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Convento de San Jerónimo (Ciudad de México)



El Convento de San Jerónimo, fundado como Convento de Nuestra Señora de la Expectación, fue un templo católico que perteneció a las monjas de la Orden de San Jerónimo de la Ciudad de México en la Nueva España y donde destaca la poetisa novohispana Sor Juana Inés de la Cruz.

Debido a su adquisición por la Universidad del Claustro de Sor Juana dejó su función de culto eclesiástico para convertirse en el Ex-templo, el auditorio principal de la UCSJ, aunque conserva sus retablos barrocos y pinturas relativas a Sor Juana Inés de la Cruz.

El convento, es una construcción que data de finales del siglo XVI y que se encuentra en el centro histórico de la Ciudad de México, a tan solo una cuadra de la estación de metro Isabel la Católica y a tres cuadras de la estación Pino Suárez.

Su perímetro está delimitado al sur, por la calle José María Izazaga; al este, por la calle 5 de febrero; al norte, por la calle San Jerónimo y al oeste, por la calle Isabel la Católica.

El Convento de San Jerónimo tiene una arquitectura que obedece al estilo barroco herreriano. Posee una planta de cruz que consta de una torre y campanario, una cúpula semiesférica y dos coros (alto y bajo, destacando este último donde se iniciaban las novicias). Por otro lado sus puertas dirigen la nave con el convento que tiene dos portadas hacia la calle.

Cuenta con un Claustro grande, varias ruinas de las celdas de las monjas, restos de fuentes, etc. Fue trazado sobre la base de un modelo heptagonal y cuenta (como se muestra en el plano oficial)[2]​ con seis patios: Patio del Gran Claustro, Patio de los Gatos, Patio de los Confesionarios, Patio de las Novicias, Patio de la Fundación y Patio de los Cipreses.

El lugar en el que se encuentra el recinto, es un conjunto de casas que fueron compradas a Francisco de Aguilar y a Doña Leonor de Arriaga por un valor de 15,100 pesos. Ahí, en 1525 se empezó a erigir una iglesia cuya construcción fue terminada dos años después. El lugar permaneció así hasta que fue adquirido por Doña Marina de Zaldívar y Mendoza, quien mandó a construir el convento con claustro, dormitorio, refectorio, celdas y huerta.

Fue inaugurado en 1623 bajo el maestro Alonso Martínez López.

El nombre original del Convento de San Jerónimo fue Convento de Nuestra Señora de la Expectación, de la Orden de Nuestro Padre San Jerónimo de la Ciudad de México.

Ha pertenecido a varios dueños, comenzando por la idea de doña Isabel de Guevara de unir las casas de Isabel Barrios y la de Alonso Ortiz en el siglo XVI. Así en 1585 se fundó como el primer convento mexicano de monjas jerónimas, desde un primer momento se decidió que el convento quedara bajo la regla jerónima, debido a que su fundadora y las monjas que la acompañaron a la apertura de este pertenecían a la mencionada orden.

Como muchos conventos de aquella época, el ingreso y mantenimiento de las monjas en éste, demandaba altos costos; por tal motivo, las únicas familias que podían costear la estancia de las religiosas en el recinto eran las españolas y criollas, pues eran las castas que mejor posición social gozaban.

No obstante, a pesar de las fuertes cantidades de dinero con el que el recinto contaba, este no estuvo exento de varias infortunas: En 1629, la ciudad sufrió una inundación. “El convento quedó dañado por las aguas que difícilmente fueron evaporándose al paso del tiempo.” También fue víctima de los temblores, que causaron varias cuarteaduras a lo largo de la estructura.

Con las leyes de Reforma de Benito Juárez en 1867 fue desamortizado y otorgado al gobierno quien lo hizo cuartel, caballería y hospital militares, y a finales del siglo XIX el expresidente Manuel del Refugio González Flores se lo dio como forma de pago al arquitecto Antonio Rivas Mercado quien lo regaló a sus hijas en 1927, a Alicia y Antonieta Rivas Mercado, esta última construyó en él un teatro llamado Ulises y un salón de baile nocturno llamado El Pirata que se convirtió en el Symirna Dancing Club.

A finales de los 60 el Dr. Arturo Romano Pacheco realizó investigaciones antropológicas y concluyó que la población monjil fue mayoritariamente criolla y encontró diversos utensilios junto a los esqueletos de las monjas como hebillas, medallas, pequeñas cruces, alfileres y alambres que formaban las coronas y ramos con los que eran enterradas las religiosas, incluyendo a la décima musa, una lápida de mármol en piso del sotocoro lo menciona: "En este recinto que es el coro bajo y entierro de las monjas de San Jerónimo fue sepultada Sor Juana Inés de la Cruz, El 17 de abril de 1695, año de 1964."

Después fue abandonado y en él habitaban vecindades, un estacionamiento y locales comerciales. Sin embargo, como proyecto cultural, el gobierno del expresidente Luis Echeverría Álvarez lo expropió en 1971 y en 1975 hasta 1979 su sucesor presidencial, José López Portillo y Pacheco, inició las restauraciones declarándolo oficialmente patrimonio nacional (bajo la protección de las leyes del Instituto Nacional de Antropología e Historia, INAH) y más tarde por la Unesco como patrimonio de la Humanidad.

Ha sido sede de numerosas conferencias, exposiciones y eventos culturales donde han participado José López Portillo y Pacheco, Octavio Paz, Carlos Monsiváis, Alberto Ruy Sánchez, Juan Ramón de la Fuente, René Drucker y artistas como Ariel Guzik, Alejandro Magallanes, Santa Sabina, Ensamble Galileo, entre otros. Asimismo en su Sotocoro se han llevado varios conciertos de música de cámara, música coral, recitales de piano. En febrero de 2009, el Consejo Académico de dicha Universidad, decidió denominar al Ex templo "Auditorio Divino Narciso" en honor a una de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz.

Igualmente, el ex-templo también se viste de gala en octubre y noviembre de cada año por montarse en él el tradicional Altar Monumental de Muertos, el cual es el más representativo del Centro Histórico de la Ciudad de México.

Los requisitos para ser aceptada en el convento de San Lorenzo eran: tener entre 16 y 30 años de edad, tener suficiente dinero para pagar el dote 4 , que era de 3000 pesos. Aunque no existía una regla explícita que excluyera a mestizos, mulatos, indígenas o negros, la excesiva cantidad de dote hacía que ninguna de las mencionadas castas pudiera tener acceso al convento. De igual manera, había una jerarquización de labores que regulaba las elecciones de oficios y que de manera descendente constaba de:




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