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Cecilia Pantoja



¿Qué día cumple años Cecilia Pantoja?

Cecilia Pantoja cumple los años el 21 de octubre.


¿Qué día nació Cecilia Pantoja?

Cecilia Pantoja nació el día 21 de octubre de 1943.


¿Cuántos años tiene Cecilia Pantoja?

La edad actual es 80 años. Cecilia Pantoja cumplirá 81 años el 21 de octubre de este año.


¿De qué signo es Cecilia Pantoja?

Cecilia Pantoja es del signo de Libra.


Mireya Cecilia Ramona Pantoja Levi[1]​ (Tomé, 21 de octubre de 1943),[1][2]​ más conocida como Cecilia la Incomparable,[2]​ o simplemente Cecilia, es una cantautora chilena de origen judío, representante de la nueva ola en los años 1960. Ganó el certamen internacional del Festival de Viña del Mar en 1965. Premio a la Música Nacional Presidente de la República 2016.

Cecilia representa uno de los fenómenos más atípicos y sorprendentes de la música popular chilena. Aunque irrumpe como solista en pleno fulgor de la Nueva Ola, alzándose hacia mediados de los años 1960 como la mayor estrella juvenil de la época, su estilo y repertorio no responden a cabalidad al molde del movimiento. Mientras los pares de su generación se limitaban a doblar las canciones de éxito en Estados Unidos o, cuanto más, a proponer un pop ligero y elemental, Cecilia adquirió personalidad propia con un catálogo diverso de canciones que en gran parte bebían de la tradición musical latina y europea.

Bolero, tango italiano, mambo, chachachá y rock'n roll fueron algunos de los estilos con que fue construyendo una identidad musical que no tuvo parangón ni descendencia. Como lo constató a tiempo su productor musical y por entonces director artístico del sello Odeón, Rubén Nouzeilles, Cecilia fue única entre los músicos de su generación. De ahí el nombre de su segundo long play solista, La incomparable (1965), título que en adelante se metió en el mote artístico con que se haría conocida entre las masas.

Cecilia se inicia en el canto a fines de los años 1950 en Los de Tomé, cuarteto melódico formado originalmente por tres hermanos de apellido González y cuyo nombre tributa a la ciudad de origen de sus integrantes. Tras la grabación de un primer y único disco sencillo para el sello RCA, a comienzos de la década de los 60 el grupo se disuelve, y su voz principal se lanza en solitario junto a un grupo de apoyo vocal que bautiza Los Singers. Con ellos llega en 1962 a los estudios Odeón para grabar su primer trabajo solista, un disco single que, al sumar sus dos caras, combina lo que ya entonces, en pleno despegue de la Nueva Ola, parece irreconciliable: tango italiano (Uno de tantos) y rock'n roll interpretado en idioma nativo (I wanna live).

Fueron estos los cimientos de la primera gran revuelta de masas generada en Chile en torno a una cantante juvenil. Un par de años después de su debut solista, impulsada por canciones italianas como Tango de las rosas (1963), «Aleluya» (1964) y «Baño de mar a medianoche» (1964), Cecilia cobraba una popularidad hasta entonces insospechada para una cantante juvenil. A su manera, el fenómeno de Cecilia fue en Chile similar al que en paralelo provocaron los Beatles en Inglaterra y Estados Unidos. En los años de su reinado (1963-1965), fue ella quien lideró las listas de ventas y popularidad de la prensa y la radio; sus fanes se agolpaban por multitudes en las radios, teatros y estadios donde se celebraban sus conciertos; y su nombre encabezó varias de las principales giras organizadas por el país en aquellos años.

Su influencia trascendió a la música y su industria local. Con un despliegue escénico como nunca antes se había visto en el país, desfachatado y provocativo, y un catálogo que cruzaba géneros musicales, Cecilia se convertiría en un símbolo de emancipación sexual. Tal como ocurrió en otras latitudes con Elvis Presley y Sandro, la juventud chilena de la época tuvo al frente un modelo que transgredía modales, convenciones y costumbres. Una prueba de ello está en su participación de 1965 en el Festival de la Canción de Viña del Mar. Compitiendo con la canción «Como una ola», de la chilena María Angélica Ramírez,[2]​ la cantante se trenzó en una aguda polémica con las autoridades edilicias de la época al contravenir la recomendación de no interpretar su característico beso de taquito, gesto escénico inspirado en la técnica futbolística y considerado por entonces inapropiado para ser ejecutado por una señorita como ella. A esta trasgresión se sumó una polémica: pese a ganar la competencia, su actuación final en esa versión del festival se realizó entre el abucheo de un sector del público que reprobó la decisión del jurado. Lejos de amilanarse, la cantante de Tomé respondió con muecas, gestos burlones y uno que otro beso de taquito.

