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Congreso de Verona



El Congreso de Verona se celebró del 20 de octubre al 14 de diciembre de 1822 en Verona, a la cual acudieron representantes de la Quintuple Alianza conformada por los miembros originales de la Santa Alianza (Rusia, Austria y Prusia, sep. 1815) a los cuales se incluye Gran Bretaña (nov. 1815) y Francia (nov. 1818), que recientemente había restaurado en el trono a los Borbones.[1]

El congreso fue convocado tras las revoluciones liberales de 1820 sucedidas en Cádiz, Oporto, Nápoles y Turín; así como por las independencias de Grecia e Hispanoamérica. Entre otros asuntos, se tocó el tema de la revolución liberal en España, donde se dio a conocer la solicitud de apoyo que presentó el rey Fernando VII para terminar con ella. Quien se interesó por el tema fue Francia que buscaba restaurar su prestigio y planteó la conveniencia de una intervención. Las demás potencias se opusieron a la intervención unilateral de Francia porque no querían que reinstaurara su control sobre la península ibérica de nuevo y de allí que se extendiera a las colonias americanas. Por ello, el zar Alejandro I de Rusia propuso una intervención colectiva para neutralizar la iniciativa francesa, pero para ello, sus tropas tendrían que atravesar toda Europa, a lo cual todos los demás países se negaron rotundamente. Gran Bretaña, al ser una monarquía parlamentaria, se negó desde el principio a cualquier intervención; y a pesar de que Austria y Prusia sí eran partidarios de la intervención, no tenían ni las tropas ni el dinero para participar en ella.[1]

El ministro plenipotenciario de Austria, Metternich, propuso entonces que las cinco potencias presentaran de forma simultánea notas formales al gobierno de Madrid de anunciar de que intervendrían en España si no reconducían su política radical y que tenían que liberar a Fernando VII. El gobierno británico rechazó participar en la intimidación y se retiró del Congreso y el francés rechazó mandar la nota diplomática, porque mantenía las expectativas de concretar la intervención en solitario.[1]

Finalmente, Austria, Rusia y Prusia acordaron el 18 de noviembre de 1822 que se comprometían a apoyar a Francia en su intervención en España si se cumplía alguno de los siguientes tres casos:[1]

Por su parte, Gran Bretaña en solitario comunicó en abril de 1823 a Francia que no se opondría a la intervención si París cumplía con tres condiciones:[1]

Francia aceptó las condiciones británicas y decidió intervenir en España sin cumplir con las condiciones de las monarquías absolutistas de Austria, Rusia y Prusia,[1]​ iniciando la invasión el 7 de abril de 1823 al entrar en España los Cien Mil Hijos de San Luis, alcanzando en poco tiempo Sevilla y luego Cádiz, donde logró la libertad de Fernando VII, quien tan pronto se vio libre de las Cortes liberales, desconoció todo lo que habían dictado e instauró su soberanía absoluta. Comienza así en España la Década Absolutista, conocida como la Década Ominosa por los liberales.

La Santa Alianza condenó la deriva revolucionaria del trienio liberal en España, pero en la práctica conjuntamente sólo se realizaron notas de protesta por parte de cada embajador. Sin embargo, un periódico inglés, el Morning Chronicle, publicó poco después de la celebración del congreso un supuesto tratado de Verona, que condenaba cualquier régimen liberal, la libertad de prensa y sancionaba la invasión francesa. Solamente la historiografía española consideró este tratado como verdadero, al menos hasta 2011.[1]

La historiografía española, estadounidense y británica ha señalado que supuestamente se firmó en secreto el 22 de noviembre de 1822 en Verona un tratado secreto por los ministros plenipotenciarios asistentes al Congreso de Verona: Metternich por Austria, Nesselrode por Rusia, Bernstorff por Prusia y Chateaubriand por Francia por medio del cual la Santa Alianza de 1815 deciden la reinstauración del absolutismo en España reclamada a solicitud del propio Fernando VII, tras el pronunciamiento llevado a cabo por Rafael del Riego que consiguió cercarlo políticamente, haciéndolo jurando la Constitución de Cádiz e iniciando el Trienio Liberal porque tenía un gran efecto en el resto de los países europeos.[1]

Sin embargo, no se ha podido comprobar documentalmente este acuerdo secreto sino que todo parece indicar que fue producido a raíz de las publicaciones hechas por el período londinense Morning Chronicle entre abril y mayo de 1823 en que indicaba falsamente de preparativos de la Santa Alianza para invadir a España. Al conocerse en mayo que era Francia sola la que tenía hacía los preparativos, el periódico publicó un supuesto texto del tratado secreto de Verona que publicó en inglés el 11 de junio de 1823.[1]

De allí se replicó la publicación en otros diarios londinenses como el Sun negando la veracidad del texto, el New-Times con un comentario similar. Posteriormente apareció en el diario francés Pilote, traduciéndolo el texto a este idioma, metiendo a la cárcel por un mes al editor del diario y suspendiendo su publicación quince días.[1]

