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Carlos XI



¿Qué día cumple años Carlos XI?

Carlos XI cumple los años el 24 de noviembre.


¿Qué día nació Carlos XI?

Carlos XI nació el día 24 de noviembre de 1655.


¿Cuántos años tiene Carlos XI?

La edad actual es 368 años. Carlos XI cumplirá 369 años el 24 de noviembre de este año.


¿De qué signo es Carlos XI?

Carlos XI es del signo de Sagitario.


Carlos XI (Estocolmo, 24 de noviembre de 1655-Estocolmo, 5 de abril de 1697) fue rey de Suecia (1660-1697), duque de Bremen y príncipe de Verden (1660-1697) y conde del Palatinado-Zweibrücken (1681-1697) como Carlos I. Era el único hijo del matrimonio del rey Carlos X Gustavo y Eduviges Leonor de Holstein-Gottorp.

Fue uno de los monarcas más poderosos y destacados de la historia de su país. Su obra en el gobierno fue esencialmente administrativa, y con ello lograría reestructurar el Estado y levantar al país de la crisis en que se hallaba después de numerosas guerras. Si bien en sus inicios tuvo una proclividad a la guerra, durante la mayor parte de su reinado mantuvo la paz en el país y evitó las confrontaciones internacionales. La paz le permitió centrarse en la política interior, combatir a los grupos de intereses dentro de la administración pública, realizar profundas reformas y erigirse como un monarca absoluto.

Carlos XI nació en el castillo de Estocolmo, el 24 de noviembre de 1655, y heredó la corona de Suecia el 13 de febrero de 1660, a los cuatro años de edad, tras la repentina muerte del rey Carlos X Gustavo. El gobierno del reino fue dejado en manos de cinco altos funcionarios, que junto con la reina viuda Eduviges Leonor, encargaron la educación del joven rey a Emund Frigelius. La formación académica de Carlos fue bastante deficiente, al ser descuidada por los responsables de la misma. El rey había crecido con un carácter autoritario, escasos modales y una muy limitada educación elemental.

El 18 de diciembre de 1672 alcanzó Carlos los 17 años, y con ello su mayoría de edad y el derecho de ejercer sus funciones de rey. Al comienzo de su gobierno, se dejó llevar por la desidia y la indolencia, defectos característicos del gobierno de la regencia. Carlos había heredado un Estado inmerso en la ineficiencia de los funcionarios de la administración y carente de recursos económicos. El país estaba particularmente empobrecido después de las costosas guerras que había emprendido su padre. Las dificultades económicas se hicieron más evidentes, y solamente se pudieron aliviar con los préstamos económicos procedentes del extranjero. El joven rey se interesaba más por las diversiones, y constantemente salía de la capital. Los asuntos del Estado quedaban principalmente en manos de Magnus Gabriel De la Gardie, quien en ese tiempo llegó a ser el hombre más fuerte del país.

Fueron los apuros económicos lo que condujo a Suecia a un nuevo conflicto internacional. Debido a los subsidios que De la Gardie había obtenido de Francia, el rey Luis XIV instigó para que Suecia lo apoyara en la guerra que comenzó en 1672 con la invasión de las Provincias Unidas. Francia se topó con la oposición de varios estados europeos, que decidieron apoyar a Holanda. Luis XIV se atrajo el apoyo sueco tras presionar acerca de un nuevo préstamo. En esas circunstancias, un ejército sueco desembarcó en 1674 en Brandeburgo. El 18 de junio de 1675, tras la batalla de Fehrbellin, en la que fueron derrotados los suecos, decayó el prestigio militar de Suecia, y pronto sus enemigos, Dinamarca, los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico pretendieron arrebatarle sus posesiones y la predominancia comercial y militar en el Mar Báltico.

En esta situación coyuntural, el rey se apresuraría a realizar cambios en la administración del Estado y del ejército, con el objetivo de hacer frente a la pobreza y sobre todo, a la amenaza de un nutrido número de enemigos. Así, Carlos XI, hasta entonces un monarca indolente, se convertiría en un gran gobernante. Nombró en 1676 a Johan Gyllenstierna como su consejero y maestro. Gyllenstierna era un hombre muy capacitado, y ejercería a partir de entonces una fuerte influencia en el rey y en los asuntos del Estado.

La Guerra Escanesa sería decisiva en el reinado de Carlos XI. En esta guerra, el rey de Dinamarca y Noruega Cristián V pretendía reincorporar a su país los territorios perdidos en favor de Suecia tras la Paz de Roskilde. Suecia se encontraba en una grave situación: las derrotas militares acarrearon la pérdida de todas las posesiones suecas en Alemania; con la debacle de la flota sueca, daneses y neerlandeses se convirtieron en los nuevos amos del Mar Báltico, y los daneses habían iniciado con éxito la incursión en los territorios del sur de Suecia. Gracias al apoyo de grandes militares, Carlos XI pudo redirigir la guerra y vencer al ejército danés en la batalla de Halmstad, el 17 de agosto de 1676, en la batalla de Lund el 4 de diciembre de 1676, y en la batalla de Landskrona el 14 de julio de 1677. Tras esta batalla, Cristián V decidió evacuar a su ejército. La paz se firmó en la ciudad de Lund el 26 de septiembre de 1679 y Suecia pudo conservar las provincias del sur. La guerra había sido costosa, pero el prestigio de Carlos XI se elevó, lo mismo que la confianza del pueblo hacia su soberano.