No es posible explicar el fenómeno de Cecilia sin atender a la influencia que ejerció en ella su primer productor musical y por entonces director artístico del sello Odeón, Rubén Nouzeilles. A diferencia de otros productores de la época, Nouzeilles no comulgaba con el facilismo de la Nueva Ola. Su formación musical era tan amplia como para sumar producciones de músicos disímiles, como de Lucho Gatica, de su amiga Violeta Parra y Los Huasos Quincheros. Las grabaciones de Cecilia que llevan la firma de Nouzeilles fueron en definitiva las más trascendentes de su carrera, y se caracterizaron por ricas orquestaciones que arreglaron directores de planta de la Odeón como Luis Barragán y Valentín Trujillo.

Resulta sintomático que el comienzo del declive artístico de Cecilia haya coincidido con su alejamiento de la Odeón. Inquieta por la progresiva pérdida de popularidad que desde la segunda mitad de la década experimentó a manos de nuevos ídolos juveniles, entre ellos José Alfredo Fuentes, en 1968 decide mudarse al sello CBS/Philips y comenzar a grabar temas que le dieran un perfil más adulto e internacional a su carrera. Así fue como a partir de ese año y hasta 1970 propuso versiones progresivas para temas de Violeta Parra (Gracias a la vida) y Víctor Jara (Plegaria a un labrador). Pero sin lugar a dudas el registro más trascendente de este período fue Compromiso, una balada de acento roquero que tres décadas después sería rescatada por Javiera y Los Imposibles. En su momento, sin embargo, el éxito de este experimento estilístico fue insatisfactorio, y sus resultados llevaron a la cantante a probar suerte con todos los medios que tuvo a su alcance.

Tras editar un primer y único LP para CBS/Philips, Gracias a la vida (1970), intentó sin suerte iniciar una carrera en México y a la vuelta, en pleno gobierno de la Unidad Popular, fundó su propio sello discográfico, Chía Producciones, para el que grabó algunos pocos temas de corte melancólico y romántico que tuvieron escasa difusión. Fue su último intento importante por recuperar la gloria perdida.

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 la sorprende cantando en boites y centros nocturnos de la capital, y desde entonces, aquellos escenarios se convertirán en un refugio para su supervivencia artística. A diferencia de otros cantantes de su generación, la exreina de la Nueva Ola permanecerá al margen de los circuitos oficiales y masivos de difusión. En los subterráneos de la deprimida bohemia nacional, Cecilia comenzará a alzarse en leyenda de una nueva generación que comenzará a valorarla como figura de culto e Icono lésbico.

La primera señal al respecto la entrega el director teatral Vicente Ruiz, quien en 1984 utiliza canciones de Cecilia para musicalizar una versión de la obra Hipólito, que se montó en el teatro El Trolley. ¿Qué conexión vio Vicente Ruiz entre Cecilia y una tragedia griega? «Ella ―declaró en diciembre de 1984 al suplemento Wikén del diario El Mercurio― es como alguien majestuoso que desapareció en la oscuridad del anonimato por una posible autodestrucción. Todas sus canciones son de amor; pero de un amor fatal, imposible de concretar. Ella es una mujer que se automarginó».

Aunque el montaje de Hipólito tuvo una repercusión muy marginal, fue el punto de partida para que Cecilia fuese revalorada entre nuevas generaciones.

Luego se realizaron una serie de conciertos de la antigua reina de la Nueva Ola (uno de ellos con un lleno total en el Teatro Caupolicán), con su exdirector artístico, Leo Garcia. Luego Rubén Nouzeilles, lanzó dos discos compilados en formato digital, La incomparable (1995) y Un día te diré (1997), cuyas ventas sumaron más de 100 mil unidades, delatando el arraigo popular de sus canciones.

En el mismo período se estrenó Cecilia, una reina, un mito, una obra de teatro sobre la vida de Cecilia que tocaba el tema del alcoholismo y la homosexualidad, alimentando el mito sobre su figura.[3]​ A ello contribuiría la biografía no autorizada Cecilia, la vida en llamas (2002, Planeta), de Cristóbal Peña. Tras permanecer un mes a la venta, el libro fue incautado por orden del Primer Juzgado del Crimen de Santiago, debido a una causa penal que buscaba evaluar posibles injurias con publicidad acusadas por la propia autora en una querella.[4]​ Un año y medio después, el caso fue cerrado sin que el tribunal llegara a pronunciarse sobre el fondo de la demanda, debido a que se decretó el abandono del procedimiento, decisión que fue confirmada posteriormente por la Corte de Apelaciones de Santiago.[5]

Pese al impacto y adoración que sigue provocando en un público diverso, Cecilia Pantoja Levi ―como todos los cantantes de su generación― se ha limitado a administrar su patrimonio musical de los años 1960.

Artistas como Mon Laferte[6]​ y Denisse Malebrán se han declarado influenciados por Cecilia.



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