.[21]​ Contrariado, Carlos se rebeló y trasladó sus tropas a Normandía durante el verano de 1353: en Mantes, Meulan y Évreux, contaba con seiscientos soldados.[22]

Presionados por el papa Inocencio VI, Inglaterra, Francia y Bretaña alcanzaron un acuerdo de paz en la guerra de los Cien Años y la disputa del trono bretón. La guerra en Bretaña quedó equilibrada: la muerte de Juan de Montfort, apoyado por los ingleses, hizo que su heredero de tan solo cuatro años quedara como líder del partido; por otro lado, Carlos de Blois, sostenido por los franceses, estaba prisionero en Londres negociando su rescate. El 1 de marzo de 1353 Eduardo III y Juan II rubrican el Tratado de Westminster, por el que el primero reconocía a Carlos de Blois como duque de Bretaña a cambio de 300 000 escudos y un tratado de alianza perpetua con Inglaterra. Dicha alianza quedará sellada con el matrimonio entre Juan –heredero de Juan de Montfort– con María, nacida del matrimonio entre Eduardo III y Felipa de Henao.[23]​ Como los esposos eran primos, la unión requería de una dispensa canónica que el papa solo concedería con la aprobación del rey de Francia. Sin embargo, Carlos de la Cerda se había casado en marzo de 1352 con Margarita de Blois, hija de Carlos de Blois.[23]​ Carlos II de Navarra estuvo muy al tanto de las negociaciones: una paz anglo-francesa perjudicaría enormemente sus intereses, ya que, sin la amenaza de una alianza anglo-navarra, no tenía ninguna oportunidad de hacer valer sus pretensiones al condado de Champaña, ni, por supuesto, a la corona de Francia. En consecuencia, en enero de 1354, momento en que Carlos de la Cerda parte para Normandía,[24]​ Carlos decide dinamitar las negociaciones y capturar a Carlos de la Cerda para controlar el acuerdo.

Carlos de la Cerda, conocido también como Carlos de España, como responsable de mantener a Carlos de Navarra excluido del consejo real, y por su compromiso con acabar con la red de alianzas del monarca, era uno de los mayores enemigos del partido navarro, que trató de desprestigiarlo atribuyendo su vínculo con el rey a una presunta relación homosexual entre ambos.

Cuando el rey de Francia concedió a su valido el condado de Angulema y el cargo de condestable,[25]​ Carlos de Navarra se vio totalmente apartado de los asuntos del reino y su resentimiento contra Juan II aumentó en tanto que el nuevo condestable era de más baja condición que él. A esto se unía el hecho de que el monarca no hubiera pagado aún la dote prometida antes de su matrimonio ni cedido las posesiones acordadas - castellanías de Beaumont y Pontoise.

En la primavera de 1353 el conde de Longueville —hermano de Carlos de Navarra— y el condestable se pelearon en los apartamentos del rey. Felipe respondió a los insultos de Carlos[c]​ sacando su daga y amenazando al valido real, y solo se detuvo cuando Juan II le hizo recobrar la razón. El condestable abandonó la escena entre insultos y maldiciones.

Tras el incidente Felipe de Navarra se retiró a sus dominios en Normandía. El 8 de enero de 1354 le avisaron de que Carlos de España estaba en Normandía y que iba a pasar la noche en la posada conocida como «Truie-qui-File» (L'Aigle).[26]​ Felipe previno a su hermano y ambos rodearon el establecimiento para capturar al condestable; no obstante, la aventura devino una carnicería; Carlos de la Cerda, arrodillado y suplicando clemencia a los navarros, cayó muerto por la espada de Felipe de Navarra.[26]

Aunque Carlos de Navarra quería la captura del condestable y no su asesinato, no le quedó más remedio que asumir la responsabilidad por lo que había hecho su impulsivo hermano. Mientras Juan el Bueno permanecía en cama después de que se le comunicara la noticia, demostrando el poderoso vínculo existente entre ambos hombres, Carlos, como líder de Navarra, reivindicó el asesinato justificándolo como una cuestión de honor.[27]

Navarra contó desde el principio con el apoyo de los señores normandos, que se unieron a él mientras reforzaban los castillos del territorio. Rápidamente envió a Brujas a Juan de Fricamp, apodado Friquet, para que reclutara soldados. El 10 de julio de 1354 la cancillería navarra envió correos solicitando ayuda militar a Eduardo III, el «príncipe negro», a la reina Felipa de Henao y a Juan de Gante, futuro duque de Lancaster.[27]​ Aliado con los ingleses, Carlos tenía medios para obligar al rey de Francia a aceptar el asesinato de su valido. El 22 de febrero de 1354 Juan el Bueno tuvo que hacer concesiones en el Tratado de Mantes para evitar que se reanudara la guerra con los ingleses.[28]​ En virtud de este tratado, Carlos renunciaba a reclamar las castellanías de Asnières-sur-Oise, Pontoise y Beaumont a cambio de la obtención del condado de Beaumont-le-Roger,[28]​ los castillos de Breteuil, Conches y Pont-Audemer, la península de Cotentin con la villa de Cherburgo,[28]​ así como los vizcondados de Carentan, Coutances y Valognes (Normandía). Pudo recibir homenaje de los señores normandos que lo habían apoyado. Por otro lado, el tratado le daba permiso de celebrar una asamblea anual en la que podría impartir justicia sin que pudieran enviarse apelaciones al parlamento de París.[29]​ En resumen, era en todo el duque de Normandía excepto en el título. El asesinato de Carlos de La Cerda había demostrado el poder inherente a una alianza anglo-navarra, y, tanto la guerra de los Cien Años como la guerra de sucesión bretona continuaban sin resolver.

Como prueba de buena conducta Carlos tenía que presentarse en París para pedir perdón al rey. Luis, segundo hijo de Juan II, será entregado como rehén para garantizar la seguridad del monarca navarro. Este se presentó el 4 de marzo de 1354 en el palacio de la Cité, dónde pidió perdón sin mostrar arrepentimiento y sin reconocer culpa alguna.[30]

El duque de Lancaster podía considerarse burlado, pero los partidarios de Carlos volvían a detentar una importante posición en la asamblea real, y las negociaciones de Guînes evolucionaron muy favorablemente para los ingleses, que recibieron la soberanía sobre la Aquitania de los Plantagenet –aproximadamente un tercio del reino de Francia– y mantuvieron Calais a cambio de renunciar a la corona de Juan II. El 6 de abril de 1354 ambas partes rubricaron el acuerdo, precedente del tratado de Brétigny. El tratado de Guînes debía ser sancionado y solemnizado en otoño en Aviñón, por lo que Francia e Inglaterra concluyeron una tregua hasta el 1 de abril de 1355.[31]

En noviembre de 1354 el papa invitó a Carlos a participar en las negociaciones de paz de Aviñón. Como se ha señalado anteriormente, el monarca navarro quería evitar a toda costa un acuerdo de paz anglo-francés, sobre todo si implicaba que Eduardo III renunciaba a la corona. Concluyó con Juan de Gante, duque de Lancaster y tercero de los herederos de Eduardo III, un pacto por el que se repartían Francia: Eduardo recibiría la corona de Francia pero cedería a Carlos Normandía, Champaña, Brie, Languedoc y algunas otras fortalezas.[32]​ No obstante, los ingleses, que desconfiaban del voluble Carlos, rechazaron alcanzar un acuerdo. Por otro lado Juan II no podía aceptar el tratado de Guînes y rechazó confirmar el de Aviñón.