Carlos XI llevó a cabo la expropiación de grandes tierras que los anteriores reyes habían concedido a la aristocracia por cuestiones políticas. La expropiación condujo a una reorganización de las finanzas y a la introducción del absolutismo. Exigió a los funcionarios de la administración pública, muy deteriorada entonces, una rígida disciplina y combatió la corrupción y el despilfarro de los recursos públicos, grandes males en las finanzas del reino. En una asamblea en 1680, el rey anuló la autoridad del antiguo consejo del reino y el poder monárquico se incrementó considerablemente, llegando el rey a tener poderes legislativos. Así, en Suecia llegaba a su fin el periodo del predominio de la aristocracia en los asuntos del Estado, y comenzaba el periodo de la monarquía absoluta.

La reorganización del ejército también fue un asunto de importancia en el reinado de Carlos XI. Creó un impuesto especial para conflictos bélicos inesperados. Las fuerzas del ejército contaban con gran disciplina y su número llegó a 38 000 hombres. Además el rey exigió a las provincias un número importante de civiles para la defensa del territorio en caso necesario. La flota sueca, devastada tras la última guerra, se encontraba reconstruida a la muerte del rey, y contó con un gran puerto de guerra con muelles y astilleros en la ciudad de Karlskrona.

El consejo real permaneció existiendo, pero sus actividades serían muy reducidas. Las decisiones del rey eran consultadas a un consejo, cuya composición variaba de acuerdo a los temas específicos de los que se trataba.

Las provincias del sur, recientemente conquistadas a Dinamarca y Noruega, experimentaron un pertinaz asuecamiento, y en este aspecto jugó un papel importante la enseñanza del idioma y la cultura suecos, proyectada en la refundación de la Universidad de Lund en 1668, institución devastada por la guerra. También fueron definitivos la entrada de la Iglesia sueca y de las leyes suecas en esas provincias.

La Iglesia de Suecia recibió un gran impulso. En tiempos de Carlos XI se produjo una ley eclesiástica que fijaba las relaciones de la iglesia con el Estado, y que fue utilizada en Suecia hasta principios del siglo XX. Se establecieron nuevas normas en la enseñanza oficial de la doctrina cristiana. Asimismo se comenzó una nueva traducción de la Biblia; esta obra no sería concluida hasta 1703, después de la muerte de Carlos XI, pero fue la traducción oficial de la Biblia hasta bien entrado el siglo XX.

El rey carecía de una educación avanzada, pero el impulso que dio a la enseñanza fue una obra muy destacada en su gobierno. Estableció escuelas de enseñanza básica y superior en el país, y concedió importancia en la instrucción del campesinado.

La política exterior sueca mantuvo a partir de 1679 una postura claramente pacífica. El rey consideraba que la paz era una condición necesaria para la introducción de las grandes reformas administrativas. Después de la muerte de Johan Gyllenstierna en 1680, los asuntos exteriores fueron dejados en manos de Bengt Oxenstierna, quien logró mantenerse como canciller y ministro del exterior. Oxenstierna convenció al rey de abandonar paulatinamente la política escandinava, y buscar nuevos aliados. En 1681, Suecia integró un tratado con los Países Bajos, en 1682 con el Sacro Imperio Romano Germánico, y en 1683 con España, era el período de consolidación de la Liga de Augsburgo, una poderosa coalición ofsensiva contra el imperialismo francés de Luis XIV y su política anexionista. Este contrapeso de fuerzas no consiguió disuadir a Francia, por lo que Carlos XI se vio obligado a involucrarse en la Guerra de los Nueve Años. La decisión contradijo los intereses de la facción pro-francesa del parlamento que había intentado provocar un acercamiento para que Carlos XI se incorporara en una alianza con Luis XIV de Francia durante la década de 1690.

A pesar del apego que el rey y el canciller tenían hacia la paz, la guerra siempre estuvo latente: en 1683 Francia firmó una alianza militar con Dinamarca y Brandeburgo, ambos enemigos de Suecia. En 1688, casi estalla la guerra entre Suecia y Dinamarca, por la presión que esta última ejercía hacia Holstein-Gottorp, aliado de Suecia.

Carlos XI falleció en el castillo de Estocolmo el 5 de abril de 1697, después de padecer una larga enfermedad. Sus restos reposan en el Karolinska gravkoret (coro funerario carolino) en la iglesia de Riddarholmen, en Estocolmo.

Carlos XI se casó el 6 de mayo de 1680 en la localidad de Skottorp, en la provincia de Halland con Ulrica Leonor de Dinamarca, la hija del rey Federico III de Dinamarca. De ese matrimonio nacieron siete hijos:




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