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Colonizaciones griegas



Se pueden distinguir dos sociedades en la colonización griega.

Stasis se llama a toda crisis interior que conduce a la guerra civil. La colonización es una manera de evitar este tipo de guerra, del grupo que se halla en minoría fundando una nueva polis (ciudad). No se trata forzosamente de un conflicto entre la aristocracia y el pueblo, sino sobre todo de las luchas por el poder entre grupos aristocráticos, o de una posición en el interior del grupo dirigente, como es por ejemplo en Corinto.

Los colonos tienen el deseo de fundar una ciudad ideal. Esta decisión no se toma más que en una situación de extrema gravedad.

El aprovisionamiento de la ciudad es una necesidad vital para la metrópoli, sin embargo, la realidad sobre las motivaciones comerciales es bastante compleja.

Las motivaciones no son siempre seguras, puesto que no se conoce siempre la situación de la metrópolis. Además, el volumen de intercambios entre la colonia y la métropoli era a menudo insuficiente para hacer vivir a la colonia. Las colonias griegas fundadas por razones comerciales son bastante raras: se puede citar las cleruquías de Atenas o Naucratis.

La partida de los colonos es siempre un momento de desgarro social. La colonia que era fundada para evitar a la ciudad una hambruna, no es entendida más que, a partir del momento en el que los colonos abandonaban la ciudad, ellos perdían el derecho a regresar. La metrópolis no les aportaba ninguna asistencia. El cuerpo cívico sufría una verdadera amputación entre una décima y una cuarta parte de la población partía, sin esperanza de regresar.

Una colonia no se fundaba a título privado (salvo raras excepciones), sino que resulta de una decisión tomada por la ciudad,

Para la fundación de una colonia, se presenta primeramente un proyecto a la asamblea. En caso de acuerdo el consejo aristocrático toma a su cargo la elección de las modalidades y las medidas concretas para designar quien va a partir. Hay que designar, entonces, un jefe de la expedición, llamado oikistes, lo más a menudo elegido entre la aristocracia. El oikistes elegía el nombre y el lugar preciso del nuevo establecimiento. una vez han llegado, establece y dota a la colonia de un sistema defensivo.

En el marco del pensamiento mítico donde se otorga una parte importante a los dioses, las ciudades tienen necesidad de una sanción divina que sirva para confortar las decisiones humanas; la fundación de una colonia era arriesgada, y suscitaba el dolor entre los que debían partir, sin esperanza de regresar, y los que se quedaban. Se tiene la costumbre de ir a consultar el oráculo de Apolo de Delfos. El oráculo da una orientación geográfica general y da su consejo sobre un proyecto elaborado por la ciudad.

Son establecidos por el oráculo. Sin embargo, se observa generalmente un buen sentido: evita a los países bastante estructurados en el plano político como Egipto o la costa sirio-palestina (Asiria y Fenicia), aconsejándose partir hacia el oeste o el este.

Describe igualmente el lugar donde la colonia será establecida. algunos elementos se encuentran en todos los oráculos que describen un lugar donde será posible garantizar la soberanía y autonomía de la colonia:

Estos criterios requieren algunos comentarios. Antes que nada, la facilidad de acceso por mar es indispensable. Se trata pues de un truismo. En consideración de los factores que empujan a la fundación de una colonia, la necesidad de aligerar la presión demográfica sobre el territorio de la metrópoli, los otros criterios son todos indispensables. Estos oráculos son pues una llamada de lo que será necesario para la colonia. Además la reunión en el mismo lugar de tantos factores favorables sobre un sitio que no está ocupado es imposible. Pues, cuando los colonos desembarcan, deben expulsar forzosamente a los predecesores. Y bien que los relatos de fundación no evocan nunca un episodio violento en el origen de la ciudad, las excavaciones muestran, cada vez que se desciende bajo del nivel griego, un nivel de incendio que prueba que la instalación de la colonia no se ha hecho.

Los colonos llevan todo un bagaje afectivo y religioso: se parte con el fuego sagrado de la metrópolis, la colonia conserva el mismo panteón y con frecuencia la misma divinidad poliada.

Los lugares se materializan por desplazamientos de la metrópolis a la colonia y viceversa durante grandes fiestas religiosas.

En el plano político, se conserva generalmente las instituciones de la metrópolis, al menos al principio.

Al principio, los intercambios comerciales son bastante modestos. Poco tiempo después, se asiste, sin embargo, a una verdadera explosión. Así, la riqueza de las gentes de Sibaris es legendaria. No hay, sin embargo, ningún vínculo político entre la colonia y su metrópolis: la nueva ciudad es completamente independiente. Ocurría que una colonia se encontrara enfrentada en el curso de una guerra a su metrópolis: por ejemplo el conflicto entre Corcira y su metrópolis Corinto fue el origen de la guerra del Peloponeso.

El proceso de colonización es un fenómeno complejo. Se puede argüir que comenzó como una secuela del colapso de la civilización micénica, como sugiere C. G. Thomas.[1]​ Según dicho autor, esta civilización se caracterizó por su desunión política: muchos reinos en estado de guerra y elevada competición comercial entre ellos. Opina que la «uniformidad cultural» era consecuencia del boyante comercio. Tras el declive generalizado únicamente unos pocos centros conservaron su población, como Lefkandi y Atenas,[2]​ en otros por el contrario hubo movimientos migratorios: poblaciones aqueas que se trasladaron a Cilicia y Chipre,[3]​ que antecedieron al establecimiento de asentamientos griegos en la fértiles llanuras de Asia Menor.[4]

La ciudad de Pompeya, Italia aunque nunca fue una polis griega, cuando los etruscos suponían una amenaza, se alió con los griegos, quienes dominaban la bahía de Nápoles, [5]​ volviéndose su aliada comercial hasta la dominación romana.



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