Juan II, advertido del complot para dividir el país urdido por Carlos y Juan de Gante en Aviñón, decidió poner coto a los actos del navarro. El 5 de abril de 1356 el delfín Carlos invitó a su castillo en Ruan a toda la nobleza de la provincia, empezando por el conde de Évreux, Carlos el Malo. La celebración se encontraba en pleno apogeo cuando apareció armado Juan II con intención de detener a Carlos gritando:«¡Que nadie se mueva si no quiere morir por esta espada!»[33]​ El monarca estaba rodeado por su hermano Felipe de Orleans, su hijo menor Luis, y sus primos Artois, que constituían una escolta notable. En el exterior un centenar de caballeros tomaron el castillo.[33]​ Juan II se encaminó hacia la mesa donde se encontraba Carlos, y, violentamente, le derribó de su asiento diciendo: «¡Traidor, no eres digno de sentarte a la misma mesa que mis hijos!» Colin Dublet, escudero del monarca navarro, sacó su cuchillo para protegerle y amenazó al rey, pero sería detenido rápidamente por la comitiva real, que también capturó al rey de Navarra.[33]​ Encolerizado por la traición de su primo, Juan dio rienda suelta a la ira que había almacenado desde la muerte, en enero de 1354, de Carlos de la Cerda.

Ignorando las súplicas de Luis, que, de rodillas, le imploraba que no se deshonrara de esa manera, el rey se dirigió a Juan de Harcourt, que había estado implicado en el asesinato del condestable, y le asestó un contundente mazazo en la espalda antes de ordenar su arresto. Esa misma noche el conde de Harcourt y tres de sus compañeros, entre ellos Doublet, fueron conducidos a un lugar conocido como el «Campo del Perdón», donde, en presencia del monarca, el verdugo, un criminal liberado para la ocasión cuya libertad dependía del encargo, les decapitó.[33]

Dos días después Juan regresará a París para celebrar la Pascua. Carlos será encarcelado en el Louvre y en Châtelet. No obstante, la capital no era segura, por lo que le trasladarán a la fortaleza de Arleux, cerca de Douai[34]

Encarcelado, la popularidad de Carlos aumentó considerablemente. Mientras sus partidarios protestaban y reclamaban su puesta en libertad, numerosos nobles normandos se negaron a rendir homenaje al rey de Francia y se unieron a Eduardo III. Para ellos Juan II se había excedido al capturar a un príncipe con el que había alcanzado un acuerdo de paz. Incluso algunos aprovecharon para acusar al rey de que, al ser consciente de su ilegitimidad, pretendía únicamente eliminar a un rival cuyo único delito era reivindicar sus derechos a la corona de Francia. Felipe de Navarra, hermano de Carlos, envió su desafío a Juan el 28 de mayo de 1356.[34]

Los navarros, y particularmente los señores normandos, se pasaron en bloque al bando de Eduardo III, quien ese verano estaba lanzando a sus tropas en terribles chevauchées, en Normandía y Guyena[35]​ El rey, que había reclutado numerosas tropas con los impuestos obtenidos por los Estados Generales de 1355 y 1356, vio la necesidad y la oportunidad de restablecer el dañado prestigio de los Valois demostrando valentía en el campo de batalla. El conflicto subsiguiente tendría lugar el 19 de septiembre en Poitiers, dónde los ingleses demostraron una vez más la superioridad táctica que les concedía el arco largo, que obligaba a la caballería de Francia, cuyas monturas no estaban protegidas, a cargar a pie, siendo destrozada por una embestida de la caballería inglesa. Negándose a abandonar el campo de batalla para demostrar su legitimidad, Juan II se batió heroicamente con sus más leales seguidores, pero será capturado por las tropas inglesas.

Los mercenarios desmovilizados después de Poitiers se agruparon en grandes compañías y saquearon el país, evidenciando la necesidad de mantener activo un ejército permanente que evitara estas prácticas, que causaban un enorme descontento popular. En ausencia de su padre, el delfín Carlos accedió a la regencia, pero este no tenía más que dieciocho años, poco prestigio personal –sobre todo después de huir del campo de batalla en Poitiers, cosa que no hicieron ni su padre ni su hermano Felipe– poca experiencia, y además tenía que luchar con el peso del descrédito de los Valois. En un principio se rodeó de los asesores de su padre, que eran despreciados por la plebe.

El 17 de octubre de 1356 Carlos reunió a los Estados Generales, donde iba a tener que combatir una extraordinaria oposición: Étienne Marcel líder de la burguesía y aliado con los partidarios de Carlos de Navarra, que estaban encabezados por el obispo de Laon Robert le Coq.[36]​ Los Estados Generales nombraron a Carlos teniente general y defensor del reino en ausencia de su padre, y pusieron a su disposición una docena de representantes de cada orden para asesorarle.[d]

Los Estados reclamaron la destitución de los asesores reales más odiados - a causa de su responsabilidad en la constante devaluación monetaria[37]​ - el poder para nombrar un consejo en que se apoyara el monarca y la liberación de Carlos de Navarra. Carlos, cercano a las ideas reformistas, no se oponía a dar un papel más relevante a los Estados Generales, pero la otra petición resultaba inaceptable. No obstante, el Delfín no tenía tanto poder como para rechazar de plano estas propuestas, por lo que en un primer momento aplazó la respuesta –con el pretexto de que habían llegado unos mensajeros de su padre–[36]​ para después abandonar la capital, quedando los asuntos en manos de su hermano Luis. Los Estados Generales serían prorrogados y convocados nuevamente para el 3 de febrero de 1357.

Carlos aprovechará este intervalo para acudir a Metz y rendir homenaje a su tío, el emperador Carlos IV, por el Delfinado, obteniendo de ese modo su apoyo diplomático. A su vuelta a París, en marzo de 1357, aceptó la promulgación de la «Gran Ordenanza», que proponía limitar levemente el poder de la monarquía y acarreaba una notable reorganización administrativa, a cambio de mantener encerrado a Carlos de Navarra. Se creó una comisión para destituir y condenar a los funcionarios corruptos - en especial a los cobradores de impuestos - e incautar sus bienes. Nueve asesores de Carlos quedaron relevados, consiguiendo Étiene Marcel vengarse de Roberto de Lorris.[38]​ Seis representantes de los Estados Generales constituyeron una especie de consejo de tutela del regente, y el organismo logró introducirse en la administración real: las finanzas, en especial las transferencias monetarias y los subsidios especiales, serán controlados por los Estados.[39]

En consecuencia se impuso un gobierno de regencia controlado por los Estados Generales. No obstante, para los reformadores, especialmente para los navarros, esto no era suficiente, pues el retorno de Juan podía acabar con todo el proceso, por lo que, para presionar a Carlos, organizaron la liberación de Carlos de Navarra, que podía reclamar la corona y aún se encontraba preso en la fortaleza de Arleux. Sin embargo, y para evitar futuros problemas, se quiso dar a esta liberación la apariencia de un golpe de mano de carácter espontáneo promovido por los leales hermanos de Picquigny[40]​. Dispusieron meticulosamente el retorno de Carlos: liberado el 9 de noviembre, en los pueblos por los que pasó le recibirían con el protocolo reservado al monarca, y, en cada ciudad entre Amiens y París, llevó a cabo el mismo ritual; tras entrar acompañado por una bella dama era recibido por el clero y la burguesía de la urbe, para después dirigirse a la plebe explicando que había sido encarcelado por el miedo que tenía Juan II de que hiciera valer sus derechos reales.[41]

