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Charlatanería



Un charlatán, en su acepción de embaucador,[a]​ es aquel que con su discurso persigue la venta, muchas veces fraudulenta, de algún tipo de producto, remedio, elixir, ideología, etc.[1][2]

Puede llegar a usarse como sinónimo de estafador o embuidor que con la locuacidad o verbosidad de su discurso persigue el engaño, como en el caso de algunas personas que en siglos pasados se dedicaban a la venta ambulante, como los históricos sacamuelas.[1][b][3]

La etimología de esta palabra proviene del italiano «ciarlatano» (del verbo «ciarlare», charlar),[1][c][4]​ que en Francia se aplicaría con el término «charlatan» –voz que con la misma grafía se encuentra en castellano, inglés y otras lenguas– al vendedor de medicinas que ocasionalmente anunciaba su presencia mediante música y un pequeño espectáculo en directo.

Entre los míticos charlatanes parisinos estuvo Antoine Girard (el “doctor Tabarin”), actor y mago que llegó a disponer de un escenario fijo en la Place Dauphin de París en el inicio del siglo xvii, como hicieron populares algunas obras y montajes de la «Comédie Italienne» y algunos personajes de Molière (además de las Fábulas de La Fontaine de 1668, traducidas y adaptadas por Samaniego). En el tipo fabulado se abre así su retrato:[5]

Se da por las paredes
O arroja de un tejado,
Y queda, a buen librar, descostillado,
Yo me reiré muy bien: importa un pito,

La figura del charlatán como embaucador ha generado una rica tipología en el arte. Así en espectáculos como la ópera de Gaetano Donizetti El elixir de amor, con su personaje Dulcamara. Otro personaje similar sería el cirujano protagonista de el Šarlatán. Op. 14 (título original en checo) ópera tragicómica de Pavel Haas, siguiendo la novela Doktor Eisenbart (1929), de Josef Winckler.

En el cine, pueden anotarse cintas clásicas como Le charlatan, película de Georges Méliès estrenada en 1901,[6]​ o The Charlatan (1947), una película que rodó el estadounidense de Edmund Goulding, inspirada en la novela homónima.

Los ejemplos en la historia de la pintura y el grabado son numerosos, con autores de la talla de El Bosco, Rembrandt, William Hogarth, Tiépolo o Goya, entre otros muchos.

Visto por El Bosco (ca. 1510)

«Il ciarlatano», visto por Bernardino Mei en 1656

Visto por Tiépolo en 1755

Visto por Pietro Longhi en 1757

En la novela Los miserables (1862) de Víctor Hugo puede leerse este pasaje que describe con precisión histórica y literaria la actividad comercial de los charlatanes en el París de 1823:[7]



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