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Controversia sobre la energía nuclear



Se denomina controversia sobre la energía nuclear al debate mantenido sobre la necesidad o no del uso de la energía nuclear.

Desde el nacimiento de la energía nuclear el debate ha tenido varias fases reconocibles. Inicialmente tuvo un gran apoyo debido a lo novedoso de la tecnología por una parte y al encarecimiento progresivo del petróleo por otra —alcanzó su cúspide en la crisis del petróleo del 73—, después sufrió un parón tras el accidente de Three Mile Island en 1979 y posteriormente tras el accidente nuclear de Chernóbil. La energía nuclear volvió a tener un resurgimiento relativo con nuevos proyectos de construcciones a partir de finales del siglo XX debido, de nuevo, al encarecimiento del petróleo, la denominada crisis energética a la que se ha sumado un nuevo argumento —proclamado por los defensores de la energía nuclear—, no contribuiría al calentamiento global. Sin embargo, durante estos últimos 25 años, la energía nuclear no logró demostrar una capacidad económica y técnica de reemplazar los combustibles fósiles al no poder superar el 6% de la producción de energía primaria mundial.[cita requerida] Además el resurgimiento se detuvo bruscamente debido al Accidente nuclear de Fukushima I.

El debate se centra en tres aspectos fundamentales: La seguridad de las centrales nucleares, los residuos radiactivos generados y la proliferación de armamento nuclear.

La energía nuclear comenzó a ser utilizada con fines civiles inmediatamente después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En ese momento de euforia colectiva la energía nuclear se planteó como la solución a cualquier problema energético, apareciendo múltiples aplicaciones, desde tratamientos terapéuticos de dudosa eficacia hasta automóviles de propulsión nuclear que nunca salieron de la fase de proyecto. Incluso reconocidos autores de ciencia ficción, como Isaac Asimov en su serie de novelas Fundación, preveían un uso de esta energía de forma doméstica e incluso individual. Algunas de estas aplicaciones civiles, sin embargo, sí fueron puestas en marcha.

La generación eléctrica con energía nuclear se realizó por primera vez en un reactor nuclear (en el EBR-I) el 20 de diciembre de 1951. Ya por aquel entonces comenzaron a aparecer los argumentos a favor y en contra de este tipo de energía, afirmando unos que gracias a la energía nuclear "nuestros hijos podrán disfrutar de una electricidad tan barata que no podrá medirse", mientras que otros afirmaban que la energía nuclear no podría en el futuro "alcanzar más de un quinto de la energía total" de Estados Unidos.[1]

En diciembre de 1953 en un discurso pronunciado por el Presidente Dwight Eisenhower llamado Átomos para la paz, con el objetivo básico de detener la proliferación del armamento nuclear que era previsible que se produjera en todo el mundo, enfatizó el aprovechamiento útil del átomo y la necesidad de establecer una política del gobierno de los EE. UU. que apoyara la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos en el resto de países, al tiempo que impedía el desarrollo de armamento nuclear en otros países mientras que durante su presidencia EE. UU. pasaba del millar de cabezas nucleares a 22.000. Las consecuencias de este discurso reportó grandes beneficios para empresas de EE. UU. al acordar en los siguientes años la construcción de decenas de centrales nucleares en Japón, donde se invirtió para que los medios cambiaran la fuerte opinión en contra de la población, y en 14 países más.[2]

La Crisis del petróleo de 1973 generó graves problemas de abastecimiento energético, sobre todo en aquellos que como Japón o Francia lo consumían en grandes cantidades para la producción de electricidad. Por este motivo se produjo un avance en los estudios sobre la diversificación de las fuentes de energía, incluyendo la energía nuclear, la solar o la eólica, entre otras fuentes de energía que podrían permitir una menor dependencia de los países productores de petróleo. Francia y Japón decidieron apoyar firmemente el uso de reactores nucleares comerciales que sustituyeran a los que consumían petróleo, construyendo cada uno alrededor de 50 nuevos reactores en una década.

En esa época mejoró sensiblemente la percepción social sobre la energía nuclear ya que permitió reducir el coste de la electricidad en los países industrializados[cita requerida].

A mediados de los años 70 algunos sectores del recién creado Movimiento ecologista criticó la proliferación de centrales nucleares producida por la crisis del petróleo.[cita requerida]

Estos solicitaron el cierre de varias centrales nucleares en el mundo, consiguiendo en parte sus objetivos.