El avanzado estado de las cosas impidió a Carlos rechazar la petición de Marcel y le Coq, por lo que tuvo que acceder a rubricar el indulto del navarro, que pudo realizar con tranquilidad su triunfal regreso. El 30 de noviembre arengó a una multitud de 10 000 parisinos reunidos por Étienne Marcel en Pré aux Clercs, acusando a Juan II, todavía prisionero de los ingleses, y a Eduardo III, de «invasores» y reivindicando sus derechos sucesorios a la corona de Francia. El 3 de diciembre Marcel, acompañado de una imponente escolta de burgueses, irrumpió en la reunión que debía decidir la rehabilitación de Carlos de Navarra con el pretexto de anunciar que los Estados habían consentido en recaudar los impuestos demandados por el Delfín y que no quedaba más que obtener el acuerdo de la nobleza. Fuertemente presionado, Carlos no pudo más que consentir y rehabilitar a Carlos de Navarra.[42]​ El 14 de enero de 1358 los Estados debían decidir la cuestión dinástica. La dinastía de los Valois se encontraba amenazada. Carlos el Malo aprovechó los meses de espera para hacer campaña. El 11 de enero organizó una ceremonia en Ruan en honor de los señores normandos que habían sido decapitados durante su arresto, con el objeto de seducir a la nobleza y la burguesía normanda.[43]​ Por otro lado, temiendo el retorno de Juan II, comenzó a reclutar tropas en Normandía.[44]

Por su parte el Delfín empezó a organizar la defensa del país contra los numerosos mercenarios que pillaban el país. Los mariscales de Normandía, Champaña y Borgoña se unieron a su corte. Levantó en París una tropa de 2000 hombres venidos del Delfinado con el pretexto de proteger la capital de los abusos de las Compañías.[45]​ El 11 de enero se dirigió a los parisinos en Les Halles explicando la razón por la que estaba reclutando tropas y acusando a los Estados de no haber preparado adecuadamente la defensa del país a pesar del aumento de impuestos: la alocución resultó un éxito y puso en dificultades al Parlamento francés.[46]​ El 14 de enero los Estados no llegaron a ningún acuerdo ni sobre la cuestión dinástica ni acerca de la recaudación de nuevos impuestos, por lo que para aliviar la situación económica se aprobó una nueva devaluación monetaria.[47]​ El pueblo, exasperado, se puso en contra de los Estados.[47]

Valiéndose de la situación Carlos bloqueó la aplicación de la ordenanza de 1357. La comisión responsable de acabar con la corrupción en el seno de la administración real no duró más que cinco meses. Los recaudadores de impuestos nombrados por los Estados tuvieron que hacer frente al descontento de los campesinos y artesanos pobres. Los Estados carecían de la experiencia política necesaria como para continuar controlando al Delfín, que, en una muestra de su savoir-faire, obtuvo el apoyo de los seis diputados que constituían el consejo de tutela. Esta progresiva pérdida de poder hizo que los Estados fueran cada vez menos representativos. Poco a poco solo la burguesía continuó asistiendo a sus reuniones. Finalmente Juan II, que contaba con un enorme prestigio, prohibió desde prisión la aplicación de la «Gran Ordenanza». Étienne Marcel, viendo como se desmoronaba su proyecto de establecer una monarquía controlada, trató de llevarlo a cabo por las armas. Cabe señalar que el preboste no ponía en duda la necesidad de tener un soberano, pero demandaba un mayor poder por parte de los Estados.

Mientras, Carlos de Navarra, a la cabeza de sus tropas anglo-navarras, tomó el control de toda la Baja Normandía para después remontar el valle del Sena. Recibiría refuerzos: su lugarteniente Martín Henríquez desembarcó en Ruan con 1400 hombres.[48]

Viendo que la situación podía evolucionar hacia una monarquía controlada con Carlos de Navarra a la cabeza, Juan II decidió concluir las negociaciones con Eduardo III, para lo que optó con hablar directamente con el monarca inglés. Se ordenó su traslado de Burdeos a Londres, donde sus condiciones carcelarias serían reales: estaba acompañado de su corte, constituida por varios centenares de personas –tanto capturados con él en Poitiers como venidos voluntariamente– y estaba alojado en el hotel Saboya con plena libertad para moverse por Inglaterra.[49]​ En enero de 1358 aceptó el primer tratado de Londres, que preveía:

La noticia de la aceptación por parte de Juan II del primer tratado de Londres, que cedía un tercio del reino de Francia a Inglaterra, provocó una protesta de la que se aprovecharía Étienne Marcel. El 22 de febrero de 1358 el preboste encabezó un motín en el que tomaron parte tres mil personas armadas.[51]

Durante la revuelta el populacho asaltó el Palais de la Cité para arrestar al regente.[51]​ El mariscal de Champaña, Juan de Conflans, y el mariscal de Normandía, Roberto de Clermont, cuyas tropas estaban acampadas delante de París, serían asesinados delante del delfín, al que Marcel obligó a cubrirse la cabeza con la caperuza roja y azul de los amotinados - los colores de París - mientras que él mismo se puso el sombrero de Carlos y le demandó renovar la ordenanza de 1357.[52]

Marcel optó por salvar al heredero, pues le subestimaba y pensaba que resultaría sencillo controlarle; no obstante, el tiempo demostró que está decisión constituyó un enorme error. Así, basándose en la influencia que creía tener sobre el Delfín, al que más tarde nombró regente, decidió prescindir de Carlos de Navarra, a quien empujó a dejar París.[53]​ Entonces Étienne Marcel se encaminó a la plaza de Grève, donde alentó a una enardecida multitud para que eliminara a los «traidores del reino». Escribió a las ciudades de provincias para explicar sus acciones, pero solo Amiens y Arras mostraron señales de apoyo,[52]​ y obligó al Delfín a que sancionara la muerte de los mariscales. A Carlos no le quedó más remedio que aceptar el nuevo cambio institucional: serían nombrados cuatro nuevos asesores procedentes de la burguesía, y el gobierno y la economía pasaron a manos de los Estados.[54]​ Carlos el Malo recibió un mando militar y dinero para costear una tropa de mil soldados. El Delfín continuó siendo regente, lo que permitía ignorar las exigencias de Juan mientras aún estuviera cautivo.[55]

Para aprobar esta nueva ordenanza, y, en particular, validar su contenido económico, era necesario el acuerdo de la nobleza, que no quería continuar reuniéndose en la capital, en particular los aristócratas de Champaña y Borgoña, escandalizados por el asesinato de los mariscales. En consecuencia se optó por Senlis para celebrar la asamblea. Era la ocasión que estaba esperando el delfín para abandonar París, lo que llevó a cabo el 17 de marzo. Étienne Marcel, pensando que le controlaba, simplemente hizo que le acompañaran una decena de burgueses.[56]

