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Clemente VI



Clemente VI, (Rosiers-d'Égletons, 1291Aviñón, 6 de diciembre de 1352) fue el papa n.º 198 de la Iglesia católica de 1342 a 1352 y cuarto del pontificado de Aviñón.

De nombre Pierre Roger de Beaumont, era hijo del caballero francés Guillermo Roger y de Guillermina de la Monstre. Su padre en 1333 pasaría a ser señor de Rosiers en la región de Lemosín.

En 1302, Pierre Roger ingresó en el monasterio benedictino de Chaise-Dieu, a la edad de 11 años. Allí fue influenciado por el ejemplo de San Roberto de Chaise-Dieu, fundador de dicho monasterio. Luego de hacer su profesión en 1305 partió a estudiar Teología en la universidad de París. Luego de dieciséis años de formación, en 1323, obtuvo el título de maestro de teología y pronto ganaría fama de gran predicador.[1]

Pierre Roger fue nombrado Abad de Fécamp en 1326, luego obispo de Arras en 1328, arzobispo de Sens en 1329, es finalmente elegido cardenal en 1338. De carácter era totalmente adepto a la monarquía francesa, por ello consiguió actuar como embajador del rey Felipe VI ante la corte inglesa y en la sede pontificia de Aviñón.

Pierre Roger fue elegido papa el 7 de mayo de 1342 y tomó el nombre de Clemente VI. Su pontificado estuvo caracterizado por un acentuado nepotismo, ya que la mayoría de los cardenales que nombró eran parientes suyos (uno de ellos será el futuro papa Gregorio XI), y por la simonía derivada de la necesidad de financiar su afición por el lujo, las artes y las letras. Fue mecenas del famoso poeta italiano Francesco Petrarca.

Clemente VI fue el papa que compró la soberanía de Aviñón, la adquirió por 80 000 florines de manos de Juana I de Nápoles y Provenza el 9 de junio de 1348. Razón por la cual se aseguró una más prolongada estancia de la residencia papal fuera de la ciudad de Roma. Fue por esa época que él declaró a la misma princesa inocente de complicidad en el asesinato de su marido. Aviñón y el condado Venassino pasaron a formar parte oficialmente de los Estados Pontificios.[2]

Con Clemente VI la corte de Aviñón alcanzó su máximo esplendor, llegó a alcanzar incluso el título de la corte más fastuosa de Europa, dejando atrás la sobriedad de su predecesor. Magnates y príncipes venían a visitar la nueva sede del papa, rodeada de artistas, pintores traídos de Italia, escultores y arquitectos franceses, poetas, médicos, etc. Viendo entonces que el palacio construido por Benedicto XII no era lo suficientemente grande para recibir a tantas personas, comenzó la ampliación del mismo.[3]

Durante el período del pontificado de Clemente VI tuvo lugar, entre 1348 y 1351, la pandemia que en Europa se conoció como peste negra y que dio lugar a que la aterrada población culpara de la misma a los judíos. Clemente reaccionó publicando, en 1348, dos bulas en las que condenaba toda violencia contra los judíos y, además, instó al clero para que tomara las medidas necesarias para su protección. El papa proclamó sobre la peste: «Pestilencia con la que Dios está castigando a sus gentes».

Por órdenes médicas, Clemente VI pasó el caluroso verano de 1348 sentado entre dos fuegos que se atizaban permanentemente. Aunque él no lo sabía, el calor probablemente mantuvo a las pulgas a distancia y el papa sobrevivió.[4]

La epidemia de peste produjo además en Europa un rebrote de los flagelantes, grupos de laicos que peregrinaban de ciudad en ciudad azotándose. Clemente VI los acusó de fanáticos y mediante la publicación, en 1349, de una bula, los condenó como herejes.

Por medio de la bula Olim, videlicet del 13 de abril de 1344, Clemente VI excomulgó al emperador Luis IV de Baviera, luego de que este anulara el matrimonio de la condesa de Tirolo, Margarita Maultasch, con el príncipe Juan Enrique de Bohemia, para poder casarla con su hijo Luis, marqués de Brandeburgo, sin permiso de su predecesor el papa Benedicto XII. El papa no solo se limitó a la excomunión del emperador, sino que además pidió a los príncipes electores a proceder a una nueva elección, pero no hubo necesidad de ello, ya que el emperador murió de un paro cardíaco, el 11 de octubre de 1347, sucediéndole Carlos IV de Luxemburgo, marqués de Moravia, hijo del rey Juan de Bohemia y amigo del agrado del papa.[3]

Es de destacar que durante el reinado de Clemente VI (1346) tuvo lugar la exposición de los «derechos naturales» inherentes a todo hombre -cristiano o no-: derecho «a la vida», «a la libertad» y a «la propiedad», según la doctrina de la Iglesia.[5]

Asimismo, se produjo el inicio de la revuelta encabezada por Cola di Rienzo y también que redujo el intervalo entre jubileos de cien a cincuenta años, por lo que el segundo Año Santo se produjo en 1350, aunque sin su presencia.

El 6 de diciembre de 1352, alrededor del mediodía, murió Clemente VI después de un ataque agudo al corazón. Antes de morir, el pontífice había renovado su deseo de ser enterrado en la Abadía de San Roberto de la Chaise-Dieu, donde había ingresado con 11 años. En el coro, se construyó una tumba suntuosa de mármol blanco, cubierta con una fina capa de oro.[6]




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