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Clasificación de meteoritos



Desde el siglo XIX los criterios para establecer una clasificación de meteoritos han variado según se adquirían nuevos conocimientos. No hay ninguna clasificación de meteoritos que sea más correcta o más válida que otra.

Con la "clasificación clásica" de meteoritos (rocas, mixto y metálico), se creyó que los meteoritos provenían del mismo cuerpo: rocas (la superficie), metálico (el núcleo del supuesto cuerpo) y mixto (entre la superficie y el núcleo). Pero alrededor de 1970, se pudieron estudiar los meteoritos con mejores microscopios y realizar análisis químicos más profundos especialmente con isótopos. Esto provocó que la "clasificación clásica" que había sido utilizada durante décadas comenzara a no ser válida, ya que muchos meteoritos aparentemente iguales, no eran de la misma época ni del mismo cuerpo de origen.[1]

Haciendo un símil es como tener tres huevos, uno fresco, otro a los tres minutos y el otro duro. La relación entre los tres es que inicialmente todos eran frescos, pero con la temperatura y el tiempo se convirtieron en "huevo de tres minutos" y en huevo duro. Una vez alcanzado uno de estos dos últimos estados, no es posible volver al estado inicial del huevo fresco, el proceso es irreversible. Con los meteoritos sucede algo parecido y entre otros aspectos, debido a esta transformación se tuvo que cambiar la clasificación por la moderna para especificar tanto el origen como el tiempo de "cocción".[1]

Poco antes de 1980 se observó que las condritas no afectadas por metamorfismo (por agua o por temperatura), eran las únicas que preservan información sobre su acreción, es decir, que desde su formación hace 4.555 millones de años no han sufrido cambios. [2]​ Utilizando el símil anterior, las condritas (de clase 3) serían los huevos frescos sin metamorfosear.[1]

Así que se acordó hacer una escala de "alteración" entre 1 y 6: donde 3 significa "no alterado", los números 2 y 1 se asignan a condritas con alteración acuosa (2 es poco y 1 es muy alterada) y los números 4, 5 y 6 se asignan a las condritas metamorfoseadas térmicamente (4 es poco alteradas y 6 es muy alteradas).[2]

La clasificación de meteoritos moderna atiende a la petrología fundamentalmente. Los criterios mineralógicos y texturales permiten crear una serie de grupos de meteoritos. Criterios como distribución de minerales, tamaño de grano, abundancia de elementos como níquel, hierro, calcio o magnesio, son aspectos que se contemplan en la clasificación. En última instancia, el cuerpo de origen del meteorito (asteroide, planeta Marte, la Luna...) también se contempla en la clasificación. Así pues, al ir aumentando el conocimiento va refinándose la clasificación.[3]

Gracias a las redes fotográficas en diferentes países, se ha podido fotografiar caídas de meteoritos como en Příbram (Praga, 1959) o en Lost City (Oklahoma, 1970), lo que permitió calcular matemáticamente sus trayectorias y punto de origen. Hoy en día se sabe con certeza que la inmensa mayoría de los meteoritos provienen del cinturón de asteroides.

Desde tiempos inmemoriales se ha tenido conocimiento de los meteoritos, pero no como conceptualmente se conocen hoy en día. En la antigua Grecia, Aristóteles, Séneca y Plinio el Viejo ya intuían que se trataban de cuerpos celestes, pero creían que eran de origen terrestre o incluso que los Dioses se tiraban piedras entre ellos.

Durante los siguientes siglos en el mundo cristiano los tenían como señales divinas, cuando caía un meteorito se le entregaba a la iglesia y sin cuestionarse nada más. Esta etapa duró hasta el año 1794, cuando un físico alemán llamado Ernst Florens Friedrich Chladni realizó el primer informe de avistamientos en varios países con pruebas irrefutables de su origen extraterrestre. Los científicos de aquella época rechazaron su informe y al igual que Aristóteles, siguieron pensando que los meteoritos eran de origen terrestre, hasta el punto que la Academia de Ciencias francesa publicó un informe oficial declarando que los meteoritos eran una fantasía y que no existían. Georges Cuvier (naturista francés) se sumó a la declaración diciendo que: "las piedras no pueden caer del Cielo, porque en el Cielo no hay piedras".