Carlos participó en los Estados de Champaña, celebrados el 9 de abril en Provins. El príncipe estuvo apoyado por la nobleza de la parte oriental del reino, que intimidó a los representantes parisinos.[56][57]​ Gracias a esta ayuda Carlos capturó Montereau y Meaux, bloqueando el acceso este de la capital.[57]​ Como los territorios occidentales y meridionales del país estaban en manos de los mercenarios,[51]​ únicamente quedaba el acceso norte, que comunicaba París con las ciudades de Flandes. Tras el bloqueo de los accesos fluviales Étienne Marcel tuvo que reaccionar para evitar el estrangulamiento económico de la ciudad.[56]

El 18 de abril Marcel envió su desafío a Carlos. La ciudad estaba preparada para el combate: se cavaron trincheras y se rellenaron con tierra para que constituyeran un muro que detuviera a la artillería. Para costear estas operaciones se llevó a cabo una nueva devaluación monetaria y se recaudaron nuevos impuestos, lo que provocó el descontento popular y la disminución de la confianza en el gobierno de los Estados.[58]​ Carlos reunió de nuevo los Estados Generales en Compiègne, donde acordaron recaudar un nuevo impuesto controlado por este parlamento y revalorizar la moneda - que no volvería a devaluarse hasta 1359. En cambio abandonaron la voluntad de controlar al príncipe.[59]

El 28 de mayo de 1358 los campesinos de Saint-Leu-d'Esserent, cerca de Creil, en el departamento de Oise, se rebelaron, angustiados por las nuevas cargas fiscales aprobadas en Compiègne y destinadas a organizar la defensa del país.[60]​ Rápidamente las reacciones antinobiliarias se multiplicaron al norte de la capital, una zona libre del saqueo de los mercenarios y que no estaba controlada ni por los navarros ni por las tropas del príncipe. Unos 5000 hombres se agruparon en torno al carismático líder Guillaume Carle, más conocido por el nombre que le atribuyó Froissart, Jacques Bonhomme. Étienne Marcel decidió apoyar a los rebeldes y envió en su ayuda trescientos hombres encabezados por Jean Vaillant[61]​ para que liberaran la capital del cerco que había establecido el Delfín y preservaran el acceso septentrional, que permitía comunicar París con las poderosas ciudades de Flandes.[62]​ La alianza con el preboste coincidió con uno de los mayores éxitos de los jacques, la toma del castillo de Ermenonville.

El 9 de junio los hombres de Marcel y una partida de jacques –aproximadamente un millar de hombres– trataron de asaltar la fortaleza de Meaux, donde se encontraban el regente y su familia.[63]​ No obstante, el ataque derivó en una aplastante derrota, ya que, mientras los rebeldes atacaban el castillo, fueron sorprendidos por una carga de caballería liderada por el conde de Foix Gastón Febo y el captal de Buch, Juan de Grailly, que les barrió del campo.[64]

Sin embargo restaba por someter a la mayor parte de las tropas de Guillaume Carle, que pretendían presentar batalla en Mello, una ciudad de Beauvaisis. Carlos había quedado apartado del poder por Étienne Marcel, que había creído controlar demasiado rápido al príncipe tras el asesinato de los mariscales, y deseaba retomar el control y demostrar al preboste que su apoyo militar era indispensable.[53]​ Presionado por la nobleza, especialmente por los Picquigny, a los que debía la libertad y cuyo hermano había caído durante la revuelta, Navarra vislumbró un medio para ampliar su poder y obtener el apoyo tanto de la aristocracia[61]​ como de los mercaderes, que ayudarían a quien hiciera que las rutas comerciales quedaran aseguradas de nuevo.[61]​ En consecuencia, Navarra se puso a la cabeza de la represión, que llevó a cabo valiéndose de mercenarios ingleses, y unió a la nobleza en torno a su persona. Capturó a Guillaume Carle cuando este vino a negociar a Mello y le mandó torturar y asesinar. Tras la muerte del líder de los jacques la represión derivará en una cruel masacre, y a todo aquel declarado culpable de estar relacionados con los rebeldes le ahorcaron sin juicio.[65]​ Se ordenó, asimismo, el asesinato de cuatro representantes de cada pueblo.[66]​ Estos hechos marcaron la conclusión de la revuelta, en cuya brutal represión Carlos quedó como único responsable, mientras que el Delfín consiguió que su nombre quedara desvinculado de la misma.

Tras restablecer el orden Navarra, el 14 de junio de 1358 entró en la capital y se puso al mando.[67]​ No obstante, una considerable parte de la nobleza que había combatido a su lado contra los rebeldes decidió retirarle su apoyo, pues todavía estaba demasiado escandalizada por el brutal asesinato de los mariscales como para aliarse con los parisinos, y unirse a las tropas del príncipe. Establecido en Saint Denis, sería nombrado capitán de París por aclamación. Étienne Marcel envió cartas a todas las ciudades del reino instándolas a que le eligieran «capitán universal»[67]​ en un intento de constituir una gran liga urbana e imponer una nueva dinastía encabezada por el monarca navarro. Contrató a mercenarios ingleses para suplir a los caballeros que habían abandonado la tropa de Carlos para unirse al Delfín, que puso sitio a la capital el 29 de junio. Este último recibió el apoyo de numerosos mercenarios procedentes de las Grandes Compañías, que veían en la conquista de la capital un medio para saquearla.[68]​ El príncipe trató a toda costa evitar un baño de sangre que le desacreditara ante el pueblo, por lo que renunció a tomar la ciudad al asalto e impuso un bloqueo al mismo tiempo que establecía negociaciones con los sediciosos. No obstante, los arqueros ingleses contratados para proteger la ciudad eran considerados enemigos y pronto despertaron la animosidad del pueblo parisino. El 21 de julio una riña de taberna degeneró en una batalla campal en la que murieron treinta y cuatro mercenarios.[69]​ Los ciudadanos de París, alzados en armas, se hacen con 400 ingleses con la intención de obtener un rescate por su liberación.[69]​ Un día después Étienne Marcel, Robert Le Coq y Carlos de Navarra reunieron al pueblo para calmar los ánimos, pero la situación se descontroló y este les exigió que se deshicieran de los ingleses. Para resolver la situación, los tres hombres deciden separar los sublevados en varios grupos y guiarlos hasta los mercenarios que se encontraban en Saint-Denis. Estos últimos, previamente avisados, masacraron a los rebeldes, muriendo así entre 600 y 700 parisinos.[70]​ Al ver a sus líderes apoyando a los enemigos de la patria frente al regente y al pueblo, los ciudadanos de París se sienten traicionados y retiran su apoyo a Étienne Marcel, más aún ante las noticias de que Carlos de Navarra espera la llegada de su hermano Felipe con refuerzos ingleses.[69]​ Así, el rumor de que Felipe de Navarra estaba en camino con una partida de 10 000 soldados ingleses hizo temer a los parisinos de que sus nuevos «protectores» quisieran vengar a sus compañeros y saquearan la ciudad. El échevin[e]Jean Maillard y Pepin des Essart convencieron a los burgueses para que solicitaran ayuda al príncipe.[71]​ Al amanecer del 31 de julio de 1358 Étienne Marcel sería sorprendido en la Porte Saint-Antoine, cuando iba a entregar las llaves de la ciudad, y asesinado. El Delfín estaba preparándose para marcharse al Delfinado cuando le comunicaron la noticia.[72]​ El 2 de agosto realizó su entrada triunfal en la capital, dando muestra de su clemencia indultando a los parisinos. Solo quince personas serían ejecutadas por traición, entre las que se incluye Étienne Marcel. El príncipe veló porque no se incautaran sus posesiones a los parientes de los traidores en tanto que recompensó a sus aliados. A través de matrimonios entre las viudas de estos hombres y sus hombres más leales trató de conciliar los intereses de los unos y de los otros.[73]

