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Chañarcillo



Chañarcillo es el nombre de una mina de plata que se encuentra actualmente en el abandonado pueblo de Juan Godoy, Región de Atacama, anteriormente formaba parte de la Provincia de Coquimbo, Chile. Fue descubierta en 1832 por el pastor de cabras Juan Godoy y estuvo abierta hasta 1875. Fue vendida a la familia Gallo por su descubridor.

Se ubicaba a 43 kilómetros de Copiapó,[1]​ y fue el tercer yacimiento de plata más grande de América; tal fue su importancia, que Chañarcillo y su riqueza representaron a inicios del siglo XIX, el momento histórico en que Chile se puso en marcha.[2]​ A él se le debe la fiebre de la plata en Chile entre su descubrimiento y mediados del siglo XIX, así como el desarrollo económico de la actual región de Atacama. La necesidad de transporte del mineral hacia los puertos dio origen al primer ferrocarril de Chile, el ferrocarril Caldera-Copiapó.

El 16 de mayo de 1832, el joven arriero y cateador Juan Godoy, hijo natural y mestizo de indio, por fortuna iba a descubrir el mineral de Chañarcillo, el más rico yacimiento de plata que haya existido en la historia de Chile, creador de grandes fortunas y sostén económico de la naciente república. Gracias al descubrimiento de Juan Godoy Normilla, el naciente estado logra el financiamiento para organizarse, se logra una nueva constitución, dar vida a la Universidad de Chile, contratará científicos, dará vida a la Escuela Normal, y así un largo etcétera, en definitiva pone en el rumbo correcto a Chile.[3]

El descubrimiento de Chañarcillo, bien puede ser relatado como un cuento o una leyenda, ya que se dice que Juan Godoy tras perseguir a una manada de guanacos, se sentó a reposar bajo la sombra de un árbol (el carboncillo), cuando reparó en una cueva que creyó que pertenecía a las chinchillas, extrajo de ella una roca de extraño peso, que al ser observada con atención resultó ser un peñasco de plata pura. Otra versión más asombrosa nos dice que mientras descansaba, se le acercó un prodigioso zorro rojo, custodio del mineral, Juan Godoy al verlo lo alejó lanzándole un peñasco, pero se extrañó al notar que la piedra pesaba mucho más de lo habitual, el zorro rojo al notar que Juan Godoy se daba cuenta de este hecho, habría huido lanzando una simpática carcajada.

De acuerdo a la versión más aceptada del descubrimiento, la madre de Juan Godoy, Flora Normilla, conocía la ubicación de este rico mineral. El historiador Carlos María Sayago postula que, antes de morir, Flora Normilla había entregado la información a Juan Godoy, con expresas instrucciones de hacer participe de ella a Miguel Gallo Vergara. El mismo Juan Godoy, una vez descubierto el yacimiento y ante la consulta de qué papel tendría su madre en el descubrimiento, solo se sonrió.

Chañarcillo se encuentra a unos 45 kilómetros al noreste de Copiapó, capital de la región de Atacama, por lo que para la época, no era un lugar de fácil acceso. No obstante este traba, Juan Godoy, su hermano José Godoy y el empresario Miguel Gallo, realizaron los trámites de pedimento de la pertenencia minera ante el Juzgado de Minas el 19 de mayo de 1832, ahora solo restaba la explotación y la construcción de grandes riquezas.

La mina descubierta por Juan Godoy llevó el nombre de La Descubridora, pero pronto se agregarán otras vetas, según el historiador copiapino Carlos María Sayago, se denominaron: Manto de Valdés, Bolanco, Colorada, Las Guías, El Rebentón Colorado, Mantos de Bolados y otros. A la que seguirían otras 16 vetas más siempre en el mismo sector. Algunas tuvieron la suerte de ser más ricas y duraderas, otras fueron menos duraderas pero igual de ricas.

Hacía el año 1834 Chañarcillo soportaba gran parte del peso de la economía nacional, lo que permitía avizorar buenos momentos para el resto de Chile, gracias a la producción de Chañarcillo.

El historiador Oriel Álvarez Gómez, citando al ministro de la época, Manuel Rengifo, corrobora la afirmación anterior:

Chile gracias a Chañarcillo podía avanzar confiado en el porvenir, el presidente de la época José Joaquín Prieto hablaba de la potencia de la producción argentífera de la región de Atacama y preveía que en el futuro sería aún mejor, lo cual con el correr de los años se vería plenamente corroborado.

Entre 1848 y 1856 Chañarcillo produjo algo más del 70% de la producción de plata de Chile, el historiador Gonzalo Vial habla del fabuloso año de 1855 con una producción superior a 200 toneladas de plata, aunque aquí se realiza una sumatoria de toda la producción de la región de Atacama.

