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Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo (Valladolid)



La Cofradía Penitencial de la Sagrada Pasión de Cristo es una de las 20 cofradías que existen, en la actualidad, en la Semana Santa de Valladolid. Es una de las cinco cofradías históricas, que desde sus comienzos en el siglo XVI ha subsistido hasta el siglo XXI. Tiene su sede canónica desde el 1 de septiembre de 1993 en la iglesia del convento de San Quirce y Santa Julita donde custodia todos sus pasos.

Su patrón fue desde el principio San Juan Bautista degollado, en armonía con la cofradía existente en Roma, llamada Hermandad de la Misericordia de la nación Florentina de la Ciudad de Roma o San Juan de los Florentinos de Roma, que fue la primera asociación que hubo en la historia con esta advocación. Al hermanarse con los Florentinos, la cofradía de la Pasión pretendía (y lo consiguió) obtener del papa las mismas bulas e indulgencias.[1]

Su regla obligaba a amparar a los reos que iban a ser ajusticiados y asistirles después de su muerte y ocuparse del entierro. También obligaba a recoger los cadáveres de los que morían en los caminos y lugares cercanos a Valladolid, o que se ahogaban en el río, así como los de los ajusticiados, para todo lo cual pedían limosna en una esquina de la plaza Mayor. En 1568, el Santo Oficio concedió a la cofradía el permiso para asistir a los autos públicos de fe y para encargarse del entierro de los condenados a muerte. Durante siglos continuaron con esta práctica humanitaria, incluso en 1812 se formó una comisión de reos y hasta principios del siglo XX la cofradía demostró un especial cuidado en auxiliar a los ajusticiados.[2]

El proceso del enterramiento de los restos de los ahorcados requería toda una ceremonia que comenzaba el día anterior al ajusticiamiento. Consistía en acudir –alumbrando la imagen de un Crucificado- a la cárcel, donde dirigían al reo una plática llena de palabras reconfortantes mientras le vestían con una túnica de bayeta negra. De esta manera le recibían como hermano haciéndole partícipe de las indulgencias que los papas habían ido concediendo. Después los alcaldes le ofrecían dulces, bizcochos y vino. La ceremonia continuaba al día siguiente, es decir, el día de la ejecución; los cofrades andaban desde el amanecer por la ciudad recogiendo limosnas para los gastos y misas que se ofrecían por su alma (la del reo), tocando unas tristes campanillas al tiempo que pronunciaban con doliente soniquete estas palabras:

Tras la ejecución, los alcaldes de la cofradía pedían permiso a la Sala del Crimen para bajar al reo de la horca y llevarle a enterrar al anochecer, bajo el coro de la cercana iglesia de Santiago que era la jurisdicción parroquial a la que pertenecía la plaza Mayor. Si la magnitud de las fechorías del reo era muy grave, su cuerpo era descuartizado repartiendo cada parte por los caminos. Para la recogida de estos restos y de los restos de aquellos que por cualquier causa morían en los caminos, tenían los cofrades de la Pasión otra regla que cumplir rodeada de otra ceremonia: el llamado domingo de Lázaro. [nota 1]

Primeramente los cofrades recorrían los caminos cercanos para recoger los huesos que pudieran haber quedado.[nota 2]​ Mientras tanto se elevaba un túmulo en el humilladero (o ermita) que la cofradía tenía en propiedad fuera del Puente Mayor, en el actual barrio de la Victoria y más tarde se decían unas misas por el alma de los difuntos cuyos huesos habían sido depositados allí. Era costumbre que por la tarde se acercasen a caballo muchos de los cofrades diputados, alumbrando su recorrido con hachas de cera con el fin de recoger y acompañar los huesos que previamente se habían depositado en una litera cubierta por bayeta negra y acarreada por dos mulas. Desde allí llegaban al templo de las Angustias donde se había montado otro túmulo. Seguían a la catedral donde se cantaba un responso. En la plaza Mayor les aguardaba la cofradía de Jesús Nazareno y otro túmulo delante del Ayuntamiento; se cantaba otro responso y finalmente hacia las 7 u 8 de la tarde se dirigían al lado opuesto, al convento de San Francisco, en cuya puerta principal esperaba la clerecía de la parroquia de Santiago. Entonces los diputados de la cofradía de la Pasión tomaban en sus hombros el arca-ataúd y la transportaban hasta el lugar de la sepultura, momento en el cual se volvía a cantar otro responso. A continuación todo este cortejo se salía fuera y solo quedaban los frailes del convento, encargados del entierro y de celebrar un oficio funeral.[3]

