El coro de la Mezquita-Catedral de Córdoba goza de la fama justificada de ser uno de los más hermosos y mejor ejecutados de toda España.
Los pilares de la nave central, donde se encuentra el coro, se decoran con parejas de apóstoles bajo doseletes, con una fuerte impronta gótica. Por encima hay un friso con tondos y grutescos surmontado por la cornisa; los ventanales son bíforos y adintelados, y están decorados con los escudos de los canónigos que colaboraron en la financiación de las obras. Cerca del arco toral están situados los órganos, realizados en el siglo XVII y restaurados a comienzos del siglo XIX por Patricio Furriel. El de la derecha luce un tondo decorado con una imagen de Santa Cecilia, obra decimonónica de Diego Monroy y Aguilar, y encima se sitúa una escultura alegórica.
Aquí se halla ubicado el coro, cuya sillería es una de las más destacables de este género y la última de las realizadas en las catedrales españolas. Fue diseñada y tallada por el escultor sevillano Pedro Duque Cornejo, quien trabajó en ella desde 1748 a 1757. Consta de cincuenta sitiales que se disponen en dos niveles. Los sitiales del nivel inferior lucen en los respaldos medallones con relieves de los santos de Córdoba entre motivos vegetales, mientras que los sitiales del nivel superior están decorados con dos medallones en los que se efigian escenas del Antiguo Testamento en el inferior, y del Nuevo Testamento en el medallón superior, que ponen de manifiesto la extraordinaria calidad del maestro sevillano.
El centro del coro lo ocupa la silla episcopal, elevada sobre gradas cerradas con barandas de bronce. Se estructura la silla como un retablo, con dos cuerpos de tres calles; las tres sillas están en la parte baja y se adornan con dobles medallones, con escenas de la vida de San Pedro y de San Pablo los pequeños, y en los grandes el Milagro de la Mula, San José con el Niño, la Virgen del Pilar, San Miguel venciendo a los ángeles rebeldes y San Vicente Ferrer predicando. Las calles muestran las imágenes de Santa María Magdalena y Santa Teresa, y en el centro una bellísima Ascensión de Cristo a los Cielos, flanqueada por la Prudencia y la Templanza; el conjunto está rematado por una imagen de San Rafael, custodio de Córdoba. El programa iconográfico de la cátedra episcopal se atuvo a las devociones del obispo del momento, Miguel Vicente Cebrián y Agustín.
Sobre las puertas hay dos tondos con Santa Inés y Santa Catalina y figuras recostadas de la Fortaleza y la Justicia. En los ángulos del coro pueden admirarse las tallas de los cuatro Evangelistas, también realizados por Pedro Duque Cornejo en 1754. Hay además dos relojes ingleses con caja de caoba, fechado el de la izquierda en 1737 y el de la derecha en 1758. El atril central, en forma de águila, es una obra de origen flamenco de hacia 1500, que se ha relacionado con la escuela de Malinas. En el suelo hay una lápida de mármol negro bajo la cual se hallan los restos de Pedro Duque Cornejo, trasladados aquí desde su primitivo emplazamiento en 1951, como reconocimiento a su obra. Bajo la cúpula se halla la lápida sepulcral del obispo Leopoldo de Austria, tío del emperador Carlos V y mecenas de la fábrica de la capilla Mayor y el Coro.
El coro está separado del presbiterio y del crucero por una reja de bronce dorado realizada en 1759 por el maestro lucentino Antonio García.
En 1954 ocurrió un incidente que estuvo a punto de provocar el hundimiento del coro. Con motivo de la consagración episcopal de Don Félix Romero Mengíbar, el coro fue abierto al público. La presencia de personas en el coro fue tan excesiva que estuvo a punto de provocar una catástrofe. Después, al ser requeridos unos carpinteros de la localidad para reparar los desperfectos, éstos pudieron comprobar la calidad del trabajo de Duque Cornejo, al darse cuenta de que la obra había sido ensamblada sin utilizar ningún clavo.
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