Nueve años después de que Ernst Chladni publicase su informe, hubo una espectacular caída de un meteorito en los alrededores de L'Aigle (Francia), el 26 de abril de 1803. Al entrar en la atmósfera terrestre se partió en más de 3.000 fragmentos y provocó una brillante "lluvia de estrellas", que además de aterrorizar a las gentes de la región, hizo que la Academia de Ciencias francesa se replantease su posición inicial y enviasen a estudiar el fenómeno al científico Jean-Baptiste Biot. Gracias a sus informes, fue extendiéndose entre la comunidad científica la idea del origen extraterrestre de los meteoritos.

Desde Ernst Chladni que los meteoritos se clasificaron en tres apartados, que eran las características más evidentes: pétreos, metálicos y metálicorrocosos. En los años posteriores, utilizando los rudimentarios análisis químicos de entonces, se fueron creando subapartados. Esta clasificación duró hasta alrededor del año 1970, cuando aparecieron los microscopios electrónicos más potentes y los análisis químicos a nivel de isotopos, y se dieron cuenta de que la clasificación clásica no era suficiente para clasificar la enorme variedad de meteoritos con que se encontraban.

A continuación están los tres apartados de la clasificación clásica de los meteoritos:

Desde el perfeccionamiento de los microscópios electrónicos en la década de los 70 hasta las nuevas técnicas de análisis de isótopos por espectrometría láser, han permitido realizar análisis químicos cada vez más profundos a nivel de isotopos, con lo que meteoritos que aparentemente estaban bajo la misma clasificación, se descubrió que tenían orígenes y épocas de formación completamente diferentes. Gracias a estos descubrimientos, se ha ido estructurando la nueva clasificación moderna de los meteoritos y actualmente una de las más usadas como punto de partida, fue la desarrollada por Addi Bischof en el año 2001.

Paralelamente también se fueron creando otras dos clasificaciones que complementaban aspectos no recogidos por la clasificación moderna, en una se clasifica a los meteoritos por la fuerza del choque que han sufrido y fue desarrollada por D. Stoffler, K. Keil y R. D. Scott.[4]

La tercera clasificación se refiere a la exposición del meteorito al clima, fue desarrollada por F. Wlotzka[4]​ en 1993. Un ejemplo de aplicación está en los meteoritos metálicos, que con los años se oxidan y deterioran rápidamente al contacto con el aire. Con esta clasificación se puede definir en qué grado de meteorización se encuentra un ejemplar.

Resumiendo, actualmente para clasificar un meteorito se utilizan tres clasificaciones distintas pero complementarias: metamorfismo de choque, meteorización, composición y procedencia.

La "Clasificación por metamorfismo de choque"[5][6][4]​ (o Clasificación por impacto o Shock metaporhism o Shock Stage) tiene en cuenta la fuerza del impacto del meteorito, generalmente se mide en Giga Pascales y es la siguiente:

La "clasificación por meteorización"[7][6][4]​ (Clasificación por alteración climatológica o Weathering grades) tiene en cuenta los cambios químicos producidos debido a la meteorología como el agua, la temperatura, el viento, etc. A veces afecta sólo a la superficie y otras también a su interior. Un ejemplo de casos opuestos, sería un meteorito caído en medio del Desierto del Sáhara (donde no llueve), no tiene las mismas características que un meteorito similar caído justo al lado del mar (donde la sal y el agua cambian sus propiedades):

Uno de los promotores de esta forma de clasificación fue Addi Bischoff [8]​ en el año 2001, a partir de la cual se ha ido ampliando con nuevos los conocimientos y avances científicos:


Nota: Los grupos marcados con (*) existen en algunas clasificaciones y no existen en otras.



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