A partir de finales de los 70 algunos grupos terroristas o ecoterroristas llevaron a cabo varios atentados aprovechando la excusa ecologista. Entre otros, el asesinato del ingeniero jefe de la Central nuclear de Lemóniz en 1981[3]​ que provocó posteriormente la detención definitiva de su construcción, una bomba en el exterior del Lawrence Livermore National Laboratory de EE. UU. en 1987 o sobre el reactor rápido reproductor Superfénix, donde un activista verde suizo lanzó 5 granadas con un lanzador ruso contra el reactor aún no finalizado en 1982.[4]

El apoyo del movimiento contra las centrales nucleares aumentó en 1979 tras el accidente de Three Mile Island y llegó a su punto más álgido en el año 1986 tras el accidente de Chernóbil. A partir de ese instante algunos gobiernos (sobre todo europeos) promovieron el cierre de las nucleares en algunos casos, deteniendo los proyectos en marcha en otros. En España se promulgó la moratoria nuclear, por la que se detenían los proyectos de nuevos reactores nucleares en marcha. A cambio se indemnizaba a las empresas eléctricas que habían invertido en esos proyectos con una fracción de los recibos del consumo eléctrico.

El 11 de marzo de 2011 tiene lugar un grave Accidente nuclear de Fukushima I en la Central nuclear Fukushima I.

Aunque los servicios de seguridad de los distintos países siempre han considerado las instalaciones nucleares -y en concreto las centrales nucleares- como vulnerables a posibles ataques terroristas, es a raíz de los Atentados del 11 de septiembre de 2001 perpetrados por Al Qaeda cuando se acrecienta el peligro real a un ataque terrorista a instalaciones nucleares y se revisan las condiciones de seguridad internas y externas de las centrales.

En España los servicios de información antiterrorista han advertido en varias ocasiones de la vulnerabilidad de las centrales nucleares ante un ataque terrorista señalando que podría ser devastador. El reforzamiento de la seguridad supone un incremento de los costes tanto para las empresas -responsables de la seguridad interior de las centrales- como para el presupuesto de los países -que debe vigilar el espacio aéreo, los accesos, etc. y poder responder de manera eficiente ante un posible ataque.[5]

A finales del siglo XX y principios del XXI, comienza a replantearse la construcción de nuevos reactores nucleares en varios países por distintos motivos:

En 1994 James Lovelock, considerado por algunos como el padre del movimiento ecologista y creador de la hipótesis de Gaia, concede una entrevista al periódico británico The Independent en el que defiende la opción nuclear para evitar el desastre ambiental que supone el calentamiento global.

Aunque algunos ecologistas se pronunciaron en contra de Lovelock,[7]​ lo cierto es que él no era el único que se comenzaba a replantear su postura:[8][9]

Para el año 2007, varios países (entre otros Finlandia, Brasil, México, China, EE. UU....) habían comenzado a construir nuevas centrales nucleares tras un parón de 20 años en la construcción de nuevos reactores, mientras que en otros países, como el Reino Unido o Francia se planteaba la construcción de nuevos reactores. En España se reabrió en 2004 el debate de si era o no necesaria la energía nuclear.[11]​ En Italia se propuso relanzar el programa nuclear el año 2008.

Varias organizaciones, incluido el IPCC, comenzaron a sostener que la energía nuclear era uno de los mecanismos que podrían ayudar en la lucha contra la emisión de gases de efecto invernadero, en particular del CO2.[12][13]

Según algunos autores, la cuestión fundamental a resolver de cara a la opinión pública en cuanto a los residuos es la de llegar a una solución aceptada por todos sobre como proceder con los residuos de alta actividad.[14]

Aunque la posibilidad de nuevos accidentes sigue siendo hoy en día uno de los motivos de crítica respecto a esta energía, algunas fuentes afirman que este tema se ha convertido en un tema de demagogia política sobre la base de un oportunismo político, un instrumento para obtener votos oclocráticamente:[14]

En España en 2019 la política Rosa Díez, portavoz de UPyD (un partido minoritario entonces en el Congreso de los Diputados y actualmente extraparlamentario), defendía la energía nuclear en una entrevista periodística:

Según un informe de la Fundación BBVA cuando se pregunta a los entrevistados en qué medida estarían a favor o en contra del uso de las diferentes fuentes de energía en España se da un 3,1 sobre 10 a la energía nuclear. Además se indica que existe un conocimiento bajo sobre la misma y que el nivel del conocimiento aumenta con el nivel de estudios del encuestado[16]

Existen estudios [cita requerida] que demuestran que el grado de oposición a la energía nuclear de un grupo de población es inversamente proporcional al grado de información sobre dicha energía que posea el grupo.


