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Crescendo



Crescendo (del italiano "creciendo") son términos que se utilizan en notación musical para indicar que se debe aumentar gradualmente la intensidad del sonido, es decir, un matiz dinámico de transición. La indicación opuesta al Crescendo es decrescendo.[1][2][3][4]

Esta indicación pertenece a la categoría conocida como dinámica de transición, que hace referencia a que la intensidad de uno o más sonidos puede ser aumentada o disminuida de forma paulatina.[1][2][3][4]​ Estas son las indicaciones directamente relacionadas con el término crescendo:

La ejecución de la dinámica musical es relativa y suele ser subjetiva. Depende del estilo o periodo histórico al que pertenezca la obra, ya que existen ciertos convencionalismos estéticos; pero también depende de la consideración personal y condición emocional del intérprete. Los matices como forte o piano no tienen un significado preciso ya que son indicaciones relativas y dependerán de la graduación de dinámicas que se utilice en una determinada obra. Cuando en una composición el matiz de mayor intensidad es fortissimo (fff), forte (f) será un matiz de intensidad intermedia. Asimismo, habrá que tener en cuenta la acústica del espacio donde se va a interpretar la pieza. En una sala de concierto grande deberán exagerarse los matices, mientras que un lugar pequeño requerirá lo contrario.[1][5]​ Es igualmente subjetiva la ejecución de dinámicas de transición como los crescendi y decrescendi, puesto que dejan al intérprete un amplio margen para decidir de qué matiz parte y en cual finaliza.[5]

Este matiz dinámico puede aparecer representado en las partituras o partichelas mediante unas indicaciones especiales que suelen colocarse por debajo del pentagrama, concretamente bajo la nota donde empieza dicha dinámica.[6]​ Para señalar en notación musical el aumento progresivo de la intensidad se puede emplear indistintamente cualquiera de estas tres opciones:

La obra se sigue tocando a la intensidad decreciente marcada desde el punto donde aparece el término o abreviatura en adelante hasta que aparezca una nueva indicación de dinámica. En el caso de estar representado el crescendo mediante un regulador, el propio signo señala en qué punto se debe comenzar y en qué punto se debe finalizar el aumento gradual de intensidad.

La utilización de estos matices se generaliza a partir del Clasicismo, segunda mitad del siglo XVIII, con el propósito de que el intérprete lograra una ejecución más cercana a la idea del compositor. En el segundo tercio del siglo XVIII, cuando aún la indicación de dinámica era algo excepcional, sólo afectaba a la frase o motivo en cuestión. Pero desde finales del XVIII hasta nuestros días, el intérprete ha de mantenerla hasta que aparezca un nuevo indicador de dinámica. A partir del siglo XVIII la dinámica musical asumió una significación propia e independiente. Prima la dinámica de transición que se asienta sobre todo en los crescendi y diminuendi, por encima de la dinámica de grados del Barroco. La orquesta de Mannheim es conocida por haber aplicado estas dinámicas por primera vez.

A lo largo del siglo XX aparecieron una serie de símbolos que venían a complementar a los reguladores:[5]

Entre los ejemplos más célebres de aplicación de este matiz dinámico se encuentra en el Bolero de Maurice Ravel. Se trata de un ballet para orquesta que solo utilizaría un tema y un contra-tema repetidos y en el que el único elemento de variación provendría de los efectos de orquestación que sustentarían un inmenso crescendo a lo largo de toda la obra.




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