La historiografía ha mantenido como cierto la firma de este tratado secreto principalmente por haberlo retomado el estadounidense Jonathan Elliot (The American diplomatic code embracing a Collection of treaties and conventions between the United States and foreign Powers from 1778 to 1834, 2 vols., Washington, 1834, II, p. 179), el marqués de Miraflores (Apuntes histórico-críticos para escribir la historia de la revolución de España desde el año 1820 hasta 1823) y tras de él Antonio Pirala (Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, 1864) y Modesto Lafuente (Historia General de España, 1861-1864).[1]

Cheteaubriand en 1844, negó que la guerra de 1823 hubiese sido una decisión de la Santa Alianza y, por el contrario, reivindicó la victoria de Francia sobre España como una empresa exclusiva suya.[2]

El desmentido lo retoma T.R. Shcellenberg (“The Secret Treaty of Verona: A Newspaper Forgery”, The Journal of Modern History, vol. 7, Nº 3 (sep. 1935), pp. 280-291) dando a conocer que era una falsificación periodística iniciada en Londres porque le preocupaba al gobierno liberal británico, así como a la prensa liberal londinense, las notas diplomáticas enviadas por Austria, Rusia y Prusia al gobierno español de dar marcha atrás de las medidas puestas en marcha y de que debían de obedecer a Fernando VII. De allí supusieron que los preparativos de Francia para invadir España debían de estar patrocinados por alguna alianza entre todos estos países.[1]

A últimas fechas Rosario de la Torre del Río (“El falso tratado secreto de Verona de 1822", Revista de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2011, pp. 284-293) profundiza en el tema, señalando las incongruencias, como que Rusia y Prusia, países no católicos, apoyan en el Artículo 3° la voluntad del papa, junto con diferentes análisis que corroboran el desmentido de alguna supuesta firma secreta de algún pacto en Verona el 22 de noviembre de 1823.[1]

El texto conocido es el siguiente:[3]

ARTÍCULO 1º. Las altas partes contratantes, plenamente convencidas de que el sistema de gobierno representativo es tan incompatible con el principio monárquico, como la máxima de la soberanía del pueblo es opuesta al principio del derecho divino, se obliga del modo más solemne a emplear todos sus medios y unir todos sus esfuerzos para destruir el sistema de gobierno representativo de cualquier Estado de Europa donde exista y para evitar que se introduzca en los Estados donde no se conoce.

ARTÍCULO 2º. Como no puede ponerse en duda que la libertad de imprenta es el medio más eficaz que emplean los pretendidos defensores de los derechos de las naciones, para perjudicar a los de los príncipes, las altas partes contratantes prometen recíprocamente adoptar todas las medidas para suprimirla, no sólo en sus propios Estados, sino tambien en todos los demas de Europa.

ARTÍCULO 3º. Estando persuadidos de que los principios religiosos son los que pueden todavía contribuir más poderosamente a conservar las Naciones en el estado de obediencia pasiva que deben a sus Príncipes, las Altas Partes Contratantes declaran, que su intención es la de sostener cada una en sus Estados las disposiciones que el Clero por su propio interes esté autorizado a poner en ejecución, para mantener la autoridad de los Príncipes, y todas juntas ofrecen su reconocimiento al Papa, por la parte que ha tomado ya relativamente á este asunto, solicitando su constante cooperación con el fin de avasallar las Naciones.

ARTÍCULO 4º Como la situación actual de España y Portugal reune por desgracia todas las circunstancias a que hace referencia este tratado, las Altas Partes Contratantes, confiando á Francia el cargo de destruirlas, le aseguran auxiliarla del modo que menos pueda comprometerla con sus pueblos, y con el pueblo frances, por medio de un subsidio de 20 millones de francos anuales a cada una, desde el día de la ratificación de este tratado, y por todo el tiempo de la guerra.

ARTÍCULO 5º. Para restablecer en la Península el estado de cosas, que existía antes de la revolución de Cadiz, y asegurar el entero cumplimiento del objeto que espresan las estipulaciones de este tratado, las Altas Partes Contratantes se obligan mutuamente, y hasta que sus fines queden cumplidos, á que se espidan (sic), desechando cualquiera otra idea de utilidad ó conveniencia, las órdenes mas terminantes á todas las Autoridades de sus Estados, y á todos sus agentes en los otros paises (sic), para que se establezca la mas perfecta armonía entre los de las cuatro Potencias contratantes, relativamente al objeto de este tratado.

ARTÍCULO 6º. Este tratado deberá renovarse con las alteraciones que pida su objeto, acomodadas á las circunstancias del momento, bien sea de un nuevo Congreso, ó en una de las Cortes de las Altas Partes Contratantes, luego que se haya acabado la guerra de España.

ARTÍCULO 7º. El presente (sic) será ratificado, y cangeadas (sic) las ratificaciones en Paris en el término de dos meses.

Por el Austria, METTERNICH. Por Francia, CHATEAUBRIAND. Por la Prusia, BERESTORFF.

Coordenadas: 45°26′21″N 10°59′39″E / 45.43917, 10.99417



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