Estados Unidos durante los años 1960 apoyó a Japón para que adoptara la energía nuclear como fuente principal de energía ya que tenía difícil acceso a otras fuentes energéticas. Además Estados Unidos era entonces el dueño de la tecnología nuclear y dominaba la minería de uranio y boro. General Electric y Westinghouse fueron las empresas encargadas de instalar una red de plantas nucleares en Japón. Japón se incorporó entonces a la OIEA, organización promovida por Estados Unidos, y firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear.[17]

La Central nuclear Fukushima I fue diseñada por la compañía estadounidense General Electric y comenzó a generar energía -fue conectada a la red eléctrica- en el año 1971.[17]​ -Esta central sufrió un grave accidente nuclear el 11 de marzo de 2011-. En el mismo, de resultas de un terremoto y tsunami, se produjo la fusión de tres de los núcleos y de dos depósitos de combustible usado. A los pocos días del accidente se clasificó como grado 7 (anteriormente sólo Chernóbil había obtenido esa clasificación).

Una encuesta[18]​ publicada antes del seísmo y el tsunami del 11 de marzo y de la crisis en la central Fukushima, reflejaba que el 52% de los japoneses estaba a favor de los planes nucleares, mientras un 18% se pronunciaba en contra. A más de dos meses del suceso, se informó que la contaminación del suelo en torno de la central de Fukushima es similar a la de los niveles hallados tras la catástrofe atómica de Chernobyl, en Ucrania, en 1986.

Tras el desastre, el 42% de los japoneses prefieren abandonar los planes de energía atómica, mientras que 34% está de acuerdo con su uso civil, reveló una encuesta que demuestra que a raíz del desastre en curso en la central de Fukushima la población cambió en forma drástica de opinión.[18]

En Alemania, el 19% está a favor, mientras el 81% en contra, mientras en Rusia el 36% apoya este tipo de energía, contra el 52% que se opone.

En Corea del Sur y en China también se nota un crecimiento de los ciudadanos que están en contra de la energía atómica, a pesar de que su uso civil es corriente. Sin embargo, siguen contando con porcentajes altos entre la población pro nuclear; el 45% y el 48%, respectivamente, son los ciudadanos que están en contra del uso civil de la energía nuclear.

En Francia (55%) y Estados Unidos (45%), número uno y dos en el sector, los que apoyan este tipo de energía todavía son mayoría.[18]

Los motivos esgrimidos por esta organización para su política en contra de la energía nuclear son:[19]

Esta asociación, que busca promocionar el uso pacífico de la energía nuclear, esgrime los siguientes motivos para su uso:[20]

Esta asociación, que promueve la energía nuclear para un mejor y más limpio planeta, plantea que:[21]

En su último informe (el cuarto), el IPCC contempla el uso de la energía nuclear para la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero aduciendo:[22]

La sección de la población a favor de la aplicación de lo nuclear para mejorar nuestra calidad de vida abarca a todos los ámbitos sociales aunque sin embargo encontramos en el ámbito científico una fuerte carga de argumentos basados en estadísticas y en hechos razonables en lugar de en comparaciones con hechos históricos. En la universidad de Sevilla cuentan con un fuerte apoyo que consiguió convertir a su mujer en una ecologista pronuclear. Manuel Lozano Leyva es catedrático de Física Atómica, Molecular y Nuclear en la Universidad de Sevilla. A pesar de ser un ecologista reconocido y de reconocerse defensor de las energías renovable encuentra que el mundo mitifica demasiado la cuestión de la energía nuclear. Para él la cuestión se centra en el respaldo de las renovables: “Mi opción para el futuro, y creo que es lo progresista, es renovables respaldadas por nucleares. Y, a ser posible, nada de petróleo, nada de gas y nada de carbón” (Ansede M., Público, 13/04/2009). Sus argumentos descalabran los de los ecologistas mediante el uso de la ciencia y la lógica progre. En cuanto a uno de los problemas de los que más se quejan los que se posicionan en contra, los residuos, el catedrático ataca con que, si comparamos, un español produce al año un millón menos de residuos atómicos que de CO2, emisión que actualmente está a la orden del día del cambio climático. Entre los argumentos más populares que manejan los pronucleares se encuentran:

Lo más común es encontrar entre los grupos de presión antinucleares a asociaciones y organizaciones ecologistas aunque es entrar en error si los agrupamos a todos en el mismo saco puesto que hay ecologistas a favor de la energía atómica. Uno de los grupos que más actividad ha tenido enfrentándose mediante acciones legales a la situación de un globo nuclear ha sido la organización Ecologistas en Acción los cuales intentaron ya en 2005 recabar las firmas suficientes para hacer llegar al gobierno una serie de propuestas. Está recogida de firmas la llevaron a cabo con otras 47 asociaciones de la misma ideología. Entre los objetivos que ofertaban a los gobiernos europeos se encontraba:

Es un ejercicio difícil, pero necesario para formarse una opinión sobre la conveniencia o no de apostar por la energía nuclear. Es difícil, por las posiciones tan enfrentadas, que hace que todo pierda cierto grado de objetividad.



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