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Condado de Guadalupe del Peñasco



El condado de Guadalupe del Peñasco, es un título nobiliario español, concedido por el Rey Carlos III de España a Francisco Javier de Mora y Luna, Coronel de Dragones de las Milicias Provinciales, el 26 de enero de 1768.

El castillo de piedra con tres torres y cinco ventanas simbolizando grandeza, protección y seguridad; la flor de lis en dorado representando la generosidad, perfección, luz y vida; el lobo rampante personificando la perseverancia ante largas cacerías y eventos adversos. Los tonos base del escudo: el azul y dorado atribuyen fuerza, lealtad y respeto. El escudo de armas lleva en la parte superior la corona del título de Conde concedida por el Reino de España en 1768.

El lema del Condado del Peñasco es: “Læva in circuitu oculos tuos et vide” en latín, el cual significa “Levanta la mirada y mira a tu alrededor” en español. hace alusión al versículo de Isaías 60,4: "Levanta tus ojos en derredor y mira: todos se reúnen, vienen a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas serán llevadas en brazos", refiriéndose a la gloria de Jerusalén, que en contexto católico se refiere al triunfo del bien sobre el mal cuando venga Jesucristo a reinar. Este lema fue adoptado a principio del año 2002 por el Museo Mexicano de Diseño (MUMEDI) en la ciudad de México.

Carta del (III) Conde de Guadalupe del Peñasco al Teniente Coronel Juan Nepomuceno Oviedo, manifestando que los emisarios del Emperador Napoleón Bonaparte de Francia son los que han excitado a la clase social más baja de Zacatecas.

"Señor don Juan de Oviedo.—

México junio 20 de 1810.—

Estimado amigo: Prescindo del asunto de la partida de Fernández sobre el cual sólo creo el informe de usted y celebro que no peligre su opinión y buen nombre; me contraigo sólo a contestar sobre la noticia que contiene la carta del doctor Cos, que sin duda me es de lo más sensible.

Han conseguido los emisarios de Napoleón triunfar de la ignorancia y pocas luces de la gente plebeya, levantando esta sedición para desunir a los vecinos de Zacatecas, porque ésta es la máxima de los franceses, que quieren se propague por todo este mundo, como que conocen muy bien que divididos en partidos sus habitantes no tendrán fuerza para resistirles.

Esta cizaña de las lenguas, más poderosa que las armas, es la que les ha facilitado sus conquistas, haciendo mayor guerra sus engaños que las balas, y ya debemos recelar mucho que estos perversos hayan derramado su veneno por otras provincias, indisponiendo los ánimos para lograr sus fines.

Yo quisiera que se aprehendieran algunos, y se averiguara aunque fuera poniéndolos en tortura quién los sedujo, y presos, los seductores, hacer con ellos la misma diligencia, evacuando éstas hasta el origen de la sedición; porque si esto no se hace con eficacia es muy terrible nuestra ruina ellos están excomulgados como repetidamente lo habrán leído en los edictos del Santo Oficio y lo habrán oído de los padres misioneros; pero lo olvidan por el encono que les han infundido los emisarios de Napoleón.

Muchos años llevan de tener en sus tierras gachupines, y así han vivido mirándolos buscar sus caudales, sin que les haya hecho disonancia y ahora, como si los vieran de nuevo, les espanta su vecindad y su fortuna; ¿pues de dónde puede venir tan notable e intempestiva mudanza, y más en todo un pueblo entero? No deja duda este movimiento de la mano que ocultamente lo causa, cegando con su humo a los incautos para que pensando que huyen de un propósito, caigan en otro mayor.

Dios ponga remedio en Zacatecas, y nos libre a las otras provincias del reino de semejantes males, pues a trueque de no verlos, es apetecible mil veces la muerte.

Procure usted infundir en cuantos se le acerquen un temor grande a la sedición, y que otros hagan lo mismo, pues haciéndolo así, aunque se levante a pesar nuestro, conseguiremos no cooperar a ella, antes bien tener participio en recomendar la paz que nos dejó Jesucristo, y morir en ella si acaso perdiéremos la vida por conservarla.

Nuestro señor que le dé a usted muchos años que desea su afectísimo amigo que lo estima y besa su mano.—

El Conde del Peñasco.—

Posdata.

