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Coerción



La coerción, (del latín coerctio, -ōnis) es una acción mediante la cual se ejerce presión a un individuo o grupo de personas con el objetivo de condicionar su comportamiento.[1][2]

El Derecho y los sistemas legales, en general, se sustentan en la imposición de una sanción más que en la utilización de la propia violencia. Sin embargo, en última instancia se termina recurriendo a ejercer la fuerza cuando no se puede aplicar sanción, ya sea porque el sancionado se niega a su cumplimiento o por cualquier otro motivo de seguridad o prevención. Así, la persona determina con su propia conducta las consecuencias, conforme al ordenamiento jurídico.

En un Estado de Derecho, siendo este el único titular legítimo, tal actuación está completamente regulada mediante normas que contienen prohibiciones, con sanciones en el supuesto de que sean incumplidas. Así, para que una norma sea considerada legal, ha de ir acompañada de un poder coercitivo, y en caso de incumplimiento, este tendrá que suponer una medida coactiva. Es la forma de aplicar la norma jurídica.

La forma por excelencia de coacción legal es el código penal, que establece una serie de comportamientos que traerán como consecuencia la imposición de una pena.

A nivel internacional son frecuentes las coerciones pacíficas como son las amenazas de sanción económica o diplomática. Por otro lado, el Derecho Internacional contemporáneo prohíbe tajantemente la utilización de la amenaza al recurso de la fuerza, es decir, la amenaza de intervención bélica.

Funciona mediante el uso de ciertos mecanismos de acoso tecnológico gracias al manejo inadecuado de herramientas informáticas y de comunicación, como correos electrónicos, mensajes de texto desde teléfonos móviles, chats, blogs o páginas donde se hacen públicos ciertos vídeos, los cuales pueden ser expuestos con la intención de ridiculizar al otro.

Hay personas que consideran que las corporaciones capitalistas pueden ejercer fuerzas coercitivas a través del control de recursos escasos, como la comida, el agua, la vivienda y otros que los individuos pueden considerar vitales, como en el concepto de la economía hidráulica. Un ejemplo histórico es el caso de las prácticas monopolísticas de la compañía Standard Oil. Los contrarios a esta idea a su vez argumentan que en un mercado abierto, sin regulaciones, no es posible la coerción debido a que el libre ingreso de competidores impide de hecho una actividad monopólica y coercitiva. Mantienen que los monopolios de facto usualmente desaparecen en poco tiempo y son más bien los monopolios de jure los que se sostienen debido a la coerción legal que utiliza el Estado para regular sectores económicos en beneficio propio o de terceros.

Los liberales entre otros, le dan un sentido peyorativo especial, haciendo ver que se muestran contrarios al uso de la fuerza. Los anarquistas y pacifistas están en contra de la coerción, sobre todo en el sentido especializado.



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