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Catedrales de Chile



Las basílicas y catedrales de Chile son aquellos templos católicos de dicho país que tienen especial relevancia eclesiástica. Nueve tienen la condición de basílica menor y veintiocho, la de catedral;[1][2]​ sin embargo, ninguno de ellos tiene la doble condición de basílica y catedral.

Asimismo, algunos de esos templos son arquitectónicamente importantes: dieciséis iglesias de Chiloé fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000 y una catedral fue incluida en la misma lista en 2003;[3]​ además, varios otros templos han sido incluidos en la lista de monumentos nacionales por el organismo competente.[4]

Desde el punto de vista eclesiástico, una iglesia católica tiene la consideración de «basílica» por especial privilegio papal en razón de su circunstancia, importancia o relevancia históricas. Lo anterior le otorga el derecho a lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con la Santa Sede: el conopeo o umbraculum y el tintinábulo. Para que un templo pueda alcanzar el título basilical, debe reunir tres requisitos: ser un templo de excepcional esplendor, levantado con un perfil destacado; ser foco espiritual de una comunidad o santuario para la multitud de devotos que acuden a él; y tener bajo sus bóvedas un tesoro espiritual y sagrado, dando culto ininterrumpido al Señor, a la Virgen María y al santo venerado en él.

Por otro lado, una «catedral» es una iglesia católica donde un obispo diocesano tiene su sede episcopal o cátedra, que es la silla desde la cual preside la comunidad católica y enseña la vida de fe y la doctrina católicas, de acuerdo a las jurisdicciones eclesiásticas de la Iglesia católica local, siendo así el templo principal de cada diócesis. Se denominan «catedrales metropolitanas» a aquellas que son sedes de una arquidiócesis; es decir, de una provincia eclesiástica integrada por varias diócesis presidida por el arzobispo de la sede metropolitana. Las demás son catedrales diocesanas, regidas por un obispo. En Chile hay cinco arzobispados y, por tanto, cinco catedrales metropolitanas (de norte a sur): Antofagasta, La Serena, Santiago, Concepción y Puerto Montt.

Desde el punto de vista arquitectónico, se habla de «iglesias basilicales» a aquellas que siguen la tipología de las primitivas iglesias paleocristianas, de nave longitudinal única y acceso por uno de los extremos.

También se usan las expresiones «aspecto catedralicio, dimensiones o proporciones catedralicias» para describir iglesias que, por sus grandes dimensiones y disposición, se asemejan a las mejores catedrales eclesiales. Son ejemplo de esto aquellas con destacadas portadas, con importantes cimborrios y cúpulas, con campanarios y torres de gran altura, o con gran número de naves y tramos.

En Chile la construcción de catedrales comenzó con la conquista española (1541-1598). La catedral más antigua del país data de la primera mitad del siglo XVI: la Metropolitana (h. 1544),[5]​ ubicada en el costado norponiente de la Plaza de Armas de Santiago, ciudad fundada por Pedro de Valdivia.[6]

Las basílicas chilenas son nueve.[1]​ Ordenadas de norte a sur, son las siguientes:

Las catedrales chilenas son veintiocho.[2]​ Ordenadas de norte a sur, son las siguientes:



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