Carlos de Navarra, que se encontraba con sus hombres en Saint Denis, escapó del cambio de lealtad del pueblo parisino y pudo recibir las tropas inglesas lideradas por su hermano. No obstante estos mercenarios llevaban un tiempo sin recibir su sueldo, por lo que se encontraban muy descontentos, y hubo un momento en que la situación era tan tensa que Felipe y a Carlos decidieron permitirles saquear Saint Denis (3 de agosto).[74]​ Los mercenarios retrocedieron a sus posesiones en el valle del Sena, donde tomaron el control del territorio y del tráfico fluvial, e intentaron completar el estrangulamiento de la capital mediante la captura de Melun, que controlaba la zona septentrional del Sena. En ese momento los soldados de Carlos y los mercenarios bretones controlaban unas sesenta plazas en Île de France.[75]​ El príncipe no tenía medios para expulsarles, pero puso sitio a Melun. La posición del monarca navarro era desesperada, por lo que propuso encontrarse con el Delfín en Pontoise el 19 de agosto y anunciar que se retiraba, aunque sus tropas no abandonaron las plazas que controlaban y continuaron sometiendo al país a un saqueo similar al que experimentaron de la mano de las Grandes Compañías.[76]​ La escasez de recursos llevó a ambos líderes a contemporizar, aunque para el rey y el príncipe era determinante detener a Navarra, ya que de ese modo quedaría eliminado uno de los más importantes pretendientes a la corona, que era incluso capaz de crear un poderoso principado susceptible de aliarse con Eduardo III.

En 1359 Carlos retornó a Navarra. Para superar el aislamiento al que le había sometido el revés en Francia, organizó rápidamente el matrimonio de su hermana Inés con Gastón Febo[f]​ conde de Foix y Bearne. El casamiento tenía también un interés político, pues las posesiones del conde estaban entre la Guyena inglesa y el reino de Francia, y el hábil Febo había convertido la inestabilidad inherente al territorio en una independencia de facto. La alianza entre Foix y Navarra constituía un buen medio para detener los ansias expansionistas de Francia, Inglaterra y Aragón, y, por otro lado, en Bearne no se aplicaba la ley sálica, por lo que en ausencia de un heredero el condado iría a la hermana del Carlos. No obstante, tras la celebración del enlace Febo tomó un gran número de amantes, que dieron a luz a dos hijos ilegítimos —Yvain y Gratien. En 1362 repudió a su esposa, después de que esta alumbrara a Gastón, su único heredero legítimo, que sería educado lejos de su madre luego de que Inés volviera a Navarra. Esta actuación causó la animadversión de los navarros, que intentaron envenenarle a través de Gastón, pero este sería descubierto y denunciado por su hermano Yvain.[20]​ Durante una visita a la cárcel a Gastón el conde perdió el control y le propinó un golpe mortal, eliminando así a su único heredero directo (1380). No obstante Inés nunca recuperó el título de vizcondesa y, a la muerte de Gastón Febo (1391), será Yvain el que asuma la regencia del condado, hasta su muerte en 1393.[77]

En 1361 murió el duque de Borgoña, Felipe I de Rouvres. En circunstancias normales y de acuerdo a las leyes de primogenitura el ducado habría pasado a su primo segundo, que no era otro que Carlos de Navarra. Este último era nieto de Margarita de Borgoña, nacida del matrimonio entre el duque Roberto II e Inés de Francia. No obstante Juan II incautó el territorio alegando un mayor grado de parentesco con el duque a través de su madre Juana, hermana de Margarita. La cesión del condado a Felipe el Atrevido en septiembre de 1363 resultó inaceptable para el monarca navarro.[cita requerida]

En 1364, Juan II de Francia que había sido liberado tras el Tratado de Brétigny, tuvo que regresar como prisionero a Inglaterra porque su hijo Luis retenido para garantizar el cumplimiento del tratado había huido. Como el delfín Carlos seguía asumiendo la regencia se reunió con el Príncipe Negro en Burdeos y alcanzó un acuerdo de paz con Pedro IV de Aragón —aunque este resultara complicado por el apoyo militar que había prestado su hermano Luis a los castellanos—[78]​ al que prometió territorios pertenecientes al rey de Francia: el Bajo Languedoc, las senescalías de Beaucaire y Carcasona. Además reclutó una tropa de mercenarios para recuperar el ducado de Borgoña, e hizo bordar su pendón con las armas de Francia y Navarra.[78]

Estas maniobras no pasaron desapercibidas. Los Valois actuaron rápidamente y recuperaron la iniciativa. Antes de partir de Londres Juan II ordenó al príncipe que decretara la incautación de las posesiones navarras en Normandía, encomendando a Bertrand du Guesclin la misión de hacer cumplir la sentencia. Mantes, Meulan y otras muchas plazas ubicadas a orillas del Sena quedaron sitiadas. El 8 de abril de 1364 Juan II muere en Londres, accediendo al trono el delfín con el nombre de Carlos V de Francia. Rápidamente las tropas que había reclutado Carlos II en Navarra y Gascuña alcanzaron Normandía e intentaron evitar la coronación de Carlos interceptándole camino de Reims.[79]

Las tropas de los dos reyes se encontraron en Cocherel, en las inmediaciones del Eure, el 16 de mayo de 1364. El comandante de los navarros era Juan de Grailly, vencedor del rey Juan en Poitiers; no obstante, su adversario era otro brillante militar, Bertrand du Guesclin.

Gracias a una hábil maniobra de rodeo las tropas de Grailly cayeron derrotadas en unas pocas horas. La aplastante victoria, obtenida por las tropas reclutadas con los impuestos votados por los Estados Generales de 1363, puso término a la guerra, restableció la autoridad real entre la población, y demostró que el dinero procedente de las elevadas cargas fiscales impuestas al pueblo tenía un importante efecto en el campo de batalla.[80]​ Sin más problemas, Carlos pudo ser coronado en la catedral de Reims el 19 de mayo de 1364. El nuevo monarca tomó entonces una decisión que marcó claramente su voluntad política: ordenó decapitar a todos los prisioneros capturados en Cocherel sin pedir rescate, evidenciando que cualquier súbdito que emprendiera una acción armada contra el rey sería considerado un traidor.[81]

Establecido en Pamplona, Carlos el Malo recibió la noticia de la derrota el 24 de mayo. Los soldados navarros que huyeron del campo de batalla lograron reagruparse y se retiraron a Auvernia, donde tomaron numerosas poblaciones, para después marchar sobre Borgoña, conquistando La Charité-sur-Loire en un ataque por sorpresa. No obstante, Felipe el Atrevido, duque de Borgoña, consiguió, con las tropas que estaba reclutando para derrotar a los mercenarios de las Grandes Compañías, derrotar a los navarros y retomar La Charité-sur-Loire.[82]