Todo esto va a generar un notorio avance en infraestructura e inversiones públicas, y también es posible observar un incremento de las inversiones privadas, siendo sin duda la ciudad de Copiapó una de las más beneficiadas con la plata de Chañarcillo, ello queda reflejado en diversas obras entre las que destacan las siguientes:

Con diversos altibajos el mineral de Chañarcillo y su pueblo aledaño Juan Godoy, continúan su producción, aunque en la segunda mitad del siglo XIX, ya no se producían las cantidades impresionantes de los años anteriores, debido al broceo o desgaste del mineral. Pero los problemas siempre habían sido parte de la actividad minera, El historiador Sayago habla de las dificultades producto de la rebelión de los mineros, o de la cangalla. Se llamó así al robo de mineral por parte de los minero, en un tubo de cuero, que se lo introducían por el ano para así no ser descubiertos.

Pero a pesar de ello podemos pesquisar para el año 1842 la increíble cifra de 94 minas, de las cuales solo 18 eran de riqueza extraordinaria. Esta sobrexplotación llevó a un cronista de la época a exclamar. "Que el cerro era asaltado como una tribu de hormigas a un queso de bolas".

Las cifras de los primeros años de producción son elocuentes:[4]

Con justa razón historiadores de la talla de Gonzalo Vial han hablado de años increíbles o fabulosos, Osvaldo Silva habla de que Chañarcillo aporta el 75% de la producción nacional. - Por lo demás gracias a Chañarcillo se construyeron grandes fortunas que generaron importantes inversiones para el conjunto de Chile; tal vez uno de los proyectos más importantes fue la puesta en marcha de la Locomotora de Caldera a Copiapó, hecho antes analizado.

Fue tal la avalancha de gente que comenzó a llegar a Copiapó, y por supuesto al mineral de Chañarcillo, que pronto la solitaria serranía era un hormiguero heterogéneo de hombres: copiapinos y del resto de Chile, argentinos, peruanos, y bolivianos, lo que desembocó en constantes robos, peleas, desorden y agitación. Chañarcillo en Chile superaba largamente a cualquier pueblo del salvaje oeste, el azar, la aventura y el peligro eran parte del diario vivir, esto por supuesto iba en detrimento y deterioro de la producción, ante tal estado de cosas, la autoridad y los principales empresarios, entre los que contaba Juan Echeverría, Miguel Gallo, Adrián Mandiola y otros deciden aplicar severas medidas, entre las que destacamos a modo de ejemplo: la Ley Seca, la prohibición de uso de los corvos o cuchillos, y por supuesto el destierro de las mujeres de los campamentos. Lo que provocó la crítica mordaz del escritor Jotabeche: “Todo se remedió al expulsar las mujeres de Chañarcillo y declararlo allí artículo de contrabando. Por lo demás aquello era un portento social, hombres barriendo, hombres haciendo las camas, hombres friendo empanadas, hombres por todo, es una colonia de maricones”.

El año 1845 el presidente Manuel Bulnes y su ministro Manuel Montt, ante el lamentable estado del campamento donde los hombres vivían prácticamente en cuevas, autorizan la creación de un pueblo cercano al gran yacimiento.

Este fue el llamado Pueblo de Juan Godoy, que contó con un cuerpo de policía, un teatro, una Recova o Mercado, oficinas para el Estado, y por supuesto una Iglesia, posteriormente se funda una escuela exclusivamente para hombres, pero entre 1848 y 1849 se crea una escuela de mujeres, el avance en el campo de la educación llega a un buen momento, tanto así que en 1876 se crea una escuela de expertos en temas mineros. Con el correr del tiempo la villa sufre diversos altibajos. Si seguimos al historiador Oriel Álvarez Gómez, podemos afirmar que hacía 1880 el pueblo contaba con una población superior a 7000 personas, y donde además se instaló una estación de ferrocarriles, un hospital y se trazo un pertinente diseño urbanístico, las calles horizontales recibieron los nombres de: Pajonales, Teatro, Lavelle, Ferrocarril, Koning, Errazuriz, Pinto y Minero. Mientras que las calles trazadas verticalmente fueron: Bío Bío, Lastarría, Matta, Comercio, Gallo, San Martín, y Blanco.

Chañarcillo y su enorme riqueza, le dio la posibilidad a la joven república de organizarse económicamente. Producto de las inversiones mineras se forjaron algunas de las más grandes fortunas, las cuales se mantienen hasta el presente. Chañarcillo generó una acelerado proceso de industrialización y una revolución en los transportes y comunicaciones, con la puesta en marcha del ferrocarril en Chile. También generó un quiebre en el pensamiento político en Chile.

Los años posteriores, en especial durante el siglo XX, tanto la riqueza de la plata, como el pueblo de Juan Godoy comenzaba a vivir sus últimas horas. Hubo un intento durante el periodo de la dictadura militar de poner nuevamente en funcionamiento este mineral, pero fue más un despojo que un aporte serio por revivir a Chañarcillo.

El historiador Oriel Álvarez Gómez relata de modo anecdótico que "el cementerio del pueblo va a sobrevivir al pueblo de Juan Godoy, pero también el cementerio sobrevivirá a la grandiosa riqueza, hoy casi nada queda de aquello. Lo que Copiapó y Chile no pueden olvidar es que Chañarcillo puso en movimiento y sostuvo la economía de la naciente república chilena". [5][6][7][8][9][10][11][12][13][14][15][16][17][18][19][20][21][22]



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