En 1765 tuvo lugar el último entierro público de huesos, con ceremonias y espectadores. La nueva norma fue depositar los huesos en la iglesia de la Pasión y desde allí llevarlos a enterrar al convento de San Francisco. Pero en 1804 se dictó una Provisión Real que en carta ejecutoria prohibía dar enterramiento en San Francisco (convento que se encontraba por entonces integrado en la ciudad), por razones de insalubridad y por protestas de la vecindad. Por tanto la cofradía tuvo que buscar otros lugares que fueron el Humilladero del Cristo de la Pasión, el cementerio de la calle del Sacramento donde estaba la parroquia de San Ildefonso, a las afueras de la ciudad en aquellos tiempos y de nuevo el convento de San Francisco, pero esta vez en espacios diferentes al antiguo emplazamiento. Ya en el siglo XIX (1833) los enterramientos tuvieron lugar en el nuevo Cementerio General de Valladolid, que dependía del Ayuntamiento, donde se dispuso un espacio especial conocido como cementerio destinado a los reos. La cofradía de la Pasión usó por primera vez este cementerio el 4 de enero de 1834.[nota 3][4]

En el convento de San Francisco, en el patio que se hallaba entra la nave de Santa Juana y las casas de Baltasar Paredes, tenía lugar el enterramiento de los huesos de los ajusticiados en la llamada capilla de la Sagrada Pasión.[5]​Allí había un nicho con puertas de celosía y un altar con un crucifijo que tenía a sus costados las imágenes de la Virgen y de San Juan Evangelista. Delante de este altar ardía siempre una lámpara. En el suelo podían verse las losas grandes bajo las que se enterraban los huesos. Otros restos se depositaban bajo el claustro del convento. En esta capilla y junto a un cristo pintado había una inscripción:

La cofradía tenía su sede en la iglesia de la Pasión, construida en el siglo XVI y reedificada en 1672; sufrió los mismos avatares de decadencia que las otras, quedando pocos cofrades que pudieran atender el templo; éste fue declarado ruinoso en 1924 y en 1926 se dispuso su cierre al culto.[6]​ Por entonces, desde 1921, sólo quedaban dos hermanos pertenecientes a la comisaría del Santísimo Cristo del Perdón, Román Sanz y Cándido Negro.[nota 4]​ Estos dos cofrades-comisarios se llevaron la imagen del Cristo del Perdón que estaba bajo su custodia, a su casa, a la espera de que el arzobispo les concediera un lugar en un altar de la iglesia de San Felipe Neri. Desde allí fue trasladada al Santuario y después a la iglesia de la Magdalena. Gracias a la salvación de esta imagen y a lo que pudieron aportar los dos comisarios, la cofradía tuvo continuidad, convirtiéndose la comisaría del Santísimo Cristo del Perdón en cofradía con estatutos propios otorgados en 1992 por el obispo de Valladolid José Delicado Baeza, recuperando incluso el nombre: Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo. Desde 1993 su sede es la iglesia del monasterio de San Quirce.[7]

En los tres desfiles, la Cofradía es acompañada por su banda de Cornetas y Tambores, una de las más numerosas y mejores musicalmente de la ciudad.

Iglesia Conventual del Real Monasterio de San Quirce y Santa Julita, de hermanas bernardas de la Orden del Císter.



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