Aunque era evidente que con la derrota en Cocherel Carlos de Navarra había perdido su oportunidad de obtener la corona de Francia, aún conservaba numerosas e importantes plazas en Normandía —a excepción de Cocherel— empezando por la capital, Évreux. Carlos V presionó a Juana de Navarra para evitar que permitiera a su rival disponer de sus territorios y minar así la posición de Carlos;[83]​ no obstante, los navarros invirtieron la situación y, en el transcurso del otoño, recuperaron los dominios que habían perdido a manos de Bertrand du Guesclin. El estancamiento llevó a Carlos V a negociar un tratado de paz con Navarra para poder centrar su política exterior en la expulsión de los ingleses de Francia.[cita requerida]

Navarra propuso intercambiar Mantes, Meulan y Longueville por Montpellier. En el tiempo que duraron las negociaciones los navarros trataron de obtener un tratado de alianza perpetua con los ingleses; no obstante, la volubilidad de Carlos el Malo, de la que ya habían sido víctimas, hizo imposible el acuerdo.[cita requerida]

En 1365, con el Tratado de Saint-Denis, Carlos de Navarra renunció a sus pretensiones a la corona de Francia. En marzo de ese mismo año, en virtud del tratado de Aviñón, el rey navarro cederá al monarca de Francia sus posesiones en la zona meridional del valle del Sena, en Normandía —Mantes, Meulan y Longueville—, vitales por dominar el camino a la capital. A cambio Carlos V entregó a su primo el señorío y ciudad de Montpellier. La liberalidad del rey pronto se tornó en un regalo envenenado, pues los habitantes de Montpellier eran reticentes a estar sometidos al rey de Navarra.[cita requerida]

En Francia, Carlos V aprovechó el periodo de paz iniciado merced al cese de hostilidades que estipulaba el tratado de Brétigny -cualquier acción armada por parte de las tropas de Eduardo III anularía las cesiones territoriales que incluía el acuerdo- y a la victoria en Cocherel -que acabó con las pretensiones de Carlos de Navarra- para derrotar a las compañías y reactivar la economía. Para derrotar a los mercenarios rebeldes, y apoyándose en la creación de un nuevo impuesto, creó un ejército permanente que, encabezado por sus hermanos, iría reconquistando uno a uno todos los territorios que habían tomado los rebeldes. Su delicada situación hizo más sencillo persuadirles para que participaran en una cruzada en España costeada por el Papa, encantado de librarse de los mercenarios que ocupaban el valle del Ródano y extorsionaban a la ciudad de Aviñón.

[84]​ No obstante, el verdadero propósito de la expedición era muy distinto: Pedro IV y Carlos V emplearían a los mercenarios para deshacerse de Pedro I, rey de Castilla, que, aliado con Eduardo III, supondría una amenaza considerable para Aragón y pondría en peligro la reconquista de Guyena por parte de Francia. Bertrand du Guesclin sería el encargado de poner a Enrique de Trastámara (Enrique II), leal aliado de los Valois, en el trono de Castilla.[84]​ Carlos de Navarra decidió permitir a las tropas de du Guesclin transitar libremente por su territorio, e incluso les dio dinero para que marcharan más rápido. Los mercenarios que quedaron en Francia estaban muy debilitados y resultaron una presa sencilla para las tropas reales.[85]​ En Hommet (Cotentin) el capitán du Bessin rechazó cualquier acuerdo de paz con la guarnición navarra y ordenó matar a todos cuando se rindieran.[85]

Pedro el Cruel negoció un tratado con el Príncipe Negro, en virtud del cual este se comprometía a prestar su apoyo al monarca castellano si costeaba la campaña; asimismo, intentó atraer a su bando a Navarra, que dominaba el territorio que debían atravesar las tropas de Eduardo de Woodstock para pasar a España. Para este último tener malas relaciones con los castellanos haría pesar una enorme amenaza sobre su reino por ello negoció una sólida alianza con Enrique II de Castilla en cuanto este asumió el poder.[86]​ Pedro le restituyó Sauveterre y Saint-Jean-Pied-de-Port,[87]​ le cedió las provincias vascas de Guipúzcoa y Álava, y le prometió una suma de 20 000 florines.[88]​ No obstante Navarra concluyó también un acuerdo con Enrique de Trastámara que le prometió una suma de 60 000 y la ciudad de Logroño a cambio de la promesa de bloquear los pasos pirenaicos a las tropas del príncipe de Gales. No obstante, Eduardo, consciente del cambio del navarro, atacó Navarra por el sur desde Calveley. Carlos el Malo reaccionó rápidamente e hizo saber al príncipe que el acuerdo con Enrique no era más que un ardid y que no cerraría los pasos.[89]​ Los soldados de Eduardo cruzaron Roncesvalles en febrero de 1367. Para no violar abiertamente el acuerdo que había concluido con Enrique de Trastámara ordenó a Olivier de Mauny que le tendiera una emboscada y le retuviera hasta que se resolviera todo el asunto.[90]​ El 3 de abril de 1367 el príncipe de Gales infligió una severa derrota a las tropas franco-castellanas en la Batalla de Nájera, lo que permitió a Pedro acceder de nuevo al trono.[91]​ No obstante, el monarca castellano, que había prometido recompensar a las tropas reclutadas por Eduardo, era incapaz de cumplir el trato, por lo que este último encabezó a sus soldados hacia la arruinada Aquitania y las disolvió.

Enrique aprovechó la situación para reclutar soldados más allá de los Pirineos. Además, Carlos V cumplió el tratado de Aigues-Mortes y puso de nuevo a su disposición a los mercenarios de las compañías y al comandante du Guesclin. Las tropas de Enrique de Trastámara conquistaron rápidamente los reinos de Castilla y de León y, en el mes de abril de 1367, pusieron sitio a Toledo. El asedio duró nueve meses, durante los cuales Enrique y Carlos V rubricaron el tratado de Toledo, en virtud del cual ambos se comprometían a mantener una paz estable una vez que el primero hubiera accedido al trono castellano. Pedro trató de rescatar la ciudad con una tropa compuesta de moros y judíos. Los dos hermanastros combatieron en Campo de Calatrava (Castilla-La Mancha), donde Enrique derrotó de manera aplastante a Pedro (13 de marzo de 1367). Tras la batalla Pedro y unos pocos hombres leales huyeron al castillo.[cita requerida]

Desesperado, Pedro intentó sobornar a du Guesclin, que, aunque parecía estar interesado la propuesta, en realidad advirtió a Enrique. El militar llevó al monarca castellano a una tienda en la que se encontró cara a cara con su hermanastro. Puestos en presencia uno del otro ambos hombres trabaron un combate cuerpo a cuerpo en el que pareció que Pedro iba a imponerse hasta la intervención de du Guesclin, que hizo posible la victoria de Enrique y la muerte de Pedro I.[cita requerida]

Con este deceso, Enrique se convirtió en el nuevo rey de Castilla con el nombre de Enrique II de Castilla; en consecuencia, la corona del reino pasó de manos de la Casa de Borgoña a la de Trastámara.