Hoy salió de aquí Pedro Pablo Albares de Angostura y le lleva a usted las imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe y San Francisco de Paula que me tenía usted encargadas para el señor cura de la Hedionda, las que espero saldrán a su satisfacción.—

Vale."[4]

Documentos notariales del porfiriato constatan que una de las haciendas del primer conde en San Luis Potosí constaba de 12,655 hectáreas y otra en Querétaro albergaba ocho estaciones de tren.[5]​ Con el título de Conde, Francisco de Mora y Luna estableció un mayorazgo que incluía:

Una de las propiedades en México que le pertenecían al primer Conde durante el siglo XVIII, fue construida para albergar el palacio del conquistador español Hernán Cortes, Marqués del Valle de Oaxaca. La propiedad fue adquirida a Martín Cortés, hijo del conquistador. Durante la época de la colonia, fue el número 1 de la calle de Plateros, la primera vivienda a la vuelta del portal de Mercaderes, a 10 pasos de la plaza mayor, en la calle más elegante de la ciudad.

Los cimientos de la propiedad están dentro de las propiedades del Emperador del Imperio Azteca Moctezuma Ilhuicamina (1440-1469), donde luego su hijo, el Emperador Axayácatl (hermano del Emperador Tízoc ), construyó su palacio también conocido como el Palacio de Axayácatl. La propiedad fue heredada a su hijo, el Emperador Moctezuma Xocoyotzin, y aunque Moctezuma construyó su propio palacio en los terrenos adyacentes, conservó también el palacio de su padre. En esta pirámide, que está debajo de la que fue residencia del Conde, es donde el emperador hospedó a Hernán Cortes y a los conquistadores españoles cuando llegaron a la gran ciudad de Tenochtitlán en 1519. En esta misma ubicación murió Moctezuma un año más tarde, apedreado por su pueblo o asesinado por los españoles (existen varias versiones sobre su fallecimiento). Después de la conquista, Cortés se adueñó del palacio y sobre él construyó su propiedad.

Ahora en día esta propiedad alberga un hotel, una cafetería, una casa privada y al Museo Mexicano de Diseño (MUMEDI) en la calle Francisco I. Madero número 74, en la colonia Centro, Delegación Cuauhtémoc, a solo unos metros del Zócalo de la ciudad de México.[6]

Exterior de Residencia del Conde del Peñasco

Exterior desde Calle de Residencia del Conde de Guadalupe del Peñasco

Fachada de Residencia del Conde de Guadalupe del Peñasco

Boceto de Exterior de Residencia del Conde del Peñasco

Hacia el año 1756, la Hacienda de Santa Rosa de Angostura tenía una extensión de 178 mil hectáreas, y era considerada como una de las más importantes del país por su capacidad de cultivo y producción de algodón. La hacienda contaba con molinos, iglesia, cárcel, establos, huertas, casa para los empleados, tiendas, trojes y una gran casona. La hacienda tuvo servicio de teléfono antes de que este avance tecnológico se conociera en la capital del estado.

El acueducto de la Hacienda de Santa Rosa de Angostura es evidencia de que esta región fue escenario de haciendas prosperas que en su tiempo fueron importantes para las actividades económicas y sociales. Esta obra, que fue mandada hacer por el que debió de ser el cuarto Conde de Guadalupe del Peñasco, es promovida turísticamente como una de las construcciones ingenieriles más complejas que se realizó en el país en ese tiempo.

El objetivo del acueducto era llevar agua desde la Hacienda de Santa Rosa de Angostura hacia otras parcelas, localizadas a medio kilómetro de distancia detrás de un cerro, que no tenían acceso al vital líquido. El acueducto consta de un túnel, construido con solamente piedra y cal, cuenta con 12 respiraderos que proveen luz y oxígeno y en ciertos puntos alcanza 30 metros de profundidad. La obra inició en 1847 y terminó en 1855, según las inscripciones localizadas en los muros de la obra.

Durante el periodo revolucionario, durante el año de 1913, la hacienda fue saqueada y quemada en más de una ocasión por más de 600 revolucionarios dirigidos por Adalberto Avilés Velásquez, Magdaleno Cedillo Martínez y Cleto Galván.

La antigua Hacienda de Guanamé, en San Luis Potosí, cuyo nombre se deriva del dialecto guachichil que significa “manantial de agua buena”, llegó a abarcar 400 mil hectáreas a lo largo del siglo XIX. El giro de la propiedad era principalmente ganadero, en sus años más prósperos la hacienda llegó a tener más de 35 mil ovejas. El latifundio criaba extraordinarios toros de lidia, y el nombre de la hacienda llegó a ser garantía de excelencia para el deporte taurino de México. Al mismo tiempo, algunas hectáreas de la hacienda eran empleadas para la industria agrícola, donde se cosechaba frijol, maíz y nopal.



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