El Príncipe de Gales, que vino arruinado de Castilla, tuvo que instituir nuevos impuestos en Aquitania, lo que sería muy mal recibido por los territorios que habían pasado recientemente a ser controlados por los ingleses y que habían experimentado el cruel saqueo de las compañías. Jean de Armagnac rechazó el tributo y apeló a la Corte de Justicia de París, que aceptó responder a su recurso (3 de diciembre de 1368), lo que constituía un acto de soberanía por parte de Carlos V sobre Guyena.[92]​ De este modo se inició la reconquista de los territorios cedidos a los ingleses en el Tratado de Brétigny, que en gran medida respondió al rechazo de las ciudades aquitanas a los nuevos impuestos y a su adhesión a las promesas de Francia de cambiar la situación.[93]​ Los ingleses no tenían medios económicos como para oponerse a una guerra de asedios y poco a poco tuvieron que retroceder en todos los frentes por el ímpetu de los ejércitos franceses, hábilmente cohesionados y dirigidos, y experimentados por la guerra contra las compañías.

Conscientes de que las tropas de Enrique II y Carlos V rodeaban el reino de Navarra y de que los soldados del príncipe de Gales habían tenido que retirarse y estaban muy debilitados Carlos de Navarra tomó la iniciativa y volvió a Francia para rubricar el tratado de Vernon, en virtud del cual aceptó las condiciones de 1365 y, el 25 de marzo de 1371, rodilla en tierra, rindió homenaje a su primo y soberano por todos los territorios que poseía en Francia, algo a lo que siempre se había negado, y le prometió «fe, lealtad y obediencia».[94]​ Con este acto parecía que Carlos había renunciado a la corona de Francia, pero durante su estancia visitó Normandía, donde trató de negociar una tregua con las guarniciones gasconas que ocupaban sus plazas fuertes y saqueaban el país, comportándose como compañías.[95]​ Los continuos abusos de estos mercenarios, contra los que Carlos de Navarra no podía hacer gran cosa, habían hecho que Carlos V apareciera ante el pueblo como el protector y soberano de Normandía.

Tras la derrota en Cocherel (1364), parecía que a Navarra no le quedaría más remedio que renunciar a sus pretensiones al trono de Francia. No obstante, ese no era el único problema del rey navarro, pues, tras su victoria sobre Pedro I en Castilla, Enrique II pretendía dar un escarmiento a los que habían prestado apoyo a su adversario, entre los que se encontraba Carlos. El monarca navarro tuvo que pedir apoyo a los ingleses.[96]​ El rey Ricardo II vio rápidamente las posibilidades de esta alianza, ya que Navarra, que poseía el condado de Évreux y Cotentin podía, a cambio de tropas, poner a su disposición el puerto de Cherburgo. Ambos monarcas concluyeron un acuerdo en 1378, en virtud del cual Navarra cedería Cherburgo a Ricardo durante tres años a cambio de una tropa de mil hombres - quinientos arqueros y quinientos soldados.[96]

El acuerdo empeoró considerablemente las relaciones entre Navarra y los Valois, cuyo principal escollo era la soberanía sobre Normandía. Carlos V estaba dispuesto a no tener en cuenta la vileza de Carlos mientras este aceptara ser vasallo del rey de Francia por sus posesiones normandas, lo que quedó establecido como base esencial de los acuerdos de 1371. No obstante, Navarra, que consideraba que le habían usurpado la corona de Francia, no podía tolerar que esta situación se prolongara.[97]​ Al abrir las puertas de Normandía a Ricardo II ponía en cuestión la soberanía del territorio, lo que Carlos V no podía permitir.[96]

En marzo de 1378, el conde de Foix, que disponía de una activa red de espías, advirtió a Carlos V que su primo Navarra estaba negociando un acuerdo secreto con los ingleses.[97]​ Carlos ordenó la detención del chambelán navarro -Jacques de Rue- cuando este visitó París. Navarra, excluido de los asuntos de Francia desde 1364, ya no tenía, como en 1356, el apoyo de la nobleza normanda, pues ahora era al rey al que los habitantes del territorio consideraban su soberano.[98]​ La situación brindaba una excelente oportunidad a Carlos V para terminar de anular al navarro y recuperar la zona normanda. Para que todos aceptaran la transición era necesario desacreditar a Navarra, por lo que Carlos V dio inicio a un proceso público[99]​ en el que Jacques de Rue reveló, además del pacto de Cherburgo, un proyecto de matrimonio entre Ricardo II y una princesa navarra, e incluso dio crédito a un rumor que decía que Navarra tenía intención de envenenar al rey.[100]

Las posesiones de Carlos de Navarra recibieron un contundente ataque, pues la traición y el regicidio eran considerados delitos imperdonables. En Normandía los hombres de du Guesclin tomaron Conches, Carentan, Mortain y Avranches.[96]​ Bernay, capitaneada por el secretario de Carlos, Pierre de Tertre, resistió un tiempo, pero ante el ímpetu de las tropas realistas acabó claudicando el 20 de abril. El día de la caída de Bernay era ocupada también Montpellier, cedida a Navarra en 1371. Cherburgo resistió y permaneció en manos de los ingleses. En España los castellanos estaban preparados para marchar sobre Pamplona, capital del reino navarro.[cita requerida]

Todos los sueños de poder de Navarra terminaban con el ataque, pero el monarca navarro tenía que intentar limpiar la humillación que suponía el proceso que iba a iniciarse contra sus hombres y la revelación pública de sus crímenes. Carlos V, no obstante, intentó acercar posturas con los navarros reuniéndose con el infante Carlos en Senlis, quien, como señor leal, trató de exculpar a Jacques de Rue. El rey le anunció que aunque los castillos de su padre habían sido tomados no quedaría privado de las rentas de sus territorios.[96]

El proceso contra Jacques de Rue y Pierre de Tertre se abrió ante el Parlamento ese mismo verano.[99]​ A las declaraciones del chambelán se unieron numerosas pruebas que los soldados de Carlos V encontraron en Bernay: documentos codificados destinados a los ingleses, instrucciones destinadas a la defensa de las plazas normandas y una orden de no rendirse ante las tropas del rey. Los navarros proclamaron que actuaban por lealtad a su rey y rechazaron las acusaciones de traición y lesa majestad. Los jueces no aceptaron estos argumentos y condenaron a muerte a los dos hombres, que serían decapitados, sus cabezas expuestas en el patíbulo de Montfaucon, y sus miembros en ocho puntos de la capital.[101]

Estas muertes marcaban la conclusión del duelo entre los dos Carlos con una clara derrota del navarro, que, tras haber traicionado a todos, tenía tantos enemigos que había quedado absolutamente aislado. Enrique II de Castilla, leal aliado del rey de Francia, lanzó un ataque contra Navarra, que tuvo que ceder una veintena de plazas para obtener la paz por el Tratado de Briones (1379).[102]​ La pérdida de sus territorios en Normandía y Languedoc le obligó a tener que buscar recursos entre el pueblo navarro, harto de costear las extravagantes aventuras de su monarca, que en nada les concernían.[102]​ Estalló una rebelión que sería contenida con moderación, lo que le valió el aura de respeto que rodeó los últimos años de su reinado.[102]​ Caía el más decidido rival de la dinastía Valois, quien, aislado, arruinado e impotente, vivió hasta su muerte (1387) de préstamos y limitándose a administrar su reino.[28]​ También pudo mejorar las relaciones con Juan I de Castilla, que apremiado tras la derrota en la batalla de Aljubarrota, reintegró a Navarra por el Tratado de Estella (1386) buena parte de las plazas ocupadas en 1379.[cita requerida]

Carlos de Navarra murió el 1 de enero de 1387. Según unos cronistas de la época, murió accidentalmente en extrañas circunstancias. Ese día el rey se encontraba indispuesto y se desmayó, por lo que su médico ordenó que le envolvieran en pañuelos empapados en coñac para reanimarlo. En el proceso un criado incendió los trapos, causando la muerte del monarca. En realidad, Carlos de Navarra estaba enfermo desde octubre de 1386 y, al parecer, murió de muerte natural.[103]

Carlos II dispuso en su primer testamento que si moría en Francia su cadáver fuese eviscerado —costumbre entre la monarquía francesa— y su cuerpo fuese enterrado en la Basílica de Saint-Denis, como correspondía a los Capetos, su corazón en Pamplona, y sus vísceras en Roncesvalles. De morir en Navarra, su cuerpo debía ser enterrado en Pamplona. Posteriormente redactó un segundo testamento en 1385, cuando había perdido casi todas sus posesiones francesas, en el que disponía que sus restos debían ser inhumados en tres sitios distintos de Navarra: su cuerpo en la catedral de Pamplona, su corazón en Santa María de Ujué y sus entrañas en la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles.[104]​ A pesar de que la práctica de la evisceración, muy popular en las últimas décadas, había sido prohibida en el s. XIV por el papa, los soberanos de la casa de los Capetos, y después, sus sucesores en el trono, los Valois, mantuvieron esta práctica casi como un símbolo de su estatus, esquivando de este modo la prohibición papal. Ambos testamentos se conservan en el Archivo General de Navarra.[105]

Le sucedió su primogénito Carlos III el Noble, muy próximo a Carlos V. El heredero de Carlos II nunca pretendió la corona de Francia y mostró una inquebrantable lealtad a los reyes del país.

Carlos de Navarra era nieto de Luis X, cuya muerte (1316), acaecida solo dos años después de la de su padre Felipe IV (1314), puso término al llamado «milagro capetiano»: en el periodo comprendido entre 987 y 1316 los reyes capetos siempre habían tenido un heredero al que transmitir la corona a su muerte.

De su primera esposa Margarita de Borgoña, condenada por adulterio,[g]​ Luis X no había tenido más que una niña, Juana de Navarra. A su muerte, su segunda esposa esperaba un niño, Juan I el Póstumo, que únicamente viviría cinco días. Fallecido Juan, la heredera directa del Reino de Francia pasaba a ser Juana de Navarra, una niña de cinco años.[107]​ En ese momento se tomó una decisión cuya importancia reside en que volvió a aplicarse cuando se planteó de nuevo la cuestión dinástica en 1328; el adulterio de la madre de Juana suponía el riesgo de que cualquier noble se rebelara con el pretexto de que la reina era bastarda,[108]​ por lo que se consideró que el hermano del rey, Felipe de Poitiers, un caballero aguerrido e instruido en materia real por su padre, era el más adecuado para asumir la regencia. La situación terminaría con la muerte de Juan el Póstumo, momento en el que Felipe accederá al trono, completando la exclusión de Juana.[107]

La ley sálica no fue invocada en la elección del nuevo rey de Francia.[109]​ Al revisar, antes de su muerte, el estatus del infantazgo de Poitou que establecía que «en ausencia de heredero varón, la corona volvería a Francia»,[110]​ Felipe IV se había cuidado de introducir la «cláusula de masculinidad» para reforzar las posesiones de los Capetos uniendo a la corona feudos de sus vasallos que no tenían herederos varones. No obstante, no será hasta 1356, cuarenta años después de la controversia dinástica de 1316, que un benedictino de la abadía de Saint-Denis que estaba en posesión de la crónica oficial del reino, invocó esta ley para reforzar la posición del rey de Francia en el duelo propagandístico que libró con Eduardo III de Inglaterra.[111]​ La ley sálica databa de los tiempos de los francos y estipulaba que las mujeres debían ser excluidas de la «tierra sálica».

No obstante, Juana no estaba completamente aislada. Su tío, el poderoso duque de Borgoña, lideró la coalición de descontentos, dispuestos a conspirar con los rebeldes de Flandes. Para calmar a los sediciosos se concedió a Juana una renta de 15 000 libras con la condición de que renunciara a Navarra y a Champaña cuando cumpliera doce años.[112]

Tras el corto reinado de Felipe V, muerto sin heredero varón, será su hermano menor Carlos IV quien, aprovechándose del precedente que había sentado Felipe, obtendrá la corona. No obstante, este reinado también terminará pronto con la prematura muerte de Carlos, lo que provocó la reaparición de la cuestión dinástica: Juana de Navarra no tenía heredero varón –Carlos de Navarra no nacería hasta cuatro años después (1332)– pero del matrimonio de Isabel de Francia con Eduardo II de Inglaterra nació Eduardo III. Isabel intentó hacer valer los derechos de Eduardo, pero será Felipe de Valois —cuyo padre era Carlos de Valois, hermano de Felipe IV— el que acceda al trono.[110]​ Esta decisión era tanto una decisión geopolítica como una expresión de la naciente conciencia nacional, y daba cuenta del rechazo a ver a un extranjero casado con la reina y administrando el reino.[113]​ Los pares de Francia eran reticentes a dar la corona a un rey de otro país.[114]

En 1328 la elección de Felipe VI era la más lógica si se quería evitar que Eduardo III obtuviera la corona de Francia. No obstante, en retrospectiva, el heredero más directo por vía materna era Carlos de Navarra, pero no nacería hasta 1332. Descontento con la decisión, Carlos tratará de hacer valer sus derechos durante toda su vida, convirtiéndose en un implacable rival para los Valois.

Cuando alcanzó la mayoría de edad, Juana tuvo que haber renunciado a Navarra, Champaña y Brie, pero Felipe IV había adquirido estas tierras de su esposa Juana I de Navarra y Juana era su heredera más directa —en el caso de Navarra la ley sálica no tenía vigencia— por lo que no podía excluirse a Juana de la sucesión real. Juana estaba casada con Felipe de Évreux y pudo contar con el apoyo incondicional de los barones navarros, que rechazaron que el reino se convirtiera en una mera provincia administrada a distancia por el rey de Francia. Felipe VI tuvo que transigir: en abril de 1328 Navarra fue concedida a Juana, pero no Champaña[25]​ y Brie, pues la posesión de dichos territorio convertiría a los navarros en un partido demasiado poderoso. En compensación los Évreux aceptaron un trato: obtuvieron el condado de Mortain,[25]​ una parte de Cotentin y, en Vexin, Pontoise, Beaumont-sur-Oise y Asnières-sur-Oise. La promesa de ceder el condado de Angulema[115]​ no [25]​ se cumplió y Carlos II pudo hacer valer sus derechos para reivindicar Champaña y Brie.

Por otro lado Eudes IV de Borgoña no tenía heredero, y, en caso de muerte, este ducado debería pasar a Carlos de Navarra en virtud de las leyes de primogenitura, pues este era nieto de Margarita de Borgoña, cuyo padre era el duque Roberto II.

En resumen, Carlos de Navarra era heredero de la corona de Navarra y de las posesiones normandas de los Évreux, pero también podía reclamar la corona de Francia, el ducado de Borgoña en el caso de que Felipe de Rouvre muriera sin descendencia, y Champaña y Brie si no se le restableciera el Condado de Angulema.

De su matrimonio con Juana de Francia, hija de Juan II y Bona de Luxemburgo, con la que se casó en 1352 nacieron:

Fuera del matrimonio tendría, con Catalina de Lizaso:




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